Iglesia y Judaísmo II
Como prometimos al final del “post” anterior, analizamos ahora lo que entendemos que es el argumento principal a favor de la tesis falsa y contradictoria que sostiene el Documento de la Comisión para las relaciones religiosas con el Judaísmo, relativa al valor salvífico que las instituciones religiosas del judaísmo tendrían en el día de hoy.
Recordemos que el mismo Documento aclara que su contenido no constituye Magisterio de la Iglesia.
Dice el Documento mencionado:
“27. La alianza que Dios dispuso con Israel es irrevocable. “No es Dios un hombre, para mentir, ni hijo de hombre, para volverse atrás” (Nm 23:19; el cf. 2 Tm 2:13). La permanente fidelidad electiva de Dios, expresada en las primeras alianzas, nunca se retracta (cf. Rm 9:4; 11:1-2).”
Sobre esta base, el argumento que queremos analizar dice así:
“(Premisa Mayor): Si la Alianza de Dios con Israel no ha caducado, entonces el judaísmo conserva hoy valor salvífico.
(Premisa Menor): Pero la Alianza de Dios con Israel no ha caducado.
(Conclusión): Por tanto, el judaísmo conserva hoy valor salvífico.”
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En efecto, véase por ejemplo el n. 25:
“25. El Judaísmo y la fe Cristiana, como aparecen en el Nuevo Testamento, son dos caminos por los que el Pueblo de Dios puede apropiarse las Sagradas Escrituras de Israel. Consecuentemente, la Escritura, que los Cristianos llaman el Antiguo Testamento, se abre a ambos caminos. Una respuesta a la palabra de Dios expresada soteriológicamente, que vaya de acuerdo con una u otra tradición, puede por lo mismo franquear el acceso a Dios, quedando siempre en el poder de su consejo salvífico determinar, para cada caso, en qué manera piensa salvar a la humanidad.”
Aquí se dice, hablando de la salvación y no de otra cosa (“expresada soteriológicamente”) que la respuesta de fe a Dios en el judaísmo puede, luego de la venida de Cristo, y por tanto, hoy día, “franquear el acceso a Dios”, o sea, dar la salvación, de modo que en cada caso Dios decidiría si salvar a tal o cual persona mediante la Iglesia o mediante el judaísmo.
Y en ese mismo n. 27:
“En consecuencia, el término Alianza significa una relación con Dios que se realiza de diferentes maneras para los Judíos y los Cristianos. La Nueva Alianza nunca puede reemplazar a la Antigua, sino que la presupone y le confiere una nueva dimensión de significado, en cuanto que refuerza la naturaleza personal de Dios como fue revelada en la Antigua Alianza y la establece como abierta para todos los que responden a ella fielmente de todas las naciones (cf. Za 8:20-23; Sal 87).”
Según esto, la Nueva Alianza en Cristo confiere a la Antigua Alianza, concretizada en la religión judía, y habla por tanto de la religión judía posterior a la venida de Cristo, la capacidad de acoger a personas de todas las naciones…¿con lo cual también sería una Alianza de finalidad universal, como la que Dios ha hecho en Cristo? (¡!!)
En todo caso, niega, como también veremos más adelante, la universalidad de la misión de la Iglesia, que es verdad de fe.
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Respuesta:
Niego la Mayor.
Porque niego los dos supuestos en que se apoya esa premisa Mayor, que son:
1) La Antigua Alianza, es decir, la que Dios tenía con Israel antes de la venida de Cristo en la carne, tenía, en lo relativo a la institución religiosa del Antiguo Testamento, capacidad salvífica.
2) El judaísmo actual, en tanto que institución religiosa, es esencialmente lo mismo que la religión de Israel antes de Cristo.
En efecto, la única forma de partir de una premisa que dice que “Desde entonces eso no ha cambiado”, a una conclusión que dice “A es B”, es agregando otra premisa que diga “A era B”. Y si la premisa que podemos aportar es una que dice que “C era B”, entonces necesitamos otra premisa más que diga que “A y C son lo mismo.”
Por eso, la única forma de partir de la premisa que dice que la Antigua Alianza no ha sido revocada y concluir que hoy día la religión judía tiene valor salvífico, es suponer que la religión de Israel, antes de Cristo, tenía valor salvífico, y que el judaísmo actual es esencialmente lo mismo que la religión de Israel antes de Cristo.
Además, como el Documento habla del Judaísmo como institución religiosa y no solamente de la salvación de los judíos, para poder concluir que esa institución religiosa actual que es el judaísmo tiene valor salvífico hay que partir de la base de que la religión del Israel pre-cristiano tenía valor salvífico en tanto que institución religiosa, es decir, en sus ritos propios.
Por nuestra parte, como dijimos, negamos esos dos supuestos. Ni la religión de Israel en el Antiguo Testamento tenía en tanto que institución, valor salvífico, ni el judaísmo actual es esencialmente lo mismo que la religión de Israel antes de la venida de Cristo.
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Veámoslo por partes:
1) La religión de Israel en el Antiguo Testamento no tenía, en tanto que institución religiosa, valor salvífico.
Ver la Carta a los Hebreos, cap. 10, versículos 1 al 13:
“No conteniendo, en efecto, la Ley más que una sombra de los bienes futuros, no la realidad de las cosas, no puede nunca, mediante unos mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, dar la perfección a los que se acercan. De otro modo, ¿no habrían cesado de ofrecerlos, al no tener ya conciencia de pecado los que ofrecen ese culto, una vez purificados? Al contrario, con ellos se renueva cada año el recuerdo de los pecados, pues es imposible que sangre de toros y machos cabríos borre pecados. Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo —pues de mí está escrito en el rollo del libro— a hacer, oh Dios, tu voluntad! Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron —cosas todas ofrecidas conforme a la Ley— entonces —añade—: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo. Y, ciertamente, todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios, que nunca pueden borrar pecados. Él, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre, esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies.”
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Dice Santo Tomás en III, q. 61, a. 3:
“Los sacramentos son necesarios para la salvación humana en cuanto que son signos sensibles de realidades invisibles por las que el hombre es santificado. Pero después del pecado nadie puede ser santificado más que por Cristo, a quien Dios ha propuesto como víctima de propiciación, mediante la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, pues él es justo y justifica a todo el que cree en Cristo. Por eso, era necesario que antes de la venida de Cristo hubiera algunos signos sensibles mediante los cuales el hombre testimoniase su fe en el salvador futuro. Y a estos signos se les llama sacramentos. Y de este modo se prueba que antes de la venida de Cristo fue necesaria la institución de algunos sacramentos.”
Y en III, q. 62, a. 6:
“No puede decirse que los sacramentos de la antigua ley conferían la gracia por sí mismos, o sea, por su propia virtud, ya que, de ser así, no hubiese sido necesaria la pasión de Cristo, según lo que se dice en Gal 2,21: Si la justicia viene de la ley, Cristo murió en vano.
