28 de Enero
En homenaje a Santo Tomás de Aquino en su día presentamos una selección de párrafos de la Carta “Lumen Ecclesiae” de Pablo VI, de 1974.
Exhortamos, claro está, a la lectura de la Carta completa:
“No cabe duda que Santo Tomás poseyó en grado eximio audacia para la búsqueda de la verdad, libertad de espíritu para afrontar problemas nuevos y la honradez intelectual propia de quien, no tolerando que el cristianismo se contamine con la filosofía pagana, sin embargo no rechaza apriorísticamente esta filosofía. Por eso ha pasado a la historia del pensamiento cristiano como precursor del nuevo rumbo de la filosofía y de la cultura universal. El punto capital y como el meollo de la solución que él dio, con su genialidad casi profética, a la nueva confrontación entre la razón y la fe, consiste en conciliar la secularidad del mundo con las exigencias radicales del Evangelio, sustrayéndose así a la tendencia innatural de despreciar el mundo y sus valores, pero sin eludir las exigencias supremas e inflexibles del orden sobrenatural.”
(…)
“Además, nuestros predecesores y nosotros mismos, hemos afirmado repetidas veces la autoridad de Santo Tomás. No se trata —quede bien claro— de un conservadurismo a ultranza, cerrado al sentido de evolución histórica y medroso ante el progreso, sino de una opción fundada en razones objetivas e intrínsecas a la doctrina filosófica y teológica del Aquinate, que nos permiten ver en él a un hombre, deparado, por superior designio, a la Iglesia, el cual, con la originalidad de su trabajo creador, imprimió una trayectoria nueva a la historia del pensamiento cristiano y principalmente de las relaciones entre la inteligencia y la fe.”
(…)
“Para resumir aquí brevemente las razones a que hemos aludido, recordaremos ante todo el realismo gnoseológico y ontológico, que es la característica primera y principal de la filosofía de Santo Tomás. Podemos definirlo también como realismo crítico, pues estando vinculado a la percepción sensible y por tanto a la objetividad de las cosas, proporciona el sentido verdadero y positivo del ser. Este realismo posibilita una elaboración mental ulterior que, aun universalizando los datos del conocimiento sensible, no se aleja de ellos dejándose arrebatar por el torbellino dialéctico del pensamiento subjetivo, para terminar casi fatalmente en un agnosticismo más o menos radical. Primo in intellectu cadit ens, dice el Angélico en un pasaje famoso. En este principio fundamental estriba la gnoseología de Santo Tomás, cuya mayor novedad consiste en la equilibrada valoración de la experiencia sensible y de los datos auténticos de la conciencia en el proceso cognoscitivo, que, sometido a reflexión crítica, es el punto de arranque de una sana ontología y en consecuencia de todo el edificio teológico. Por eso se ha podido definir el pensamiento de Santo Tomás como la filosofía del ser, considerado tanto en su valor universal, como en sus condiciones existenciales; igualmente es sabido que a partir de esta filosofía, el Aquinate se remonta a la teología del Ser divino, cual subsiste en sí mismo y cual se revela en su Palabra y en los eventos de la economía de la salvación, especialmente en el misterio de la Encarnación.”
Nuestro predecesor Pío XI alabó este realismo ontológico y gnoseológico, en un discurso pronunciado a los jóvenes universitarios, con estas significativas palabras: “En el Tomismo se encuentra, por así decir, una especie de Evangelio natural, un cimiento incomparablemente firme para todas las construcciones científicas, porque el Tomismo se caracteriza ante todo por su objetividad; las suyas no son construcciones o elevaciones del espíritu puramente abstractas, sino construcciones que siguen el impulso real de las cosas… Nunca decaerá el valor de la doctrina tomista, pues para ello tendría que decaer el valor de las cosas”.”
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“En esta línea y por estas razones, Santo Tomás, así como exaltó la razón, del mismo modo prestó también un servicio eficacísimo a la fe, como proclamó nuestro predecesor León XIII en un texto memorable, según el cual el Doctor Angélico “distinguiendo netamente, como debe ser, la razón y la fe, y conciliándolas armónicamente, salvaguardó los derechos y tuteló la dignidad de ambas, de suerte que la razón, remontándose en alas de su genio a las más altas posibilidades humanas, ya apenas puede elevarse más; y la fe no puede casi esperar de la razón ayudas más numerosas y valiosas que las conseguidas gracias a Santo Tomás”.”
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“En efecto, mientras Aristóteles y otros filósofos —con las debidas rectificaciones y adaptaciones— podían y pueden aceptarse en virtud del valor universal de sus principios, su respeto a la realidad objetiva y su reconocimiento de un Dios distinto del mundo, no puede decirse lo mismo de las filosofías o teorías científicas, cuyos principios fundamentales sean incompatibles con la fe religiosa, ya por apoyarse en el monismo, ya por negar la trascendencia, ya por su subjetivismo o su agnosticismo.
