A vueltas con el artículo del Sr. Castelao
En su artículo en respuesta a la excelente intervención de Bruno Moreno, el Sr. Castelao remite a su artículo anterior, justamente criticado por Bruno, para que, dice, se pueda tener una visión no distorsionada de su trabajo.
Me ha parecido importante aportar algo al análisis de esa pieza, aun sabiendo que Bruno ya dijo la mayoría de estas cosas, porque me parece en efecto demasiado gordo lo que ahí se nos propone.
Allí se hacen las siguientes afirmaciones:
1) Pedir a Dios que haga terminar la sequía es hacerlo culpable de la sequía.
2) La lluvia se explica por causas naturales.
3) Dios no interviene de manera puntual y arbitraria, inmiscuyéndose parcialmente en los asuntos de los hombres.
4) Pensar que Dios puede hacer que llueva o deje de llover es considerarlo como un factor más al lado de los otros factores mundanos.
5) ¿Por qué Dios haría llover en algunas partes mientras que mantendría en la sequía a otros pueblos?
6) Pensar que Dios puede hacer que llueva o deje de llover según su Voluntad es suponer que Dios sólo hace el bien en ocasiones puntuales a pedido nuestro y no todo el tiempo por iniciativa suya.
7) Eso supone que Dios puede alterar según su Voluntad las leyes del universo, con lo cual se antropomorfiza a Dios.
8) No podemos esperar que Dios intervenga en el mundo para solucionar problemas humanos como las enfermedades, el hambre, la sequía o las guerras.
9) Somos nosotros los que debemos solucionar esos problemas, y por eso el objetivo de la oración es cambiarnos a nosotros para que lo hagamos.
10) La teología que hay detrás de la oración de petición es mortal para la credibilidad de la fe cristiana.
Examinémoslas una por una.
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1) Pedir a Dios que haga terminar la sequía es hacerlo culpable de la sequía.
La cuestión fundamental, de la que depende toda esta discusión, es la siguiente: ¿puede Dios hacer que llueva, o que deje de llover?
Si respondemos que no, estamos negando la Omnipotencia divina. Si respondemos que sí ¿qué tiene de malo entonces pedirle que haga llover?
“Pero, se dirá, entonces Dios es culpable de que no llueva cuando no llueve”
Veamos el paralelismo con Nuestro Señor Jesucristo. ¿Curó Jesús a todos los enfermos de su tiempo? No. ¿Es entonces culpable Jesús de que los enfermos que no curó hayan seguido estando enfermos?
Dios sacó a Israel de Egipto, de la tierra de la esclavitud. ¿Es entonces culpable Dios de no haber liberado a tantos otros pueblos que han seguido estando oprimidos?
¿Puede Dios curar a todos los enfermos? Si decimos que no, negamos la Omnipotencia divina. Si decimos que sí ¿es entonces Dios culpable de no curar a los que de hecho no se curan?
Si Dios, entonces, pudiendo hacer todas esas cosas, no las hizo, es porque no quiso hacerlas, pero entonces es posible que Dios no quiera hacer esas cosas sin ser por ello culpable de nada. Porque es claro que Dios no es ni puede ser culpable de nada.
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2) La lluvia se explica por causas naturales.
¿Y de ahí se sigue que no depende de la Voluntad de Dios que llueva o no llueva? Eso equivale a decir que nada de lo que depende de las leyes naturales puede depender de la libre Voluntad divina.
De ahí se sigue que el milagro es imposible.
El Sr. Castelao dice que Dios es Causa Primera. Pero lo propio de la Causa Primera es actuar sobre las causas segundas. Y la lluvia depende de las causas segundas. Luego, depende también de la Causa Primera, que mueve a las causas segundas para que produzcan la lluvia.
Esa moción divina de las causas segundas que hacen llover ¿es libre o necesaria? Decir que es necesaria, es contrario a la fe. Por tanto, es libre.
Y entonces, es claro que se puede pedir a Dios que haga que llueva o que haga que deje de llover.
Sin duda que las causas segundas hacen que llueva siguiendo las leyes naturales, pero las mismas causas segundas deben ser libremente movidas por Dios.
Haciendo una analogía muy imperfecta, obviamente, sin duda que la bola de billar va a salir en la dirección y con la velocidad que se siga, según las leyes naturales, del golpe que se le dé con el taco de billar, pero el jugador de billar mueve libremente el taco.
Y es que Dios mueve a las cosas para que actúen conforme a sus propias naturalezas, cuando no interviene sobrenaturalmente en el mundo.
Las cosas naturales pasan de potencia a acto cuando realizan alguna operación. Esas operaciones, si son naturales, están en conformidad con la naturaleza de la cosa que actúa, y en ese sentido, siguen las leyes naturales, pero ese pasaje de potencia a acto que hay en la acción del ente natural requiere una causa en acto, y en definitiva, requiere de la Causa Primera, que es Acto Puro, y que actúa libremente sobre la Creación.
