La teoría fundamental: acto y potencia
Por su importancia central en la filosofía escolástica, y objetivamente, dentro de la filosofía en general, queremos explicar brevemente, a modo de esbozo incompleto, dados los límites de un “blog”, la teoría aristotélica del acto y la potencia.
El cambio puede ser sustancial o accidental. En el primer caso, la cosa deja de ser lo que es y pasa a ser otra cosa. Por ejemplo, el ratón, al ser comido por el gato, deja de ser ratón, y pasa a ser parte de la naturaleza gatuna. En el segundo caso, la cosa pierde una determinación accidental y adquiere otra, sin dejar de ser ella misma. Por ejemplo, un animal que crece y se desarrolla.
Cuando pensamos que en ambos casos, tanto el punto de partida del cambio, como su punto de llegada, como su sujeto, son, se plantea el problema de cómo distinguirlos entre sí, y si no se distinguen entre sí, cómo admitir entonces la realidad del cambio o devenir.
En efecto, el cambio, o es un pasaje del ser al ser, o es un pasaje del no ser al ser, o del ser al no ser. Todo ello parece imposible. Del ser al ser no puede haber “pasaje”, porque es todo lo mismo. Del no ser al ser tampoco, porque del no ser, no puede proceder el ser. Y el ser no puede convertirse en no ser, sin ir contra el principio de no contradicción.
La “solución” de Parménides fue que el cambio es aparente, irreal.
La “solución” de Heráclito fue que, dado que “todo cambia”, el ser y el no ser son lo mismo. Cae el principio de no contradicción, y por tanto, todo es posible (menos pensar, y ser).
Y curiosamente, cae también el cambio, porque si el ser y el no ser es lo mismo, tampoco se puede cambiar. Todo es lo mismo, todo está en todo, no hay hacia dónde dirigirse.
La “solución” de Demócrito, padre de todos los atomistas y mecanicistas, fue que tanto el ser como el no ser, son. El ser es lo lleno, los átomos, el no ser es el vacío, que separa a cada átomo de los demás. El cambio es real a nivel de los compuestos, que pierden unos átomos y/o incorporan otros, no es real a nivel de los átomos, que son inmutables, salvo que tienen movimiento local.
El cambio se reduce, en definitiva, a unión y separación locales, y el ser se reduce a cantidad.
Pero el no ser, no es. La “nada” no puede ser lo que separa un átomo de otro. Al no haber “nada” que los limite, cada uno de esos átomos es el Acto Puro, y por tanto, infinito y único necesariamente, con lo cual, o su pluralidad desaparece, o cae el principio de no contradicción. Volvemos a Parménides.
Y lo que se mueve, aunque sea sólo localmente, no es inmutable. Demócrito no explica el movimiento sino en forma aparente: en realidad, lo presupone sin explicarlo.
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El error común a todos estos autores fue pensar que el ser se dice de un solo modo, del modo que Aristóteles llamará “ser en acto”. Aristóteles los supera a todos por haberse dado cuenta de que “el ente se dice de muchos modos”, y de que además del ente en acto, está el ente en potencia.
El ente en acto es el ente plenamente realizado, por ejemplo, el árbol adulto; el ente en potencia es el ente no plenamente realizado, por ejemplo, el árbol adulto que existe solamente en potencia en la semilla. No es un árbol adulto, pero puede llegar a serlo, es la capacidad de llegar a ser un árbol adulto.
“Ser”, simplemente hablando, es ser en acto. “Ser en potencia”, simplemente hablando, es no ser. Un estudiante de arquitectura, arquitecto en potencia, no es, simplemente hablando, arquitecto.
“Ser en potencia” es “ser”, solamente bajo cierto aspecto, “secundum quid”, relativamente.
Pero tampoco es la potencia el no ser absoluto, la nada. La capacidad de ser arquitecto es algo real que está en el estudiante de arquitectura y que no está ni en el gato, ni el árbol, ni en la piedra.
Así como es “ente relativamente” o “secundum quid”, el ente en potencia es “no ente relativamente” o “secundum quid”, también.
En el cambio sustancial, tenemos que la sustancia está en acto como tal sustancia, y está compuesta de materia y forma. La materia es potencia respecto de la forma, que es su acto.
El cambio sustancial consiste en que la materia pierde la forma que la actualizaba al ser actualizada por otra forma diferente. Así, al alimentarse el gato con la carne del ratón, la materia que estaba actualizada por la forma del ratón pasa a estar actualizada por la forma del gato.
En el cambio accidental, la sustancia que está en acto como sustancia, está en potencia, de suyo, respecto de los accidentes que la cualifican accidentalmente, y de hecho, está en acto respecto de algunos de esos accidentes, y en potencia respecto de otros.
Así, el cachorro de león tiene en acto una piel manchada como la del leopardo, y está en potencia de tener una piel lisa, sin manchas, propia del león adulto. Al adquirir su piel sin manchas, pierde su piel manchada, pero sigue siendo el mismo león individual.
En todos los casos, entonces, el cambio o devenir es el pasaje del ente en potencia al ente en acto, la actualización de la potencialidad.
¿Hay pasaje del ser al ser? Depende de si por “ser” entendemos el ente en acto o el ente en potencia. El punto de partida del devenir es, por lo dicho, el ente en potencia, no el ente en acto. Así que si por “ser” entendemos el ente en acto, no hay pasaje del ser al ser; si por “ser” entendemos el ente en potencia, sí lo hay.
Esto no va contra la novedad que tiene que haber en todo cambio, porque el ente en acto siempre es más que el ente en potencia y distinto, en cuanto tal, de él.
¿Hay pasaje del no ser al ser? De nuevo, si por “no ser” entendemos el no ser absoluto, o sea, la nada, pura y simple, no: “de la nada, nada sale”. Si por “no ser” entendemos el ente en potencia, que es relativamente no ser en tanto no es el ente plenamente realizado, sí, porque hay pasaje del ente en potencia al ente en acto.
¿Hay pasaje del ser al no ser? Formalmente no, porque el cambio es el pasaje de potencia a acto, y el acto es el ente plenamente realizado. Accidentalmente sí, al menos cuando la actualización de una potencialidad significa la “des-actualización” de otra, como vimos.
El punto central de esta solución aristotélica es la distinción real entre el acto y la potencia. “Real” quiere decir aquí, que esa distinción se da en las cosas mismas, independientemente de la consideración de nuestra mente.
En efecto, lo contrario de la distinción real es la identidad real. Si el acto es realmente idéntico a la potencia, y la potencia al acto, o bien ambos son acto, y estamos de nuevo en las mismas dificultades de Parménides, Heráclito y Demócrito, o ambos son potencia, y entonces, nada existe aún, porque existir, es ser en acto.
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La multiplicidad de los entes se explica también por la teoría del acto y la potencia. ¿Qué es lo que distingue a un ente de otro? ¿El ser o el no ser? El ser es lo que todos tienen en común, el no ser, no es.
