Media sanción de la eutanasia en Diputados
Copio el texto de una carta dirigida a la sección de Correo de Lectores de “Búsqueda".
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Estimado Sr. Director de “Búsqueda”:
Pude presenciar anoche el debate acerca del proyecto de ley de eutanasia, que recibió media sanción en la Cámara de Representantes.
Saqué la impresión de que si alguien escuchase ese debate sin saber qué proyecto de ley estaba en discusión, y se guiase solamente por los discursos de los defensores del proyecto, pensaría que se estaba discutiendo una ley de suicidio o a lo sumo de suicidio asistido.
En efecto, el principal argumento que utilizaron los defensores del proyecto fue el de la supuesta libertad de la persona para poner fin a su propia vida.
A este respecto, me interesa subrayar que el problema con la eutanasia, precisamente considerado, no está en la muerte del paciente. La muerte forma parte naturalmente de la vida humana en la tierra. El problema con la eutanasia está precisamente en el homicidio del paciente, es decir, en la acción del médico o miembro del personal de salud que le quita la vida.
Yendo al fondo de la cuestión, el problema con la eutanasia es la acción del que mata al paciente, no lo que hace o deja de hacer el paciente mismo.
Desde el punto de vista moral y también desde el punto de vista jurídico, el protagonista de la eutanasia no es el paciente, sino el que mata al paciente.
Lo que no puede hacer ningún Estado de derecho es legalizar el homicidio, a saber, la muerte intencional de un ser humano inocente, es decir, que no es un injusto agresor.
A pesar de que si recuerdo bien ninguno de los críticos del proyecto de ley adujo argumentos de carácter teológico, los defensores del mismo intentaron una y otra vez suscitar la cuestión religiosa, a fin de poder decir luego que no se puede imponer al conjunto de la sociedad lo que cree una parte de ella.
Pero los católicos, por ejemplo, rechazamos el excesivo honor que se nos quiere hacer al decir o dar a entender que somos los únicos capaces de darnos cuenta de que dos más dos son cuatro y de que la eutanasia no es suicidio.
No es así, reconocemos humildemente que esos conocimientos están perfectamente al alcance de los no creyentes.
En cuanto al argumento de la libertad en sí mismo considerado, si se lo desarrolla lógicamente permite prescindir de la cuestión de si la persona padece o no alguna enfermedad o patología.
Si yo soy dueño de mi propia vida y puedo decidir sobre ella al punto de poder también requerir que otra persona me mate, no se entiende porqué para ello haría falta además estar enfermo.
La enfermedad no me hace más dueño de mi vida que la salud.
Nuevamente, esto no lo ha definido ningún Concilio Ecuménico y puede ser comprendido por el más ateo de los hombres.
Si fuese por eso, entonces, el único límite que podría haber en esta materia sería el de la incapacidad psíquica. Todas las demás “garantías” que se aducen en el proyecto de ley serían en realidad una intromisión en el campo de la supuesta libertad absoluta de la persona. Si la persona es dueña de su vida y es psíquicamente capaz, y pide que la maten, y la eutanasia es en el fondo lo mismo que el suicidio, ahí debería terminar, lógicamente, toda la discusión.
Ni siquiera los médicos, fuera del psiquiatra, tendrían nada que hacer en el asunto, se podría encargar la ejecución a otra clase de funcionarios.
Por tanto, la libertad como único argumento lleva como vemos al absurdo, ¿qué pasa si agregamos el sufrimiento provocado por la enfermedad? Pasa que entonces no se entiende el recurso a la libertad. Si la libertad no es determinante sin el sufrimiento, entonces la libertad, como tal, no es determinante en este tema, y se puede prescindir de ella.
¿Será el sufrimiento lo determinante de la justificación de la eutanasia? Pero también la persona que no pide la eutanasia puede sufrir. Y si el sufrimiento es lo determinante para justificar la eutanasia, entonces también a la persona que sufre pero no ha pedido la eutanasia o incluso la rechaza tajantemente se la debería poder matar “legalmente”.
Y si ni la libertad ni el sufrimiento son suficientes para justificar la eutanasia, la primera porque lleva a que se debería poder matar a cualquier persona en sus cabales que simplemente lo pida, y la segunda porque entonces se debería poder matar también a los que no lo piden, o incluso lo rechazan, entonces no hay nada suficiente, y no hay argumento a favor de la eutanasia.
Porque una combinación de insuficiencias es insuficiente, como una multitud de ciegos es ciega. En esto la unión no hace la fuerza. Si queremos reparar una computadora y el técnico que nos han traído no domina el oficio, no se arregla el asunto trayendo a otros veinte tan incapaces como él.
Y lo mismo pasa en el plano de los argumentos. Si la libertad necesita del sufrimiento y el sufrimiento necesita de la libertad, se entra en un círculo vicioso donde finalmente el elemento determinante de la justificación de la eutanasia no aparece.
Porque puede ser que dos cosas produzcan una tercera, como cuando el arte de Miguel Ángel, en tanto que realizado en el mármol, y el mármol, hacen al “David”, pero ahí la idea artística de Miguel Ángel, realizada en esa materia, es determinante, y la materia, que es el mármol, es determinable y determinada.
Si ninguna de las dos fuese determinante, no habría estatua tampoco, como no hay justificación de la eutanasia con una libertad por un lado y un sufrimiento por otro de los cuales ninguno de los dos es determinante para esa justificación, porque si cualquiera de ellos lo fuese se seguirían sendos absurdos, como vimos.
Esto tampoco es un dogma de fe, es la conocida teoría del acto y la potencia del genial pagano Aristóteles.
Esperamos que en el próximo tratamiento del tema en el Senado primen la lógica y el sentido común, a diferencia de lo que ha sucedido en Diputados, donde sin embargo hay que destacar el excelente nivel de las intervenciones de muchos de los críticos de este proyecto de ley.
Lo saludo atentamente
Néstor Martínez
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Apéndice:
Se puede objetar que también la forma necesita de la materia, precisamente para tener algo que informar, y que por tanto, del hecho de que algo sea determinante no se sigue que pueda funcionar solo por su cuenta.
Pero el caso aquí es que ni la libertad tiene más títulos que el sufrimiento para ser “forma” y elemento determinante, ni el sufrimiento tiene más títulos que la libertad para lo mismo.
Porque se podría decir, tanto que la libertad necesita del sufrimiento para dar una justificación adecuada de la eutanasia, donde lo determinante sería el sufrimiento, como que el sufrimiento necesita de la libertad para lo mismo, donde lo determinante sería la libertad.
En cambio, la materia y la forma no pueden intercambiar sus roles respectivos, a saber, de elemento determinable y elemento determinante.
32 comentarios
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Muchas gracias. En realidad no creo que estas personas necesiten que les demos ideas, y sí creo que nosotros necesitamos clarificar lo más posible los conceptos, que incluye ver las consecuencias lógicas de los mismos. En un argumento "ab absurdum" hay que llegar, justamente, a las consecuencias absurdas. Eso puede ayudar incluso a que alguno medio indeciso o distraído tome conciencia y se aparte del tema.
Saludos cordiales.
Por eso os acusan de tratar de imponer vuestras creencias al conjunto de la sociedad. Y tienen razón.
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En realidad, los razonamientos que hago ahí son conceptuales y lógicos: por un lado distinguir claramente los conceptos de la eutanasia y el suicidio, y por otro lado analizar el principal argumento de los adversarios, mostrando las consecuencias absurdas de sus componentes y la incapacidad que tienen esos componentes de formar un argumento coherente a favor de la eutanasia.
Así que lo que presupongo son las leyes de la lógica, que sí pienso que deben presidir el análisis de cualquier proyecto de ley en cualquier sociedad.
Las leyes de la lógica no son creencias de nadie, son la base de cualquier diálogo entre seres pensantes.
Obviamente, parto de un principio ético que dice que nunca es lícito quitar la vida a un ser humano inocente, es decir, que no es injusto agresor. Pero es que los que no estén de acuerdo con eso, es que están de acuerdo con el principio ético contrario, que dice que a veces sí puede ser lícito.
Y cuando los adversarios dicen que está mal privar a las personas de la libertad de decidir sobre el fin de su vida, supongo que entienden que eso está mal en cualquier sociedad, también.
Esa creencia moral suya la quieren imponer mediante la ley, en toda sociedad del mundo, si fuese posible.
Saludos cordiales.
En ese discurso el pontífice aclaraba la distinción conceptual que existía entre la eutanasia, que implica que el médico acometa una acción que cause la muerte de su paciente (esto es, un homicidio), y el mero rechazo por parte de los pacientes terminales de tratamientos extraordinarios que prolongarían mínimamente la vida sin esperanza de recuperación (lo cual no equivale al suicidio o a la eutanasia, sino más bien a la aceptación de la condición humana ante la muerte).
En ese sentido, podemos entender que el derecho a la vida no es una obligación de tener que vivir más allá de lo que nuestra naturaleza mortal nos permite, pero sí es una obligación de que un tercero no pueda matarnos, ya que esto último es un homicidio en toda regla. Por eso el rechazo al encarnizamiento terapéutico no contraviene al derecho a la vida mientras que la eutanasia sí.