Pero es que ni siquiera se puede decir que recibiesen la virtud de conferir la gracia santificante de la pasión de Cristo. Como hemos visto (a.5), la virtud de la pasión de Cristo se nos comunica por la fe y los sacramentos. Sin embargo, de modo distinto en cada caso. Porque la unión por la fe se realiza por un acto del alma. Mientras que la unión por los sacramentos se realiza utilizando cosas externas. Es cierto que nada impide que una cosa posterior en el tiempo ejerza una moción antes de existir realmente, con tal que esté presente en el conocimiento: el fin, por ejemplo, aunque se consigue después, mueve ya al agente por su conocimiento y su deseo. Pero lo que todavía no existe en la realidad no puede mover utilizando cosas externas. Y, por eso, cronológicamente la causa eficiente no puede ser, como la causa final, posterior al efecto. Es claro, por tanto, que de la pasión de Cristo, la cual es causa de la justificación humana, se deriva convenientemente la virtud justificativa a los sacramentos de la nueva ley, pero no a los sacramentos de la ley antigua.
Sin embargo, también los antiguos padres eran justificados, como nosotros, por la fe en la pasión de Cristo, pues los sacramentos de la antigua ley eran profesiones de fe, en la medida en que esos sacramentos significaban la pasión de Cristo y sus efectos. Queda claro, por tanto, que los sacramentos de la antigua ley no contenían en sí mismos una virtud que confiriese la gracia justificante, sino que sólo significaban la fe por la que se justificaban.”
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Para Santo Tomás, entonces, los Sacramentos son “signos sensibles de realidades invisibles por las que el hombre es santificado”, de dos maneras: 1) Por virtud propia, como instrumentos por medio de los cuales la Pasión de Cristo nos comunica la gracia, y eso es lo propio de los Sacramentos de la Nueva Alianza; en este caso, son signos eficaces de la gracia; 2) Solamente como signos de la fe en el Mesías futuro, que es la que justifica y salva en los sacramentos de la Antigua Alianza.
Si, entonces, la religión judía y sus ritos no tenían en el Antiguo Testamento capacidad salvífica alguna, sino que eran meros signos, ineficaces, y era la fe significada por esos ritos la que salvaba, menos pueden tener capacidad salvífica los ritos actuales del judaísmo, que niega la Mesianidad y Divinidad de Jesucristo.
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2) El judaísmo actual no es esencialmente lo mismo, sino esencialmente distinto, de la religión de Israel antes de la venida de Cristo.
En pocas palabras, antes de Cristo, la religión de Israel consistía esencialmente en la espera del Mesías, o sea, de Cristo mismo. Luego de la venida de Cristo, la religión judía incluye inevitablemente la negación de la Mesianidad y la Divinidad de Jesucristo.
La incluye estructuralmente, porque es la única razón que explica que esa institución religiosa judía, basada en la espera del Mesías, no se haya disuelto, por así decir, en el seno de la Iglesia, que anuncia que el Mesías ya ha llegado.
Es claro que una religión que espera a Cristo, y otra que no lo acepta una vez venido al mundo, son esencialmente distintas.
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En cuanto a la Premisa Menor, distingo:
La Alianza de Dios con Israel no ha caducado, por cuanto en la Nueva Alianza Israel está incluido, en tanto se espera su conversión final a Cristo, como enseña San Pablo en la Carta a los Romanos: Concedo.
La Alianza de Dios con Israel no ha caducado, por cuanto las instituciones religiosas del judaísmo son para el tiempo actual de institución divina y tienen carácter salvífico, al menos para algunos seres humanos: Niego.
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La Carta a los Hebreos afirma explícitamente la abrogación de la Antigua Alianza en aquellos aspectos transitorios que no subsisten en la Nueva Alianza:
Carta a los Hebreos, cap. 7, v. 11 – 19:
“Pues bien, si la perfección estuviera en poder del sacerdocio levítico —pues sobre él descansa la Ley dada al pueblo—, ¿qué necesidad había ya de que surgiera otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, y no “a semejanza de Aarón"? Porque, cambiado el sacerdocio, necesariamente se cambia la Ley. Pues aquel de quien se dicen estas cosas, pertenecía a otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Y es bien manifiesto que nuestro Señor procedía de Judá, y a esa tribu para nada se refirió Moisés al hablar del sacerdocio. Todo esto es mucho más evidente aún si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, que lo sea, no por ley de prescripción carnal, sino según la fuerza de una vida indestructible. De hecho, está atestiguado: Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec. De este modo queda abrogada la ordenación precedente, por razón de su ineficacia e inutilidad, ya que la Ley no llevó nada a la perfección, pues no era más que introducción a una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.”
Carta a los Hebreos, cap. 8, v. 6 – 13:
“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de una mejor Alianza, establecida sobre mejores promesas. Porque si aquella primera hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para la segunda. Porque reprendiéndolos dice: “He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá una nueva alianza; no como la alianza que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en mi alianza, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. Por lo cual, esta es la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo; y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.” Al decir: nueva alianza, ha dado por vieja a la primera; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.”
Carta a los Hebreos, cap. 10, v. 8 – 9:
“Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron —cosas todas ofrecidas conforme a la Ley— entonces —añade—: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el segundo.”
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Frente a esto, el Documento que comentamos dice en su n. 18:
“Es necesario captar este contexto para entender el contraste que propone la Epístola entre una primera Alianza puramente terrenal y una segunda Alianza mejorada (cf. Hb 8:7) y nueva (cf. 9:15, 12:24). La primera Alianza se define como anticuada, caduca y condenada a perecer (cf. 8:13), mientras que la segunda Alianza se define como eterna (cf. 13:20). Para establecer los fundamentos de este contraste, la Epístola se refiere a la promesa de una Nueva Alianza en el Libro del Profeta Jeremías 31:31-34 (cf. Hb 8:8-12). Esto muestra que la Epístola a los Hebreos no tiene ninguna intención de demostrar que las promesas del Antiguo Testamento son falsas, sino al contrario las considera como válidas. Piensa que la referencia a las promesas del Antiguo Testamento ayudará a los Cristianos a darles la seguridad de su salvación en Cristo. El argumento que preocupa a la Epístola a los Hebreos no es pues el contraste entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, tal como nosotros hoy lo entendemos, ni el contraste entre la Iglesia y el Judaísmo. Más bien el contraste atañe al sacerdocio celestial y eterno de Cristo, confrontado a un sacerdocio terrenal y transitorio. El tema fundamental de la Epístola a los Hebreos frente a la nueva situación es una interpretación Cristológica del Nuevo Testamento. Precisamente por esta razón, “Nostra Aetate” (Nº.4) no hace referencia a la Epístola a los Hebreos, sino a las reflexiones de San Pablo en su Carta a los Romanos 9-11.”
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Ante todo hay que decir simplemente que aquí parecería que se comentase otra “Epístola a los Hebreos” distinta de la que acabamos de citar, y que es la que figura en el Nuevo Testamento.
Ninguna interpretación contextual puede anular las afirmaciones explícitas de la Carta a los Hebreos que hemos citado, ni bastan las razones aquí dadas para no entenderlas en su sentido obvio y natural.
No hace falta, tampoco, sostener que las promesas del A. T. son falsas o no son válidas para sostener que la Antigua Alianza ha caducado en favor de la Nueva Alianza, como veremos enseguida.
El contraste que establece la Carta a los Hebreos no es solamente entre el sacerdocio de Cristo y el sacerdocio antiguo, sino también entre la ley Antigua y la Ley Nueva, más aún, explícitamente, entre la Antigua Alianza y la Nueva.
