La libertad para la muerte
El diputado uruguayo Ope Pasquet, promotor del proyecto de ley de eutanasia, tiene como argumento fundamental en favor de esa iniciativa el que se basa en la libertad de las personas. Cada uno, dice, es libre de decidir cuándo terminar su propia vida, y eso parte de la dignidad de la persona humana.
Al respecto decimos que se debe distinguir la libertad física y la libertad moral. La primera es la mera capacidad de elegir una acción u omisión determinada. La segunda es la ausencia de una obligación moral en contrario.
Por ejemplo, podemos tener libertad física para matar a nuestro vecino, pero no tenemos libertad moral para hacerlo.
Por tanto, a la pregunta de si la persona humana tiene o no libertad para poner fin a su vida se debe responder que puede sin duda tener libertad física. En cuanto a la libertad moral, toda la cuestión se reduce, como se ve, a si existe o no una obligación moral contraria al acto de poner fin a la propia vida.
No se puede argumentar al respecto diciendo solamente que el ser humano es libre y que eso es parte de su dignidad como persona. Si ese solo argumento fuese válido, entonces tendríamos siempre libertad moral, para cualquier elección que estuviese físicamente en nuestro poder, porque siempre somos personas humanas dotadas de la correspondiente dignidad y libertad.
No vale argumentar a favor del asesinato o el robo, por ejemplo, diciendo que somos libres y que eso es parte de nuestra propia dignidad como personas.
¿Por qué sería diferente en el caso del suicidio? Obviamente, se dirá que porque en este caso no se hace daño a terceros y que en definitiva cada uno es dueño de su propia vida.
Comenzando por argumentos no tan de fondo, pensemos en un padre de familia que en medio de graves problemas económicos y de otros tipos por el que atraviesa su núcleo familiar y cuando más necesitan su esposa y sus hijos de su esfuerzo y su sostén decide quitarse la vida.
¿No se daña a terceros en ese caso? ¿No se está tomando ahí también una decisión sobre la vida de los otros?
Pero yendo al fondo de la cuestión ¿qué significa eso de que cada uno es dueño de su propia vida? Porque ciertamente no la hemos comprado en ninguna parte ni tenemos un documento legal que acredite que somos legítimos propietarios de la misma.
En cuanto a heredarla, tampoco nuestros padres ni antepasados en general pueden exhibir tal documento.
El supuesto ser dueños de nuestra propia vida se reduce, en definitiva, a que somos libres, y entonces no hemos avanzado nada en el argumento.
También somos libres de matar, robar, estafar, con libertad física. ¿Y con libertad moral? Ahí está la cuestión.
El asunto es el siguiente: existe una exigencia absoluta de respetar la vida del ser humano inocente. Agrego “inocente” para dejar fuera casos como, por ejemplo, la legítima defensa personal o social, en los cuales todos admitimos que pueden ser moralmente lícitas acciones que desembocan en la muerte de algún injusto agresor.
Y la cuestión es: ¿esa exigencia absoluta de respetar la vida del ser humano inocente depende de la voluntad de alguien, o no?
La respuesta cae por su peso. Si se responde que “sí” a esa pregunta, entonces adiós derecho a la vida.
No puede ser absoluta una exigencia que para estar vigente depende de la voluntad de alguien.
Tampoco, por tanto, si esa voluntad es la voluntad de la persona que quiere poner fin a su propia vida.
Si se admiten razones para que en ese caso la voluntad humana haga cesar el derecho a la vida, no faltarán razones para lo mismo en otros casos, en los que el que mata y el que muere ya no sean la misma persona.
¿Se dirá que se puede renunciar al derecho a la vida como se puede renunciar a cualquier derecho en general? Pero es que el derecho a la vida se fundamenta en una obligación: la obligación que tenemos todos de respetar la vida del ser humano inocente.
Esa obligación se basa en el mero hecho de la posesión de la naturaleza humana por parte de un individuo, y por tanto, con ella, de la condición de persona y la dignidad inherente, todo lo cual es algo objetivo, que no depende de la voluntad de nadie, tampoco de la voluntad del individuo en cuestión.
La única voluntad que puede dejar en suspenso esa exigencia de respetar la vida del ser humano es la de la misma persona, cuando usando su libertad física incurre en acciones que perjudican gravemente a otras personas, y hacen surgir así la exigencia de una defensa o de un castigo proporcionados.