Para poder explicar la multiplicación de los entes, antes hay que explicar la limitación del ente en acto. Es imposible que el acto se limite a sí mismo. El ente en acto es el ente plenamente realizado, y por tanto, el acto de suyo implica solamente perfección, no imperfección, ni tampoco, por tanto, límite.
Lo que es principio de perfección no puede ser principio de imperfección, sin contradicción. Una cosa no puede ser menos blanca que otra gracias a lo que tiene de blanca, ni menos verdadera que otra gracias a lo que tiene de verdadera.
De modo que hay que explicar ante todo la finitud misma de los entes dados en la experiencia
El acto es limitado siempre por la potencia, que es el ente imperfectamente realizado, y por tanto, es lógicamente principio de imperfección, y por tanto, de limitación. Así, un color azul es color solamente de la parte cuya potencialidad de ser azul ha sido actualizada.
Y para ser multiplicado, el acto debe ser primero limitado. Porque el Infinito es necesariamente Único. Nos referimos aquí al infinito según toda la línea de la actualidad en general, o sea, al infinito en el ser.
Por tanto, el ente en potencia es también principio de multiplicación de los entes.
En efecto, si hay varias cosas azules, es porque el acto accidental que es la cualidad “azul” ha sido recibido en varios sujetos distintos que estaban en potencia para tal cualidad. Lo mismo sucede con el acto “conocimiento” al actualizar varias inteligencias distintas que están de suyo en potencia de conocer, con el resultado de que se producen otros tantos “conocimientos” individuales distintos, etc.
Así que lo que distingue a un ente de otro no es ni el ser en acto, ni la nada, sino el ser en potencia, en el que está recibida la actualidad de cada ente, y por eso mismo limitada, y distinguida así de toda otra.
Aristóteles sólo conoció el acto accidental, por ejemplo, el calor del agua, y el acto sustancial, es decir, la forma sustancial que determina la especie de cada cosa, lo que hace que un determinado ente sea un gato, y otro, un perro.
Por eso en la filosofía de Aristóteles se da siempre por supuesta la existencia de los seres materiales y el Primer Motor, Acto Puro, explica solamente los cambios, accidentales o sustanciales, que ocurren a esos entes materiales ya existentes.
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Santo Tomás de Aquino, guiado por la fe cristiana en la Creación ex – nihilo, y por la razón filosófica, profundizando la teoría del acto y la potencia, descubrió el acto que podríamos llamar “existencial”, es decir, el “esse” o “acto de ser” (“actus essendi”).
La actualidad fundamental de todas las cosas, antes de ser esto o aquello, es ser, simplemente, y el “acto de ser” es el acto fundamental, del cual dependen todos los otros: la actualidad de todos los actos y la perfección de todas las perfecciones. Porque sin ser, no se puede ser nada.
Y entonces, así como la materia está en potencia respecto de la forma sustancial, y la sustancia, respecto del accidente, es la esencia de las cosas, que en el caso de las cosas materiales es el compuesto de materia y forma, lo que está en potencia para el acto de ser.
Porque la potencia es, como vimos, lo que recibe y limita el acto, y lo que recibe y limita el acto de ser, en los entes, es la esencia.
En efecto, son las naturalezas de las cosas las que distinguen ante todo a unos entes de otros, por ejemplo, al hombre del caballo y del árbol o la piedra, y vimos que el principio de multiplicación y distinción entre los entes es el principio de limitación de los mismos.
De hecho, cada naturaleza o esencia limita al ente a ser eso que es y nada más que eso que es.
Pero el principio de limitación del ser es el mismo principio de recepción del ser, porque como vimos, el acto es limitado por la potencia, y por tanto, al ser recibido en ella.
Y como son potencias respecto del acto mismo de ser, esas naturalezas o esencias no existen, de ningún modo, antes de recibir el acto de ser. Esto quiere decir que el acto de ser no es comunicado a nada preexistente.
En efecto, el acto de ser es comunicado a la esencia, que es el receptor del acto de ser en tanto que potencia para el acto de ser, pero la esencia, como es lógico, no preexiste a la recepción del acto de ser.
Y por tanto, la comunicación del acto de ser a la esencia finita se identifica con la creación “ex – nihilo”, es decir, sin materia previa.
Toda esta síntesis aristotélico – tomista, como se ve, depende de la distinción real entre el acto y la potencia.
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¿Cuáles son entonces las alternativas en el caso de negar la teoría del acto y la potencia?
En realidad, no se la puede negar totalmente, porque “ser en acto” es “ser”, simplemente hablando, de modo que para negar el ser en acto habría que sostener el nihilismo, o sea, que nada existe, lo cual es poco frecuente.
Lo más común, en materia de negaciones, es que se niegue el ente en potencia como distinto del ente en acto, que es lo que hacían los Megáricos, contemporáneos de Aristóteles.
Sobre esa base, una de las alternativas es la filosofía de Parménides: sólo existe un Ente, absolutamente inmutable. El cambio, la multiplicidad, la finitud, son ilusiones. Es el monismo, que en términos religiosos es el panteísmo.
Otra es la filosofía de Heráclito: existe el cambio, pero es contradictorio. El ser sale del no ser puro y simple, el ser (nuevo) es distinto del ser (antiguo), el ser se convierte en no ser. La contradicción es el motor de lo real, como sostuvieron Hegel, discípulo moderno de Heráclito, y Marx, discípulo de Hegel.
Ésas son las filosofías “movilistas”, que afirman el cambio, sin cosas que cambien. Si sólo hay el ente en acto, nada puede cambiar, luego, si en esa hipótesis se afirma el cambio, hay que negar el ser. Es una consecuencia de negar el principio de no contradicción. El ser identificado al no ser se convierte en un simple momento del devenir. Por eso dicen que Aristóteles dijo que la filosofía de Heráclito es como un vuelo, sin pájaro que vuele.
Otra alternativa es el mecanicismo atomista, como vimos. Ya que no puede obtenerse la auténtica composición analógica del ente basada en la potencia y el acto, se busca la solución en la composición unívoca, fragmentando el ente en acto.
Y como el mecanicismo atomista es una variante del parmenidismo, la negación movilista del ser, en este caso, lleva de los átomos a la energía, y puede desembocar en el orientalismo, budista, hinduista o taoísta, como parece que fue el caso de Fritjof Kapra (“El tao de la física”).
En efecto, para una mentalidad parmenidiana mecanicista y atomista, cuando la física moderna pone en cuestión el concepto de “átomo” entendido como un pequeño “ser” de Parménides, acto puro e inmutable, pero (contradictoriamente) limitado, la única salida parece ser el movilismo heraclitiano, que tiene su análogo en el budismo y que hoy día se ofrece como sustantivización del proceso energético.
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Ahora bien, durante la Edad Media, la escuela franciscana, de la que Escoto y Ockham son la culminación en la Baja Edad Media, negó en la práctica la distinción entre acto y potencia e hizo así imposible la solución del problema filosófico fundamental.
Decimos que la negó en la práctica, porque expresamente lo que hizo no fue negarla, sino sostener que la potencia, de suyo, ya tenía cierta actualidad, independientemente del acto.