Véase los dos primeros pasajes de la Carta a los Hebreos citados arriba.
No se entiende además la frase “interpretación cristológica del Nuevo Testamento”: ¿hay una interpretación posible del Nuevo Testamento que no sea “cristológica”?
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¿Qué Alianza es que la que está vigente hoy con la religión judía que rechaza como tal a Cristo? ¿La Nueva, que se basa en la fe en Cristo? ¿La Antigua, que como veremos no era capaz de dar la salvación? ¿Subsiste la Antigua Alianza luego de realizada la Nueva?
O la Antigua Alianza, en lo que la distingue de la Nueva, era permanente, o era transitoria. Si era permanente, entonces el plan de Dios es que haya dos Alianzas permanentes, hasta el fin de los tiempos: la Antigua y la Nueva. Lo cual es obviamente absurdo.
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Y sin embargo, el Documento que analizamos parece sugerirlo, no solamente en el pasaje ya citado del n. 27, sino también, por ejemplo, en el n. 43:
“Así como, tras la muerte y resurrección de Jesucristo, no existieron dos Alianzas desconectadas, (…)”
¿Sí subsistieron dos Alianzas conectadas?
Y por supuesto, en el pasaje ya muchas veces comentado del n. 25, citado al comienzo.
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Además, la Nueva Alianza es universal, dirigida a todos los hombres, como recuerda precisamente el n. 4 de “Nostra Aetate”, Concilio Vaticano II, donde se toca el tema del judaísmo:
“Por los demás, Cristo, como siempre lo ha profesado y profesa la Iglesia, abrazó voluntariamente y movido por inmensa caridad, su pasión y muerte, por los pecados de todos los hombres, para que todos consigan la salvación. Es, pues, deber de la Iglesia en su predicación el anunciar la cruz de Cristo como signo del amor universal de Dios y como fuente de toda gracia.”
Este pasaje del Concilio Vaticano II, donde se habla de un deber de la Iglesia como tal, contrasta fuertemente con este otro pasaje en el n. 40 del Documento que comentamos:
“En la práctica esto significa que la Iglesia Católica no actúa ni sostiene ninguna misión institucional específica dirigida a los Judíos.”
En todo caso, si la Nueva Alianza es, en su finalidad, universal, ya no hay lugar para que tras la venida de Cristo subsista otra Alianza distinta de ella, más allá de que esté “conectada” con ella o no.
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Vuelvo a distinguir la Menor:
La Alianza de Dios con Israel no ha caducado en tanto que Alianza con la descendencia de Abraham: Concedo.
La Alianza de Dios con Israel no ha caducado en cuanto a que las instituciones religiosas de Israel puedan todavía hoy presentarse como de institución divina, en su condición actual que incluye la negación de la Mesianidad y Divinidad de Jesucristo: Niego.
La Alianza de Dios con Israel es ante todo Alianza con la descendencia de Abraham, la cual no consiste en la institución religiosa israelita ni en la mera afiliación a la misma, como muestra San Pablo en la Carta a los Romanos, donde defiende que Abraham y sus descendientes son justificados por la fe y no por la circuncisión; y esa Alianza es permanente, a diferencia de la religión judía, que es transitoria, hasta la llegada del Mesías, Jesucristo Nuestro Señor.
Carta a los Romanos, cap. 4, v. 9 al 17:
“Pero esta felicidad, ¿es únicamente para los que han sido circuncidados, o también para los que no lo han sido? Consideremos lo que ya dijimos: A Abraham le fue tenida en cuenta la fe para su justificación. ¿Cuándo le fue tenida en cuenta? ¿Antes o después de la circuncisión? Evidentemente antes y no después. Y él recibió el signo de la circuncisión, como sello de la justicia que alcanzó por medio de la fe, antes de ser circuncidado. Así llegó a ser padre de aquellos que, a pesar de no estar circuncidados, tienen la fe que les es tenida en cuenta para su justificación. Y es también padre de los que se circuncidan pero no se contentan con esto, sino que siguen el mismo camino de la fe que tuvo nuestro padre Abraham, antes de ser circuncidado. En efecto, la promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe. Porque si la herencia pertenece a los que están bajo la Ley, la fe no tiene objeto y la promesa carece de valor, ya que la Ley provoca la ira y donde no hay Ley tampoco hay transgresión. Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe. Porque él es nuestro padre común, como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchas naciones. Abraham es nuestro padre a los ojos de aquel en quien creyó: el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen.”
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En estos pasajes de San Pablo se ve que, obviamente, su preocupación no es la religión judía, sino los israelitas, descendientes de Abraham:
Carta a los Romanos, cap. 9, versículos 1 al 3:
“Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo. Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón. Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza.”
Carta a los Romanos, cap. 10, versículos 1 al 4:
“Hermanos, mi mayor deseo y lo que pido en mi oración a Dios es que ellos se salven. Yo atestiguo en favor de ellos que tienen celo por Dios, pero un celo mal entendido. Porque desconociendo la justicia de Dios y tratando de afirmar la suya propia, rehusaron someterse a la justicia de Dios, ya que el término de la Ley es Cristo, para justificación de todo el que cree.”
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Objeción:
“San Pablo dice en la Carta a los Romanos que la verdadera descendencia de Abraham no es según la carne, sino según la Promesa. Además, si la Alianza de Dios con Israel se basa en la descendencia, entonces no se basa en la fe.”
Dice en efecto San Pablo:
Carta a los Romanos, cap. 9, versículos 6 al 9:
“No es cierto que la palabra de Dios haya caído en el vacío. Porque no todos los que descienden de Israel son realmente israelitas. Como tampoco todos los descendientes de Abraham son hijos suyos, sino que como dice la Escritura: De Isaac nacerá tu descendencia. Esto quiere decir que los hijos de Dios no son los que han nacido de la carne, y que la verdadera descendencia son los hijos de la promesa. Porque así dice la promesa: Para esta misma fecha volveré, y entonces Sara tendrá un hijo.”
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Respuesta:
Distingo: Para San Pablo, la descendencia de Abraham no es solamente según la carne: Concedo. No es a la vez según la carne y la Promesa, es decir, según la fe en Cristo, por venir o ya venido al mundo: Subdistingo: En lo que tiene que ver con los cristianos que proceden del paganismo: Concedo. En lo que tiene que ver con los cristianos que proceden del judaísmo: Subdistingo: En los prosélitos: Concedo. En los que no son prosélitos: Niego.
Para San Pablo la descendencia de Abraham son todos los creyentes en Cristo, sea como Mesías futuro, antes de la primera venida de Cristo, sea como Mesías ya venido al mundo, después de la misma.
Dentro de ese conjunto, cuando se refiere al pueblo judío como “descendencia de Abraham”, se refiere a todos los creyentes en Cristo que proceden de la circuncisión, sea que desciendan genealógicamente de Abraham o no.
Es con este pueblo de Israel que Dios tiene una Alianza de la cual no se arrepiente y que no ha sido revocada.
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Por eso dice:
Carta a los Romanos, cap. 9, versículos 22 al 24:
“¿Qué podemos reprochar a Dios, si queriendo manifestar su ira y dar a conocer su poder, soportó con gran paciencia a quienes atrajeron su ira y merecieron la perdición? Y si él quiso manifestar la riqueza de su gloria en los que recibieron su misericordia, en los que él predestinó para la gloria, en nosotros, que fuimos llamados por él, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los paganos, ¿qué podemos reprocharle?”
