Cristianismo y religiones: Dominus Iesus (y II)
5.4.2 Plenitud y definitividad de la revelación de Jesucristo
Desde la perspectiva cristológica, la Declaración reafirma “el carácter definitivo y completo de la revelación de Jesucristo” (n. 5): debe ser “firmemente creída la afirmación de que en el misterio de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado […] se da la revelación de la plenitud de la verdad divina” (n. 5).
La razón de que la revelación de Jesucristo sea plena y definitiva radica en la Encarnación: la Persona divina del Verbo encarnado es la fuente de la plenitud y de la universalidad de la revelación cristiana (cf n. 6).
De esta afirmación fundamental se derivan dos aclaraciones:
1) No se puede equiparar “fe teologal” y “creencia". La fe es respuesta a Dios que se revela y asentimiento a lo revelado por Él. La mera “creencia” se refiere a la búsqueda humana de la verdad absoluta, carente del asentimiento a Dios que se revela. Por ello, “debe ser […] firmemente retenida la distinción entre la fe teologal y la creencia en las otras religiones” (n. 7).
2) No se pueden equiparar los textos inspirados - es decir, la Biblia - con los textos sagrados de las otras religiones. La tradición de la Iglesia “reserva la calificación de textos inspirados a los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, en cuanto inspirados por el Espíritu Santo” (n. 8). Eso no significa que en los libros sagrados de las otras religiones no estén presentes “elementos de bondad y de gracia"; elementos recibidos del misterio de Cristo.
5.4.3 La unidad de la economía salvífica del Verbo encarnado y del Espíritu Santo
La segunda gran afirmación cristológica se refiere a la unidad de la economía salvífica del Verbo encarnado y del Espíritu Santo. Esta afirmación se desglosa en otras tres:
1) “Debe ser […] firmemente creída la doctrina de fe que proclama que Jesús de Nazaret, hijo de María, y solamente él, es el Hijo y el Verbo del Padre” (n. 10).
Es decir, hay una unidad entre el Verbo eterno y Jesús de Nazaret: sólo Jesús de Nazaret es el Verbo del Padre.
2) Jesús, el Verbo encarnado, es el mediador y redentor universal: “debe ser firmemente creída la doctrina de fe sobre la unicidad de la economía salvífica querida por Dios uno y Trino, cuya fuente y centro es el misterio de la encarnación del Verbo, mediador de la gracia divina en el plan de la creación y de la redención…".
3) La encarnación salvífica del Verbo “es un evento trinitario” ( n. 12). Por consiguiente, es “contraria a la fe católica” la hipótesis de “una economía del Espíritu Santo con un carácter más universal que la del Verbo encarnado". El misterio del Verbo encarnado “constituye el lugar de la presencia del Espíritu Santo y la razón de su efusión a la humanidad” (n. 12).
5.4.4 La unicidad y la universalidad del misterio salvífico de Jesucristo
La tercera afirmación cristológica es que Jesucristo es el centro y la plenitud de la historia de la salvación. En consecuencia, “debe ser firmemente creída, como dato perenne de la fe de la Iglesia, la proclamación de Jesucristo, Hijo de Dios, Señor y único salvador, que en su evento de encarnación, muerte y resurrección ha llevado a cumplimiento la historia de la salvación, que tiene en él su plenitud y su centro” (n. 13).
Debe ser, por tanto, “firmemente creída como verdad de fe católica que la voluntad salvífica universal de Dios Uno y Trino es ofrecida y cumplida una vez para siempre en el misterio de la encarnación, muerte y resurección del Hijo de Dios” (n.14).
Jesús es el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación de todos y, por consiguiente, no hay por qué renunciar en la teología a términos como “unicidad", “universalidad” y “absolutez” de Jesucristo.
5.4.5 Hay una única Iglesia
Las afirmaciones eclesiológicas de la Declaración son consecuencia de las afirmaciones cristológicas: Así como hay un único Mediador entre Dios y los hombres, hay una sola Iglesia por Él fundada como mediación de salvación, como “misterio salvífico": “debe ser firmemente creída como verdad de fe católica la unicidad de la Iglesia por Él fundada” (n. 16).