Con esto basta para eliminar la distinción entre acto y potencia en el sentido que tiene en Aristóteles, de expresar la división primaria y fundamental del ente. La potencia es ahora un cierto tipo de acto, y el acto lo abarca todo. Lógicamente hemos vuelto a Parménides, aunque no verbalmente.
Mientras que en Aristóteles la distinción entre acto y potencia es la explicación radical del cambio, la multiplidad y la finitud, en esta postura es algo que a su vez debe ser explicado: ¿cómo hay una pluralidad de actos, algunos de los cuales son suficientemente desarrollados como para ser llamados “acto", y otros no, de modo que los llamamos “potencia"?
¿O es que el ente en potencia es a su vez compuesto de acto y potencia, y entonces entraremos en un retroceso al infinito?
Esta tesis se discutió ante todo respecto de la materia primera y la forma sustancial: la materia, que es potencia respecto de la forma sustancial, que es su acto, ya tiene un cierto acto propio de suyo, de tal manera que, aunque fuese milagrosamente, Dios podría crear, si quisiese, la materia sin la forma.
Así presenta el R. P. Efrem Bettoni OFM el pensamiento de San Buenaventura sobre la “materia” (subrayado nuestro):
“La materia, enseña el Doctor Seráfico, puede ser considerada con dos mentalidades: o con la mentalidad del físico, o con la mentalidad del metafísico (…) El metafísico lleva su consideración más a fondo: insiste sobre el concepto de materia, como carencia de toda forma; pura potencia sin sombra de acto, fuera de aquel acto que la hace ser materia.” (BETTONI, Efrem, S. Bonaventura, Ed. “La Scuola”, Brescia, 1945, pp. 93 – 94).
Y hablando, en otra obra, de Escoto, afirma:
“Para Duns Escoto, como para San Agustín, la materia es el ser más imperfecto creado por Dios. Pero el hecho de que la materia sea el término de un acto creador nos impide considerarla como un valor puramente negativo, como la había considerado la filosofía griega, para la cual la materia era como el principio del mal, el no ser de las cosas finitas.” (BETTONI, Efrem, Duns Scoto, La Scuola Editrice, Brescia, 1946, p. 72).
Santo Tomás precisa, justamente, que la materia, la forma, el acto de ser, los accidentes, es decir, los co-principios metafísicos en general, no son propiamente creados, sino “con-creados”, al ser creado el único titular del ser en sentido propio: el compuesto de todos ellos, el ente concreto, al que familiarmente venimos llamando Pedrito.
No es condición necesaria, por tanto, para no tener que considerar a la materia como algo malo, el afirmar que es propiamente creada en sí misma y que por tanto tiene alguna actualidad por sí misma.
Además, el no ser no se identifica, sin más, con el mal.
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Coherentemente con esta postura, Duns Escoto enseña que Dios puede, si quiere, crear la materia sin la forma.
Así lo explica el R. P. Bettoni:
“Si, por tanto, la materia no está ligada necesariamente a ninguna forma en particular, quiere decir que tampoco está necesariamente ligada a la forma en general: y si puede existir sin esta o aquella forma, quiere decir que puede existir sin la forma simplemente hablando”. (BETTONI, Efrem, Duns Scoto, La Scuola Editrice, Brescia, 1946, pp. 70 - 71).
La respuesta tomista dice: A) La materia primera no está ligada a ninguna forma particular, en cuanto tal forma particular: Concedo. B) En cuanto forma, simplemente hablando: Niego.
Bajo alguna forma particular (no importa cuál, pues es necesaria en cuanto forma, no en cuanto tal forma particular) deberá existir siempre la materia, porque de suyo es pura potencia, y sólo por la forma, por tanto, puede ser en acto, o sea, existir.
La escuela tomista, fiel en esto a Aristóteles, sostuvo siempre que cae fuera de la Omnipotencia divina el hacer que la materia exista sin la forma, porque lo que es contradictorio cae fuera de la Omnipotencia divina, y es contradictorio que lo que de suyo es solamente potencialidad de ser, sea, y por tanto, sea en acto, sin aquello que es actualidad de ser.
Pero si la potencia ya es en acto, independientemente del acto, entonces no es potencia, no es algo realmente distinto del acto, a no ser, que en la misma potencia debamos ahora distinguir dos componentes, una nueva potencia, que llamaremos “potencia2”, y un acto.
Pero eso, o bien nos lleva a admitir que la “potencia2” sí es pura potencia de suyo, sin actualidad propia alguna, sino que toda su actualidad la recibe del acto que es realmente distinto de ella, o bien, nos lleva de nuevo a afirmar cierta actualidad propia de la “potencia2”, con lo cual todo el problema se repite de nuevo, y así “in infinitum”.
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Lo bueno de esta toma de posición de la escuela franciscana es que da pie para entrar en el meollo mismo de la doctrina del acto y la potencia, que es la total relatividad de la potencia respecto del acto, según el axioma escolástico: “potentia dicitur ad actum”: la potencia se dice en relación al acto.
La potencia, en tanto que potencia, no tiene de suyo actualidad alguna, y por tanto, no existe, sino en la medida en que es actualizada por su acto correspondiente, que es el le comunica actualidad y existencia. Y sólo así, en tanto depende de algún ente en acto realmente distinto de ella para existir actualmente, es que puede estar todavía en potencia, y no en acto, respecto de alguna otra cosa.
Y por eso, precisamente, se distingue realmente del acto, porque es esencialmente relativa al mismo, y la relación supone la distinción entre los elementos relacionados. Siendo esa relatividad al acto esencial al ser mismo de la potencia como tal, por eso mismo su distinción respecto del acto tiene que ser real.
En el caso de la materia primera, ella es de suyo pura potencialidad, y solamente existe cuando está bajo alguna forma sustancial que la actualiza. Es decir, lo que existe, propiamente hablando, es solamente y siempre el individuo concreto, Pedrito, compuesto de materia primera, forma sustancial, acto de ser, y accidentes.
Y así, actualizada por una forma sustancial determinada, es que la materia primera puede estar en potencia para todas las otras formas sustanciales.
En el caso de la sustancia, que está en potencia para los accidentes, está al mismo tiempo en acto como sustancia. Lo que permite existir a esa potencialidad que la sustancia tiene respecto de sus accidentes no es la actualidad de alguna forma accidental que actualiza de algún modo esa potencialidad, sino la actualidad de la sustancia misma, en la que la potencia respecto de los accidentes está como en su sujeto.
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La distinción entre potencia y acto es así el origen de la concepción aristotélica de los “co-principios” metafísicos de las cosas, que no son cosas ellos mismos. Son correlativos, cada uno dice relación al otro, son, en cuanto tales, inseparables, y no son entes, sino principios del ente, como dice Santo Tomás, no tanto son, sino que por ellos la cosa es, queriendo decir con ello, no que no sean reales, sino que el sujeto propio del ser y de la existencia es el todo, el compuesto que integra todos esos co-principios, el ente concreto existente.