Donde se ve que para San Pablo, en ese pasaje, los “hijos de la promesa” son aquellos judíos que han creído en Jesucristo.
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Eso se ve más claro aún en los versículos siguientes:
Carta a los Romanos, cap. 11, versículos 1 al 10:
“Entonces me pregunto: ¿Dios habrá rechazado a su Pueblo? ¡Nada de eso! Yo mismo soy israelita, descendiente de Abraham y miembro de la tribu de Benjamín. Dios no ha rechazado a su Pueblo, al que eligió de antemano. ¿Ustedes no saben acaso lo que dice la Escritura en la historia de Elías? Él se quejó de Israel delante de Dios, diciendo: Señor, han matado a tus profetas, destruyeron tus altares; he quedado yo solo y tratan de quitarme la vida. ¿Y qué le respondió el oráculo divino?: Me he reservado siete mil hombres que no doblaron su rodilla ante Baal. Así, en el tiempo presente, hay también un resto elegido gratuitamente. Y si es por gracia, no es por las obras; de lo contrario, la gracia no sería gracia. ¿Qué conclusión sacaremos de esto? Que Israel no alcanzó lo que buscaba, sino que lo consiguieron los elegidos; en cuanto a los demás, se endurecieron, según la palabra de la Escritura: Dios los insensibilizó, para que sus ojos no vean y sus oídos no escuchen hasta el día de hoy. Y David añade: Que su mesa se convierta en una trampa y en un lazo, en ocasión de caída y en justo castigo. Que se nublen sus ojos para que no puedan ver, y doblégales la espalda para siempre.”
San Pablo se pone como ejemplo de miembro del “resto de Israel”, “elegido” por la gracia de Dios, precisamente porque él ha creído en Jesucristo, y lo mismo dice, por tanto, de todos los otros “elegidos”.
Cuando dice aquí, entonces, que “Dios no ha rechazado a su pueblo”, se está refiriendo a los judíos que creen en Cristo, y no puede usarse entonces esa frase para decir que el culto actual de los judíos que no creen en Cristo conserva validez y capacidad salvífica.
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Y luego, mirando al futuro, y pensando precisamente en los judíos que aún no creen en Cristo, dice:
Carta a los Romanos, cap. 11, versículos 11 al 15:
“Yo me pregunto entonces: ¿El tropiezo de Israel significará su caída definitiva? De ninguna manera. Por el contrario, a raíz de su caída, la salvación llegó a los paganos, a fin de provocar los celos de Israel. Ahora bien, si su caída enriqueció al mundo y su disminución a los paganos, ¿qué no conseguirá su conversión total? A ustedes, que son de origen pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio provocando los celos de mis hermanos de raza, con la esperanza de salvar a algunos de ellos. Porque si la exclusión de Israel trajo consigo la reconciliación del mundo, su reintegración, ¿no será un retorno a la vida?”
Carta a los Romanos, cap. 11, versículos 25 al 32:
“Hermanos, no quiero que ignoren este misterio, a fin de que no presuman de ustedes mismos: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos. Y entonces todo Israel será salvado, según lo que dice la Escritura: De Sión vendrá el Libertador. Él apartará la impiedad de Jacob. Y esta será mi alianza con ellos, cuando los purifique de sus pecados. Ahora bien, en lo que se refiere a la Buena Noticia, ellos son enemigos [de Dios], a causa de ustedes; pero desde el punto de vista de la elección divina, son amados en atención a sus padres. Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables. En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia. De la misma manera, ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se niegan a obedecer a Dios. Pero esto es para que ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos.”
El pasaje entre paréntesis rectos aparece en algunas traducciones y no en otras. El griego dice solamente “enemigos”, pero aún refiriéndolo a una enemistad respecto de los cristianos, el Nuevo Pueblo de Dios, por eso mismo es también una enemistad con Dios.
En definitiva, para San Pablo los circuncidados son “descendencia de Abraham” cuando además tienen o tendrán en virtud de la Providencia divina la fe en Jesucristo.
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La imagen del olivo.
Carta a los Romanos, cap. 11, versículos 17 al 24:
“Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado. Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?”
El Documento de la Comisión para las relaciones religiosas con el Judaísmo silencia un aspecto importante de este pasaje célebre de San Pablo: los judíos que no han creído en Cristo han sido “desgajados”, “cortados”, de ese “olivo”.
Lo que dice este pasaje es que el Pueblo de la Alianza divina, el “tronco” del que se habla en este pasaje, tiene dos etapas históricas, la del Pueblo de Dios del Antiguo Testamento, que ha durado hasta la venida de Cristo, y después de Cristo, la etapa de dos realidades nuevas: por un lado, la Iglesia, Pueblo de Dios del Nuevo Testamento, nacida de la parte del Pueblo de Dios del Antiguo Testamento que se ha convertido al cristianismo, y de los gentiles que también han aceptado la fe cristiana, y por otro lado, los judíos que no han creído en Cristo, que no son Pueblo de Dios mirando a su estado actual de “desgajados” del tronco del Pueblo de la Alianza, pero que lo son en la forma de la promesa y esperanza de su futura conversión a Cristo y a su Iglesia.
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Niego la Conclusión:
La Alianza de Dios con Israel que permanece y no ha sido revocada es la Alianza que Dios ha hecho, no con la institución religiosa judía, sino con la descendencia de Abraham, que tras la muerte y Resurrección de Jesucristo se contiene en la Nueva Alianza realizada en su Sangre, con el Pueblo de Dios de la Nueva Alianza, que es la Iglesia.
Por ello no es verdad que hoy día el judaísmo sea instituido por Dios y tenga capacidad salvífica.
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De todo esto, el Documento también quiere sacar la conclusión de que es falsa la “teología de la sustitución” según la cual la Iglesia habría sustituido a Israel en el plan de Dios.
Es decir, la tesis del Documento es aquí que “La Iglesia no sustituye a la religión judía.”
Frente a la cual, distingo:
La Iglesia no sustituye a la religión de Israel, como un desarrollo puramente inmanente, desde dentro exclusivamente de la religión judía: Concedo.
Como un desarrollo y culminación por un aporte externo que trasciende toda la capacidad de la religión de Israel como tal:
Subdistingo: No la sustituye en cuanto a ser descendencia de Abraham y herederos de la Promesa divina, al menos los judíos que creen o creerán en Cristo, en este último caso, herederos solamente en esperanza: Concedo. Tanto los cristianos como los judíos que no han creído en Cristo son en este sentido, herederos de la Promesa.
En cuanto a ser la institución religiosa válida desde el punto de vista salvífico:
Subdistingo: No la sustituye en el sentido de que antes de la venida de Cristo la religión de Israel no era una institución tal: Concedo.
Como muestra el texto de la Carta a los Hebreos, los ritos de la Antigua Alianza no conferían la gracia, como lo hacen los Sacramentos de la Nueva Ley.
Ahora bien, no se sustituye en una función determinada a algo que nunca cumplió esa función ni puede cumplirla.
No la sustituye en el sentido de que tras la venida de Cristo no es verdad que sólo la Iglesia sea la institución divina salvíficamente válida: Niego.