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Exactamente. Saludos cordiales
Por esta regla de tres, se podría recoger la renuncia a otros derechos fundamentales: al derecho a la libertad, cuando uno consiente sin presión externa de ningún tipo venderse como esclavo en beneficio de sus herederos; al derecho fundamental a la dignidad y a la igualdad, cuando una mujer musulmana libremente se somete a los mandatos de su marido o su padre; un boxeador o un luchador libre puede renunciar a a su derecho fundamental a la integridad física hasta la muerte (es dudoso que una "persona cobaya" renuncie a la integridad física y psíquica sometiéndose a ensayos clínicos y farmacológicos estando sano a cambio de compensación económica); un trabajador (o varios) puede renunciar al derecho fundamental a la huelga, reunión, asociación... ante su empleador. Y muchos casos más donde, no como en el aborto legislado (el Estado da muerte al nasciturus aunque sea sujeto de unos derechos como los sucesorios como hijo póstumo), la autonomía de voluntad puede hacernos renunciar a derechos hasta predemocráticos. Que me expliquen por qué se puede renunciar libremente al derecho a la vida y no al derecho a la libertad, igualdad, dignidad, integridad física y mental, reunión, asociación, deambulación...
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En efecto. El sofisma principal de los sostenedores de estos proyectos de ley es camuflar la eutanasia detrás del suicidio. No es que el suicidio esté bien, obviamente, pero es que al hacer eso dejan en la sombra la verdadera cuestión, que es la del homicidio que practica el médico, enfermero, etc.
Por otra parte, ¿mi libertad es tan grande que puede someter a la libertad de otro a tener que cometer un homicidio a mi pedido? No alcanza con hablar de la posibilidad de la objeción de conciencia de los médicos, el hecho es que al final alguien va a tener que cargar con la responsabilidad de haber matado a un ser humano inocente.
En realidad no se trata de eso con estos proyectos de ley, no importa el paciente, lo que se busca es dar cobertura legal al médico y a las instituciones de salud que quieren ahorrar gastos en pacientes difíciles, dar una mano al Estado con el tema de la seguridad social y el envejecimiento de la población, y servir a las élites que buscan achicar la población mundial.
Saludos cordiales.
En situaciones así de barbarie legalizada y normada, de circo funesto, hay que patear el tablero. No consentir y así no ser cómplices. Si los saludamos, si tenemos algo que ver, somos cómplices, como dice el Evangelio. Ni la tierra de las sandalias.
Que los reconozca su madre. Y que los vote su abuela.
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Es que más que convencerlos, a los propulsores, se entiende, se trata de combatirlos. Si no, el que calla otorga, y así los argumentos falaces van entrando en la cabeza de todo el mundo, también dentro de la Iglesia. Acá no es que nos hayan invitado a la guerra, es que quieren tirar abajo la puerta de calle. Hay que defenderse.
Saludos cordiales.
En un momento, se entendía a los gobernantes puestos por Dios, y que había que obedecerles. Éstos representaban a Dios.
Ahora, muchos gobernantes representan al Anticristo o a Satanás. En todos los países se viene la eutanasia, desde la élite globalista y sus brazos supranacionales.
¿Cómo se justifica su autoridad, en este contexto, desde la teología?
Porque hay que obedecer a Dios, antes que a los hombres.
Hay que atacar el fondo, porque la eutanasia y el aborto son coletazos de la Bestia.
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Una cosa es la legitimidad de un gobierno y otra la obediencia que se debe a sus leyes. Un gobierno legítimo puede promulgar una ley injusta, que como tal no obliga en conciencia a obedecerla, obliga sí a derogarla en cuanto sea posible, y en todo caso, sólo puede ser tolerada provisoriamente para evitar un mal mayor.
En casos extremos de tiranía los gobiernos pueden perder incluso su legitimidad y quedar justificado el derecho a la resistencia aún armada, supuesto siempre que ello tenga probabilidades razonables de no provocar un mal mayor.
Saludos cordiales.
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En todo caso, habría situaciones en las que sí es posible darse cuenta desde fuera de que la persona sufre mucho, terriblemente, y entonces, aunque esta persona no pidiese la eutanasia, o incluso la rechazase, si el sufrimiento es el que determina la licitud de la eutanasia, se le podría practicar.
Porque hablamos de la licitud de la eutanasia, en vistas a su despenalización o legalización. Hablar del derecho a la eutanasia ya es hacer intervenir la libertad, que es el otro componente de la pretendida justificación de la eutanasia.
En teoría podría haber justificaciones que recurriesen a la compasión ante el sufrimiento sin recurrir a la libertad del paciente, como hacemos a veces con los animales.
De lo contrario estamos otra vez en "sufrimiento + libertad", y en el baile de las mutuas insuficiencias.
Por otra parte, que el paciente evalúe su grado de sufrimiento sí está en el proyecto de ley, cuando habla de sufrimientos que a la persona "le resulten" insoportables. Hasta el punto de que cuando en el debate se presentó una versión del proyecto que decía "que resulten insoportables", los defensores del mismo se apresuraron a subrayar que tenía que estar el "le".
Eso lleva claramente a que no es necesario que la persona sufra, en realidad, porque en todo caso habrá que atenerse a su declaración.
Saludos cordiales.
A mí me sorprendió conocer el caso de Ramón Sampedro. En los medios y la película lo ponían como normal psicológicamente y como bellísima persona, que no dudo que lo fuera, Dios sabrá. Pero al leer sus escritos, su verdadero rostro, la radiografía de su mente, uno descubre a una persona afectada mentalmente a la que utilizaron personas fanatizadas de """"muerte digna"""" (a ellos otros en más alto nivel, y arriba de todo, el patas, como bien sabemos). Se percibe como se creía #el mesías de los paralíticos/tetrapléjicos#. Se creía su libertador. Se ve como esperaba que siguieran su #(mal)ejemplo#. Qué horror! En sociedad las libertades individuales luchan contra las presiones sociales. La eutanasia se convertiría en breve en muchos casos en fomentada/presionada/cuasi obligada, como el aborto, la otra cara de la moneda. Además de la desintegración de la familia. Familiares justificando ciertas acciones contra otros, en base a la supuesta dignidad y contra los sentimientos religiosos. Ej, una monja fue asesinada contra su voluntad porque la dejaron de fanática por ser católica, como si no pudiera razonar y tuviera que ser tutelada, y además decían necesitar su cama del hospital. ¿Cuántos católicos (personas de bien, en general) hubiéramos estado dispuestos a acogerla en nuestra casa para que muriera en paz -a la semana o al mes, cuando fuera- y no asesinada? Muchos. Pero ni preguntaron... La barbarie se aproxima. Eso pasa por rebelarse contra el Creador. Por negar que solo Él es dueño de la vida.
Saludos cordiales.
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Exactamente. Es un paso más de la cultura de la muerte, que al parecer ya no necesita la excusa de que a la víctima no se la ve y está muy poco desarrollada, como fue en el caso del aborto. En todas estas cosas, como es lógico, se procede gradualmente.
Saludos cordiales.
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El alivio del sufrimiento, y concretamente los cuidados paliativos, se irán viendo cada vez más como un lujo si se dispone de la salida barata y "fácil" de la eutanasia.
Saludos cordiales.
Aconsejando a los ancianos no vacunarse contra el covid ya habéis hecho bastante por reducir su número.
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Cambiando "reducir" por "evitar que se reduzca", su comentario se vuelve irrebatible.
Saludos cordiales.
Aunque, por otro lado, seguramente no opten nunca por esta línea de argumentación porque tendrían que renunciar a uno de sus fetiches favoritos que es precisamente el de los derechos y la libertad de elección.
Por otro lado, para entender la cuestión de la eutanasia es necesario el respaldo de la teología que nos ayuda a comprender el sentido completo de la vida y nos condiciona a vivirla de una forma determinada. Aunque esto, por supuesto, se sale del tema de su artículo.
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A mí me parece que en la alternativa que Ud. señala se incluye también el argumento de la libertad, porque todo dependería de que la persona pidiese la eutanasia, basada supuestamente en su mejor conocimiento de su sufrimiento, etc.
De lo contrario la persona podría a la vez informar que sus sufrimientos son insoportables y que ella de ningún modo quiere la eutanasia, sino que quiere que se los alivien, como seguramente sucede de hecho muchas veces.
Saludos cordiales.
Ciertamente una no tiene que cortar la soga del que se vaya a ahorcar, no tiene por qué tirarse al mar para sacar a alguien que voluntariamente se ha tirado, ni llamar al médico si encuentra a alguien que haya tomado muchas pastillas. Hacer tal cosa es una injerencia en asuntos ajenos que debería estar penada pero, asombrosamente, es lo que se espera de la población. ¿Cómo se justifica esto?
Entre las cosas que uno puede hacer, dado que posee su cuerpo, está abortar, pedir la eutanasia, suicidarse (que es lo mismo cuando la persona puede hacerlo por su propia mano), dedicarse a la prostitución y comerciar con el bien poseído o ser madre de alquiler y hacer otro tanto.
Pero esta sociedad hipócrita acepta unas cosas y se escandaliza con otras porque la prostitución, el suicidio y los vientres de alquiler suscitan opiniones distintas mientras que lo otro goza de legislación favorable. Lo de los suicidas es más fácil, es el "Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como", no necesita legislación alguna porque no se le pueden pedir responsabilidades a un muerto, así que ¿a qué vienen esas tonterías lacrimosas de que no hay psicólogos para todos?