Desgraciadamente hay muchas doctrinas y sistemas modernos radicalmente irreconciliables con la fe y la teología cristianas. Sin embargo, Santo Tomás enseña cómo, incluso en este caso, dichos sistemas pueden proporcionar, ya aportaciones particulares útiles para el perfeccionamiento y desarrollo constantes de la doctrina tradicional, ya al menos estímulos para reflexionar sobre puntos antes ignorados o insuficientemente explicados.”
(…)
“De esta manera la Iglesia ha querido reconocer en la doctrina de Santo Tomás la expresión particularmente elevada, completa y fiel de su Magisterio y del sensus fidei de todo el pueblo de Dios, como se habían manifestado en un hombre provisto de todas las dotes necesarias y en un momento histórico especialmente favorable.
La Iglesia, para decirlo brevemente, convalida con su autoridad la doctrina del Doctor Angélico y la utiliza como instrumento magnífico, extendiendo de esta manera los rayos de su Magisterio al Aquinate, tanto y más que a otros insignes Doctores suyos. Lo reconoció nuestro predecesor Pío XI, al escribir en la Encíclica Studiorum Ducem: “A todo el mundo cristiano interesa que esta conmemoración centenaria se celebre dignamente, porque honrando a Santo Tomás no sólo se manifiesta estima hacia él, sino que se reconoce también la autoridad de la Iglesia docente.”
Esto en la carta viene al comienzo, nos parece oportuno ponerlo al final de los textos seleccionados:
“Sabemos que hoy día no todos están de acuerdo con esto. Pero no se nos oculta que muchas veces el recelo o aversión que se siente hacia Santo Tomás deriva de un contacto superficial y saltuario con su doctrina, más aún, del hecho de que no se leen ni se estudian sus obras. Por eso, también nosotros, como hizo Pío XI, recomendamos a todos los que deseen formarse un criterio maduro acerca de la postura que hay que adoptar en esta materia: ¡Id a Tomás!. Buscad y leed las obras de Santo Tomás —repetimos con gusto— no sólo para encontrar alimento espiritual seguro en aquellos opulentos tesoros, sino también y ante todo, para daros cuenta personalmente de la incomparable profundidad, riqueza e importancia de la doctrina que contienen.”
5 comentarios
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Justamente, la tesis de este "blog" es que esa marginación de Santo Tomás es un componente esencial de la actual crisis del catolicismo.
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Ciertamente la palabra "mundo" es polisémica, tiene varias acepciones.
Sin embargo la Iglesia enseñó desde siempre a "despreciar el mundo, el demonio y la carne". Y aquí Paulo VI llama al desprecio del mundo "innatural".
Esta aparente contradicción, ¿no hubiese ameritado una mínima aclaración, más tratándose, como se trata, de un texto magisterial?
Más que nada teniendo en cuenta la fuerza y la extensión que tuvieron (y tienen) dentro de la Iglesia, movimientos secularizadores que bien podrían tomar esta expresión en sentido equívoco.
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¿No sería innatural despreciar, considerándolos en sí mismos, el matrimonio, la familia, la procreación, el trabajo, la ciencia, el arte, la ley, el derecho, la comunidad política, etc.?
Por el contexto, parece claro que el Papa se refiere al mundo como creación de Dios, especialmente al mundo material, ése del cual Dios dijo que es "bueno"; y no al "mundo" en el sentido que tiene, por ejemplo, en el Evangelio de San Juan, y que se refiere más bien al conjunto que forman los pecadores, sus obras, sus criterios, etc.
Porque se trata de elogiar a Santo Tomás, y fue un gran aporte de Santo Tomás el subrayar el valor del ser creado y en particular del ser material, por ejemplo, hacer comenzar todo el conocimiento humano por la percepción sensible, afirmar la unidad sustancial del alma humana y la materia, y todo ello, como señala Chesterton en "El Buey Mudo", con la finalidad de (además de, obviamente, ser fiel a la verdad objetiva) subrayar la centralidad de la Encarnación de Dios en el cristianismo: la reivindicación de lo natural en Santo Tomás (y en la fe cristiana) se fundamenta en el más sobrenatural de los dogmas.
Ahí mismo dice Chesterton que Santo Tomás podría haberse llamado, siguiendo la costumbre de los religiosos de cambiar de nombre, "del Creador". Y es que él se dio cuenta de que la consistencia de la creatura y su dependencia respecto del Creador no se oponen sino que crecen juntas, o disminuyen juntas.
Cuanto más depende de Dios, más grande es la creatura, y viceversa. Podemos suponer que Miguel Ángel dominaba a su obra mucho más de lo que lo hace un artista mediocre. Y eso mismo le permitió, dicen, darle el martillazo al "Moisés", y decirle: "¡Habla!".
Y por eso dice Santo Tomás al comienzo de la Suma Contra Gentiles que no se glorifica a Dios disminuyendo la grandeza de sus obras.
Inversamente, el desprecio de lo creado como tal (no hablo aquí del "mundo" como ambiente de los que se oponen a Dios y a su verdad; tampoco de la necesidad de no absolutizar nada finito) lleva a "independizarlo" del Creador.
En efecto, todo bien viene de Dios y por tanto, nos hace dependientes de Él. El mundo material, las tareas temporales del hombre, pueden llegar a ser vistos como tan indignos y separados de Dios, que ya no pueden ni necesitan guiarse por su Ley.