Una mentalidad “cosista”, que no supera en el fondo la imaginación con su dependencia de las cosas concretas y en acto, es incapaz de concebir los co-principios metafísicos y por tanto de entender la filosofía aristotélico – tomista. Veremos que eso sucedió con los críticos del tomismo en la Edad Media y después. En realidad, sigue sucediendo hasta el día de hoy.
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En efecto, pensamos que toda la filosofía del Beato Duns Escoto se puede comprender sobre la base de esa afirmación antiaristotélica y antitomista de que la potencia tiene cierta actualidad de suyo, independientemente del acto.
Escuchemos por ejemplo al P. Bettoni (los subrayados son nuestros):
“Para Santo Tomás, en efecto, la materia, siendo un “quid” real y distinto de la forma, es una pura potencialidad, privada de todo acto. Su acto es la forma, que, especificándola o determinándola, la hace existir también como materia. Por consiguiente, la materia no puede existir, es decir, es absurdo que exista, sin la forma, ni puede haber de ella una idea propia: existe y se conoce por la forma, a la cual está ligada por una relación trascendental.
Se salva así la realidad de la composición y la rigurosa unidad del compuesto, que resulta no de dos cosas, sino de dos principios distintos de una misma cosa.
Los disensos de Duns Escoto tienen como fundamento esta convicción: “es contradictorio afirmar de una cosa, que tiene un ser puramente potencial y que existe en acto” (Op. Oxon., II, d. 12, q. 2, n. 2). El Doctor Sutil, por tanto, no llega a ver la posibilidad de que una cosa tenga una realidad ontológica, sin existir en acto. O la materia no es un principio real, es decir, no tiene una realidad distinta de la de la forma, o es un principio real y entonces tiene una realidad independiente de la forma” (BETTONI, Efrem, Duns Scoto, La Scuola Editrice, Brescia, 1946, pp. 66 – 67).
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Notemos el uso repetido del término “cosa” en esta argumentación. Es clara la respuesta tomista a los argumentos escotistas aquí aducidos:
“Algo que tiene un ser puramente potencial no puede existir en acto”:
Respondemos: A) Por sí mismo: Concedo. B) Por otro elemento, que sea actual y que lo actualice, en este caso, por la forma sustancial: Niego.
Obviamente, no se da lo que no se tiene, la potencia no puede ser en acto por sí misma, pero eso no quiere decir que no pueda serlo, justamente, por el acto realmente distinto de ella, al que está unida.
Se sigue objetando: “Lo que es puramente potencial no puede al mismo tiempo ser actual”.
Respondemos: A) En el sentido de que lo que es potencia no puede ser acto: Concedo. B) En el sentido de que lo que es potencia no puede ser en acto: Niego.
Una potencia actualizada sigue siendo una potencia, si bien ya no está más en potencia. Y por eso es posible el ente finito compuesto de potencia (actualizada) y acto.
Si la potencia que es actualizada por el acto y por lo mismo, lo recibe y lo limita, dejara de existir, en tanto que potencia distinta del acto, al ser actualizada, por eso mismo el acto dejaría de ser limitado y recibido por esa potencia, y sería Acto Puro.
“Algo no puede tener realidad ontológica sin existir en acto”:
Respondemos: A) Siendo así que no hace falta “ser acto” para “ser en acto”: Concedo. B) Sosteniendo que “ser acto” y “ser en acto” es lo mismo: Niego.
“Si la materia es un principio real, entonces tiene una realidad independiente de la forma”:
Respondemos: Niego hasta que se pruebe, lo que no se ha podido hacer con los argumentos anteriores.
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En esta tesis se compendia la oposición profunda entre la escuela franciscana y la escuela tomista. Recordando además que el jesuita Francisco Suárez, figura principal, si no central, del antitomismo en la modernidad, es heredero de Escoto en este punto.
En efecto, respecto de Suárez, veamos lo que dice el R. P. Ismael Quiles, S. J. (subrayado nuestro):
“Es conocido el origen aristotélico de la teoría de la materia primera. Según Aristóteles, la materia primera es eterna, es ingenerable e incorruptible, es absolutamente indeterminada. (…) la tradición tomista volvió de nuevo a la indeterminación absoluta de la materia según Aristóteles, y a negarle toda actualidad propia. Queda reducida la materia primera a la llamada pura potencia: una pura capacidad de recibir la actuación de la forma.
Ante estas afirmaciones, Suárez se vio obligado por la fuerza de la razón y de la experiencia a inclinarse en este punto a la tradición de la escuela franciscana. En efecto, en primer lugar la materia tiene su entidad propia por sí misma, y no de manera intrínseca recibida de la forma. (…) decir que la materia es pura potencia, en el sentido más riguroso de la palabra, es decir que la materia es una entidad que no consiste más que en la privación absoluta de toda perfección (…) es la nada, no puede existir. (…) En segundo lugar, según los intérpretes tomistas, la materia recibe la existencia de la forma. Ahora bien: ¿ cómo puede una entidad recibir su acto existencial, y , por tanto, diferenciarse de la nada, por algo propio de otra entidad?. Tercero, igualmente interpretan Aristóteles y Sto. Tomás como si la materia se distinguiese en realidad de su propia existencia; pero ¿cómo es posible, pregunta Suárez, que un ser se oponga al no ser por una entidad distinta del mismo ser? (…) Cuarto, finalmente la materia es el principio de limitación de la forma. (…) Pero aquí se encontrará Suárez la dificultad de que un acto se diferencia formalmente en su limitación respecto de otro acto en virtud de un principio distinto del mismo acto.” (QUILES, Ismael, S.J., Francisco Suárez, S.J. Su metafísica, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1989, pp. 26 – 28).
Es clara la semejanza entre los argumentos atribuidos aquí a Escoto y Suárez.
En primer lugar, no es cierto que para Aristóteles y Santo Tomás la materia consista solamente en “la privación absoluta de toda perfección”, como dice aquí el P. Quiles. Además de eso, y positivamente, la materia consiste en la capacidad respecto de las perfecciones propias del ente material. Por eso no se la puede identificar con la nada.
En segundo lugar, la dificultad de Suárez y del P. Quiles para comprender cómo una entidad puede ser y distinguirse de la nada en virtud de otra entidad realmente distinta de ella, muestra que participan de la misma mentalidad “cosista” que ya hemos hallado en Escoto, que no llega a concebir los principios metafísicos de las cosas sino como otras tantas cosas, y por tanto, en definitiva, en acto, no en potencia. Esa mentalidad es incapaz por tanto de comprender la potencia como aquello que justamente, tiene todo su ser en su dependencia de algo realmente distinto de ella: el acto.
Con esta argumentación que presenta Quiles, se vuelven imposibles los co-principios metafísicos del ente en general, es decir, el aristotelismo, porque ciertamente que tales co-principios se distinguen realmente del ente, y por ellos, el ente es y existe.
En cuanto a que un acto se diferencie formalmente de otro en virtud de un principio distinto del mismo acto, es claro que todo acto finito es específicamente tal acto determinado, y por eso mismo se distingue de todo otro acto. Pero la cuestión consiste precisamente en cómo un acto, que en cuanto tal sólo implica perfección, puede ser finito y determinado específicamente a tal modo de ser y no otro.