No la sustituye en el sentido de que tras la venida de Cristo la Iglesia es la única institución religiosa de origen divino en la Tierra: Niego.
En efecto, el pasaje de la religión del Antiguo Testamento a la del Nuevo supone un hecho absolutamente Trascendente que implica un total salto cualitativo y que de ningún modo es un desarrollo inmanente de la religión judía: la Encarnación del Verbo de Dios.
Por otra parte, como ya vimos, la religión del Antiguo Testamento no era de por sí mediadora válida de la salvación. Jesucristo, y por tanto, su Iglesia, es el único Mediador entre Dios y los hombres, al menos desde el pecado de Adán en adelante.
Y no se puede, obviamente, sustituir a algo en una función que ese algo no desempeña.
Ahora bien, si por “sustitución” entendemos, impropiamente, sólo el hecho de que a partir de Cristo la Iglesia es la única institución salvífica instituida por Dios, de modo que si hubiese habido antes de ello otra institución de ese tipo, ahora habría dejado de serlo, en ese sentido solamente, incluyendo esa cláusula meramente hipotética, se puede decir que la Iglesia sustituye a la religión de Israel o a cualquier otra religión anterior.
Y si por “sustitución” entendemos el hecho de que a partir de Cristo la única institución religiosa de origen divino es la Iglesia, entonces sí que la Iglesia ha sustituido a la religión judía.
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Objeción: ¿Entonces los justos del Antiguo Testamento no eran tales ni alcanzaron la salvación eterna?
Respuesta: Los justos del Antiguo Testamento se salvaron por Jesucristo, como todo ser humano que se salva en este mundo, y no por la religión judía.
Cuando Jesús dice “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí”, ese “nadie” hay que entenderlo en sentido absoluto, al menos, si pensamos en el Verbo Encarnado, respecto de toda la humanidad desde Adán inclusive.
Por eso San Pablo nos dice que Abraham fue justificado por su fe, no por las obras de la ley, por ejemplo, la circuncisión. Y esa fe suya era ya implícitamente al menos fe en Cristo, pues Cristo es el contenido verdadero de la Promesa divina ya desde el Protoevangelio anunciado a Adán y Eva.
Ver los textos de Santo Tomás citados arriba.
20 comentarios
Se opuso eficaz y sólidamente al primero, el actual Card. A. Vanhoye, también antiguo profesor del Instituto sito en la Piazza della Pilotta.
Ya refutaba esta condescendencia con los "hermanos mayores de nuestra fe" el gran intérprete paulino: S. Lyonnet y en la actualidad, J. N. Aletti.
Si ha habido, a través de la historia, malos tratos e injusticias de parte de los cristianos, respecto a los judíos, no se los corrige, acudiendo a deformaciones de la verdad revelada, sino apreciando todo lo que a ellos debe la humanidad, entera con la revelación (si bien provisoria), que comunicaron al mundo entero y no escondiéndoles los tesoros, que su mismo Dios les tiene reservados en su Único Hijo Jesucristo.
Suma teológica - Parte IIIa - Cuestión 42
Sobre la enseñanza de Cristo
Artículo 2: ¿Debió Cristo predicar a los judíos sin escandalizarlos?
...
Contra esto: está que en Is 8,14 se había profetizado que Cristo seria piedra de tropiezo y piedra de escándalo para las dos casas de Israel.
Respondo: La salvación del pueblo debe preferirse a la paz de cualquier hombre particular. Y, por este motivo, cuando algunos impiden con su maldad la salvación del pueblo, no ha de temer su escándalo el predicador o el doctor, a fin de proveer a la salvación del pueblo. Pero los escribas, los fariseos y los príncipes de los judíos impedían mucho, con su malicia, la salvación del pueblo, ya porque se oponían a la doctrina de Cristo, por la que solamente podía conseguirse la salvación, ya porque con sus costumbres depravadas corrompían también la vida del pueblo. Y por eso el Señor, a pesar de su escándalo, enseñaba públicamente la verdad, que ellos aborrecían, y reprendía sus vicios. Y por eso, en Mt 15,12.14 se lee que, cuando los discípulos dijeron al Señor: ¿Sabes que los judíos, al oír tus palabras, se han escandalizado?, les contestó: Dejadlos. Son ciegos y guías de ciegos. Si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en la fosa.
A las objeciones:
1. El hombre debe comportarse de modo que no escandalice a nadie, para que a ninguno dé ocasión de ruina con sus hechos o con sus dichos menos rectos. No obstante, si de la verdad se origina el escándalo, es preferible mantener el escándalo antes que abandonar la verdad, como escribe Gregorio.
Entiendo que ambas surgen de este párrafo:
“La Alianza de Dios con Israel no ha caducado. Pero eso quiere decir que la religión judía sigue siendo, en su forma actual, de institución divina y capaz de dar la salvación a algunos. Por tanto, es falsa la “teología de la sustitución” según la cual la Iglesia habría sustituido a Israel en el plan de Dios.”
Entiendo también que "la mayor" es la primera oración de ese párrafo. Pero no tengo claro cuál es "la menor".
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Esta observación de Juan me ha llevado a reformular el argumento que analizo en el "post" y a reestructurar un poco el "post" mismo, sin cambiar, obviamente, las afirmaciones que hago en él.
Gracias y saludos cordiales.
El objetivo de este tema es claro:
- Identificar ¿Cómo nos hacemos Tzadik?
La conclusión es obvia.
- Por la Emuná en haMashiaj quién nos brinda la salvación por Jesed en su Kadosh Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Quizás al leer las líneas anteriores no has comprendido al menos unas cuántas palabras.
Estimado Néstor, sólo una pequeña observación. Muchos términos, como justificación, Ley, son "cambios" que derivan de una traducción de traducción. (Del hebreo, al griego, y luego al español).
Cuando aprendí hebreo y griego, al leer en el idioma original los texto de la Sagradas Escrituras, me llevé grandes sorpresas.
Ejemplo 1: El término Torá significa enseñanza y no Ley. Para referirse al conjunto de los 613 Mitzvot (preceptos) los judíos emplean la palabra Halajá.
Ejemplo 2: En el Tehilim 1, 2
Se traduce: Mas se complace en la ley de Yahveh, su ley susurra día y noche!
El original dice:
Ki im beTorat YHWH jeftso uvTorató yegue yomam baLayla.
Aquí se ve que donde dice "Torá" se traduce por "Ley" y ahí se pierde mucho el significado. Aquí Tehilim significa salmos y Torá no se traduce por Pentateuco.
Ejemplo 3: Elohim no entregó literalmente diez mandamientos en el Sinaí. Sino que entregó 10 Devarim. (Palabras).
Ejemplo 4:
En Bereshit (Génesis) dice:
Hagamos a Adam a nuestra imagen y semejanza.
Adam en algunos casos se traduce por hombre y en otros por Adán.
En génesis se emplea el término tierra cuando en hebreo existe Adamá (tierra cultivable) y Eretz (tierra en general), lo cual quita mucho significado.
Sugerencia:
Sería mejor realizar artículos con al menos las palabras clave en el original. El concepto que cada religión tenga de sí influye en la percepción de la otra.
En el judaísmo no se hace tanto enfásis en el cielo sino en la Eretz Israel. En otras. por ejemplo, en el budismo, el término hijo de Dios no tiene sentido, porque para ellos Dios no existe como persona sino como fuerza. En el islam no existe Magisterio.