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3) Dios no interviene de manera puntual y arbitraria, inmiscuyéndose parcialmente en los asuntos de los hombres.
Lo más puntual que tenemos en materia de intervención divina es la Encarnación del Verbo, así como la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, pero también tenemos el Éxodo del pueblo judío, o el retorno de los judíos exiliados de Babilonia.
Es notable, por ejemplo, cómo los profetas ven en el puntual Ciro con su puntual invasión de Babilonia un instrumento de la Providencia divina para hacer volver a Israel a su tierra.
Isaías no cree, por ejemplo, que por ello Dios esté llevando a cabo alguna intromisión indebida en la historia de los hombres.
¿Quiere eso decir que negamos toda la causalidad segunda de Ciro, sus ambiciones de conquistador, sus tropas y sus armas en la explicación de ese hecho histórico? Es claro que no.
¿De dónde ha sacado el Sr. Castelao que la afirmación de la Causa Primera y su actividad va contra la afirmación de las causas segundas y su actividad? No es posible pensar en nada menos tomista que eso.
Por otra parte ¿puede el Creador “inmiscuirse” en las cosas de la creatura, cuando la misma creatura sólo existe porque el Creador la mantiene en la existencia, y sólo opera porque el Creador la mueve a todas sus operaciones?
Como dice San Pablo a los atenienses en los hechos de los Apóstoles: “En Él tenemos la vida, el movimiento y el ser” (Hechos 17, 28), y en la Carta a los Filipenses: “…porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses 2, 13)
Y como es evidente que los milagros son algo “puntual”, de ahí se sigue que Dios no hace milagros, lo cual contradice la Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, como veremos.
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4) Pensar que Dios puede hacer que llueva o deje de llover es considerarlo como un factor más al lado de los otros factores mundanos.
Eso es lo mismo que sostener que la afirmación según la cual la Causa Primera obra sobre las causas segundas hace de la Causa Primera una causa segunda.
No se puede sostener nada más absurdo y menos tomista que eso. Justamente, el hecho de que las causas segundas dependan en última instancia en su acción de la Causa Primera muestra que ésta no es una causa segunda, es decir, un “factor mundano”.
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5) ¿Por qué Dios haría llover en algunas partes mientras que mantendría en la sequía a otros pueblos?
Esta pregunta podría ir acompañada de estas otras, como ya dijimos: ¿por qué no fueron curados todos los enfermos en los tiempos de Jesús, o de los Apóstoles, o en Lourdes?
Más bien, lo hemos dicho ya: Dios, Causa Primera, actúa libremente “ad extra”, sobre la Creación. Alguien que es libre, hace lo que hace, y deja de hacer lo que deja de hacer, porque quiere, en un caso hacer lo que hace, en el otro caso, no hacer lo que no hace.
Sin duda, que Dios no quiere libremente algo o deja libremente de quererlo sin su Sabiduría y su Bondad, así que por ese lado podemos estar tranquilos.
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6) Pensar que Dios puede hacer que llueva o deje de llover según su Voluntad es suponer que Dios sólo hace el bien en ocasiones puntuales a pedido nuestro y no todo el tiempo por iniciativa suya.
Aquí hay un “non sequitur” lógico, obviamente. Que Dios haga el bien en ocasiones puntuales y a pedido nuestro no quiere decir que sólo lo haga así.
Esto es demasiado elemental.
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7) Eso supone que Dios puede alterar según su Voluntad las leyes del universo, con lo cual se antropomorfiza a Dios.
Aquí hay dos cuestiones. La primera es si Dios puede actuar en el mundo al margen de las leyes naturales. La segunda es si eso implicaría que Dios altera las leyes naturales.
Respecto de la primera cuestión, hay que responder ante todo con la palabra “milagro”, del cual sobran los testimonios en la Escritura.
Es claro que el milagro, si es verdadero milagro, sucede al margen de las leyes naturales. La resurrección de un muerto, por ejemplo, sucede al margen de las leyes naturales.
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Algunos dicen que los milagros son en realidad “signos”, y respondemos nosotros que no serían signos si no fuesen signos milagrosos.
En las bodas de Caná, por ejemplo, la “primer señal que hizo Jesús” fue convertir el agua en vino. Pretender ver en eso solamente el simbolismo (que sin duda está presente) de las bodas entre Dios e Israel en los tiempos mesiánicos, por ejemplo, es como encontrar un elefante blanco en el dormitorio y limitarse a señalar que no es tan blanco como las sábanas o que tiene las uñas sucias.
El relato del Evangelio según San Juan recalca el carácter sobrenatural y milagroso del hecho, sobre todo cuando observa la diferencia entre el mayordomo, que no sabe el origen del vino y cree que los novios guardaron el mejor vino para el final, y los sirvientes, que saben que sacaron el vino de las tinajas que habían llenado de agua.
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Respecto de la segunda cuestión, hay que responder que no, porque las leyes naturales, como su nombre lo indica, rigen sobre todo lo que es natural, y el milagro no es natural, sino sobrenatural.
