Cosmética
Según el “Diccionario de la Real Academia”, la “cosmética” hace referencia a los productos que se utilizan para la higiene o la belleza del cuerpo, especialmente del rostro. La cosmética es, de un algún modo, un índice de la singularidad humana. No nos basta con comer o beber; necesitamos sentirnos a gusto con nosotros mismo, ser conscientes de estar limpios, de no oler mal; en definitiva, necesitamos sentirnos humanos, a la altura de nuestra dignidad, y percibirnos como tales.
Las exageraciones en este campo no prueban nada en contra de la verdad de estos asertos. Los excesos son malos; pero son malos por ser excesos. Que el propio cuarto de baño parezca una planta de perfumería de unos grandes almacenes sería, posiblemente, un síntoma de exceso. Antes se atribuía la afición por los afeites a las mujeres. Hoy, ya no. Al menos, no en exclusiva. Jabón, gel, champú, pasta de dientes, desodorante, espuma de afeitar, quizá alguna loción para después del afeitado, colonia o perfume son, en la práctica, productos básicos. Y luego están las variadas ofertas de cremas: hidratantes, reafirmantes… Y la lista puede incrementarse hasta casi el infinito.
Nunca propiciaré que una persona se convierta en un “fashion victim”. La mesura, en todo, marca la vía recta. Pero en estas cosas, como en la corrección en el vestido, mejor es pasarse un poco de la raya que quedarse demasiado corto.
Nunca había reflexionado sobre este asunto. Pero me ha conmovido una persona que está atravesando un momento muy difícil, económico y laboral. Y una de las razones que me ha persuadido de la realidad de lo que me contaba era la angustia que manifestaba por no poder disponer de productos de higiene personal; de esas cosas que, con frivolidad, llamamos simplemente “cosméticos”. Quejarse de esta carencia es lanzar un grito de protesta contra la pendiente, amenazante cuando la vida se complica – y puede complicarse más de lo que pensamos - , que conduce a la degradación personal.
Después me he interesado por saber si, entre las ayudas que se les proporciona a las personas necesitadas, se incluían estos artículos. Y creo que no; al menos, que mayoritariamente no. Habría que pensar seriamente en esta carencia, para subsanarla en lo posible.
Guillermo Juan Morado.
6 comentarios
Desde la comodidad de los que no hemos sido tocados por la crisis -de momento- podemos pensar que es una frivolidad incluir un champú, incluso un tinte de pelo. Sólo quien se ve deslizar por esa pendiente que lleva a un grado de deterioro del aspecto que envuelve a la persona en el círculo de "a más deterioro, más deterioro", irreversible, puede comunicar esa desesperación.
Hacía décadas que no conocía casos como los que ya estoy viendo en los últimos meses. Y son como los pinta usted. A algunas familias no les cuesta encontrar quen les proporcione comida y ropa. Pero la diferencia entre mantener un aspecto "digno" o pasar a ser un "podiosero", esa diferencia entre estar en la sociedad o quedarte definitivamente al margen, está, mal que pese admitirlo, en un desodorante, un buen corte de pelo, un afeitado decente... Y eso está faltando ya en algunos hogares.
Dar de comer, dormir y vestir al necesitado, en una sociedad que se mueve por la apariencia y que hace depender de ella la autoestima, puede ser casi una crueldad.
Salir del bache puede ser imposible y convierte el bache en un agujero definitivamente sin salida si un aspecto mínimamente presentable no se puede ofrecer a la galería que nos dará trabajo, que nos alquilará un piso, que nos atenderá en una tienda...
Creo que es un tema para reflexionar.
Ahora no puedo.
Hasta mañana.
La dignidad también debe ser ayudada, aún más que el hambre. Aquí en Argentina decimos, "si hay pobreza, que no se note".
En mi parroquia siguen recibiendo paquetes, no hace falta dar explicaciones, te acercas con tu bolsa y la dejas al lado del cestillo de los donativos.
Espíritu cristiano: poco.
Hay preocupaciones más acuciantes, como echar a los demás de la Iglesia por cantar mal en el coro.
Que Dios nos bendiga a todos.
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