Existe “una continuidad histórica” entre la única Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia Católica: “Los fieles están obligados a profesar que existe una continuidad histórica - radicada en la sucesión apostólica - entre la Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia Católica” (n. 16).
Más aún, la única Iglesia subsiste (subsistit in) en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, como afirmó el concilio Vaticano II (cf LG 8). La Declaración interpreta lo que el Concilio quería decir con la expresión “subsistit in":
Con la expresión “subsistit in", el Concilio Vaticano II quiere armonizar dos afirmaciones doctrinales: por un lado que la Iglesia de Cristo, no obstante las divisiones entre los cristianos, sigue existiendo plenamente sólo en la Iglesia católica, y por otro lado que “fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad"… (n. 16).
Sólo en la Iglesia Católica sigue existiendo plenamente la Iglesia de Cristo, aun cuando fuera de su estructura visible se encuentren elementos de santificación y de verdad propios de la misma Iglesia.
El n. 17 explica que hay una gradación en estos elementos y así, las Iglesias que, aun no estando en perfecta comunión con la Iglesia Católica, están unidas a ella por vínculos como la sucesión apostólica y la Eucaristía “son verdaderas Iglesias particulares"; en las que está presente y operante la Iglesia de Cristo.
Las Comunidades eclesiales que no han conservado el episcopado válido y la “genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico", no son Iglesia en sentido propio; aunque sus miembros, en virtud del bautismo, están en una cierta comunión con la Iglesia.
5.4.6 La Iglesia, sacramento y germen e inicio del Reino
La Declaración, desde la perspectiva eclesiológica, reafirma que hay una conexión íntima, susceptible de ser explicada teológicamente de modos diversos, entre Cristo, el Reino y la Iglesia: la Iglesia es, por una parte, “sacramento” del Reino; es también su germen e inicio (n. 18).
En consecuencia, negar la unicidad de la relación que Cristo y la Iglesia tienen con el reino de Dios es contrario a la fe católica (cf n. 19).
5.4.7 Religiones, Iglesia y salvación
En relación con la necesidad de la Iglesia para la salvación se afirma lo siguiente: “debe ser firmemente creído que la ´Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación […]´. Esta doctrina no se contrapone a la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2, 4)” (n. 20).
La Iglesia, unida y subordinada a Jesucristo, es “sacramento universal de salvación” y tiene una relación indispensable con la salvación de cada hombre. La gracia salvífica es donada siempre por medio de Cristo y tiene una misteriosa relación con la Iglesia, aunque no sepamos decir el modo en que esto se realiza con relación a los no cristianos.
Por ello, “sería contrario a la fe católica considerar la Iglesia como un camino de salvación al lado de aquellos constituidos por las otras religiones” (n. 21). Esto no impide reconocer elementos de religiosidad en las religiones que pueden asumir un papel de preparación evangélica (n. 21).
La consecuencia de la necesidad de la Iglesia para la salvación es la actualidad de la misión ad gentes: no vale igual una religión que otra y no es la misma la situación “objetiva” de los cristianos y de los no cristianos en relación con los medios de salvación (cf n. 22). En este sentido, el diálogo interreligioso forma parte de la misión ad gentes, pero no la sustituye ni la abarca completamente.
Guillermo Juan Morado.
24 comentarios
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Pues aunque tarde, llegó. Pero hay quienes aún siguen discutiendo el susbsistit y seguirán otres tres o cuatro décadas.
Menudas prisas.
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Sí, porque creo que ya se estaba convirtiendo en un culebrón.
Así queda acabada, y a otra cosa.
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Eso es un gran elogio, que agradezco. Aunque cada vez que leo algo que he escrito encuentro fallos. Pero sí deseo exponer las cosas claramente. Otra cosa es que lo consiga.
Constituyó un apartamiento de la sencilla definición en el sentido evangélico del sí, sí, no, no de Pío XII: "est".