Si en la provincia X hay una ley que impide dar de comer a las palomas, y se da de comer a las palomas en la provincia Y, no se viola, infringe, altera ni suspende ninguna ley. Las leyes naturales son para la provincia Natural, el milagro ocurre en la provincia Sobrenatural.
Más precisamente, las leyes naturales son para los casos en que sólo intervienen las causas segundas físicas, movidas siempre, recordemos, en última instancia por la Causa Primera, el milagro es cuando intervienen directamente Dios o los ángeles.
Otra vez con el billar: la bola X, que va en tal dirección, chocará inevitablemente (por eso se trata de una ley) con la bola Y, a no ser que pongamos la mano. No es ley natural lo que alguna vez no se cumple. Por eso las leyes naturales tampoco son para el caso en que alguien que no tiene nada que hacer interpone su mano entre dos bolas de billar.
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8) No podemos esperar que Dios intervenga en el mundo para solucionar problemas humanos como las enfermedades, el hambre, la sequía o las guerras.
¿Es que no puede Dios intervenir de ese modo en el mundo? Eso sería negar su Omnipotencia.
¿Es que no quiere hacerlo? ¿Cómo lo sabemos? ¿Por la Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, que dicen exactamente lo contrario?
Y entonces ¿interviene para algo Dios en el mundo, o simplemente lo deja correr, como hace el Gran Arquitecto del Universo de masónica filiación?
¿Qué dice la Sagrada Escritura al respecto? Como ya dijimos, en el Éxodo Dios interviene en el mundo para sacar a Israel de Egipto. Ésa es la base de toda la fe de Israel, y lo recuerda cada página de la Escritura.
Si los Salmos hacen algo, es pedirle a Dios que intervenga en la historia para solucionar una serie bastante grande de problemas humanos.
En el Padre Nuestro le pedimos a Dios que solucione nuestra hambre, porque le pedimos que nos dé el pan de cada día.
¿Quiere eso decir que desde ya anunciamos que no vamos a trabajar ni a hacer nada para poder comer? Otra vez, Causa Primera y causas segundas, como decía Santa Teresa: “A Dios rezando y con el mazo dando”.
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9) Somos nosotros los que debemos solucionar esos problemas, y por eso el objetivo de la oración es cambiarnos a nosotros para que lo hagamos.
Habría que reescribir entonces los Salmos, en el caso de que todavía se reconozca algún valor a la oración de petición.
Por ejemplo: “ Oh [aquí cada uno pone su propio nombre], hacé el favor de desplegar tus grandes poderes internos a ver si podemos almorzar hoy”.
Alguien podría sostener que ahora sí que esta oración es superflua y mejor pasar de una vez a la acción, o sea, ir a trabajar de barrendero para poder comprar algo de comer.
Eliminando radicalmente la petición, incluso dirigida a uno mismo, quedaría algo así como “Ommmm…ahora me mentalizo para ir a trabajar de barrendero…Ommmm.”
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10) La teología que hay detrás de la oración de petición es mortal para la credibilidad de la fe cristiana.
Me parece que aquí se queda corto D. Pedro, porque hay montones de otras cosas en la fe tradicional, según esto, que son mortales para la credibilidad de la fe cristiana, ante todo la Trinidad de Personas en un solo Dios verdadero, la Encarnación, Muerte y Resurrección del Verbo de Dios, y todo lo que de ello se sigue.
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Algunos textos bíblicos, tomados casi al azar, muestran cuán alejado está lo que dice el Sr. Castelao de lo que dice la Sagrada Escritura.
Génesis 25, 21: “Y oró Isaac a Yahveh por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Yahveh, y concibió Rebeca su mujer.”
Éxodo 8, 12 – 13: “Tan pronto como salieron Moisés y Aarón de hablar con el faraón, Moisés clamó al Señor en cuanto a las ranas que había mandado sobre el faraón. El Señor atendió a los ruegos de Moisés, y las ranas comenzaron a morirse en las casas, en los patios y en los campos. “
1 Reyes 17, 21 – 24: “Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Yahveh y dijo: Oh Yahveh, Dios mío, te ruego que hagas volver el alma a este niño. Y Yahveh oyó la voz de Elías, y el alma volvió al niño y este revivió.”
1 Reyes 18, 36 – 38: “Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Yahveh Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Yahveh, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Yahveh, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Yahveh, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja.”
2 Crónicas 1, 7. 11 – 12: “Aquella noche se apareció Dios a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras que te dé.» (…) Respondió Dios a Salomón: «Ya que piensas esto en tu corazón, y no has pedido riquezas ni bienes ni gloria ni la muerte de tus enemigos; ni tampoco has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría e inteligencia para saber juzgar a mi pueblo, del cual te he hecho rey, por eso te son dadas la sabiduría y el entendimiento, y además te daré riqueza, bienes y gloria como no las tuvieron los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.»”
Salmos 20,5: “Nosotros nos alegraremos con tu salud, y portaremos la bandera en el nombre de nuestro Dios; cumpla el Señor todas tus peticiones.”
