El hacer consistir la bondad o maldad moral de las acciones humanas en la conformidad o no con la naturaleza humana y con el fin último que a ésta le corresponde posibilita superar el relativismo moral que surge de supeditar la bondad o maldad de los actos humanos exclusivamente a las circunstancias cambiantes y/o intenciones subjetivas.
De ahí la importancia de la tesis de la existencia de una ley moral natural, es decir, basada en la naturaleza humana en tanto que ordenada a un fin último, para superar el subjetivismo y relativismo éticos, y hacer posible la afirmación de actos intrínsecamente malos, que son aquellos que no son compatibles con la naturaleza humana y su ordenación a su fin último, y que, por no serlo, no pueden ser realizados en absolutamente ninguna circunstancia, y fundamentan así la existencia de normas morales absolutas y universales, conocidas gracias a la Revelación divina en los diez mandamientos, pero conocidas también naturalmente, en forma más o menos clara y perfecta, por todos los pueblos en todos los tiempos.
Como decíamos al final de un “post” anterior, algunos autores católicos han aceptado parcialmente la validez de la objeción contra la posibilidad de una ley moral natural basada en la supuesta “falacia naturalista”.
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