Los daños que produjo la expresión, los desgraciados extravíos e interpretaciones a que dio lugar, son Legión. Increíble irresponsabilidad de proponer una fórmula equívoca, que en el momento en que se aprobó se sabría los nefastos efectos que produciría, porque se advirtieron. Se innovó, y se hizo muchísimo daño. Baste leer a Schillebex, a Kung, a Boff para ver qué consecuencias doctrinarias sacaron de esta trampa verbal.
Por otra parte, la atribución del carácter de Iglesias particulares a las ortodoxas se contradice con otro documento firmado por el Cardenal Levada, emanado de la misma CDF, en el año 2007 "Respuestas a algunas preguntas sobre ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia" que niega un elemento esencial propio de la Iglesia, "carencia objetiva en su condición de Iglesia particular" , a las iglesias ortodoxas. Si falta un elemento esencial, por lo menos en la lógica sublunar, no hay tal esencia, id est, no son Iglesia.
Lamentable tener que corregir cuarenta años después, y el circiterismo o mas bien el anfibologismo sigue: son Iglesia pero no son Iglesia
¿Por qué hay que completar su evidentemente ambigua doctrina treinta años despues, con elementos no contenidos en la declaración conciliar?
El Cardenal Heenan, Primado de Inglaterra y Padre del Concilio, nos da la explicación:
"En el Concilio hubo un grupo pequeño de lo que nuestros hermanos separados denominan ecumaníacos. Estos hombres sinceros pero sencillos ven un aspecto ecuménico en todo. Debido a esta preocupación por el ecumenismo, el término mismo se convirtió en una frase trampa dentro del Concilio. No se presentaba ningún tema a la discusión si antes no era examinado en su contenido ecuménico. Los ecumenistas más fanáticos utilizaban un contador Geiger teológico para detectar cualquier afirmación de fe católica que pudiera no ser del todo aceptable para los no católicos"
(Council and Clergy, Cardenal Heenan. 1966. Apud "El Concilio del Papa Juan", de Michael Davies).
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Que sí, luis, pero la DI lo resolvió. Punto. Ya está.
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Eso sí que dice en su favor. Si dejara de encontrarlos, malo. El perfeccionismo en ese sentido, para quienes de verdad son poseedores de su idioma, no tiene límite. Pero hay que ponerlo en algún momento, a sabiendas de que siempre encontraremos, al releer, cómo hubiéramos podido hacerlo mejor. Es el mejor indicativo de que un hablante es verdadramente dueño y señor de su instrumento de pensamiento y comunicación, y no al revés.
Meditaciones y Devociones : Part III, 2, 2 « Our Lord refuses sympathy »
«Muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros»
El compartir profundamente los sentimientos se puede ser llamar una ley eterna, porque ello viene significado, o más bien se cumple y de manera primordial, en el amor mutuo e indecible de la Trinidad. Dios, infinitamente uno, siempre ha sido tres. Desde siempre, se goza en su Hijo y en su Espíritu, y ellos en él... Cuando el Hijo tomó carne, vivió durante treinta años con María y José, formando así una imagen de la Trinidad en la tierra...
Pero convenía que aquél que debía ser el verdadero Sumo Sacerdote y ejercer su ministerio para toda la raza humana estuviera libre de los lazos de unos sentimientos. Así, en otro tiempo, se dijo que Melquisedec no tenía ni padre ni madre (Heb 7,3)... Dejar a su madre, tal como Jesús lo da a entender en Caná (Jn 2,4), es pues el primer paso solemne para llevar a término la salvación del mundo... Jesús renunció no sólo a María y a José, sino también a sus amigos secretos. Cuando llegó su tiempo, él debió de renunciar a ellos.