Salmos 37, 4: “Pon asimismo tu delicia en el Señor, y él te dará las peticiones de tu corazón.”
Isaías 45, 1 – 4: “Así dice Yahveh a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán: Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Yahveh, el Dios de Israel, que te pongo nombre. Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; te puse sobrenombre, aunque no me conociste.”
Mateo 7, 7 – 11: “Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!”
Lucas 11, 1 – 4: “Entonces Jesús les dijo: “Cuando oren, digan: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación”.”
Juan 14, 13: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.”
Filipenses 4,6: “Por nada estéis afanosos; sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en todo con oración y ruego y acción de gracias.”
1 Timoteo 2,1: “Amonesto pues, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por todos los hombres”
1 Juan 5,15: “Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, también sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos pedido.”
Santiago 4, 3: “Piden y no reciben; porque piden mal, para gastarlo en sus placeres.”
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Esto es una minúscula muestra, pero pensamos que a quien no le alcance con estos textos no le alcanzaría tampoco con las páginas enteras que se podría llenar.
Ante algo tan masivo y aplastante como sería la totalidad de los textos bíblicos que apoyan la oración de petición, no tiene sentido venir con precisiones metodológicas.
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Algunos textos del Magisterio de la Iglesia pueden servirnos para ver que su enseñanza es claramente contraria a lo que D. Pedro propone en su artículo.
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Profesión de fe propuesta a Durando de Huesca y sus compañeros valdenses (1208)
“De corazón creemos y con la boca confesamos también que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, el solo Dios de que hablamos, es el creador, hacedor, gobernador y disponedor de todas las cosas, espirituales y corporales, visibles e invisibles.”
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Errores de Miguel de Molinos (1687):
“El que está resignado a la divina voluntad no conviene que pida a Dios cosa alguna, porque el pedir es imperfección, como quiera que sea acto de la propia voluntad y elección y es querer que la voluntad divina se conforme a la nuestra y no la nuestra a la divina; y aquello del Evangelio: Pedid y recibiréis [Ioh. 16, 24], no fué dicho por Cristo para las almas internas que no quieren tener voluntad; al contrario, estas almas llegan a tal punto, que no pueden pedir a Dios cosa alguna.
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Tesis firmada por Luis Eugenio Bautain en 1840:
“La prueba tomada de los milagros de Jesucristo, sensible e impresionante para los testigos oculares, no ha perdido su fuerza y su fulgor para las generaciones siguientes. Esta prueba la hallamos con toda certeza en la autenticidad del Nuevo Testamento, en la tradición oral y escrita de todos los cristianos. Por esta doble tradición debemos demostrar la revelación a aquellos que la rechazan o que, sin admitirla todavía, la buscan.”
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Errores condenados en el “Syllabus” de Pio IX (1867):
“Debe negarse toda acción de Dios sobre los hombres y sobre el mundo.”
“Las profecías y milagros expuestos y narrados en las Sagradas Letras, son ficciones de poetas; y los misterios de la fe cristiana, un conjunto de investigaciones filosóficas; y en los libros de uno y otro Testamento se contienen invenciones míticas, y el mismo Jesucristo es una ficción mítica (1 y 26).”
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Concilio Vaticano I (1870):
“Ahora bien, todo lo que Dios creó, con su providencia lo conserva y gobierna, alcanzando de un confín a otro poderosamente y disponiéndolo todo suavemente [cf. Sap. 8, 1]. Porque todo está desnudo y patente ante sus ojos [Hebr. 4, 13], aun lo que ha de acontecer por libre acción de las criaturas.”
“Sin embargo, para que el obsequio de nuestra fe fuera conforme a la razón [cf. Rom. 12, 1], quiso Dios que a los auxilios internos del Espíritu Santo se juntaran argumentos externos de su revelación, a saber, hechos divinos y, ante todo, los milagros y las profecías que, mostrando de consuno luminosamente la omnipotencia y ciencia infinita de Dios, son signos certísimos y acomodados a la inteligencia de todos, de la revelación divina [Can. 3 y 4]. Por eso, tanto Moisés y los profetas, como sobre todo el mismo Cristo Señor, hicieron y pronunciaron muchos y clarísimos milagros y profecías; y de los Apóstoles leemos: Y ellos marcharon y predicaron por todas partes, cooperando el Señor y confirmando su palabra con los signos que se seguían [Mc. 16, 20]. Y nuevamente está escrito: Tenemos palabra profética más firme, a la que hacéis bien en atender como a una antorcha que brilla en un lugar tenebroso [2 Petr. 1, 19].”
“Si alguno dijere que no puede darse ningún milagro y que, por ende, todas las narraciones sobre ellos, aun las contenidas en la Sagrada Escritura, hay que relegarlas entre las fábulas o mitos, o que los milagros no pueden nunca ser conocidos con certeza y que con ellos no se prueba legítimamente el origen divino de la religión cristiana, sea anatema.”