La trilogía del Judaísmo es Torá, Eretz Israel, y descendientes de Abraham. En el cristianismo el énfasis está en el Mesías, el cielo y los creyentes. El diálogo no será fructífero si no se anuncia a los Yehudim que el Mesías vino para la salvación del Nefesh (alma) de cada uno.
Hay que tomar los conceptos de ellos para hacer un buen análisis, correcto, que los lleve a la Verdad y les haga suscitar en ellos el deseo de bautizarse BeShem Abba, BeHaBen, BeRuaj haKodeh, Elohim ejad.
Shalom lej Néstor.
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En realidad, el "post" es acerca de la fe católica, y de cómo el Documento que comentamos se aparta de ella, y de cómo los argumentos que da para justificar su apartamiento de la fe católica (que no lo nombra así, obviamente) no concluyen.
Gracias y saludos cordiales.
Tomemos la sinagoga de Antioquía de Pisidia, en la que S. Pablo anunció a Cristo un día sábado (Hechos 13,14-43). Llamemos S0 el sábado anterior al del anuncio, S1 el sábado del anuncio, y S2 el sábado siguiente, en el cual se produce el rechazo de los judíos al anuncio de Pablo (Hechos 13,44-48).
Los judíos de esa sinagoga:
- hasta S0 inclusive habían practicado la religión israelita, sin saber de Jesucristo. Esto es evidente y fuera de discusión.
- desde S2 en adelante, aún cuando exteriormente practican exactamente lo mismo que habían practicado hasta S0 (observancia del sábado, circuncisión, lecturas bíblicas, viaje a Jerusalén para la Pascua, etc.), dado que en S2 han adoptado una actitud de rechazo explícito de Jesucristo, su religión es esencialmente distinta de la practicada hasta S0.
Este último párrafo, ¿refleja un entendimiento correcto de tu afirmación que cité en el primer párrafo de este comentario?
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Efectivamente. Sobre la base de que lo esencial de la religión de Israel en el A. T. es ser preparación para Jesucristo, es claro que desde que incluye el rechazo de Jesucristo, la institución religiosa como tal ya no es preparación para Jesucristo, al menos en el sentido en que lo era antes, y entonces, ha cambiado esencialmente.
Siempre sobre ese supuesto, a partir del rechazo de Jesucristo la religión judía sigue basada en la espera del Mesías, pero de un Mesías que no es Jesucristo, lo cual la diferencia esencialmente de la religión de Israel en el Antiguo Testamento, que esperaba a Jesucristo.
El rechazo de Jesucristo de que hablo consiste esencialmente en sostener que Él no es el Mesías anunciado por los profetas del Antiguo Testamento, y esa negación es esencial a la religión judía tal como existe hoy, pues la otra alternativa, una vez que la Iglesia anuncia a Jesús como el Mesías, habría sido la conversión al cristianismo.
Se podría decir que hay otra alternativa, que sería decir "no sabemos si Jesús es o no es el Mesías". Pero no es, obviamente, la que el judaísmo ha adoptado de hecho.
Si, por otra parte, se sostiene que hoy día la espera del Mesías no es esencial al judaísmo, entonces con más razón se diferencia esencialmente de la religión del Antiguo Testamento.
Saludos cordiales.
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Gracias a tí y saludos cordiales.
No se ve cómo esto se compagina con lo que dice San Pablo en la Carta a los Romanos, cap. 10, vv. 12 – 15:
“Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!”
No se entiende además el porqué de esa diferencia entre rezar por la conversión, que sí se puede, y llamar a la conversión, que no se puede.
Además, dice que la conversión de los judíos por la cual "sí se puede" rezar es escatológica. ¿Mientras tanto los judíos se salvarán sin convertirse? ¿O no se salvarán?
El hecho es que esto muestra una "salida" diferente de la que dice el documento, que habla de un testimonio personal de la fe de los cristianos respecto de los judíos. Pero ahí mismo, San Pablo nos dice que no se puede predicar sin envío de parte de Dios y también, de la Iglesia. Y ahí entramos de nuevo en lo "institucional".
A no ser que distingamos entre "predicación" y "testimonio", pero ¿eso implica excluir el testimonio oral, por la palabra?
Se podría todavía querer distinguir entre "dar testimonio, incluso oralmente, de la propia fe" y "llamar a la conversión". Pero ¿ese testimonio incluye el testimonio de la fe en la universalidad de la misión redentora de Jesús y en la necesidad de la fe en Cristo para la salvación? Claro que sí, es parte integrante de esa fe. ¿Y cómo dar testimonio de eso sin llamar a esa fe al destinatario del testimonio? ¿Qué sentido tendría?
Por otra parte, si se excluye el testimonio oral, volvemos al comienzo ¿porqué se puede rezar por la conversión de los judíos (también de los que viven ahora, y no sólo de los que vivirán al fin de los tiempos) y no llamarlos a la conversión?
Pues obviamente los autores del documento no pueden partir de la hipótesis de que estamos en el fin de los tiempos.
Saludos cordiales.
“Bernardo de Claraval (De Cons. III/I,3) dice que para los Judíos "ha sido fijado en el tiempo un punto determinado que no puede anticiparse".”
Se refiere a este pasaje:
“De ninguna manera puedes descuidarte ante la peor clase de incrédulos. Me refiero a los herejes y cismáticos, que están engañados e inducen a otros al error. Son como perros que se tiran a desgarrar, como zorros astutos para ocultarse. Estos, te repito, deben preocuparte especialmente para corregirlos y salvarlos o para reprimirlos, no sea que lleven a otros a la perdición. Pero en cuanto a los judíos, quedas excusado: está ya determinado el día de su conversión y no es posible adelantarlo. Primero tienen que convertirse todos los gentiles.”
San Bernardo se refiere a este texto de San Pablo, en Romanos 11, 25 - 27:
“Hermanos, no quiero que ignoren este misterio, a fin de que no presuman de ustedes mismos: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos. Y entonces todo Israel será salvado, según lo que dice la Escritura: De Sión vendrá el Libertador. Él apartará la impiedad de Jacob. Y esta será mi alianza con ellos, cuando los purifique de sus pecados.”
Pero el mismo San Bernardo dice en esa misma obra, dirigida al Papa Eugenio III, que había sido discípulo suyo en el monasterio:
“Recuerda aquellas palabras: Estoy en deuda con sabios e ignorantes. Y si piensas que puedes aplicártelas justamente, recuerda también que el título molesto de deudor le corresponde más al siervo que al Señor. Escucha lo que en el Evangelio se le dice a un siervo: ¿Cuánto debes a mi señor? Luego si te reconoces no como señor, sino como deudor de sabios e ignorantes, considéralo atentamente y cuídate de que lleguen a ser sabios los que no lo son y vuelvan a serlo quienes lo fueron. Y no hay ignorancia más grave que la infidelidad. Por eso te debes también a los infieles, judíos, griegos y gentiles.”
En cuanto al texto de San Pablo, dice que “al final, todo Israel será salvo”. En todo caso, se refiere a la totalidad de los judíos, no a las conversiones individuales que puedan lograrse antes mediante la predicación, y que de hecho se han logrado a lo largo de los siglos.