En esos casos no se trata de que la persona renuncie a un derecho, sino de que incurre en conductas que ameritan una defensa o sanción. Y de hecho, los grandes criminales a lo que aspiran, por lo general, es a seguir viviendo una vez consumado el crimen.
No se puede renunciar al derecho a la vida, se lo puede perder culpablemente, que es otra cosa. No es la voluntad subjetiva la que hace cesar el derecho a la vida, sino, en esos casos, la realización de acciones objetivamente merecedoras de una defensa o pena que puede llegar a la supresión de la vida.
El suicidio viene a ser, así, la negación, en los hechos, del derecho a la vida de todo ser humano.
Parece una afirmación desproporcionada, pero los hechos muestran que es correcta.
Para empezar, lo demuestra el proyecto de ley de eutanasia que actualmente se encuentra en el Parlamento.
Porque en efecto, allí, con el argumento de base de la libertad para suicidarse, ya se está queriendo autorizar a los médicos a que ayuden a otra persona a suicidarse, o directamente, a que la maten.
Aquí sí que entra lo del “daño a terceros” que decíamos arriba.
Y no vale argumentar que en esos casos el “tercero” , que es el que pide que se lo ayude a suicidarse o que lo maten, ha renunciado a su derecho a la vida, por lo ya dicho antes.
Si será verdad que el suicidio implica la negación del derecho a la vida, que en nombre de la libertad para suicidarse se quiere ahora despenalizar el homicidio.
El senador Pasquet dice que no se puede obligar a las personas a vivir en medio de grandes sufrimientos.
En realidad, estamos moralmente obligados a una gran cantidad de cosas.
Ningún sufrimiento hace moralmente lícito el asesinato, el robo, la violación, etc.
Otra cosa es que en algunos casos los sufrimientos de una persona puedan reducir la libertad y con ella la responsabilidad moral, y ser así en lo jurídico atenuantes en algún delito, pero no hacen que el acto deje de ser inmoral y que en lo jurídico deje de ser delito.
No es que estemos obligados a soportar grandes sufrimientos, es que estamos obligados a no matar y a no matarnos. De modo análogo a que no es que la mujer esté obligada a dar a luz, sino que está obligada moralmente a no matar a un ser humano inocente.
El argumento de la obligación a vivir en medio de grandes sufrimientos, por tanto, es el mismo argumento basado en la libertad, que ya hemos considerado y refutado.
Y por último, el argumento de la libertad también hace agua por otra parte: la eutanasia, una vez despenalizada o legalizada, se termina siempre legalizando o despenalizando también para casos en que la persona no puede manifestar su voluntad.
Ya tenemos un caso en la ley paradójicamente llamada de “voluntad anticipada”, donde se establece que en caso de que el paciente no esté en condiciones de expresar su voluntad, por hallarse inconsciente, por ejemplo, la decisión la tomarán los familiares en conjunción con el médico (con el agregado pintoresco del “concubino”, que en los hechos puede ser cualquiera que pase por ahí).
Es notable la rapidez con que estas argumentaciones pasan a sostener lo contrario de lo que había sido su punto de partida: del derecho a matarse al derecho a matar a otro, y de la necesidad absoluta de la libre decisión del interesado a la posibilidad de que esa libre decisión no haga falta.
Con la despenalización del aborto nuestro país ya ha entrado en el callejón sin salida (como no sea la marcha atrás) de la negación del derecho a la vida del ser humano inocente. La despenalización de la eutanasia no sería sino un paso más en la dirección equivocada. Hacia el final del camino lo que se vislumbra es una sociedad del “sálvese quien pueda”, o ley del más fuerte.
Como uruguayos estamos moralmente obligados a evitar que eso suceda.
5 comentarios
Como usted, experto tomista, sabe mejor que yo, la libertad, esa palabra tan manoseada como una peseta de los años 40, requiere capacidad para poder elegir el bien. Un alcohólico no tiene esa libertad y un claudicante mental tampoco.
Cómo cuesta entender que nosotros somos usufructuarios de nuestra vida, no tenemos la nuda propiedad, Nuestra soberbia e ignorancia se yergue como juez supremo.