Lamentablemente son las mujeres las que más provecho sacan de su cuerpo, pero los hombres también pueden dedicarse a la prostitución o hacer de sementales dejando esperma en los laboratorios. No hay más que pensar un poco y el cuerpo puede ser altamente rentable o tan pesado que decidamos acabar con él. Y fuera de la religión cualquier cosa es aceptable desde que los gobiernos dejaron atrás toda influencia de los principios cristianos que estaba en la base de la legislación en las sociedades occidentales.
Por otra parte si alguien quiere abortar y no puedo decirle que no lo haga, si se quiere suicidar tampoco debería hacerlo.
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En efecto, es una contradicción flagrante. Si la libertad es la característica más noble del ser humano, y el suicidio es un ejercicio de la libertad, vivan los suicidios. Los eutanásicos deberían celebrar cada suicido como manifestación excelsa de la libertad personal, y cuando ponen cara compungida para decir qué horrible cuántos jóvenes se suicidan muestran que no piensan lógicamente.
La excusa que da el diputado Pasquet, uno de los propulsores del proyecto en Uruguay, es que hay enfermedades que dejan a la persona tan incapaz de moverse que ni suicidarse puede, y entonces debe recurrir a la "ayuda" de un tercero.
Pero eso no quita que cada suicidio exitoso debería ser celebrado en esa perspectiva.
Además, después el proyecto de ley dice que toda persona que tenga una patología o una condición incurable, que le produzca sufrimientos que "le resulten" insoportables, puede pedir la eutanasia. O sea que no sólo no hace falta que sea una patología inmovilizante, sino que ni siquiera es necesario que sea una patología, y en cuanto a los sufrimientos, deberá alcanzar con lo que diga la persona.
Y es que estamos de nuevo en la disyuntiva entre la libertad y el sufrimiento y todo lo que decimos sobre ello en el "post". No hace falta que alguien no pueda moverse, alcanza con que le repugne terminar él mismo con su vida para que, sin enfermedad ni sufrimiento físico alguno, tenga derecho a que otro lo mate, si eso es lo que quiere, según el argumento que se basa en la libertad.
Saludos cordiales.
La Iglesia justifica las otras excepciones mediante la falacia de que los que mueren en esos casos no son "inocentes", ¡como si alguien supiera quién es inocente! No admite, sin embargo, que se permita y se regule la eutanasia en aras de la libertad, evitar sufrimiento sin sentido y proporcionar una muerte digna.
Pretender que a las demás excepciones se llega mediante razonamientos lógicos irrefutables mientras que la eutanasia es irracional es otra falacia. La verdad es que todas las normas morales y las excepciones a dichas normas tienen un elemento de elección libre. Elección razonada, no caprichosa ni irracional, pero elección al fin y al cabo. La Iglesia apoya todo lo que suena a castigo, aun a riesgo de equivocarse al castigar. Los que apoyamos la legalización de la eutanasia estamos más por la compasión.
Por eso, tratar de imponer la prohibición de la eutanasia a una sociedad que mayoritariamente piensa de otra manera es tratar de imponer una opción católica a toda la sociedad.
Finalmente, tratar de darle la vuelta a la tortilla diciendo que los partidarios de la eutanasia "la quieren imponer mediante la ley, en toda sociedad del mundo" es otra falacia más. La eutanasia no se le impone a nadie, ni al enfermo que la recibe ni al médico que la administra. La Iglesia Católica ha venido aplicando esta falacia a todas las leyes permisivas que se han ido aprobando desde hace décadas, empezando por el divorcio, pretendiendo que permitir algo es equivalente a imponer algo a los que quieren prohibirlo. Por la misma regla de tres, permitir la misa, las procesiones y todas las manifestaciones religiosas públicas sería imponernoslas a los demás.
Cuando los silogismos van en contra del sentido común, algo falla en los silogismos. Habitualmente, lo que falla es la mayor.
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Cuando no se tienen argumentos se recurre a deformar la tesis que se quiere combatir. "Inocente" lo definí claramente en el mensaje anterior: el que no es un injusto agresor, o, podemos agregar, un delincuente justamente condenado a muerte. No se trata de si la persona está en gracia de Dios o en pecado mortal, si ha pecado alguna vez en su vida o nunca, etc.
En cuanto a la "elección libre razonada", hay que distinguir. Es cierto que toda elección libre es razonada, pero precisamente porque es libre, en esos casos no se trata de razonamientos que partiendo de premisas evidentes lleguen a conclusiones necesarias, porque entonces no habría libertad.
Eso, que en el plano del obrar es correcto, en el plano de las justificaciones teóricas lleva simplemente a razonamientos inválidos, que no concluyen necesariamente.
Nuevo desconocimiento del estado de la cuestión al decir que nosotros decimos que se quiere imponer la eutanasia en las sociedades. Lo que se quiere imponer por ley, dijimos, es la creencia moral según la cual está mal negarle a la persona la capacidad de decidir sobre el fin de su vida recurriendo al homicidio realizado por un tercero.
Y en definitiva, se quiere imponer por ley la creencia moral según la cual la eutanasia es moralmente lícita.
Porque hablábamos de eso, de imponer creencias morales mediante leyes.
Y es que no hay más salida que imponer creencias morales mediante leyes, porque como ya dije, lo contrario de una creencia moral es otra creencia moral, como lo contrario de sostener que la eutanasia es intrínsecamente mala e ilícita es sostener que no es intrínsecamente mala y que es lícita.
Como ya dijo Aristóteles, los contrarios son del mismo género. La luz es contraria a la oscuridad, no al sonido agudo.
Por eso la indignación moral con que los partidarios de la eutanasia denuncian la supuesta privación de libertad que efectuaríamos los adversarios de la misma.
Saludos cordiales.
En este caso de la eutanasia (que significa buena muerte, obsérvese la manipulación del lenguaje), tanto el homicida como el suicida beben su propio veneno. No se mata a un tercero, como en el caso del aborto, ni tiene la utilidad como arma ideológica del gaymonio para los enemigos de la civilización. Aún así es preocupante que el sistema, ante los problemas de las personas (soledad o pobreza, por ejemplo) lo que les ofrece es muerte (muerte digna la llaman, cuando la muerte digna es la muerte con dolor sobrellevado con entereza; esto hasta los paganos lo sabían).
En cuanto a los derechos, son muy diferentes los derechos naturales otorgados por Dios, o en todo caso (para los no creyentes), no otorgados por la política (a la vida, a formar una familia, al trabajo, a la propiedad ) y los que vienen del mundo de la política (como al desempleo, la educación, la sanidad etc).
Un saludo cordial,
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Ese efecto pedagógico de la ley es otra forma de mostrar que es una falacia decir que no se quiere imponer nada con estas leyes, porque sí se impone un cambio progresivo de mentalidad en las personas.
En la eutanasia sí se mata a un tercero, que es el paciente. No hay ningún suicida allí, porque el paciente no se mata a sí mismo.
Eutanasia y suicidio son dos capítulos totalmente aparte el uno de otro, y la falacia de los adversarios es querer reducir la primera al segundo, porque claro, no hay leyes contra el suicidio, pero porque no se podrían aplicar en el caso que lo tipificado por ellas como delito realmente tuviese lugar.
Saludos cordiales.
Es una gran falsedad que la eutanasia no se imponga, no sólo porque su aprobación implica imponer su supuesta licitud, sino además porque es bien conocido el chantaje emocional que sus ejecutores usan sobre el enfermo, intentando que se sienta una carga, y que sería un egoísta de pretender seguir vivo, o sobre los familiares, induciéndolos a creer que es una enorme crueldad no matar al que esta inconsciente. En ambos se ejerce presión sobre personas psicológicamente vulnerables. A esto se podría alegar que, al fin y al cabo, no se usa la fuerza. Pero lo cierto es que eso ya está sucediendo. Sólo hace falta ver las noticias al respecto (ReL por ejemplo informa del tema con frecuencia) para darse cuenta de que es, como otras legislaciones abominables, una pendiente resbaladiza, cuyos defensores al final no podrán parar.
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Teniendo en cuenta además que el enfermo suele estar en una situación de fragilidad muy grande, donde encima le dicen que tiene que decir si lo matan o no, con todo lo demás que ahí señalas.
De hecho, la eutanasia también se practica en casos en que la persona no ha dicho nada al respecto ni está en condiciones de decirlo, es parte de esa "pendiente resbaladiza".
Saludos cordiales.
Para empezar, el error inicial está en que desconoce la principal razón que justifica que se haga esa excepción de la norma "no matarás" en aquellos casos: el Principio del Doble Efecto. Según este principio, una acción que puede tener dos efectos (uno positivo y otro negativo) puede ser lícita si se cumplen las siguientes condiciones:
1. Que el objeto del acto que se persigue debe ser bueno.
2. Que el mal efecto no sea el medio por el cual se logra el buen efecto.
3. Que la intención debe ser lograr solo el buen efecto, siendo el mal efecto solo un efecto secundario no deseado (y debiendo tomarse todas las medidas razonables posibles para mitigar el efecto negativo).
4. Que exista una razón proporcionalmente grave para aceptar el acto. Es decir, el beneficio que se espera obtener debe ser lo suficientemente serio como para justificar la puesta en marcha de una acción que traerá alguna consecuencia negativa (y menos negativa que el resultado bueno que se espera conseguir).