Es decir, una vez dada la noción de “acto finito”, ya tenemos, sin duda, la determinación específica y la distinción respecto de todo otro acto, pero el asunto es justamente cómo es posible el acto finito, es decir, si es posible que el acto, principio de perfección, se limite a sí mismo, lo cual en realidad implica contradicción, por lo que la limitación le tiene que venir al acto del ente en potencia, radicalmente imperfecto y principio de imperfección y por tanto, de limitación.
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Lo importante, y grave, a la vez, del asunto, es que esa total relatividad de la potencia al acto es el principio último de toda solidaridad, interdependencia y conexión entre los entes, mientras que la tesis contraria, de la actualidad propia de la potencia e independencia ontológica, en última instancia, de la potencia respecto del acto, se podría denominar “principio de autosuficiencia metafísica”, porque convierte a cada entidad, en última instancia, en un absoluto (“ab - solutum”: desligado, independiente), con el cual ya es lógicamente imposible armar un “mundo”, que reconozca, además, su dependencia respecto de un Creador.
Obviamente que estas consecuencias de la mentalidad “cosista” no fueron extraídas por los pensadores católicos ortodoxos, santos y beatos algunos de ellos, a los que nos estamos refiriendo, pero nos parece posible mostrar que los principios de los que se derivan estas consecuencias, y que ellos defendieron, están en la base de toda la filosofía moderna y su progresivo alejamiento de Dios, del ser y de la verdad.
En un siguiente post, siguiendo con este empeño, esperamos, Dios mediante, desarrollar sobre esta base las tesis fundamentales de la filosofía del beato Duns Escoto, que entendemos han jugado un papel fundamental en la preparación de la filosofía moderna.
22 comentarios
Esto que has escrito es oro en polvo, sabiduría concentrada, luz deslumbradora.
Guardaré este artículo a mano para poder consultarlo con facilidad. Es el resumen más amplio y a la vez más claro y conciso que he podido leer sobre la verdadera problemática filosófica, actual e histórica.
Particularmente gracias te doy también porque has respondido aquí al pasar a una inquietud que te había planteado algunos artículos atrás acerca del significado del suarismo.
Antes de hacer algún comentario, es preciso leer y releer con gran atención todo lo que Vd. ha expuesto tan clara y pedagogicamente en su magnífica exposición sobre la potencia y el acto, teoría fundamental donde las haya.
Yo ignoraba que había filósofos, como Suarez y Duns Escoto, que afirmaban la "actualidad propia de la potencia y su independencia ontológica respecto al acto", lo cual lleva a la autosuficiencia metafísica de los seres creados y hacer de ellos algo absoluto, desligado e independiente del Creador.
Como Vd. dice estos filósofos, santos y beatos algunos de ellos, no fueron capaces de ver las funestas consecuencias a las que lleva esa mentalidad cosista y que está en la base de toda la filosofía moderna y en su progresivo alejamiento de Dios, del ser y de la verdad.
gracias por su último post, dedicado a las nociones verdaderamente fundamentales del acto y la potencia, piedras angulares, junto a la noción de "esse" (¡que no es una noción!), de todo el edificio tomista.
El hombre de la calle, la señora en sus oficios diarios, el niño en sus juegos, todos nosotros, ya implícita ya explícitamente, usamos a cada momento los conceptos de actualidad y potencialidad, puesto que vivimos en medio de un mundo sujeto a mil mutaciones, y de otra manera nada de lo que ocurre a nuestro alrededor nos seria inteligible, ni siquiera nuestros famosos "estados de conciencia".
Le reitero el agradecimiento por exponer estos conceptos, ¿pensará usted en algún momento más adelante dedicar un post al menos a la "noción" tomista de ESSE, corazón de la metafísica? Dios así lo quiera.
cordial saludo
Laus Deo Virginique Matri
Dado que las esencias de los seres creados materiales están primariamente en la mente divina, como las semillas ejemplares conforme a las cuales son hechos por Dios, si tales esencias, tal cual están en la mente divina, comprendiesen también la materia, resultaría entonces que en la mente divina habría matería, lo cual es obviamente imposible.
De ahí que, a mi juicio, hay que distinguir entre las esencias de las cosas materiales tal y como están en la mente divina, y las esencias de las cosas materiales tal y como están en las cosas mismas una vez ya creadas o actualizadas por Dios.
En el primer caso (esencias existentes en la mente divina), pienso que tales esencias no comprenden la materia; en el segundo caso (esencias actualizadas o ya subsistentes en sí mismas más allá de la mente divina),sí que tales esencias comprenden la matería, pues sin ella seguirían siendo meras formas sin nada que informasen, como lo son mientras están en la mente divina, la cual aunque las conoce no es informada por ellas.
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En realidad, por el hecho de pensemos el fuego, no es que haya fuego en nuestra mente, y análogamente, por el hecho de que Dios "piense" la materia y tenga idea de la materia no se sigue que haya materia en la mente divina.
Hay que distinguir siempre entre la representación, en sentido amplísimo, como cualidad o perfección de la mente, y lo representado por ella: que lo representado sea material no quiere decir que la representación lo sea, como el retrato de una persona no tiene porqué ser de carne y huesos.
Y por otro lado, si la esencia del caballo, por ejemplo, en la mente divina, no contiene materia, y en el caballo real sí, entonces son dos esencias distintas, y no se puede llamar "caballo" a las dos. Si en esas condiciones se pudiese dar el nombre de "caballo" a ambas esencias, sería porque la materia es accidental a la esencia del "caballo" como tal, y entonces, simplemente no sería parte de la esencia del caballo.
Lo cual es falso, porque la esencia se expresa en la definición, y en la definición de todo ente material, entra la materia. Así el caballo, aunque no tenemos de él una definición propiamente dicha, sin duda que comprende entre sus elementos esenciales el ser un animal hervíboro cuadrúpedo, etc.
Ahora bien, todo eso implica tener un cuerpo, y por tanto, materia, de modo que la materia forma parte de la lista de elementos esenciales del caballo, y por tanto, de su esencia.
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Para ser más exactos, agreguemos que la esencia de la cosa sólo existe, propiamente hablando, en la cosa misma. En Dios lo que hay es la Idea de la esencia de la cosa. De lo contrario habría que decir que en Dios está el caballo, y no solamente la Idea del caballo.
Es cierto que eminentemente está el caballo, y todo lo creado, en Dios, como en su Causa, pero eso es lo mismo que decir que no está allí según su propia esencia o naturaleza, o sea, que Dios no es propiamente un caballo, ni un árbol, etc.
Porque la esencia de todo ente finito implica constitutivamente la participación y limitación que hacen precisamente que se trate de un ente finito y de ese ente finito en particular, las cuales obviamente que no se dan en Dios.
Pero para ser la Idea del caballo, y no de algún ente inmaterial, lo representado por esa Idea debe ser un ente material, es decir, un caballo, y la esencia representada por esa Idea (no “sida” por ella) ha de ser la de un ente material, compuesto de materia y forma.
Saludos cordiales.
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Néstor, que Suárez sea considerado "antitomista" coincide con la idea que me había ido formando.