¿Estas conversiones han sido ajenas o contrarias al plan de Dios, en el cual la conversión de los judíos a Cristo tendría solamente un carácter escatológico, propio del fin de los tiempos, y posterior a la conversión de todos los gentiles?
Además, con ese argumento el mismo San Pablo no debería haber hecho a los judíos los primeros destinatarios de su misión evangelizadora, como vemos que lo hizo por los Hechos de los Apóstoles y por sus Cartas.
Dice en Romanos 11, 13 – 15:
“A ustedes, que son de origen pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio provocando los celos de mis hermanos de raza, con la esperanza de salvar a algunos de ellos. Porque si la exclusión de Israel trajo consigo la reconciliación del mundo, su reintegración, ¿no será un retorno a la vida?”
Nótese que San Pablo habla de “salvar” a aquellos judíos cuyos “celos” logre provocar. No cree, por tanto, que puedan obtener la salvación al margen de Cristo. Es claro que San Pablo esperaba convertir a algunos de los judíos con los que hablaba en aquella época, y no parece que en su mente el fin de los tiempos estuviese tan próximo. Cfr 2 Tes. 2, 1-4:
“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.”
Saludos cordiales.
La interpretación cristológica del Nuevo Testamento es simplemente su interpretación cristiana. Una interpretación no cristológica del Nuevo Testamento sería no cristiana. Así que no se entiende lo que quiso decir el n. 18 de este documento.
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En efecto. "Interpretación cristológica del Nuevo Testamento" es en definitiva lo mismo que "interpretación neotestamentaria del Nuevo Testamento"...
Saludos cordiales.
"El argumento que preocupa a la Epístola a los Hebreos no es pues el contraste entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, tal como nosotros hoy lo entendemos, ni el contraste entre la Iglesia y el Judaísmo. Más bien el contraste atañe al sacerdocio celestial y eterno de Cristo, confrontado a un sacerdocio terrenal y transitorio. El tema fundamental de la Epístola a los Hebreos frente a la nueva situación es una interpretación Cristológica del Nuevo Testamento."
Haciendo un esfuerzo interpretativo, se podría pensar que el Nuevo Testamento no es el objeto de esa interpretación cristológica, sino el sujeto, por así decir.
Es decir, sería como decir "una interpretación cristológica de Juan", no porque Juan sea el interpretado, sino porque es el intérprete.
Desde el Nuevo Testamento, la "nueva situación" a la que se refiere se vería, necesariamente, en referencia a Cristo.
Claro que eso no nos informaría mucho acerca de la Carta a los Hebreos, ni es argumento suficiente para decir que en ella no se declara abrogada la Antigua Alianza por lo que respecta a la institución religiosa.
Porque es de cajón que todo el Nuevo Testamento es una "interpretación cristológica de la nueva situación" en ese sentido.
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
Me aburre y dispersa tanto silogismo y sabiduría.
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No es bueno leer cosas que nos dispersan. Además, en el Evangelio no dice "pobres ignorantes", sino, según la traducción, "sencillos", "niños", "pequeños".
Saludos cordiales.
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Esto de renunciar a convertir no se circunscribe sólo a los judíos, sino que forma parte de una deriva muy peligrosa y muy grande que se está dando en altos niveles jerárquicos, y quizás desde hace mucho tiempo.
Ejemplo:
PERIODISTA: "Desde su condición de asesor del Papa, ¿cuáles son los desafíos que la Iglesia Católica debe enfrentar hoy en día?"
CARDENAL: "Para mí que el mensaje del Señor Jesús llegue a la mayoría y llegue de una manera sencilla, sin pretender convertir a las personas, pero sí compartir la riqueza que tenemos, que es nuestra fe."
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(de un recentísimo reportaje al Card. Maradiaga)
¿Habrá que decirle a cierta jerarquía que una Iglesia que no convierte es como la sal que no sala, por lo cual es destinada al pisoteo?
Hoy más que nunca debemos entrenarnos y pedir la gracia de poder discernir, porque nos toca escuchar ideas y propuestas no-católicas (a veces hasta anti-católicas) de boca de consagrados de todos los niveles jerárquicos.
1) negar que el judaísmo de hoy herede el judaísmo bíblico porque si existe hoy el judaísmo es que niega la mesianidad de Cristo: Esto no es verdad, porque dice el Conc. Vat. II en Gaudium et Spes que hoy en día Dios puede ofrecer la salvación a los que sin culpa desconocen a Cristo, luego puede haber judíos que sin culpa le desconozcan, es decir, no le conozcan en su identidad divina.
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Como digo en el "post", el tema no es la salvación de los judíos, sino el valor salvífico de la religión judía actual. Lo segundo no queda asegurado ni mucho menos porque se pueda afirmar lo primero.
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2) negar totalmente que el judaísmo bíblico sea totalmente salvífico: Pero si es así, ¿por qué dice el Génesis que a Abraham su fe le valió de justificación? Es una fe sin sacramentos y sin Cristo, y sin embargo le justifica... en previsión de Cristo, me dirán, sí, pero no es una fe formalmente cristiana... ¿Moisés y David se salvaron solo por seguir los dictados de su conciencia natural y no en razón a su rectitud de vida en el seno de la Antigua Alianza? ¿Pero de verdad este articulista se cree semejante falacia?
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Ver el texto de Santo Tomás que cito en el "post", y también el correspondiente texto de la Carta a los Hebreos igualmente citado. Todo se resume en esta palabra del Señor: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí."
Y también San Pablo, en 1 Cor. 10, 1-4:
"Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo."
Saludos cordiales.
"Capítulo XXIV
(...)
29. Así, pues, aunque la muerte ha reinado en el mundo desde Adán hasta Moisés, no habiendo podido vencerla ni aun la ley dada por medio de Moisés, pues no se dio una ley que pudiera vivificar, sino una ley que debiera mostrar que los muertos, a los cuales es necesaria la gracia para ser vivificados, no sólo estaban avasallados por la propagación y despotismo del pecado, sino también convencidos de prevaricación añadida por la transgresión de la ley misma, sin embargo, esa ley fue dada no para que pereciera cualquiera que en aquella época comprendiese este plan de la misericordia de Dios, sino para que el destinado al suplicio a causa del reinado de la muerte, puesto al descubierto ante sí mismo por la prevaricación de la ley, buscara la ayuda de Dios, a fin de que donde abundó el pecado sobreabundara la gracia, que es la única que liberta de este cuerpo de muerte.
Capitulo XXV
Por tanto, aunque la ley dada por Moisés no pudo arrancar a ningún hombre del dominio de la muerte, había, no obstante, también hombres de Dios en el tiempo de la ley, no bajo la ley que aterraba, que acusaba y castigaba, sino bajo la gracia que atrae, que sana y liberta. Y había quienes decían: En maldad fui concebido y en pecados me nutrió en su seno mi madre; y también: No hallan paz mis huesos a la vista de mis pecados; y en otro lugar: Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón nuevo y renueva el espíritu recto en mis entrañas; robustéceme con un espíritu generoso; no apartes de mí tu santo Espíritu. También había quienes podían decir: Creí, por eso he hablado. Pues también ellos eran purificados por la misma fe que lo somos nosotros. Por lo cual dice el Apóstol: Mas teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escritor "Creí, por eso he hablado"; nosotros también creemos, y por eso hablamos. Y según esta misma fe se decía: Y he aquí que una virgen concebirá en su seno y dará a luz un hijo, y le llamarán por nombre Emmanuel, que quiere decir: "Dios con nosotros". Según la misma fe se decía de Cristo: Y él, como el esposo que sale de su tálamo, saltó gozoso cual gigante a recorrer el camino; desde lo más alto del cielo su salida, y su giro hasta lo más elevado del cielo, y no hay quien se substraiga a su calor. Según la misma fe se decía a Cristo: Tu trono, ¡oh Dios!, por los siglos de los siglos; el cetro de la equidad es el cetro de tu poder; has amado la justicia y has odiado la iniquidad, por lo cual te ha ungido Dios, tu Dios, con el óleo de la exaltación más que a tus compañeros.