5. Que no existan acciones mejores, es decir, que no sean posibles alternativas que provoquen menos efectos negativos que los que se provocarán con el acto.
En ese sentido, matar en defensa propia o en una guerra justa (que en el fondo es lo mismo, pues las guerras justas son las que se hacen en defensa propia frente a un agresor exterior) está justificado en la medida en que: lo que buscamos hacer es proteger nuestra vida para evitar que nos maten (p. 1), la muerte del otro ha sido un efecto colateral de nuestra acción de defendernos (p. 2), la acción además de protegernos también sirve como castigo al que halla pretendido matarnos injustamente (p. 4), y que nuestra intención era solo defendernos y que matar al otro era una consecuencia indeseada e inevitable a la vez (p. 3 y 5).
Sin embargo este caso anterior no se da con la eutanasia. En particular, porque en la eutanasia el mal efecto (matar al paciente) sí es el medio por el cual se pretende lograr el buen efecto, ya que la eutanasia no consiste en librar al paciente de ningún dolor, sino que lo único que hace es matarlo y hacer que así no esté vivo para poder sufrir más (esto último ocurriendo solo como efecto colateral a la acción eutanásica). Además, la eutanasia también falla en el punto 5 ya que a día de hoy existen los cuidados y la sedación paliativas que logran eliminar o mitigar significativamente el dolor al paciente sin tener que recurrir a matarlo.
Por lo tanto, lo siento pero en la eutanasia, a diferencia de la defensa propia, no se cumplen las condiciones por las cuales se la puede considerar como una excepción válida a la norma del "no matarás". La analogía es, por tanto, incorrecta.
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Muy buen aporte, muchas gracias y saludos cordiales.
Con esto no haces más que confirmar lo que yo decía en mi primer post: que es la Iglesia la que trata de imponer sus creencias a toda la sociedad.
Y, antes de que me digas "y tú más", te señalo el hecho de que el legislador laico no pretende basarse en cosas intrísecamente malas o intrísecamente buenas, o en principios inamovibles, ya que no cree ni en unas ni en otros. En lo que se basa es en el sentir de la sociedad apoyado en motivos razonables pero no eternos ni inamovibles. Es decir, el legislador laico está dispuesto a cambiar las leyes cuando haya que cambiarlas.
Es cierto, por otra parte, que toda ley tiene un efecto pedagógico, como dice Cornelio, pero en en este caso ese efecto es mínimo, puesto que la mayoría de la sociedad ya está convencida de que permitir y regular la eutanasia es conveniente. La ley contraria, sin embargo, la que prohibe la eutanasia, no cuenta con ningún consenso, por lo que su único significado es el pedagógico.
Además, decir que una ley como la de la eutanasia, que permite cosas, es impositiva mientras que una ley que prohibe cosas, no lo es, no sólo es una falacia, es tergiversar el sentido de las palabras en español. Es un error semántico.
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Efectivamente, todo actor social trata de plasmar sus creencias morales en leyes, bueno fuera que tratara de poner en las leyes las creencias morales del vecino, y sin creencias morales no hay leyes posibles.
Y la negación de los actos intrínsecamente malos es tan creencia moral como afirmación de los mismos, como el basar todo en el sentir de la sociedad y el negar los principios morales eternos e inamovibles.
"La mayoría de la sociedad", en este tema, es un concepto no muy preciso, porque hoy por hoy si no me equivoco son 7 los países del mundo que tienen legalizada la eutanasia, así que en todo caso se trata de una mayoría muy silenciosa. Lo que sí se ve es una minoría bien financiada y vocinglera, como suele ocurrir en estos casos.
Para permitir no hacen falta las leyes, lo que no está prohibido está permitido. Las leyes de aborto y eutanasia son "necesarias" cuando esas cosas están prohibidas por la ley vigente. Así que lo que se impone es la despenalización de una práctica que durante siglos se consideró lo suficientemente mala como para estar penalizada. Más aún, el proyecto uruguayo convierte la eutanasia en un derecho, y eso sin duda que es imponer una concepción moral discutible y discutida en la sociedad.
Saludos cordiales.
La moral sólo puede decir que no se debe conducir un coche a velocidades que pongan en peligro la propia vida y la de los demás. La ley, sin embargo, tiene que decir que, en esta carretera, está prohibido ir a más de 80km/h. La moral puede contarse con decir que no se debe matar a un inocente y que está permitido en ciertos casos matar a los que no lo son, mientras que la ley tiene que concretar mucho más.
Todo esto viene a que, si mediante argumentos tan etéreos como el de la inocencia o no inocencia se puede permitir matar legalmente en ciertas circunstancias, lo mismo se puede hacer con los argumentos de la libertad y de la compasión.
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La inocencia de que hablamos aquí no tiene nada de etéreo, es la diferencia entre uno que va caminando por la calle y otro que saca un arma y empieza a disparar a los que pasan en medio de una plaza, por ejemplo.
Y la ley concreta muy bien esa diferencia, porque al policía que a su vez saca su arma y mata a ese terrorista no le asigna delito alguno.
Lo que pasa es que ahí se puede hacer una argumentación coherente, a diferencia, como muestra el "post", de lo que pasa con la eutanasia.
Saludos cordiales.
Todos los partidos europeos son proabortistas, proeutanasia y proLGTBI, pero los votantes con mucha frecuencia les votan con la nariz tapada porque creen que votar no es un derecho sino una obligación , luego esos partidos legislan y dicen que es la voluntad popular.
En EE:UU, después que el Tribunal Constitucional devolviera la Ley del aborto a los estados, ya se está viendo lo popular que era esa ley en muchos de ellos, pero mientras eso no sucedió había tantos abortistas en Texas como en Wisconsin porque todo era un totum revolutum. Y en España también hay tantos abortistas en Barcelona como en Zamora porque lo dicen ellos. la prensa y los voceros.
Se parte de la base que la mayoría en Occidente son ateos, pero ser ateo tampoco garantiza una posición al respecto, según los propios ateos que se vanaglorian de pensar todos distinto.
Son las leyes las que marcan tendencia, pero primero hay que legislar. Legislo según conveniencia de partido y a dictados del NOM (ONU o UE) a sabiendas de que me han votado muchos que no querían ese tipo de leyes, y así los partidos vuelven cómplices a sus votantes confundiendo lo que el partido quiere con lo que quieren los que les votaron. A veces por razones económicas la gente se traga la ideología, vendiendo sus principios por una promesa de aumento de las pensiones o bajadas de impuestos.
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Clarito. La historia siempre la hacen las minorías, para bien o para mal.
Saludos cordiales.
La idea de que los médicos maten es inquietante e Hipócrates trató de evitar precisamente eso.
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Esto daña obviamente a la profesión médica porque la imagen del médico empieza a asociarse con la del verdugo. Ya sabemos que siempre se comienza por los casos extremos y con un montón de "garantías", que luego se van diluyendo a medida que se van incluyendo nuevos casos. Los proyectos uruguayos iniciales incluían cierta forma de eutanasia involuntaria, cuando el paciente no ha expresado su voluntad y no está en condiciones de hacerlo, en el definitivo lo sacaron, pero es claro que en un futuro se puede agregar y probablemente se haga.
Saludos cordiales.
Realmente en el mundo de hoy, que es el de la "civilización de la muerte" (prefiero ese término al de cultura), ésta se presenta ya como solución a males no solo irreversibles sino muy prolongados como podía ser una sentencia de prisión de 20 años o más.
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"Civilización suicida" también podría ser, aunque es cierto que en todo caso es un suicidio asistido. Ahora resulta que la pena de muerte vuelve a la escena y nada menos que con ropaje misericordioso. Como dice Chesterton: no hay que preocuparse, no es una crisis moral, sino mental.
Saludos cordiales
Usted dice:
"Por eso os acusan de tratar de imponer vuestras creencias al conjunto de la sociedad."
A lo que pregunto: ¿Es que está mal imponer nuestras creencias al conjunto de la sociedad? Si no está mal, entonces no tienes nada que objetar, si está mal, entonces, ¿por qué está mal?
Pero veo que ya usted ha dicho: "te señalo el hecho de que el legislador laico no pretende basarse en cosas intrísecamente malas o intrísecamente buenas, o en principios inamovibles, ya que no cree ni en unas ni en otros. En lo que se basa es en el sentir de la sociedad apoyado en motivos razonables pero no eternos ni inamovibles."
Por lo tanto, asumo que usted también es "laico" (en el peor sentido de la palabra, que es el sentido que usted usa).
Y, si es así, entonces usted asume el principio inamovible, eterno e intrínsecamente bueno de que no existe ningún principio inamovible, eterno e intrínsecamente bueno; por lo tanto, si nosotros tratamos de imponer nuestras creencias a la sociedad, no nos juzgue usted de malos, porque no hay nada que sea en sí mismo malo, y, por consiguiente, le pido que, en nombre de la laicidad moral, déjenos imponer nuestras creencias a los demás, acto que no puede tener nada de malo, porque no existen actos malos :)
¡Ah! Y antes que usted me diga que el laico no pretende imponer sus creencias a los demás, y por lo tanto, nosotros no debemos hacerlo también, además de preguntarle si imponer las creencias a los demás es algo malo (y por qué si lo es), le preguntaría: ¿por qué quiere imponernos su creencia laica de que no debemos imponer a otros nuestras creencias? Si usted no quiere imponer su creencia a los demás, entonces no nos imponga la suya, y déjenos a nosotros imponer nuestras creencia a los demás.