Pero el autor de la entrada "Tomás de Aquino" de la Wiki pareciera que no está bien informado, según se desprende del siguiente párrafo:
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Algunos de los seguidores más conocidos anteriores al siglo XVIII han sido: Juan Capreolo, Paulo Barbo (también llamado Soncinas), Domingo de Flandria (o el Flandriense), Francisco Suárez SJ, Francisco de Vitoria OP, Domingo Báñez OP, Tomás de Vio OP (también conocido como Cardenal Cayetano), Juan de Mariana SJ, Francisco Silvestre de Ferrara OP (también conocido como el Ferrariense), Juan de Santo Tomás OP (o Juan Poinsot), Domingo de Soto OP, Francisco Zumel OCD, Melchor Cano OP y Diego Mas OP.
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Que un autor antitomista como Suárez sea presentado como "seguidor" del aquinate, me parece el colmo de la desprolijidad y la desinformación.
O de la mala leche, vaya uno a saber.
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A mí me parece que no es exagerado llamar "antitomista" a Suárez, por la razón de que sus tesis principales se oponen a las de Santo Tomás en muchos puntos esenciales de la Filosofía. Sin duda, no es "antitomista" en el sentido de que se haya declarado adversario de Santo Tomás, más bien lo presentan a veces sus seguidores como continuador suyo, aunque luego aclaran que "sobrepasó" en muchos puntos al Aquinate.
Es famosa la anécdota del dominico que publicó en una revista española de Filosofía católica las 24 tesis tomistas aprobadas por la Congregación de los Estudios a dos columnas con 24 tesis extraídas de las obras de Suárez que las contradicen una por una.
Entiendo que algo que influyó mucho a confundir las aguas en este tema fue el hecho de que la Iglesia pronunció oficialmente, por medio de León XIII, su preferencia por Santo Tomás en la enseñanza de la Filosofía y la Teología, y que a partir de ese momento, muchos seguidores de Suárez quisieron cumplir con las orientaciones del Magisterio, sin dejar de ser seguidores de Suárez.
Entonces comenzó lo que algún dominico llamó la "comedia suareziana", de modo análogo a como antes se había hablado de la "comedia bañeziana".
Esta última había consistido en declararse partidario de Santo Tomás en la cuestión "De Auxiliis", y adversario del dominico Báñez, como si Báñez hiciese en este punto otra cosa que ser un buen discipulo de Santo Tomás. Lo que sucedía en realidad es que era más fácil en el ambiente eclesial de aquella época criticar a Báñez que criticar a Santo Tomás.
La primera consistió, por tanto, en declararse a la vez discípulo de Santo Tomás y de Suárez, y por tanto, tratar de hacerle decir a Santo Tomás lo mismo que dijo Suárez. De modo que una de las polémicas que tuvieron que afrontar los tomistas auténticos fue demostrar, con los textos en la mano, que Santo Tomás había enseñado, por ejemplo, la distinción real entre esencia y acto de ser, que los suarecianos niegan, y que pretendían que también la había negado Santo Tomás.
Saludos cordiales.
Ciertamente, en Dios más que la esencia del caballo está la idea o forma intelectual del caballo, al igual que lo están las ideas o formas de las demás creaturas materiales y espirituales.
Se podría decir que está la esencia meramente ideal o formal, como está la idea del edificio en la mente del arquitecto, en la cual idea se incluye también la de los materiales con que lo va a construir, aunque desde luego el edificio real con su materia incluída no está en la mente del arquitecto de la misma manera que está en el edificio real o tal y como existe más allá de su mente.
A mi juicio, en las ideas o esencias ideales que tiene Dios en su mente acerca de las cosas materiales no está ciertamente ni la materia ni la forma en la misma manera en que lo están en las cosas materiales mismas una vez creadas por Dios.
Pues en las cosas materiales creadas está la materia de manera actual o real, mientras que en la mente divina está la materia de forma potencial e ideal; la forma substancial está en las cosas creadas informandolas actualmente o de facto, mientras que en Dios no está informando nada sino sólamente como mera idea o forma conocida por la mente divina.
Agradezco sus puntualizaciones, que obligan a repensar mejor estos conceptos tan sutiles y que por su íntima conexión unos con otros a veces no acertamos a distinguir con suficiente claridad.
De todas formas, siguiendo a San Agustín y a Sto. Tomás, creo que puede afirmarse que Dios tiene en su mente las ideas o formas de todos los seres creados, materiales y espirituales, las cuales son como causas ejemplares conforme a las cuales Dios las crea, haciendo existir o subsistir en sí mismas, fuera de la mente divina, las cosas que en principio sólo están existiendo en la mente divina como idea, forma o ejemplar conocido por Dios desde toda la eternidad.
En este sentido creo que se puede decir que las ideas o ejemplares que están en la mente divina son creaturas en potencia, las cuales sólo son creaturas en acto cuando Dios, por su voluntad creadora, hace que lo conocido en tales ideas ejemplares subsista en sí mismo, fuera de la mente divina, con su materia y forma actuales.
Con lo cual no quiero decir que las mismas ideas o formas ejemplares que están en la mente divina se vayan o se trasladen fuera de la misma, sino que lo representado en ellas se actualiza o cobra entidad en sí mismo, dejando de ser solamente ideas de Dios que se identifican, como tales ideas, con la misma esencia divina.
Saludos cordiales.
No voy a hacer ningún comentario sobre la potencia y el acto. Simplemente quiero felicitarle a Vd. y a los demás Infocatólicos de América del Sur estas Navidades y darle las gracias por este trabajo desinteresado que Vd. se toma por enseñarnos los conceptos fundamentales de la filosofía perenne.
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Muchas gracias y Feliz Navidad para todos!
Feliz y santa Navidad, y un nuevo año pleno de bendiciones.
Otra alternativa es el mecanicismo atomista, como vimos. Ya que no puede obtenerse la auténtica composición analógica del ente basada en la potencia y el acto, se busca la solución en la composición unívoca, fragmentando el ente en acto."
Mi pregunta es: ¿que entendemos por composición analógica (o por analógica simplemente)?
Gracias por sus artículos.
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Lo que quiero decir ahí es que la composición del ente se puede entender desde una visión unívoca del ente, o desde una visión analógica del ente. En el primer caso, los componentes del ente son todos “ente” en exactamente el mismo sentido, y en ese mismo sentido es también “ente” el compuesto; eso pasa por ejemplo con los átomos de Demócrito. Para él, las cosas están compuestas de otras cosas, que son los átomos.
Por eso mismo, las dos únicas alternativas son el ente simplemente hablando (en lenguaje aristotélico, el ente en acto) y la nada absoluta. Por eso Demócrito pone el “vacío” (entendido como "no ser") entre átomo y átomo, para hacer posible su distinción, ante todo, y también su movimiento, que los lleva a unirse y separarse formando las cosas y explicando el cambio de las cosas.
Con eso no escapa al dilema de Parménides: Si hay cambio, hay un nuevo ente, y ese nuevo ente, o procede del ente, y ya era, no es nuevo, o procede del no ente, es decir, de la nada, pero esto es imposible. Por tanto, no puede haber un nuevo ente, y por tanto, no puede haber cambio.