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Juramento antimodernista (1910):
“En segundo lugar: admito y reconozco como signos certísimos del origen divino de la religión cristiana los argumentos externos de la revelación, esto es, hechos divinos, y en primer término, los milagros y las profecías, y sostengo que son sobremanera acomodados a la inteligencia de todas las edades y de los hombres, aun los de este tiempo.”
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Catecismo de la Iglesia Católica
268 De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el Símbolo: confesarla tiene un gran alcance para nuestra vida. Creemos que esa omnipotencia es universal, porque Dios, que ha creado todo (cf. Gn 1,1; Jn 1,3), rige todo y lo puede todo; es amorosa, porque Dios es nuestro Padre (cf. Mt 6,9); es misteriosa, porque sólo la fe puede descubrirla cuando “se manifiesta en la debilidad” (2 Co 12,9; cf. 1 Co 1,18).
269 Las sagradas Escrituras confiesan con frecuencia el poder universal de Dios. Es llamado “el Poderoso de Jacob” (Gn 49,24; Is 1,24, etc.), “el Señor de los ejércitos", “el Fuerte, el Valeroso” (Sal 24,8-10). Si Dios es Todopoderoso “en el cielo y en la tierra” (Sal 135,6), es porque Él los ha hecho. Por tanto, nada le es imposible (cf. Jr 32,17; Lc 1,37) y dispone de su obra según su voluntad (cf. Jr 27,5); es el Señor del universo, cuyo orden ha establecido, que le permanece enteramente sometido y disponible; es el Señor de la historia: gobierna los corazones y los acontecimientos según su voluntad (cf. Est 4,17c; Pr 21,1; Tb 13,2): “El actuar con inmenso poder siempre está en tu mano. ¿Quién podrá resistir la fuerza de tu brazo?” (Sb 11,21).
270 Dios es el Padre todopoderoso. Su paternidad y su poder se esclarecen mutuamente. Muestra, en efecto, su omnipotencia paternal por la manera como cuida de nuestras necesidades (cf. Mt 6,32); por la adopción filial que nos da ("Yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso": 2 Co 6,18); finalmente, por su misericordia infinita, pues muestra su poder en el más alto grado perdonando libremente los pecados.
303 El testimonio de la Escritura es unánime: la solicitud de la divina providencia es concreta e inmediata; tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia. Las sagradas Escrituras afirman con fuerza la soberanía absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos: “Nuestro Dios en los cielos y en la tierra, todo cuanto le place lo realiza” (Sal 115, 3); y de Cristo se dice: “Si Él abre, nadie puede cerrar; si Él cierra, nadie puede abrir” (Ap 3, 7); “hay muchos proyectos en el corazón del hombre, pero sólo el plan de Dios se realiza” (Pr 19, 21).
305 Jesús pide un abandono filial en la providencia del Padre celestial que cuida de las más pequeñas necesidades de sus hijos: “No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer? ¿qué vamos a beber? […] Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6, 31-33; cf Mt 10, 29-31).
306 Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se sirve también del concurso de las criaturas. Esto no es un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas la existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de otras y de cooperar así a la realización de su designio.
308 Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas: “Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece” (Flp 2, 13; cf 1 Co 12, 6). Esta verdad, lejos de disminuir la dignidad de la criatura, la realza. Sacada de la nada por el poder, la sabiduría y la bondad de Dios, no puede nada si está separada de su origen, porque “sin el Creador la criatura se diluye” (GS 36, 3); menos aún puede ella alcanzar su fin último sin la ayuda de la gracia (cf Mt 19, 26; Jn 15, 5; Flp 4, 13)
314 Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios “cara a cara” (1 Co 13, 12), nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales, incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat (cf Gn 2, 2) definitivo, en vista del cual creó el cielo y la tierra.
547 Jesús acompaña sus palabras con numerosos “milagros, prodigios y signos” (Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en Él. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (cf, Lc 7, 18-23).
548 Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado (cf. Jn 5, 36; 10, 25). Invitan a creer en Jesús (cf. Jn 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (cf. Mc 5, 25-34; 10, 52). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios (cf. Jn 10, 31-38). Pero también pueden ser “ocasión de escándalo” (Mt 11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Jn 11, 47-48); incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22).
549 Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn 6, 5-15), de la injusticia (cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. Lc 12, 13. 14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Jn 8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.
997 ¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.
2629 El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso “luchar en la oración” (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia Él.
2630 El Nuevo Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación, frecuentes en el Antiguo Testamento. En adelante, en Cristo resucitado, la oración de la Iglesia es sostenida por la esperanza, aunque todavía estemos en la espera y tengamos que convertirnos cada día. La petición cristiana brota de otras profundidades, de lo que san Pablo llama el gemido: el de la creación “que sufre dolores de parto” (Rm 8, 22), el nuestro también en la espera “del rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza” (Rm 8, 23-24), y, por último, los “gemidos inefables” del propio Espíritu Santo que “viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26).