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En efecto, si imponer las propias creencias a los demás no es intrínsecamente malo, ¿qué problema podría haber en ello?
A no ser que se diga que imponer las propias creencias a los otros no es algo malo en sí mismo, sino solamente por las circunstancias, pero entonces, habría que ver qué circunstancias, y en todo caso, habría algunas circunstancias en las que sí se podría hacer.
Saludos cordiales.
Exactamente. Eso es. La ética está llena de cuestiones grises, en las que lo que importa son las circunstancias. Y cuando se da la circunstancia de que una opinión está en minoría, no suele ser bueno para la mayoría que alguien trate de imponerles esa opinión minoritaria.
Hablar en moral de cosas intrínsecamente buenas o malas es sólo para creyentes. Para un ateo son palabras sin sentido. En la naturaleza, un gato es un gato y un homicidio es un homicidio pero ni el gato ni el homicidio son buenos ni malos, ni intrínsecamente ni accidentalmente. Sólo son relativamente buenos o malos. El gato es malo para los ratones y el homicidio para el muerto. El gato es bueno para el dueño de la despensa y el homicidio, si se ha hecho en defensa propia, es bueno para el homicida.
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No veo la razón de esa restricción: "si se ha hecho en defensa propia". La lógica de su argumentación debería llevar a concluir que el homicidio es bueno para el homicida y punto.
Con lo cual se es coherente con el relativismo total, pero entonces se ve lo insostenible de la posición, por eso seguramente esa tímida restricción.
En una tesis relativista absoluta (vaya contradicción) no hay una razón clara para castigar el homicidio en vez de premiarlo. Probablemente dependa de si el poder está en manos de los que lo premiarían o en manos de los que lo castigarían.
Por eso precisamente es que no todo son creencias, porque el relativismo es absurdo.
Y lo que no es una creencia, sino una verdad objetiva no es algo que haya que imponer a la sociedad, sino en todo caso algo que la sociedad debe reconocer sí o sí.
Tampoco se habla de hacer que lo reconozca a la fuerza, pero si se logra convencer a la mayoría de que las cosas son efectivamente así, no se ve dónde estaría el problema.
Eso sería muy bueno para esa mayoría, porque se la habría ayudado a salir del error.
Claro, para eso es necesario proponer la tesis y defenderla con argumentos, pero entonces vienen a decirnos que queremos "imponer" (que no es imponer) nuestras creencias (que no son creencias, porque aquí no estamos hablando de la fe católica, sino del derecho a la vida y esas cosas).
Saludos cordiales.
Efectivamente, en el relativismo, las acciones son buenas o malas OBJETIVAMENTE. Lo que ocurre es que no son buenas o malas por sí mismas (intrínsecamente) sino en virtud de si benefician o perjudican a alguien.
Por eso, el homicidio no necesariamente es bueno para el homicida, aunque él piense que lo es. Matar a alguien por envidia, por ejemplo, no es bueno para el homicida porque no soluciona la envidia (aunque él piense que sí lo va a hacer), disminuye la autoestima y probablemente haga que acabe en la cárcel. En general, matar es malo también para el que mata. Por eso he incluido la restricción de la defensa propia, para que no hubiera dudas.
Luego dices que “En una tesis relativista absoluta (vaya contradicción) no hay una razón clara para castigar el homicidio en vez de premiarlo”. De nuevo, esta frase sólo tiene sentido para un creyente y no viene a cuento como argumento contra un ateo (relativista). Hablas desde tu fe, dando por supuesto que las acciones son buenas o malas por sí mismas y que hay un Dios que administra un premio o un castigo en virtud de esas acciones.
Pero en el relativismo, el único premio o castigo posible lo administra la sociedad, a través de las leyes, la cárcel, la reprobación o, si hablamos de premios, el reconocimiento y el agradecimiento social. Y, lo que es más importante: estos premios o castigos que administra la sociedad sólo se admistran por motivos de carácter relativo. Es decir, dependiendo de si las acciones han beneficiado o han perjudicado a alguien, y no porque sean buenas o malas en sí mismas. Se puede decir que todas las sociedades, salvo las teocracias, son relativistas.
Es imposible, por lo tanto, convencer, como pretendes, a una sociedad, de que la eutanasia es intrínsecamente mala. No porque fallen los argumentos, sino porque el axioma inicial (que hay algunos actos que son intrínsecamente malos) es una verdad de fe, no algo evidente por sí mismo.
Aprecio que ahora hayas cedido un poco y sólo intentes convencer, en lugar de imponer, pero las leyes basadas en la maldad intrínseca de determinados actos sólo se pueden imponer. Sólo tienen lugar en las teocracias.
Si quieres convencer, los argumentos que has de dar en contra de la eutanasia han estar orientados a demostrar que ésta es mala para el afectado. Has de demostrar que, para él o ella, es más beneficioso, objetivamente hablando, seguir vivo y sufriendo que morir. Y, probablemente, puedes tener éxito en algunos casos particulares, pero no para todos los casos en abstracto, ni para la mayoría de los casos. O bien, podrías argumentar que la muerte de una persona es perjudicial para otras personas, para sus familiares, o para la sociedad en general pero eso es aún más difícil. Por eso, no creo que puedas convencer a la sociedad uruguaya de que la eutanasia se debe prohibir.
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¿Es posible que las acciones humanas sean objetivamente buenas o malas, sin que puedan ser buenas o malas en sí mismas, o sea, intrínsecamente, sino solamente por sus consecuencias?
El mal físico infligido a otra persona no necesariamente es un mal moral. El cirujano corta el cuerpo del paciente, y el dentista hace sufrir al suyo, pero no obran moralmente mal. Para que haya mal moral, el daño físico de la otra persona tiene que ser querido sin razón proporcionada, y entonces, por una razón puramente subjetiva: la venganza, la envidia, etc.
En esos casos, el mal moral no está propiamente en la consecuencia de la acción, que es el daño físico infligido a la otra persona, sino en la acción misma. Es la acción de infligir daño físico a otra persona sin razón proporcionada la que es moralmente mala.
La cuestión es saber si esa acción puede ser moralmente mala en sí misma, o sea, intrínsecamente mala, o si debe serlo siempre solamente por sus consecuencias.
Ante todo, decir que la acción es mala intrínsecamente no es decir que es mala independientemente de lo que le pase a la otra persona. Porque la acción misma de, por ejemplo, infligir daño físico a otra persona, no se concibe siquiera sin hacer referencia a lo que le pasa a la otra persona.
Eso no quiere decir que toda acción moralmente mala deba serlo por relación a un tercero, aunque sí es cierto que la ley positiva sólo tiene en cuenta las acciones que perjudican a terceros de algún modo, y eso porque el campo de aplicación de la ley positiva es más estrecho que el de la ley moral.
Pero supuesto que infligir daño físico sin razón proporcionada a otra persona es moralmente malo ¿lo es en sí mismo o por las consecuencias? Sería absurdo decir que el daño físico infligido a una persona en esas circunstancias es malo solamente por alguna consecuencia que pueda tener ese daño físico, como por ejemplo, que la persona no va a poder trabajar en el futuro si le cortan un brazo.
Evidentemente que no, cortar un brazo a una persona sin razón proporcionada, como podría ser evitar una gangrena, es malo en sí mismo y no solamente por las consecuencias que pueda tener, porque en sí mismo significa un daño evidente.
Independientemente de toda consecuencia ulterior, es un atentado a la integridad física de la persona.
Ese daño así descrito forma parte del concepto de la acción misma: cortar un brazo a alguien sin razón proporcionada incluye que esa persona queda privada de ese brazo.
No es que sea una consecuencia de la acción, es que forma parte del concepto de la acción misma: cortar un brazo incluye que ese brazo se pierde, como matar incluye que la persona muere.
Por tanto, ese efecto, que forma parte del concepto mismo de la acción, no puede ser moralmente malo sin que la acción sea moralmente mala en sí misma, o sea, intrínsecamente mala.
Y es que si la acción es moralmente mala por sus consecuencias, entonces éstas son moralmente malas, pero si éstas a su vez no son moralmente malas en sí mismas, sino sólo por otras consecuencias más, o llegamos finalmente a algo que es moralmente malo en sí mismo, y por tanto, intrínsecamente, o retrocedemos al infinito.
¿Hay acciones que son malas solamente por sus consecuencias y no en sí mismas? Hay acciones en sí lícitas, que sin embargo, en determinados contextos pueden tener consecuencias nefastas, y hay ciertos contextos en los que querer esas acciones es moralmente malo, por ejemplo, si en invierno me avisan que no abra las ventanas de la sala en la que están los enfermos porque el frío los puede matar, y yo abro esas ventanas.
En esos casos el efecto malo, la muerte del paciente, no forma parte del concepto mismo de la acción: abrir la ventana. Tampoco se sigue necesariamente de ese concepto, sino solamente en cierta situación determinada. Pero como se supone que yo conozco esa situación particular, entonces soy culpable si decido abrir la ventana.
Pero es claro que no son del mismo tipo la acción de matar y la acción de abrir la ventana: la primera lleva el efecto malo en sí misma, en su concepto, no la segunda. Abrir la ventana en determinadas situaciones equivale a matar, y por eso es malo. No es que matar en determinadas situaciones equivalga a otra cosa más, y por eso sea malo, y que lo mismo suceda con esa otra cosa, y así “in infinitum”.