Algo semejante pasa con ciertas formas de falsa humildad que son un disfraz hábil de la rebeldía: "soy tan imperfecto, que la ley de Dios no es para mí".
Y además, la "demonización" del mundo material tiene como consecuencia la "reclusión" de Dios en pequeños ámbitos selectos de su propia Creación, lo cual obviamente que no es una forma digna de concebir al Creador.
La Carta dedica bastante espacio que no transcribí, a comentar la forma en que Santo Tomás supera de raíz la falsa alternativa de naturalismo y sobrenaturalismo. Me parece que eso sirve para enmarcar más aún la frase papal citada.
Saludos cordiales.
Se ve también la perversa sutileza de demonizarlo todo o casi: es una manera de echar a Dios de su propia creación y también, deduzco, una forma de maniqueísmo: el Mal tendría a raya a Dios en ciertos ámbitos, constituyéndose en una suerte de poder alternativo.
Porque si bien es cierto que el Príncipe de este mundo lo domina, también es cierto que Dios lo domina a él. Y no le deja pasar un milímetro más allá de donde Él quiere.
Si la Revelación y el Magisterio no nos hubiesen dejado en claro que nos estamos enfrentando día y noche a una de las inteligencias más formidables creadas por Dios, uno podría llegar a asombrarse de la retorcida sutileza de esos falsos planteos que mencionas y que buscan subvertir la realidad natural y la realidad sobrenatural.
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Sin duda que Dios mueve inmediatamente a nuestra inteligencia y a nuestra voluntad, a modo de Causa Eficiente, pero de ahí no se sigue que los mueva a modo de objeto inmediatamente conocido o querido.
Eso iría contra la naturaleza de nuestra inteligencia, que obtiene todos sus conocimientos de la experiencia de los sentidos, mediante la acción del intelecto agente, que realiza el paso de lo inteligible sólo en potencia, dado en la experiencia, a lo inteligible en acto.
Es nuestra naturaleza de seres humanos la que hace que nuestra inteligencia dependa de nuestros sentidos, y esa naturaleza nuestra expresa la voluntad de Dios al crearnos.
Hay creaturas superiores a nosotros, que son los ángeles, cuya inteligencia no depende de la experiencia sensible, pues no tienen sentidos al no tener cuerpo.
Y sin embargo, tampoco los ángeles tienen a Dios como objeto inmediato natural de su conocimiento intelectual. Eso sólo es posible para las creaturas de modo sobrenatural, por la visión beatífica.
Nosotros no somos ángeles ni somos las más perfectas creaturas intelectuales posibles. Al contrario, Santo Tomás dice que la inteligencia humana es la más baja de las inteligencias, precisamente porque depende de los sentidos.
Pero lo que absolutamente hablando es una imperfección, relativamente a la naturaleza humana es una perfección, porque es parte constitutiva suya y sin ello no sería humana.
Saludos cordiales.
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Santo Tomás revolucionó la filosofía y teología católica. Cuando la filosofía cristiana se fundamentaba en Platón, el de Aquino lo hizo en Aristóteles, no sin rechazo porque nueve de sus tesis fueron señaladas para su condenación por el concilio de Basilea y si no se llegó a concretar fue porque el obispo Alberto Magno lo impidió defendiendo a su discípulo con uñas y dientes. Esto hay que recordarlo siempre para no rechazar apriorísticamente lo novedoso. Pero Tomás conjugó obediencia y autonomía intelectual, obediencia al magisterio. Su lenguaje fue afirmación o negación, sin ambiguedades. Nunca puso en tela de juicio o negó un dogma. Todo lo contrario ocurre en la teología actual, algunos pseudo-profetas que niegan abiertamente dogmas de fe, y otros no niegan ni afirman el dogma, el resultado es una teología ambigua, esto es lo que tanto daño nos hace actualmente, y se toma al "teólogo-profeta-perseguido" como "maestro de fe" suplantando la función del obispo, y se divulga su tesis ambigua y errónea en seminarios y parroquias. Lo que más indigna es que los comparen con las verdaderas estrellas perseguidas.
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De hecho, algunas tesis de Santo Tomás fueron condenadas en 1277 por el Obispo de París Estaban Tempier, en una condena que abarcaba un conjunto de tesis heterodoxas que se enseñaban en ese momento en la Facultad de Artes de la Universidad de París. Esta condena fue levantada en 1322, en lo que toca a Santo Tomás, cuando su canonización.
Es muy usado hoy día, también por muchos de los "pseudoprofetas" que mencionas, el argumento de "hay que hacer con X o con Y como Santo Tomás hizo con Aristóteles".
Por eso extracté ese pasaje de la Carta en el que el Papa muestra la diferencia entre Aristóteles, por un lado, y por otro lado, digamos, Descartes, Kant, Hegel, Marx o Heidegger.
Aristóteles, (es decir, su filosofía) fue "bautizado" por Santo Tomás porque era "bautizable", es decir, porque conservaba la cordura humana básica, natural y realista del sentido común, mientras que lo contrario ocurre con los autores mencionados y otros más.
Saludos cordiales.
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