2632 La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la misión de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad apostólica (cf Hch 6, 6; 13, 3). Es la oración de Pablo, el apóstol por excelencia, que nos revela cómo la solicitud divina por todas las Iglesias debe animar la oración cristiana (cf Rm 10, 1; Ef 1, 16-23; Flp 1, 9-11; Col 1, 3-6; 4, 3-4. 12). Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.
2633 Cuando se participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad pueda convertirse en objeto de petición. Cristo, que ha asumido todo para rescatar todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en su Nombre (cf Jn 14, 13). Con esta seguridad, Santiago (cf St 1, 5-8) y Pablo nos exhortan a orar en toda ocasión (cf Ef 5, 20; Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1 Ts 5, 17-18).
2803. Después de habernos puesto en presencia de Dios nuestro Padre para adorarle, amarle y bendecirle, el Espíritu filial hace surgir de nuestros corazones siete peticiones, siete bendiciones. Las tres primeras, más teologales, nos atraen hacia la Gloria del Padre; las cuatro últimas, como caminos hacia Él, ofrecen nuestra miseria a su gracia. “Abismo que llama al abismo” (Sal 42, 8).
2804. El primer grupo de peticiones nos lleva hacia Él, para Él: ¡tu Nombre, tu Reino, tu Voluntad! Lo propio del amor es pensar primeramente en Aquél que amamos. En cada una de estas tres peticiones, nosotros no “nos” nombramos, sino que lo que nos mueve es “el deseo ardiente”, “el ansia” del Hijo amado, por la Gloria de su Padre,(cf Lc 22, 14; 12, 50): “Santificado sea […] venga […] hágase […]”: estas tres súplicas ya han sido escuchadas en el Sacrificio de Cristo Salvador, pero ahora están orientadas, en la esperanza, hacia su cumplimiento final mientras Dios no sea todavía todo en todos (cf 1 Co 15, 28).
2805 El segundo grupo de peticiones se desenvuelve en el movimiento de ciertas epíclesis eucarísticas: son la ofrenda de nuestra esperanza y atrae la mirada del Padre de las misericordias. Brota de nosotros y nos afecta ya ahora, en este mundo: “danos […] perdónanos […] no nos dejes […] líbranos”. La cuarta y la quinta petición se refieren a nuestra vida como tal, sea para alimentarla, sea para sanarla del pecado; las dos últimas se refieren a nuestro combate por la victoria de la vida, el combate mismo de la oración.
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Nos parece grave, finalmente, que alguien que ocupa un alto cargo docente en una Universidad Católica difunda doctrinas tan contrarias a lo que siempre ha creído la Iglesia, lo cual no puede dejar de suscitar confusiones entre los fieles nada menos que en lo tocante a la fe.
20 comentarios
Irrefutable, salvo para quien quiera refutar la Escritura y la Tradición.
Con nuestras oraciones y sacrificios no intentamos hacer violencia a Dios, para hacerle cambiar sus disposiciones providenciales. Dios no se inclina ante nuestras voluntades y nuestras plegarias y penitencias, y no cambia sus designios. Pero es el mismo Señor quien nos inspira rezar y ofrecer sacrificios, a fin de que le pidamos lo que en su misericordia desea darnos.
Dios tiene determinado desde toda la eternidad lo que sucede, pero también la forma en que ocurren las cosas, las causas que producen los acontecimientos, los medios por los cuales se obtienen los fines, las gracias que nos concederá si se las imploramos.
Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá.
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Muchas gracias. En efecto, Dios tiene determinado lo que sucede, no en el sentido, obviamente, del determinismo que niega la contingencia y el libre albedrío, sino en el sentido de la infalibilidad de la Providencia divina que incluye en su plan los eventos contingentes y las acciones libres de los hombres.
Saludos cordiales.
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Mejor que mejor.
Saludos cordiales.
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Muchas gracias y saludos cordiales.
Luego sale la solicitud pidiendo retractación del Sr Castelao a Bruno, y para rematar, Nestor, tu artículo haciendo una estupenda consolidación y precisión, que enlaza perfectamente con lo que venía leyendo de la serie del Padre Iraburu. Para mí ha sido todo un proceso del círculo hermenéutico, como dice, doxa - praxis - doxa, o dicho de manera coloquial, teoría - mire ejemplo en tiempo real - perfeccione su teoria..... algo así. Muchas gracias a todos ustedes. Estos artículos con sus comentarios me los estoy guardando en PDF, son escuela.
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La Providencia no es ajena a todo ello, seguramente.
Gracias y saludos cordiales.
Sostiene que es imposible, por más que te esmeres, en hacer pensar a la escultura de la Victoria de Samotracia en su estado actual.
Por su edad recuerda un personaje entrañable que cuando se enojaba decía "el que nace para pito no llega a corneta" o en la actualidad un teólogo sin comillas y al desnudo.
Cordialmente
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En efecto, lo que podríamos llamar el problema de Samotracia es tal vez la principal dificultad en nuestros días.
Saludos cordiales.
Lo realmente radical del cristianismo es la fe en un Dios personal al que nos podemos dirigir a tiempo y a destiempo.