Por el mismo espíritu de fe eran vistas por ellos estas cosas futuras, con el que ya realizadas son creídas por nosotros. Pues quienes han podido profetizarnos todo esto con sincero amor no dejaron de ser ellos mismos participantes. Y ¿de dónde proviene que diga el apóstol San Pedro: Por qué tentáis a Dios tratando de imponer sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar; pues por la gracia de Jesús, Señor nuestro, creemos ser salvos del mismo modo que ellos, sino porque también ellos por la gracia de Jesucristo han sido hechos salvos, y no por la ley de Moisés, por la cual no se efectuó la curación, sino sólo el conocimiento del pecado? Mas ahora sin la ley se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas. Si, pues, ahora ha sido manifestada, ya entonces también existía, pero oculta. Su ocultación estaba significada por el velo del templo, el cual, para significar la revelación de esta justicia, fue rasgado a la muerte de Cristo.
Así, pues, esta gracia del único mediador de Dios y de los hombres, del hombre Cristo Jesús, ya entonces existía en el pueblo de Dios; pero estaba oculta como en el vellón la lluvia, que, no por deuda, sino por propia voluntad, tiene Dios preparada para su heredad; mas ahora, habiendo sido exprimido, por decirlo así, aquel vellón, esto es, reprobado el pueblo judío, aparece al descubierto entre todas las gentes como en una era.
Capítulo XXVI
30. Así, pues, no dividamos los tiempos, como Pelagio y sus discípulos cuando dicen que "al principio, los hombres justos vivieron conforme a la naturaleza; después, bajo la ley; por último, bajo la gracia". Según la naturaleza ha vivido el hombre en todo el largo período en el que la ley aun no había sido dada. "Pues entonces —dicen—, teniendo por guía a la razón, conocían al Creador y llevaban esculpido en los corazones de qué modo habían de vivir no por una ley escrita, sino natural. Mas corrompidas las costumbres —continúan—, cuando comenzó a ser insuficiente la naturaleza, ya degenerada, le fue concedida la ley, por la cual, como la luna, así la naturaleza, deslucida por la herrumbre de los hábitos viciosos, fuese devuelta a su primitivo fulgor. Mas después que prevaleció —según razonan— una tan grande costumbre de pecar que para curarla de poco valía la ley, vino Cristo y, como a desesperadísima enfermedad, el médico la socorrió no por sus discípulos, sino por sí mismo".
31. Con estas disputas intentan excluir a los antiguos justos de la gracia del mediador, como si el hombre Cristo Jesús no fuera el mediador de Dios y de aquellos hombres; porque no habiendo tomado aún entonces carne en las entrañas de la Virgen, no existía aún como hombre cuando vivieron aquellos justos. Pues si esto fuera así, de ningún modo podría decir el Apóstol: Por un hombre vino la muerte, y por un hombre, la resurrección de los muertos; pues, así como todos mueren en Adán, así también todos serán vivificados en Cristo. Y si aquellos antiguos justos, según la vana charlatanería de éstos, bastándoles las fuerzas de la naturaleza, no tuvieron necesidad del hombre Cristo como mediador para ser reconciliados con Dios por medio de él, no serán tampoco vivificados en aquel a cuyo cuerpo y miembros no pertenecen, en conformidad con el fin que se propuso al hacerse hombre por los hombres.
Mas si como habla la Verdad por sus apóstoles: Del mismo modo que todos mueren en Adán, así también todos serán vivificados en Cristo, porque por aquel hombre vino la muerte y por éste la resurrección de los muertos, ¿qué cristiano se atreverá a dudar que también aquellos justos, que en los primitivos tiempos del género humano agradaron a Dios, resucitarán a la vida eterna, no a la muerte eterna, porque serán vivificados en Cristo; y que son vivificados en Cristo porque pertenecen al cuerpo de Cristo; y que pertenecen al cuerpo de Cristo porque también ellos tienen a Cristo por cabeza; y también ellos tienen a Cristo por cabeza porque uno solo es el mediador de Dios y de los hombres, el hombre Cristo Jesús?
Y no lo tendrían por mediador si mediante su gracia no hubieran creído en su resurrección. Y ¿cómo habría podido suceder esto si hubieran ignorado que él había de venir en carne humana y no hubieran vivido recta y piadosamente por esta fe? Pues si a ellos no les aprovechó la encarnación de Cristo por no haberse aún realizado, tampoco nos aprovechará a nosotros el juicio de Cristo sobre los vivos y los muertos porque aun no se ha realizado tampoco. Y si nosotros, por la fe en este juicio aún no realizado, sino todavía futuro, estaremos presentes a la derecha de Cristo, sin duda aquéllos son miembros de Cristo por la fe en su encarnación, entonces aún no realizada, sino todavía futura."
¿Qué valor salvífico puede tener entonces hoy día una religión que no lo tuvo en el momento en que era la única institución religiosa divinamente fundada en este mundo?
Saludos cordiales.
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Pues no, la Nueva Alianza es el cumplimiento de lo que la Antigua Alianza tenía de Promesa, pero no es un desarrollo de la Antigua Alianza. Es una Novedad que Dios introduce en la historia, que a la vez que cumple y lleva a su perfección lo anterior, lo supera infinitamente.
Si Santo Tomás enseña que los Patriarcas tenían sustancialmente la misma fe que nosotros, es porque sostiene que creían implícitamente en Jesucristo, o sea, que ya estaban de algún modo en la Nueva y definitiva Alianza.
Más que decir que la Nueva Alianza es un desarrollo de la Antigua, entonces, hay que decir que la Antigua Alianza era ya la Nueva en germen.
En toda identidad, hay que ver todavía quién es idéntico a quién.
Por eso Chesterton dijo que había leído una vez un libro que sostenía que el cristianismo y el budismo eran prácticamente lo mismo, especialmente el budismo.
Saludos cordiales.
Ahora me pregunto si la Iglesia sigue siendo la Iglesia. Porque entre esto y la exhortación de abril solo veo una densa tiniebla. Santa Maria socorrenos
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La Iglesia sigue siendo la misma y lo seguirá siendo hasta la segunda venida de Cristo. Lo que pasa es que en trayecto muchos se irán yendo de la Iglesia. Oremos para no estar entre ellos.
Recordar que ese documento no es parte del Magisterio eclesiástico según dice al comienzo del mismo documento.
Saludos cordiales.
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Cuando se escriba la historia de la Iglesia en nuestra época...!!
Saludos cordiales.
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