En definitiva, que cuando la acción es mala por sus consecuencias, entonces las consecuencias son malas en sí mismas, o sea, intrínsecamente. Pero no toda acción es así: hay acciones que son malas en sí mismas, porque el efecto malo forma parte de su mismo concepto. Y si no fuese así, tampoco habría acciones que fuesen malas por sus consecuencias, porque se entraría en un retroceso al infinito.
El relativismo, entonces, no consiste en reconocer que las acciones son buenas o malas por relación a los efectos que forman parte del concepto mismo de esas acciones, porque en semejante “relativismo” las acciones son intrínsecamente malas.
En efecto, la acción es lo que Husserl llamaría algo “intencional”, es decir, tiene un objeto, es acerca de algo. Y lo más importante: se define por ese objeto, que es el que determina la naturaleza de esa acción. Por eso ciertos efectos de una acción forman parte del objeto definitorio de esa acción, cuando forman parte del concepto de la acción misma.
Porque lo que en el orden de la ejecución es efecto, en el orden de la intención puede ser objeto, si es el fin de la acción, y recordar que el fin es doble: el “finis operis” o fin de la acción en sí misma considerada, y el “finis operantis”, o fin del que realiza la acción. Pueden coincidir o no, porque se puede dar limosna, por ejemplo, por vanagloria: ahí el “finis operis” y objeto de la acción externa es la ayuda al necesitado, pero el “finis operantis” es la vanagloria, y es el objeto, a su vez, del acto interno de la intención.
Por otra parte, de la afirmación de la existencia de Dios no se sigue necesariamente que haya acciones intrínsecamente malas.
Podría pensarse que las acciones humanas son buenas o malas simplemente porque Dios ha ordenado algunas, prohibido otras, y ha dejado otras como lícitas. De hecho, ésa es la tesis nominalista: no que Dios mande o prohíba algo porque sea bueno o malo respectivamente, como enseña acertadamente el realismo filosófico, sino que algo es bueno o malo simplemente porque Dios lo manda o prohíbe.
Y es que el concepto mismo de “acto intrínsecamente malo” habla de un acto que es malo en sí mismo, no solamente por referencia a una instancia externa.
Por tanto, de ahí no se sigue ninguna dificultad para el intento de convencer a la sociedad acerca de ello, más bien lo que es racionalmente absurdo es la tesis contraria, es decir, el consecuencialismo.
Finalmente, no he cedido en nada, porque bueno fuera que hubiese pretendido alguna vez imponer por la fuerza, en las circunstancias actuales, la tesis de los actos intrínsecamente malos !!!
Saludos cordiales.
Pero esa no es la cuestión. La cuestión es cómo sabemos que un acto es malo. En virtud de qué decimos que un acto es malo y otro no. Varios escritores en Infocatólica, tú incluido, utilizáis habitualmente la expresión “acción intrínsecamente mala” como si esas acciones fueran una especie de axiomas, acciones evidentemente malas que no necesitan mayor explicación y que, además, están inscritas en la mente del ser humano como parte de la “ley natural”.
Suena a que las acciones malas son malas porque sí. Dices que las acciones humanas no son buenas o malas simplemente porque Dios lo ha ordenado sino que el concepto mismo de “acto intrínsecamente malo” habla de un acto que es malo en sí mismo, no solamente por referencia a una instancia externa. Pero no explicas cómo se distingue, por medios puramente racionales, un acto bueno de un acto malo.
Yo digo que un acto es malo si le produce sufrimiento a alguien o si le impide ser feliz. Si le causa algún daño a alguien. E insisto en que se eso son hechos objetivos, que se pueden conocer, estudiar, razonar y juzgar. No se trata de percepciones subjetivas, de lo que yo opino o de lo que a mí me parece, sino de hechos totalmente objetivos. Esto no permite crear leyes universales, pero sí que permite juzgar la bondad o maldad de hechos concretos e incluso crear normas orientativas.
Y esto es necesario (al menos para un ateo) porque en la naturaleza nada es malo ni bueno en sí mismo, sino que se trata de valoraciones humanas. Valoraciones que han de ser razonadas y justificadas.
Así pues, volviendo al caso de la eutanasia, si estás a favor de prohibirla legalmente y quieres convencer de ello a la gente, tienes que explicar a quién perjudica y cómo, porque ni la muerte ni el hecho de matar a alguien son malos en sí mismos. Cada caso particular es discutible éticamente pero, en general, para mí está claro: en la mayoría de los casos es un bien para los afectados a los que se evita el sufrimiento inútil en una vida sin ningún aliciente. Yo lo querría para mí mismo si me viera en esa situación. Y los colaboradores también obran bien al ayudar.
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El acto intrínsecamente malo no es aquel en el que no es posible separar el acto de las consecuencias, porque el acto intrínsecamente malo es malo en sí mismo y no por sus consecuencias.
Consecuencia del acto es lo que lo sigue, pero la naturaleza misma del acto no sigue al acto, sino que forma parte de él.
Eso no quiere decir que no puedan formar parte de la naturaleza del acto los efectos del funcionamiento de las facultades operativas de la persona, porque el acto no se define solamente por los movimientos que realiza la persona, sino también por el objeto, la cosa, sobre la cual recaen esos movimientos, y que puede ser afectado de alguna manera por ellos.
Los movimientos de la persona son los mismos sea que tire al blanco o que le dispare a alguien.
En ese caso, esos efectos no es que sean consecuencia del acto, sino parte del mismo acto.
Propiamente no son efectos del acto, sino del funcionamiento de las facultades operativas, y el acto incluye ambas cosas.
Por ejemplo, el acto de "matar" no incluye solamente los movimientos que hace la persona, sino también el efecto que esos movimientos tienen en otra persona, o en la misma persona, si es un suicidio. Si la persona en cuestión no muere, no se la ha matado.
Un acto no es malo por el hecho de producir sufrimiento a alguien. El dentista hace sufrir a veces a los pacientes, el enfermero también.
Mientras no se precise un poco más lo de “felicidad”, tampoco se puede decir que el acto malo es el que impide ser feliz a alguien. El asesino en serie podría decir que él es feliz matando gente y que el acto del policía que se lo impide es por eso mismo malo.
Y mucha gente puede decir que vive "feliz" después de haber sufrido graves atentados contra sus derechos.
Tampoco tiene sentido en este contexto decir que no hay nada bueno ni malo en la realidad misma de las cosas, porque eso invalida todo lo que se dijo sobre el sufrimiento y la felicidad. El sufrimiento es algo real y objetivo, pero si decimos que la maldad del sufrimiento causado a otro (suponiendo, contra lo ya dicho, que éste fuese la causa de la maldad de los actos) no es algo objetivo, eso caer en el relativismo puro y simple.
El acto es intrínsecamente malo cuando la oposición a la ley moral, a los valores morales, a los derechos de los otros, o como se quiera decir, forma parte del acto mismo, de su concepto.
Así, robar es malo en sí mismo, porque es apropiarse de la cosa ajena sin permiso de su dueño violando su derecho a la propiedad de la misma.
En la descripción misma o concepto mismo de un acto así viene incluido el elemento negativo, en este caso, la violación del derecho de propiedad. Es una contradicción, por tanto, que un acto así pueda ser bueno o indiferente.
Si se dice, por ejemplo, que en caso de necesidad extrema los bienes vuelven a ser comunes, en ese caso no hay robo, porque ha quedado suspendido el derecho de propiedad que la otra persona tenía sobre ese bien.
Pero que el robo, en su concepto propio, pueda alguna vez ser moralmente lícito, es una contradicción.
Lo mismo sucede con el homicidio, entendido como quitar voluntariamente la vida a un ser humano inocente, es decir, que no es un injusto agresor, atentando así contra su derecho a la vida. En los casos que sí hay injusta agresión de parte de otro, ya no se está hablando de homicidio, porque queda suspendido el derecho a la vida del injusto agresor, y así, no nos quejamos de que la policía mate a un terrorista que está realizando un atentado. Pero que el homicidio rectamente definido pueda ser lícito en alguna circunstancia, es una contradicción, porque lleva en su concepto la violación del derecho a la vida.
Y ése es el caso de la eutanasia: se quita voluntariamente la vida a un ser humano inocente, atentando contra sus derecho a la vida. Por tanto, es un acto intrínsecamente malo.
En el caso de un cirujano que por error mata al paciente, falta el elemento “voluntario” de la definición de “homicidio”, a no ser que se pueda argumentar una negligencia culpable, en cuyo caso vuelve a haber un elemento de voluntariedad que configura algún tipo de homicidio.
Por eso el acto externo intrínsecamente malo es aquel que si se realiza con conocimiento y libertad hace culpable a la persona.
Un acto puede ser moralmente malo sin ser intrínsecamente malo, por ejemplo, el acto de suyo lícito que se realiza con mala intención, como dar limosna para que nos vean. En el concepto mismo de “dar limosna” no hay nada malo ni implica la violación de ningún derecho.
Pero la tortura, la violación, el homicidio, el robo, la estafa, el adulterio, etc., etc., son acciones cuya negatividad va incluida en su mismo concepto. No son acciones neutras que reciben su valoración moral de alguna otra parte, según tal o cual circunstancia, o solamente por la intención.