Además un verdadero cristiano no "se enfada" porque Dios no cumpla sus expectativas. La virtud teologal de la Esperanza permite vincularnos al amor de Dios por encima de todo lo demás.
[3]Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades;
[4]apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.
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Tal cual. Saludos cordiales.
"Si no existiera Dios, no habría ateos"
"La iglesia nos pide que al entrar en ella nos quitemos el sombrero, no la cabeza".
"Cuando se deja de creer en Dios enseguida se cree en cualquier cosa".
"Quienes hablan contra la familia no saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen".
"La tolerancia es la virtud del hombre sin convicciones".
"La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta".
"No es que no puedan ver la solución, es que no pueden ver el problema".
Cordialmente.
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Por no decir nada del daño inmenso que ese síndrome le inflige a la industria sombrerera. En fin.
Saludos cordiales.
Y este otro autor dice:
" (...)Pero en el “Padrenuestro” rezamos también por los dones más sencillos, por los dones más cotidianos, como el “pan de cada día” —que quiere decir también la salud, la casa, el trabajo, las cosas de todos los días (...);
Son plenamente incompatibles. O tiene razón el Sr. Castelao, o la tiene el segundo autor.
Ahora, el segundo autor es el papa Francisco, en su audiencia de 9.12.2020.
Así que el Sr. Castelao descalifica como católico al papa Francisco.
¿La universidad de Comillas apoyará esta afirmación cismática de este directivo suyo?, me pregunto............
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Gracias y saludos cordiales.
En efecto, no son errores puntuales. Pedro Castelao hace una enmienda a la totalidad del catolicismo. Lo malo es que eso supone que, corregir sus errores, equivale a tener que explicar absolutamente todo lo que creemos los católicos.
Buen artículo.
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En efecto, aparentemente enfocando un tema "menor" como la oración para que llueva se está destruyendo en realidad en su base todo el orden sobrenatural, y el mismo orden natural en tanto que depende del concurso divino general, con esa idea de que los hechos naturales no dependen de la libre Voluntad divina, y de que Dios no interviene "puntualmente" en la Creación. A lo sumo le quedaría a Dios el dar la "patada inicial", como sucede en el deísmo.
Gracias y saludos cordiales.
Y lo explica así:
"Cada naturaleza encarna en sí un orden esencial determinado entre su esencia misma, su potencia de obrar, su operación y su efecto (v.gr., un peral está determinado por su esencia a dar peras, no melones). Este orden esencial determinado se cumple siempre si no hay alguna causa extrínseca que lo impida: es su propia ley natural.
Pero esta ley natural puede considerarse en dos momentos: a) en acto primero; y, en este sentido, significa la tendencia natural que tiene esa cosa a producir su efecto correspondiente (v.gr., la tendencia del fuego a quemar); y b) en acto segundo, y, en este sentido, significa la producción efectiva de su efecto natural (v.gr., el fuego quemando de hecho).
En el primer aspecto, o sea en acto primero, la ley natural es absolutamente inmutable y, por tanto, no puede ser alterada por nadie. Dios mismo no puede cambiar las esencias de las cosas, puesto que las ha dictado su infinita sabiduría, en la que no cabe error o equivocación (v.gr., el fuego tiende de suyo a quemar: es su misma esencia). Pero en el segundo aspecto, o sea en acto segundo, puede suspenderse el efecto sin incurrir en contradicción alguna; y esto no sólo en virtud de un milagro, sino a veces por simple interferencia de otra causa creada (v.gr., un imán atrayendo hacia arriba a un hierro que, de suyo, tiende a caer al suelo), o por simple indisposición de la materia (v.gr., el fuego no puede quemar una madera mojada). Luego en acto segundo las leyes físicas de la naturaleza no son absolutamente inmutables; son necesarias tan sólo hipotéticamente, o sea producirán de hecho su efecto si no tropiezan con un agente extrínseco que lo impida (v.gr., el imán) o alguna indisposición intrínseca en la materia (la madera mojada). El milagro no es otra cosa que la suspensión del acto segundo de una ley física natural, producida por el Autor mismo de la naturaleza".
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Está perfecto, lo único que yo agregaría es que no se trata propiamente de una alteración ni suspensión de la ley natural, precisamente porque se introduce un factor que invalida los supuestos de aplicación de la ley.
La ley natural no dice, por ejemplo, que siempre y absolutamente el fuego tiene que quemar. Sólo si así fuese se podría presentar el milagro de los tres jóvenes del que habla el libro de Daniel como una excepción o alteración o suspensión de esa ley.
Saludos cordiales.
"Dios no puede obrar fuera de las leyes absolutamente necesarias como lo son las leyes matemáticas y las leyes metafísicas fundadas intrínsecamente sobre la esencia misma de las cosas. La necesidad hipotética, por el contrario, se funda sobre las causas extrínsecas de las cosas; suponiendo que tal agente obra, en las condiciones naturales produce necesariamente tal efecto; así el fuego, si obra, quema en vez de refrigerar; pero esta ley hipotética no impide que la acción del fuego sea detenida o modificada por una causa superior.