No recuerdo en qué libro leí que la primera tentación del ser humano fue un susurro que decía: "Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal"
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Es que si no hay capacidad para elegir el bien, se hace el mal necesariamente, y entonces no se es culpable, salvo que esa misma incapacidad provenga de un acto no necesario, y en ese sentido, libre, de la persona, que en algún momento ha tenido entonces la posibilidad de elegir el bien.
Sin posibilidad de elección no puede haber responsabilidad, como no es responsable una lavadora o un animal irracional.
Santo Tomás dice que después del pecado original el hombre, sin la gracia, puede evitar puntualmente cada acto de pecado, pero no puede evitar pecar a la larga, es decir, considerando toda la serie de sus actos.
Ver Ia IIae, q. 109, a. 8.
Saludos cordiales.
Yo considero que todos los promotores de la eutanasia, deben mostrarnos la bondad del procedimiento, tomándolo en primera persona, ya mismo, no se debe proceder a la aprobación sin confirmación previa de dicha bondad, obtenida por el propulsor de la norma. Y todos los votantes a favor deben ser sometidos ipso facto a ella. O tan pronto entre en vigencia. Porque si es bueno para ellos es bueno para los demás. Caso contrario que no se apruebe.
Quienes defendemos el derecho a la eutanasia, no queremos morir, queremos que no se nos obligue a seguir viviendo en aquellas sotuaciones en que hacerlo suponga un sufrimiento que no nos parece aceptable, ni para nosotros ni para nuestros allegados, o cuando la calidad de vida que nos espera no es la deseable para un ser humano.
Pero puestos a hacer sugerencias, yo tambien puedo sugerirle a usted que todos los que estan constantemente deseando la Parusia y con el "Ven ya Señor" en la boca, den un paso mas y acorten desde ya mismo su llegada junto al creador, sin mas demora, y que encuentren tanta paz en el otro mundo como dejen en este.
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Nadie obliga a vivir a nadie, es la ley moral la que nos obliga a no matar y a no matarnos. Por eso mismo su consejo, en nuestro caso, es impracticable.
Además, la paz que se consigue haciendo que todos acepten el homicidio legal es la paz de los cementerios.
Saludos cordiales.
El "consejo" era una replica con ironia al comentario de Carme L y su recomendacion de que los que piden una ley de eutanasia, nos muramos ya, sin entender que lo que queremos no es morir, queremos poder decidir cuando no queremos seguir viviendo, pero eso a usted ese comentario le debe parecer de lo mas acertado, ya que no le he leido ninguna replica al respecto.
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Tanto el prohibir como el permitir la eutanasia dependen de una filosofía moral. Todas las leyes que no tienen que ver simplemente con temas instrumentales como manejar por la derecha o por la izquierda dependen de una filosofía moral. Siempre es una determinada filosofía moral la que se impone en una sociedad humana cualquiera. Y se es ciudadano precisamente para tratar de que se imponga a la sociedad la filosofía moral que se entiende correcta. El mismo criterio según el cual no se debe imponer a la sociedad una filosofía particular es un criterio moral particular. Casi que no se discute otra cosa en política que de temas morales. Y si no fuese por la ley moral no estarían penalizados ni el homicidio ni el robo ni un largo etc.
Y la eutanasia es matar a otros, porque el médico que la practica no se suicida, sino que mata al paciente.
Saludos cordiales.
No se lo discuto, pero esa "ley moral" no es la misma para todos ni en todos los tiempos, asi que, ni es universal, ni es inmutable, con repasar un poco la prensa y la historia de la humanidad, deberia quedar claro.
"Y la eutanasia es matar a otros, porque el médico que la practica no se suicida, sino que mata al paciente"
Si ese es el problema, con fabricar un dispositivo para que se la pueda aplicar uno mismo, si no esta fisicamente incapacitado para hacerlo, se soluciona la cuestion, ya no se mata a un tercero.
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Por eso digo, siempre la ley moral, tal como la entiende alguien, es la que se impone a toda la sociedad mediante las leyes.
La eutanasia es matar a otra persona. Si la persona se mata a sí misma no es eutanasia, sino suicidio, y es inmoral también, por otras razones. Lo que se discute ahora en España y Uruguay es una ley que contempla la eutanasia.
Saludos cordiales.
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