Por eso en esos casos no alcanza con que la intención sea buena, porque eso no cambia la maldad objetiva del acto, por ejemplo, la lesión objetiva de los derechos de otros en los actos malos que atentan contra otras personas. Es decir, el fin no justifica los medios.
En un juicio por cualquiera de estas cosas lo único que se discute es si la persona cometió o no el hecho, no se entra a dilucidar si el hecho ocurrió en su variante buena o en su variante mala.
Sí puede haber circunstancias atenuantes, pero porque disminuyen o el conocimiento o la libertad con que actúa la persona. Nada de eso sucede con la buena intención como tal, que por el contrario, implica un acto consciente y voluntario, y además, va unida en esos casos a una elección mala de los medios para conseguir el fin bueno.
Además, lo dicho, si no hay actos intrínsecamente malos, no hay actos malos, porque no es posible que todo acto sea malo por alguna otra cosa, y esa otra cosa, por alguna otra cosa, y así hasta infinito.
De la negación de los actos intrínsecamente malos se sigue el relativismo, porque todo acto será bueno o malo según las circunstancias, por ejemplo, según las consecuencias.
En los juicios de Nüremberg, por ejemplo, no se hizo el balance de las consecuencias buenas y las consecuencias malas de los campos de concentración de los nazis, que se debería haber hecho, si el tema son las consecuencias, y ahí los juicios se hubiesen alargado mucho más, por lo menos, porque sin duda que los nazis esperaban un montón de consecuencias buenas de esas acciones, y a lo mejor podían mostrar que algunas las habían conseguido.
Lo mismo dígase de las mortandades por hambre y escasez provocadas por Stalin entre los campesinos rusos.
Saludos cordiales.
Mi madre murio por un cancer en el cerebro. Le provocaba tan horrorosos dolores que no podia recuperar la conciencia por los sedantes. La enfermera de la clínica Don Camilo, católica, me reprochó que pidiera más analgésicos para ella, pues más dosis le producirían la muerte. Y murió. ¿E eso eutanasia? Yo no quería que muriera pero suministrar sedantes mata como efecto secundario.
Siguiente caso: veo los restos vivos de una persona accidentada, tan solo conserva medio torax y un brazo. Al estar medio calcinado apenas sangra. El protocolo del SUMMA, el SAMU de Madrid dicta sedarle de manera terminal, matarle con una inyeccion letal. ¿Es asesinato? Seria el mismo caso de ver a un soldado sin piernas y sin posibilidad de medevac - evacuarle- ¿degollarle sería “humano”?
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Ni los calmantes ni la sedación terminal tienen porqué ser eutanasia, si el único fin querido e intentado es calmar el dolor del paciente, aún previendo que a ello pueda probablemente seguir la muerte de la persona.
Es lo que se llama "principio de doble efecto": una acción puede tener dos efectos, uno bueno y otro malo, y puede ser lícitamente querida siempre y cuando sólo se quiera el efecto bueno, y el efecto malo no se quiera ni como fin ni como medio, sino solamente se prevea y se tolere.
Eso implica que la acción en sí misma sea buena o indiferente, y en efecto, dar calmantes o sedar, de suyo, no es un acto malo; que haya una razón proporcionada, y que el efecto malo no sea el medio para alcanzar el efecto bueno, porque el fin no justifica los medios.
Por ejemplo, si el fin es calmar el dolor de la persona, se puede ir aumentando la dosis de calmante a medida que es necesario, pero si el fin es matar a la persona, se puede puede dar de entrada una dosis que ponga fin a su vida.
En ejemplo del soldado, vale lo dicho de la sedación terminal, y si no hay sedantes a manos, ni ninguna forma médica de sedación, por ejemplo, cloroformo, se lo puede privar de la conciencia de un golpe, por ejemplo. En esa situación así descrita es claro que la persona muy probablemente morirá en poco tiempo, pero es una cosa es morir, que no es un acto moralmente malo, y otra matar, que sí lo es.
Lo principal, además, en el caso de ese soldado, si está consciente y entiende, es pedirle que haga un acto de arrepentimiento por sus pecados para que pueda ingresar, con la gracia de Dios, a la vida eterna.
Saludos cordiales.
Creo que esta frase tuya lo resume bastante bien: en definitiva, para tí, un acto es malo (intrínsecamente, o no) en referencia a "leyes", "valores" y "derechos".
Sigue pareciéndome que te quedas en una cuestión semántica. Te limitas a explicar el significado de la expresión "intrínsecamente malo", pero no explicas, y ésta es la cuestión importante, en qué se basan esas leyes, valores y derechos. Esa manera de pensar puede tener sentido para un creyente (que crea que las leyes morales nos preceden y nos vienen dadas) pero no tiene sentido desde el punto de vista del pensamiento crítico.
Frente a eso, lo que yo digo, es que lo importante es ir más allá y fundamentar las normas morales, cada una de ellas, en algo objetivo que no sea la norma en sí misma, porque eso es una tautología.
Y, como ya he dicho, donde yo fundamento las normas morales es en el daño o beneficio que los actos le provocan a alguien. Es decir, que lo único malo o bueno son las consecuencias y que ningún acto es intrínsecamente bueno ni malo.
Y, a eso me dices que:
"De la negación de los actos intrínsecamente malos se sigue el relativismo, porque todo acto será bueno o malo según las circunstancias, por ejemplo, según las consecuencias."
Efectivamente. Y ya me dirás qué tiene de malo el relativismo. Qué dañinas consecuencias puede traer para alguien. ¿O es que el relativismo también es intrínsecamente malo?
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El asunto es si existe una ley moral objetiva o no. Si es objetiva, nos precede y nos viene dada, si no lo es, entonces no se puede fundamentar en algo objetivo.
Si se fundamenta en algo objetivo, eso no pueden ser solamente las consecuencias de los actos, porque nadie puede saber a ciencia cierta cuáles son todas las consecuencias de los actos, y es posible que la primer consecuencia de un acto sea buena, pero de ella se siga otra mala, y de esta última, otra buena, y así indefinidamente.
Alguien abre una ventana, y por ello muere de pulmonía otra persona, que resulta que estaba planeando hacer explotar una bomba que destruiría toda la ciudad, pero si esa bomba hubiese explotado, se habría evitado una guerra que arrasa a cien ciudades, y así podríamos seguir, sin saber al final si la persona hizo bien o mal en abrir la ventana.
Y como todas esas consecuencias no se pueden calcular de antemano, no vamos a poder saber si el acto que pensamos realizar es bueno o malo. En efecto, nada más común que las consecuencias imprevistas de nuestras acciones.
Además, hay actos que tienen consecuencias buenas y malas a la vez, y el que abre la ventana en invierno puede salvar la vida de uno que se estaba quedando sin oxígeno y matar a otro de una pulmonía, y todos los ejemplos que se nos pueden ocurrir.
Por otra parte, no hace falta que se conozca la explicación de un hecho para aceptarlo. Durante siglos se tuvo una explicación geocéntrica del movimiento aparente de los astros, pero eso no quiere decir que se estuvo en el error al aceptar que había días y noches, estaciones, etc., y no tendría sentido decir que ese hecho no se va a aceptar hasta que se tenga una buena explicación del mismo.
Lo mismo sucede con la existencia de una ley moral objetiva, todos la aceptamos en la práctica, desde que evaluamos moralmente el comportamiento de los demás, cosa que no tendría sentido si la ley moral fuese subjetiva, porque entonces sólo valdría para cada sujeto y éste sólo podría evaluar sus propios actos.
Es más, desde que nos sentimos nosotros mismos bajo el imperio de la ley moral, reconocemos que es objetiva, porque si fuese subjetiva dependería de nosotros y si dependiese de nosotros no nos obligaría en modo alguno, ya que podríamos cambiarla a voluntad cuando nos molestase.
En cuanto al fundamento próximo de las normas morales, es la naturaleza humana: es bueno lo que es acorde con la naturaleza humana, malo lo que la contraría. La mentira, por ejemplo, va contra la función natural del lenguaje, que es comunicar el pensamiento a los otros, porque el mentiroso afirma como verdadero lo contrario de lo que él piensa que es verdadero. El homicidio va contra un bien natural básico como es la vida humana. El robo va contra el derecho de propiedad, y éste resulta de la tendencia natural del ser humano a trabajar y apropiarse por tanto de lo que necesita para hacerlo. El adulterio va contra la tendencia natural de la sexualidad de trasmitir la vida, la cual exige el contexto de la familia y por tanto, el matrimonio. Etc.
Saludos cordiales.
La verdad es que la existencia de tal ley es cuestión de fe. Tú dices que existe y yo digo que no. De la misma manera y en el mismo sentido que tú dices que Dios existe y yo digo que no. Por ahí no vamos a avanzar.
Por otra parte, tu afirmación: “si una ley es objetiva, nos precede”, no se sigue (en latín, “non sequitur” :). Supongo que lo que quieres decir es una ley “absoluta”, independiente de casos, circunstancias y consecuencias y aplicable siempre sin peros ni enmiendas. Una ley así, en efecto, sí que nos precedería. Y puede que incluso fuese, al mismo tiempo, “objetiva”, aunque no necesariamente. En cualquier caso, el significado de “objetivo” es otro. “Objetivo” quiere decir independiente de opiniones personales o subjetivas, basado en la observación de hechos comprobables y razonamientos lógicos correctos.
