En materia de problemas y soluciones, según aquellos y éstas sean ciertos o dudosos, tenemos obviamente cuatro posibilidades:
1) Problemas ciertos y soluciones ciertas. Aquí no da para pensar mucho, se deben aplicar esas soluciones.
2) Problemas ciertos y soluciones dudosas. Por ejemplo, arriesgadas. Si son las únicas a la vista, y si el problema es lo suficientemente grave, parece que también, por ese lado al menos se las puede aplicar.
3) Problemas dudosos y soluciones seguras. Aquí es posible dudar de si aplicar esas soluciones o no, pero al menos, en caso de aplicarlas, no harán mal alguno, serán en todo caso superfluas.
4) Problemas dudosos y soluciones dudosas. Por ejemplo, si no es claro o seguro que el problema tenga la magnitud que parece tener, y si hay riesgos serios de que la solución agregue nuevos males, y graves, a la situación.
En ese último caso, parece que es totalmente lícito abstenerse de aplicar esa supuesta solución. Y puede, según las circunstancias, llegar a ser lo más prudente.
Por eso en lo que sigue no vamos a hablar tanto de pruebas, como de motivos para dudas razonables.
Porque ése es, entendemos, el caso de las “vacunas” (más abajo explicamos el porqué de los paréntesis) contra el Covid 19. Es dudoso que la pandemia tenga la gravedad que se le atribuye hoy día, y hay razones para temer que las “vacunas” agreguen nuevos males, de no poca gravedad.
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