El orden de acción de todas las naturalezas creadas ¿está acaso constituido por leyes hipotéticamente necesarias? No se podría poner en duda, puesto que siendo un orden de acción está constituido por leyes causales relativas a la causalidad eficiente y que expresan el modo de obrar de los agentes creados.
Tal agente natural, si obra, produce necesariamente tal efecto, pero eso no excluye la posibilidad de la intervención de un agente superior que detenga o modifique la acción del primero.
Si la intervención milagrosa de Dios se produce, estas leyes hipotéticamente necesarias no son destruidas, su valor no es atenuado en nada; solamente se suspende su aplicación por medio de una feliz excepción que confirma la regla".
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Por eso mismo que se trata de leyes hipotéticas ("Si sucede A - y no intervienen factores externos, naturales o sobrenaturales - se da B) es que sólo rigen para cuando se cumple con la hipótesis. Por eso no cabe hablar de excepciones ni de suspensión de la ley cuando la hipótesis no se cumple porque interviene un factor externo, natural o sobrenatural.
Saludos cordiales.
Jugar con la fe ajena es un pecado terrible.
Quien debiendo tomar cartas en el asunto no lo hace, también peca terriblemente.
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Santo Tomás distingue un milagro en sentido absoluto y propio y un milagro en sentido relativo y menos propio. El primero es el hecho que sucede por fuera del orden de toda la naturaleza creada, y es obra solamente de Dios. El segundo es el que sucede fuera del orden de la naturaleza conocido por nosotros, o de la naturaleza corpórea, y ése puede ser obra de los ángeles, buenos o malos.
Cfr: ://hjg.com.ar/sumat/a/c110.html#a4
En ambos casos es algo que sucede fuera del orden natural, no dice Santo Tomás que sea contra el orden natural.
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
En el fondo parece que la cuestión está en cómo se entienda a las leyes naturales.
Se puede entender una ley natural, en acto primero, como la tendencia de tal naturaleza (y de toda naturaleza) a producir tal efecto (tendencia que sería propia de tal naturaleza). La producción del efecto (acto segundo) se dará, conforme a tal tendencia, si no se interponen otros factores que podrían impedirlo (o de hecho lo harán si se interponen).
Si entre esos factores impeditivos no se considera (o no se incluye) la acción sobrenatural de Dios, entonces en el milagro se daría una suspensión de la ley natural.
Si entre esos factores impeditivos se considera la acción de Dios, entonces en el milagro no se daría una suspensión de la ley natural.
Pero en ambos casos sí se daría una suspensión del efecto a que tiende esa naturaleza determinada de suyo: por ejemplo, en el caso del fuego y de los tres jóvenes, el ser quemados de hecho por el fuego (a lo que tiende de suyo el fuego) sería suspendido por la intervención milagrosa de Dios (no vuelvo con el otro ejemplo de la decapitación, que obviamente que era una broma).
Lo demás de tu artículo, sólido y bueno.
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Es que ¿porqué no incluir la intervención sobrenatural de Dios entre esos factores impeditivos? La ley natural dice que en la circunstancia X se dará A si nada de lo que puede impedirlo lo impide, pero es claro que entre lo que puede impedirlo está la eventual intervención sobrenatural divina. Al darse esa intervención divina sobrenatural, por tanto, ya no estamos en el campo de aplicación de la ley, y por tanto, tampoco se la puede suspender.
Saludos cordiales.
Modernismo de Pascendi, de manual...
Te agradeceré si por favor podés explicar algo lo que sigue.
¿Hasta qué punto es compatible la fe sobrenatural habitual con los errores profesados en materia de fe?
Pongamos el caso de un niño bautizado válidamente en una secta herética que luego, al llegar al uso de razón, profesa las herejías propias de su secta. O, más cercano, el de un católico que profesa doctrinas heréticas. ¿Podrían conservar la fe sobrenatural habitual, a pesar de esos errores profesados, que la contradicen?
Entiendo que la pérdida de la fe sobrenatural no se puede dar sin haber pecado gravemente. Pero, ¿podría alguien estar "de buena fe" en tales errores heréticos, aun cuando objetivamente contradigan a la misma fe y por ello deba ser calificado el que los profesa de hereje material (u objetivamente hablando)?
Algo semejante ocurriría con la caridad sobrenatural habitual y los pecados graves materiales u objetivos, ¿no?
Gracias.
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Muchas gracias. Me parece que en casos de gran ignorancia del contenido de la fe se pueden dar esos "herejes materiales", sobre todo si pensamos en verdades de fe algo sutiles y que para conocer que son verdades de fe haya que tener cierto estudio.
En ese caso no habría propiamente pecado al no haber voluntariedad, por falta de conocimiento.
Es cierto que el creyente tiene el deber de conocer lo que cree, pero pensemos en situaciones especiales en que el creyente no tenga a mano a nadie a quien acudir para ilustrarse.
Saludos cordiales.
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