Aristóteles responde a este dilema con la distinción entre ente en acto y ente en potencia. El nuevo ente procede del ente en potencia, no del ente en acto ni de la nada. Es nuevo, por tanto, porque el acto es más que la potencia, se distingue de ella como lo perfectamente realizado de lo imperfectamente realizado. Por tanto, el cambio es posible y pensable.
Pero esto implica una noción analógica del ente, porque, como dice Aristóteles, “ente” se dice de muchos modos”. Tanto el ente en acto como el ente en potencia son ente, porque de lo contrario el nuevo ente procedería de la nada, lo que es imposible, pero son distintos, porque de lo contrario no sería nuevo.
Y no se pueden distinguir por algo que se añada a la noción de “ente”, porque en realidad nada se le puede añadir, porque fuera del ente sólo “hay” el no ente, que no es, y por tanto, no hay.
Por tanto, acto y potencia se distinguen en cuanto ente, es la misma noción de “ente” la que quiere decir por sí misma cosas diferentes, según que se refiera al ente en acto, o al ente en potencia.
Eso es la analogía: las diferencias que “contraen” al ente a alguno de sus diversos modos, son intrínsecas al propio ente, no le vienen de fuera, están en él en acto, y no solamente en potencia, como sí vienen de fuera las diferencias que contraen a los géneros para dar lugar a las especies, por ejemplo, como “dotado de vida sensible” se agrega a “viviente” para dar como resultado “animal”.
Y no solamente el ente en potencia es ente en sentido análogo respecto del ente en acto, sino que acto y potencia, en tanto que principios componentes de la sustancia concreta, son “ente” en sentido análogo, respecto de dicha sustancia, que es el “ente” en sentido primero y simplemente hablando.
Es decir, los principios constitutivos de las cosas no son cosas, sin dejar de ser por ello independientes de nuestro pensamiento o conocimiento. No subsisten, como las cosas; como dice Santo Tomás, más que ser entes, por ellos el ente es, con lo cual nos indica que no es que no sean entes en modo alguno, sino que lo son sólo analógicamente.
Por eso, lo que existe, es la sustancia, y en ella existen, o mejor, “co-existen”, los principios metafísicos. Así se puede explicar el ente concreto, porque si la explicación fuesen otros entes como él, como sucede con los átomos de Demócrito, el problema no habría sido resuelto, sino sólo trasladado.
En efecto, por ejemplo, para explicar el cambio de los entes compuestos de átomos, digamos, su movimiento local, Demócrito debe acudir al movimiento local de los átomos componentes. Pero si el movimiento local es un problema filosófico, lo es también en este último caso.
Saludos cordiales.
aquí
Si Aristoteles afirma, como su conclusión ontológica: "De la Nada nada sale". ¿Acaso esto no es la más clara y concisa explicación de la imposibilidad de La Creación?. Crear no significa: Hacer surgir algo de la nada.
Mil gracias. atte. Ateo
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Muchas gracias. “Creación de la nada” quiere decir que la existencia de la creatura se debe solamente al poder del Creador que no ha utilizado para ello ningún material previo. “Salir de la nada” quiere decir que hay un material previo que es la nada del cual ha salido algo. Por eso lo segundo es absurdo, lo primero no.
Saludos cordiales.
Me encantó la explicación. Sin embargo me queda una duda, de un tema que de hecho venía pensando y que esta de algún modo relacionado con esto. Tal vez usted me la pueda resolver. Según la física moderna la materia esta formada por átomos, ahora bien entre átomo y átomo hay "vacio" o nada. Si bien me parece que los conceptos de acto y potencia siguen aplicando no término de ver una cosa ¿Esto no le daría la razón a Democrito? y por otro ¿Puede haber nada entre átomo y átomo realmente? ¿No seria contradictorio que la nada ocupe espacio? Si bien he pensado posibles soluciones me gustaría conocer la opinión de alguien realmente conocedor de la filosofía.
Saludos en Cristo
Rafael Roca
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Decir que entre átomo y átomo hay vacío o nada es lo mismo, si quiere decir algo, que decir que entre átomo y átomo no hay nada, o sea, que están "pegados", que no es sin duda lo que se quiere decir.
Más bien, da la impresión de que se dice que hay cierto espacio entre átomo y átomo, por seguir con esa imagen.
El espacio, sea lo que sea, y explíquese como se lo explique, sin duda que no es la "nada".
En cuanto a Demócrito, sí, parece que él afirmaba la "nada" como una especie de "espacio vacío" entre átomo y átomo, lo cual muestra que en ese punto al menos no se guiaba por el intelecto, sino por la imaginación.
La imaginación no tiene problema alguno, y así todos hemos podido disfrutar de niños de los dibujos animados donde alguien aparecía de golpe, por ejemplo, "de la nada", o donde el conejo Bugs o el correcaminos llevaban bajo el brazo o en el pico el agujero portátil para poder escaparse si hacía falta poniéndolo en el piso o en la pared adecuada :)
Saludos cordiales.
No es una objecion, si no mas bien solo una duda.
Saludos.
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A la materia prima se la puede considerar en sí misma (consideración abstracta) o integrada en el compuesto actualmente existente (consideración concreta). Desde el primer punto de vista, es pura potencialidad,no es, sino que sólo puede ser.
Desde el segundo punto de vista, está actualizada por la forma, y por tanto, y en esa medida, tiene existencia actual.
Así actualizada por la forma, se distingue realmente de ella, pues sería contradictorio que lo mismo determine y sea determinado al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto.
No sólo no hay contradicción en la unión de la materia y la forma, sino que esa unión es, por lo dicho, la única manera en que la materia puede tener existencia actual.
Saludos cordiales.
Mil disculpas, es que apenas vengo entendiendo.
saludos.
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Muy buena pregunta. Ante todo, señalar que sólo en Dios el ser, la vida, el conocimiento, la acción, etc., se dan en forma perfecta, y que en nosotros se dan en forma necesariamente imperfecta, como creaturas suyas que somos.
Por eso mismo, el puro concepto del ser, la vida, el conocimiento, la acción, sólo podemos obtenerlo una vez que hemos separado esas perfecciones de la imperfección con que se dan en nosotros.
Si miramos al puro concepto del "hacer" o la acción, vemos que implica solamente que el agente (el que actúa) determina de algún modo al paciente (el que es objeto o término de la acción).
Y que por tanto, sólo exige que el paciente sea determinado, no el agente.
Eso quiere decir, que sólo exige que el paciente pase de potencia a acto, o sea, si lo que se produce es un movimiento, que se mueva.
Y no exige, por tanto, que el agente mismo pase de potencia a acto, en particular, que se mueva.
Lo único que la acción exige en el agente es que esté en acto, porque no se da lo que no se tiene.
Y lo que hace el agente cuando mueve algo, es hacerlo pasar de potencia a acto, o sea, comunicarle actualidad.
