Nos hemos enterado de que el Osservatore Romano ha publicado un artículo de Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, en el cual, hablando de los ídolos que fueron objeto de culto sacrílego en el Vaticano y en Roma durante el Sínodo, dice entre otras cosas:
“No son diosas; no fue un culto idolátrico. Son símbolos de realidades y vivencias amazónicas, con motivaciones no sólo culturales, sino también religiosas, pero no de adoración, pues ésta se debe sólo a Dios (…) Quienes no han recibido la evangelización, los consideran dioses; para quienes ya fuimos evangelizados, no son dioses, sino los mejores regalos de Dios. (…) no la adoran como a una diosa, sino que la quieren valorar y reconocer como una verdadera madre, pues es la que nos da de comer, la que nos da el agua, el aire y todo lo que necesitamos para vivir: No la consideran una diosa; no la adoran; sólo le expresan su respeto y oran dando gracias a Dios por ella. (…) Lo mismo me pasaba cuando veía que se dirigían hacia los cuatro rumbos del universo, los puntos cardinales, les hacían reverencia, oraban y se dirigían también al sol con todo respeto. (…) después, aprecié su respeto a estos elementos de la naturaleza que nos dan vida, y me convencí que no los adoran como dioses, sino como obra de Dios, regalo suyo para la humanidad, (…) Y para quitar toda duda sobre la actitud del Papa, basta recordar esto que escribió en Laudato si: “Cuando tomamos conciencia del reflejo de Dios que hay en todo lo que existe, el corazón experimenta el deseo de adorar al Señor por todas sus criaturas y junto con ellas, como se expresa en el precioso himno de san Francisco de Asís: Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas…” (No. 87). “Las criaturas de este mundo no pueden ser consideradas un bien sin dueño: «Son tuyas, Señor, que amas la vida» (Sb 11,26). Esto provoca la convicción de que, siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde” (No. 89).”
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