Pero podemos muy bien suponer que Jesús estaba en comunión con los santos patriarcas que habían preparado y profetizado su venida. En una ocasión solemne se le vio conversar con Moisés y Elías sobre su Pasión. ¡Qué campo inmenso de pensamiento se nos abre sobre la persona de Jesús de quien sabemos tan poca cosa! Cuando pasaba noches enteras en oración... ¿quién mejor que ellos podían sostener al Señor y darle fuerzas sino la «admirable fórmula» de los profetas de quienes él era modelo y cumplimiento? Así podía conversar con Abrahán «que había visto su día» (Jn 8, 56), y con Moisés..., o con David y Jeremías, que lo habían prefigurado de manera eminente, o con aquellos que más habían hablado de él, como Isaías y Daniel. Allí encontraba él un fondo de gran simpatía. Cuando subió a Jerusalén para padecer, todos los santos sacerdotes de la antigua alianza debieron ir a su encuentro, precisamente ellos que habían ofrecido sacrificios prefigurando el suyo.
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Fuente: http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=commentary&localdate=20091003
Y sobre todo (lo repito una y otra vez y no me canso)mantiene, y defiende con valentia la fe dado una vez y para siempre a los santos.
Gracias amigos.
Un saludo.
Es de agradecer que alguien proclame la doctrina de la Iglesia sin pretender enmendarla, de modo que se evita que nos confundan los que se pasan por un lado, y los que se pasan por el otro.
Me permito citar algunas razones que da el Cardenal Newman:
1. La Iglesia ha recibido la dispensación del Evangelio (GA 141).
2. Tiene el deber de custodiar el depósito de la revelación (GA 147) y de interpretarlo (GA 153).
3. La Iglesia es el santuario donde mora el Espíritu Santo (US II, 22).
4. La Iglesia prolonga en el tiempo el misterio del Verbo encarnado y es el instrumento instituido por Cristo mediante el cual se transmite al mundo la verdad revelada (US V, 4; GA 130).
5. La Iglesia guarda la memoria de la fe, que constituye su propia tradición (US XI, 20).
6. La Iglesia se convierte, por la asistencia del Espíritu Santo, en oráculo infalible de la verdad (GA 153).
Su enseñanza equivale palmariamente a la revelación: "The word of the Church is the word of the revelation" (GA 153).
"Se puede hablar de Iglesias hermanas, en sentido propio, también en referencia a Iglesias particulares católicas y no católicas; y por lo tanto también la Iglesia particular de Roma puede ser llamada hermana de todas las Iglesias particulares. Pero, como ya ha sido recordado, no se puede decir propiamente que la Iglesia católica sea hermana de una Iglesia particular o grupo de Iglesias. No se trata solamente de una cuestión terminológica, sino sobre todo de respetar una verdad fundamental de la fe católica: la de la unicidad de la Iglesia de Jesucristo. Existe, en efecto, una única Iglesia,9 y por eso el plural Iglesias se puede referir solamente a las Iglesias particulares.
En consecuencia es de evitar, como fuente de malentendidos y de confusión teológica, el uso de fórmulas como “nuestras dos Iglesias”, que insinúan –cuando se aplican a la Iglesia católica y al conjunto de las Iglesias ortodoxas (o de una Iglesia ortodoxa)– un plural no solamente al nivel de Iglesias particulares, sino también al nivel de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, confesada en el Credo, cuya existencia real aparece así ofuscada.
12. En fin, se debe también tener presente que la expresión Iglesias hermanas en sentido proprio, como es testimoniado por la Tradición común de Occidente y Oriente, puede ser aplicada exclusivamente a aquellas comunidades que han conservado válidamente el Episcopado y la Eucaristía".
Roma, en la Sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 30 de junio de 2000, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
+ Joseph Card. Ratzinger
Prefecto
+ Tarcisio Bertone, S.D.B.
Arzobispo emérito de Vercelli
Secretario
A veces la labor de Ratzinger parece la de Metternich: "hoy me paso sosteniendo ruinas"; en su caso, intentando preservar el edificio de la Ortodoxia entre bombarderos, partisanos, sabotajes y fuego amigo (para fuego amigo, vid. Fisichella).
Gracias por la serie. Al menos:
1) se han desplegado buena parte de las observaciones de los católicos con sensibilidad tradicional a ciertas corrientes ecumaníacas conciliares al decir del Cardenal Heenan
2)¡no se olvidarán de la palabra "circiterista"!
Paz que sacrifica la verdad, no es paz, es irenismo.
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