El caso es que las normas que deducimos (o, más bien, inducimos) de hechos y sujetos concretos son las únicas que sabemos que son realmente “objetivas”, porque son las únicas que se ajustan a la definición de la palabra que he dado más arriba.
Esas normas objetivas, son necesariamente “relativas”. Valen para lo que valen y mientras valen, así que siempre se deben poner en tela de juicio y ajustar. ¿Cuándo se han de ajustar? Cada vez que la realidad en la que estaban basadas cambie. Cambian porque son “relativas” y se han de cambiar para que sigan siendo “objetivas”.
Eso sí, es evidente que las normas “relativas” no son “absolutas”, ya que “relativo” es precisamente lo contrario de “absoluto”. Pero es que, acerca de lo absoluto, se puede llegar a demostrar racionalmente que no es absurdo, que no es contradictorio, pero no se puede demostrar que exista. Como ya dije, la existencia de lo absoluto es objeto de fe, no de razón y, por lo tanto, más cercano a lo “subjetivo” que a lo “objetivo”. La conclusión es que el relativismo es más objetivo que su contrario, el absolutismo.
Por lo que se refiere a la dificultad de conocer de antemano todas la consecuencias de un acto, me parece una cuestión menor, que sólo dificulta el juicio moral, pero no lo impide. Además, en la inmensa mayoría de los casos reales, podemos imaginar suficientemente las posibles consecuencias como para juzgar.
Incluso si se prevé que un acto puede tener consecuencias buenas y malas, lo que hay que hacer es sopesar unas contra las otras, ver si hay más consecuencias buenas que malas, o al contrario. O si beneficia a más gente de a la que perjudica, o al contrario. Es una dificultad pero no un impedimento.
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Que algo esté racionalmente establecido no quiere decir que todo el mundo esté de acuerdo con ello y que no pueda haber discusiones al respecto. Son muchos los factores que pueden determinar que una persona no comprenda una demostración racional.
Se suele decir que la ciencia experimental logra poner de acuerdo a todas las personas, pero eso no es del todo así. Lo que pasa es que a los que no están de acuerdo se los considera no científicos, incapaces, ignorantes, etc.
Es claro que lo que es bueno para cada cosa en general es lo que es conforme con su naturaleza, y por tanto, con sus tendencias naturales, que apuntan siempre al bien de la naturaleza en cuestión, a su conservación, a su desarrollo, en algunos casos a su reproducción. Sería contradictorio que una tendencia natural tuviese como objetivo la destrucción de la naturaleza en cuestión.
Lo que es bueno para el ser humano es lo que es conforme con la naturaleza humana, y la naturaleza humana no cambia mientras se trate de seres humanos, por definición. En efecto, la naturaleza humana es lo que hace que algo sea humano y no otra cosa, es lo que define al hombre como tal, por tanto, es absurdo decir que la naturaleza humana ha cambiado pero su sujeto sigue siendo humano, o que no ha cambiado, pero su sujeto ya no es humano.
Y entonces, la ley moral no cambia, porque se basa precisamente en lo que es bueno o malo para la naturaleza humana.
Ése es el fundamento del criterio a partir del cual nuestra razón llega al conocimiento de la ley moral, porque de lo contrario la razón se encontraría con meros hechos que no pueden de suyo dar lugar a norma alguna. En nuestra experiencia ocurre todo, lo bueno y lo malo, hace falta un criterio independiente de la experiencia para poder juzgar de lo uno y lo otro.
Ese criterio o es la naturaleza humana o se fundamenta en ella. La naturaleza humana es algo independiente de nuestra experiencia, porque es condición de posibilidad de la misma: si no tuviésemos la naturaleza humana no podríamos tener experiencia humana tampoco. Es parecido a lo que Leibnitz le respondía a Locke: no hay nada en el entendimiento que no proceda de los sentidos, salvo el entendimiento mismo.
Las circunstancias cambian, pero la naturaleza humana no cambia. Para distintas circunstancias, la ley moral tiene distintos capítulos, una cosa es el robo y otra el asesinato, pero esos capítulos en sí mismos no cambian. El robo mismo puede darse en distintas circunstancias, y eso puede dar lugar a distintos capítulos dentro del tema “robo”, pero de nuevo, esos capítulos, en sí mismos, no cambian.
Y es que la norma es algo general, que se aplica a muchos casos porque tienen algo en común, y entonces, un caso cualquiera, o tiene ese algo común, y se le aplica la norma, o no lo tiene, y se le aplica otra norma diferente, pero es absurdo pensar que las normas mismas cambian.
Lo objetivo es lo que no depende del sujeto cognoscente, sino del objeto conocido. Así entendido, es lo mismo que lo absoluto, porque “absolutum” viene de “solvere” que quiere decir “desatar”, y por tanto, quiere decir “desatado”, es decir, “independiente”.
Absoluta es cualquier verdad por humilde que sea, porque si es verdad, lo es de derecho para todo sujeto cognoscente posible, sin depender, por tanto, de ninguno de ellos. O sea, es objetiva.
Además, si la ley es objetiva, es claro que nos precede, en el sentido de que no depende de nosotros, los sujetos, sino de la realidad misma de las cosas y del hombre, que es anterior a nuestro conocimiento de esa misma realidad.
En cuanto a las consecuencias, hay que distinguir dos cosas: la bondad o maldad de los actos en sí mismos considerados, y nuestro conocimiento de esa bondad o maldad de los actos.
Desde el primer punto de vista, sin duda que un acto puede tener consecuencias buenas y malas juntamente. A partir de ahí ya no tiene sentido decir que el acto es bueno o malo, si la bondad o maldad de los actos depende solamente de las consecuencias. Las consecuencias son lo que son, buenas y malas. El juicio que hace una especie de balance y dictamina que el resultado final es bueno o malo ya no forma parte de la realidad del acto mismo. Por lo que toca al acto mismo, habría que decir simplemente que es bueno y malo a la vez, lo que es absurdo.
Además, las consecuencias del acto se van dando en el tiempo. Si primero tiene consecuencias buenas, y luego, de éstas resultan otras malas, y luego, de éstas resultan otras buenas ¿el acto ya realizado en el pasado irá cambiando de bueno a malo e inversamente con el tiempo? El acto realizado el Domingo, el Lunes habrá sido bueno, por las consecuencias buenas que entonces tenga, pero el Martes habrá sido malo, por las consecuencias malas de entonces. Eso es absurdo.
¿O habrá que esperar a que se terminen todas las consecuencias del acto para que éste sea finalmente bueno o malo? ¿Y eso cuándo ocurrirá? Pero además, ¿mientras eso no ocurre el acto no es ni bueno ni malo? ¿Los actos pasados se vuelven buenos o malos en forma retroactiva, no siendo ni buenos ni malos en el momento en que se realizan? Todo eso es absurdo.
Precisamente, porque las consecuencias son temporalmente posteriores al acto mismo, no tiene sentido decir que hacen bueno o malo al acto, porque si el acto es bueno o malo, se supone que lo es cuando existe, no cuando ya ha dejado de existir.
En la moral católica las consecuencias pueden aumentar la bondad o la maldad de un acto, pero se trata de las consecuencias previstas por el agente y por tanto, de algún modo intentadas por él, en el momento mismo de la realización del acto.
Dice Santo Tomás en Ia. IIae., q. 20, a. 5:
“El acontecimiento subsiguiente es premeditado o no. Si es premeditado, es claro que añade bondad o malicia, pues cuando uno piensa que de su obra pueden seguirse muchos males, y no por eso desiste, su voluntad se muestra mucho más desordenada.
Pero si el acontecimiento subsiguiente no es premeditado, entonces hay que distinguir. Porque si se sigue de por sí o en la mayoría de los casos, ese acontecimiento aumenta la bondad o malicia del acto, pues es claro que es mejor por su género el acto del que pueden seguirse muchos bienes, y peor aquel del que derivan naturalmente muchos males. Pero si el acontecimiento subsiguiente es accidental y excepcional, entonces no incrementa la bondad o la malicia del acto, pues no se juzga una cosa por lo que es por accidente, sino por lo que es de por sí.”
Cuando Santo Tomás dice ahí que el evento subsiguiente no es premeditado, hay que entender, según Billuart, que no es directamente intentado, sino indirectamente y en forma interpretativa. Y eso sucede cuando, sin querer que el evento ocurra, se prevé que el evento ha de suceder, y se puede y se debe impedirlo.
En todo caso, se trata siempre de una premeditación o previsión que ocurre en el momento mismo del acto, y por eso mismo puede aumentar su bondad o malicia.
Por eso, yendo al plano de nuestro conocimiento de las consecuencias del acto, no es que según las consecuencias que conocemos del acto vemos si el acto es bueno o malo, sino que según las consecuencias que conocemos, es decir, prevemos, del acto puede ocurrir que el acto aumente su bondad o maldad, precisamente porque prevemos esas consecuencias en el momento de realizar ese acto.
Fuera de eso, no es que el acto se haga bueno o malo según que nosotros imaginemos que sus consecuencias serán buenas o malas, porque esa imaginación nuestra puede estar de acuerdo o no con la realidad, y esa realidad del acto no depende de nuestras imaginaciones, siendo una realidad objetiva con consecuencias también objetivas.
Saludos cordiales.
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Muchas gracias y Feliz Navidad.
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