Dios nos ama, ¡Feliz Navidad!, por monseñor Gil Hellín
¿Dónde está la partida de nacimiento de Jesucristo? Donde están las de Recaredo, Carlomagno o Fernando III el Santo. En ninguna parte, porque las partidas religiosas no son anteriores al siglo XVI y las civiles incluso son posteriores. Sin embargo, sabemos que «Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del Rey Herodes». Este es el testimonio, escueto y claro, del evangelista san Mateo, que escribió su evangelio hacia el año setenta.
San Lucas es más detallista. Además de confirmar el lugar del nacimiento de san Mateo, añade que san José y la Virgen María habían subido a Belén con motivo de un empadronamiento que había tenido lugar antes de que Quirino fuera gobernador de Siria, hacia el año 3 antes del nacimiento de Cristo; que Jesús nació en un establo porque no había lugar en casa de ningún pariente; que unos pastores –que estaban velando sus ganados- fueron sorprendidos por la aparición de un ángel, que les comunicó la gran noticia; y que ellos fueron los primeros en contemplar a Dios hecho hombre.
San Mateo y san Lucas son dos testimonios fiables, pues conocieron directamente a los que habían vivido con Jesucristo y a la hora de escribir –sobre todo san Lucas- fueron muy exigentes en la investigación y contraste de sus fuentes. Además, no son los únicos en atestiguar la existencia de Jesús. Porque la atestiguan también el historiador no cristiano Flavio Josefo –en su famosísima obra: «Antigüedades judías» hacia el año 93-, el gran historiador romano Tácito, Plinio el Joven, hacia el año 111, y Julio el Africano, junto con Luciano de Samosata.
Más todavía, ya antes que estos autores y san Mateo y san Lucas, lo había hecho san Pablo, que es el primer escritor cristiano sobre Jesucristo. Las cartas a los Tesalonicenses, que fueron escritas por san Pablo en torno al año cincuenta, así como las cartas a los Corintios, a los Romanos y a los Gálatas, escritas a lo largo de esa década, hablan profusamente de Jesucristo. Al final del siglo I, san Juan escribe en una de sus cartas: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos…os lo anunciamos».
Los cristianos sabemos muy bien a Quién seguimos. No hay razón para la duda ni la sospecha, por más que ahora muchos estén empeñados en que desconfiemos de lo que nos dice la Iglesia sobre Jesús; y en crear sospechas infundadas sobre la fe que tradicionalmente venimos creyendo. No es un fenómeno nuevo, aunque ahora tenga algunas peculiaridades específicas. Podemos estar muy tranquilos. De la existencia, vida y doctrina de Jesús conocemos mucho más que de grandes personajes de la antigüedad: príncipes, literatos, filósofos. El boca a boca ha funcionado desde los orígenes. Quienes vivieron con Jesús, nos lo viene diciendo sin ninguna solución de continuidad. La enseñanza de los Apóstoles y de los demás testigos es la que profesamos nosotros hoy.
Esta es la gran verdad que yo os quiero volver a comunicar en esta Navidad de 2008. Jesucristo es la gran noticia que os puedo anunciar. No existe otra igual. Ella es la que da sentido a la vida y a la muerte. Porque Jesucristo es Dios que se ha hecho hombre, para hacer que el hombre se «divinice». Jesús es el Salvador del hombre y del mundo. ¡Ojalá que cada uno de nosotros se acerque a él para ser salvado de tantas cosas que nos preocupan. Y para escuchar de él que todos somos hijos de Dios, hermanos suyos y hermanos entre nosotros!. ¡¡SANTA Y FELIZ NAVIDAD!! De modo muy especial a los lectores habituales de esta columna, a los sacerdotes, a los enfermos y a los atribulados.
+ Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos
3 comentarios
Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que ama el Señor.
¿Cómo va a aceptar la época actual que la perfección venga de Dios?
Pedir conocimiento interno del señor para más amarle y seguirle.
Feliz Navidad
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