El mismo movimiento es definido por Aristóteles como un cierto tipo de acto: el acto del ente en potencia en tanto que en potencia. Es decir, la actualización de la potencialidad, mientras dicha actualización no ha llegado a su término.
Dios es Acto Puro de Ser, y por eso mismo, es el máximo Agente, que determina absolutamente a sus creaturas sin ser determinado por ellas de ningún modo, sin pasar de ningún modo de potencia a acto, y por tanto, sin moverse.
En nosotros, mover algo significa pasar también nosotros de potencia a acto, y por tanto, movernos. Eso es parte de la imperfección con que el concepto de "acción" se realiza en las creaturas, incluyendo, en tanto que acción creada, algo que en tanto que acción solamente, no exige, como vimos.
Por eso mismo, toda acción creada depende a su vez de otra acción, que la causa. Porque la potencia no puede darse el acto a sí misma, ya que el acto es más que la potencia y no se da lo que no se tiene.
Y por tanto, toda potencia que se actualiza requiere una causa ya en acto.
Y como no es posible retroceder al infinito en la serie de acciones que a su vez dependen de otras acciones que las causan, porque entonces cada una de esas acciones sería a la vez causada y no causada, ya que nunca aparecería la causa de esas acciones, al remitir toda causa a otra causa superior, entonces hay que llegar a una primera Acción que no depende de causa alguna, y que por tanto, no implica ningún pasaje de potencia a acto ni ningún movimiento, que es la Acción del Acto Puro, que es Dios.
Saludos cordiales.
Saludos
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En efecto, la inmaterialidad tiene que ver con la inmutabilidad divina, porque el ente material es compuesto de materia y forma, y la materia es potencia respecto de la forma, que es su acto, mientras que la Inmutabilidad divina se debe a que en Dios no hay potencia pasiva alguna, es Acto Puro.
De la Inmutabilidad se sigue la Eternidad divina, que es la posesión simultánea de la existencia, sin antes y sin después, en un eterno presente.
Y de ahí se sigue que efectivamente, para Dios no hay novedad alguna, sino que todo está presente ante Él, incluso lo que para las creaturas es temporalmente sucesivo.
El acto creador, por la simplicidad divina, se identifica realmente con Dios mismo, y es Eterno como él. Es el término creado de ese acto el que es temporal y tiene un comienzo en el tiempo.
Todo ello, no tanto en dependencia del modo en que Dios conoce, sino en dependencia del modo en que Dios es y existe, del cual depende también el modo en que Dios conoce.
Saludos cordiales.
Saludos
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El Acto Puro de Ser, por definición, carece de toda potencia pasiva. En cambio, una realidad cambiante, como nuestro Universo material, implica un continuo pasaje de potencia a acto en los entes materiales que lo integran. Por eso la Inmutabilidad es uno de los atributos divinos.
Saludos cordiales.
1¿esta teoría aristotélica no deja espacio para ningun materialismo, ni ateismo, que en el "mejor" de los casos, solo dejaria espacio para panteísmo (en caso de que se niegue un motor inmóvil ajeno al universo)
2 ¿para el aristotelismo-tomista, este razonamiento es correcto?:la materia no puede ser por sí misma increada ni eterna, lo que de hecho se deduce de que por sí misma es inerte, indiferente al reposo y al movimiento. Pero si existe debe estar o en reposo o en movimiento; si existiera por sí misma en virtud de su propia naturaleza, estaría también por sí misma en una de esas dos condiciones. Si hubiera estado por sí misma originalmente en movimiento, nunca habría podido llegar al reposo, y no sería cierto que su naturaleza sea indiferente al reposo y al movimiento y estaría igualmente bien en cualquiera de las dos condiciones.
saludos
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El Primer Motor Inmóvil, siendo Acto Puro, sin potencia pasiva alguna, es necesariamente inmaterial, pues la materia es potencia respecto de la forma, que es su acto. A partir de ahí todo materialismo es ya imposible.
Además, por eso mismo el Primer Motor Inmóvil es necesariamente distinto del mundo material.
En cuanto al argumento tomado de la materia, es cierto que ésta no está por su misma naturaleza ni en reposo ni en movimiento. Lo primero, porque entonces su movimiento sería contradictorio, que no lo es. Lo segundo, porque el movimiento, como pasaje de potencia a acto, depende siempre de una causa ya en acto y distinta de aquello que se mueve, ya que nada puede moverse a sí mismo, pues la potencia no puede darse a sí misma el acto, que la supera.
Ese argumento no se distingue en el fondo, por tanto, de la Primera Vía de Santo Tomás.
Santo Tomás entiende que Dios podría haber creado un mundo sin comienzo temporal, y sólo por la fe en la Escritura sabe que de hecho no lo hizo así. Lo que es imposible para él es que un mundo como ese pudiese existir sin un Primer Motor Inmóvil.
Porque la serie de causas del movimiento en la que no se puede retroceder al infinito es la serie de causas actuales del movimiento actual.
En el momento en que algo pasa de potencia a acto está siendo actualizado por una causa en acto, la cual, si también pasa de potencia a acto al ejercer su influjo, también depende, en ese mismo momento, de una segunda causa en acto.
Es esa serie la que debe culminar necesariamente, para Santo Tomás, en una Causa Primera del movimiento, que por ser Primera, no depende de ninguna causa, y por eso mismo, no se mueve.
Saludos cordiales.
Saludos.
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Dios es Acto Puro de Ser, y como el ser es acto, en Dios no hay potencia pasiva alguna. De ahí que tampoco hay en Dios composición alguna, porque toda composición supone la composición fundamental de acto y potencia.
Por eso Dios se identifica con todos sus atributos, "es todo lo que tiene", dijo San Agustín .
Por eso, así como se identifica con su Ser, también se identifica realmente con su Intelecto, su Intelección o "pensamiento", su Voluntad, su acto de querer esto o aquello, su Bondad, su Poder, etc.
Es decir, es "pensamiento del pensamiento" porque es el Ser subsistente, y como tal, posee en grado eminente todas las perfecciones del ser, también la inteligencia y el conocimiento intelectual.
Y porque es el Ser subsistente, es que puede dar el ser a otros, es decir, crear, y crear "ex nihilo", porque es claro que no puede haber nada ya existente que reciba el don del ser, por el cual justamente algo existe.
Saludos cordiales.
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En el futuro es posible que publique un "post" sobre el tema, porque se trataría nada menos que de resumir la metafísica de Santo Tomás de Aquino.
De hecho, algo de eso explico precisamente en este "post".
Por correo te envío un "link" a un libro bastante claro sobre esos conceptos fundamentales.
Saludos cordiales.
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Supongo que con "concepción" se refiere al comienzo de la existencia del ser humano. Pienso que se puede decir que por un lado el óvulo y el espermatozoide están en potencia de unirse formando un cigoto, y que en el mismo instante en que esa unión se produce y esa potencialidad se actualiza, el todo está en potencia de recibir el alma espiritual, potencia que en ese mismo instante es actualizada por la creación e infusión, simultáneas, de esa alma espiritual que así comienza a existir como forma sustancial del hombre.
Saludos cordiales.
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