Buscar la verdad para compartirla, por el Cardenal Carlos Amigo
Decían los sabios que la verdad está unida a la caridad, pues quien ha conocido el bien no puede por menos que compartirlo con los demás.
Se ha hablado de la caridad política, de la caridad intelectual, de la caridad espiritual. ¿Por qué no hacerlo también de la caridad de los medios de comunicación? Si la caridad consiste en repartir lo que se tiene y lo que los otros necesitan, ¿por qué no se puede buscar la verdad para compartirla?
Una buena oportunidad
Cuando menos, los medios de comunicación, en formas variadas y distintas, tienen una magnífica oportunidad para desenmascarar lo ambiguo, lo equívoco, la falacia y, por el contrario, hacer que resplandezca la verdad. Son medios, instrumentos que han de servir como estímulo en el conocimiento de la verdad, para poner esa luz que se necesita para ver la realidad lo más cerca y objetivamente posible.
Lejos de ayudar a hundirse en el pozo oscuro de la indiferencia, el valor de la credibilidad será el mejor apoyo para que el lector, el oyente, el espectador vaya formando su conciencia crítica, su capacidad de juzgar rectamente, su interés por conocer y valorar con buen criterio.
Mientras que lo contradictorio lleva al equívoco y a la minusvaloración del comunicado, una línea de objetividad ayuda al asiento y estima de la información.
Como una cosa es la diversidad de opiniones y otra el relativismo, que vacía de seguridad cualquier criterio, el comunicador se tendrá que vestir con esa túnica tan noble de la lealtad a lo que es justo, verdadero, objetivo.
También hay una forma de consumismo que podemos llamar informativo. Es decir, la de quedarse en el titular, en la imagen inmediata, en la palabra escuchada a medias. De ello no tiene culpa el periodista ni el locutor, sino la superficialidad de quien ve o escucha. Los titulares son como estímulo para adentrarse en el conocimiento de la noticia, no para hacer aforismo incuestionable.
Si la distorsión lleva a deformar, no sólo la imagen sino también la palabra, habrá que aplicar los ajustes de la comparación, buscar en fuentes diversas, ser fieles a la verdad conocida y contrastada.
En la escuela de la verdad
Parece un tanto exagerado decir que los medios de comunicación han suplantado a la escuela, incluso a la familia y, por supuesto, a la doctrina y catequesis de la Iglesia. Pero, aunque la afirmación esté sobredimensionada, de lo que no cabe duda es que el colegio, la casa familiar y la Iglesia no deben hacer dejación de su inexcusable labor educativa.
También la escuela, la familia y la iglesia, tienen que ser cátedras donde se aprenda a usar estos medios, y a servirse de ellos con sentido crítico, para estar objetiva y suficientemente informado, para ganar en conocimiento, para abrirse a unas dimensiones universales.