638 - CHILE: EL CARDENAL ERRÁZURIZ Y LA DISTRIBUCIÓN DE ABORTIVOS (I).
CHILE: DOCUMENTO DEL CARDENAL ERRÁZURIZ. DISTRIBUCIÓN DE ABORTIVOS POR PARTE DEL ESTADO (I).
(vid. también NG 635)
El gobierno de Chile dispuso la distribución del abortivo llamado "píldora del día después" a las mujeres "víctimas de una violación".
El arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz, publicó el 1 de mayo, un extenso mensaje en el que se insiste en el deber de acudir a la objeción de conciencia, negándose a participar de esta política abortista, por parte de los ciudadanos católicos que ocupan cargos de gobierno a nivel municipal. El gobierno amenazó con represalias judiciales a quienes lo hagan, ya que para el totalitario "progresismo" gobernante rige el falso principio del Nuevo Orden internacional que dice que "no se admite la objeción de conciencia en políticas de salud pública".
Las organizaciones abortistas exigen que la Iglesia calle y sea cómplice de este nuevo atentado contra la vida humana. Días pasados también la masonería chilena -en el marco de la VII Conferencia Internacional Masónica, inaugurada por el presidente de Chile, Ricardo Lagos-, se manifestó contra la intervención del Cardenal Errázuriz.
Por su interés como documentación en éste y en los próximos números de nuestro boletín, daremos a conocer el mensaje del Cardenal Errázuriz. Recordamos que en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina) rige por ley la misma política abortista: la entrega de abortivos químicos a quienes denuncian que han sido víctimas de una violación.
Texto completo del mensaje del Arzobispo de Santiago de Chile:
A los miembros de nuestra Iglesia en la Arquidiócesis de Santiago
Queridos hermanos y hermanas en el Señor,
Nuevamente el Ministerio de Salud ha tomado una decisión acerca del uso de la "píldora del día después". Esta vez se trata de la entrega gratuita a las mujeres que han sufrido el terrible drama de una violación. No faltan las autoridades comunales que están dispuestas a entregarla gratuitamente a quienes la pidan, mientras otras se oponen a ello, y hacen objeción de conciencia.
El tema es sumamente delicado porque se trata del primero de los derechos de cada ser humano: del derecho a nacer que le asiste desde su misma concepción. También es delicado porque el tema toca hondamente sentimientos muy nobles. El fármaco es presentado como un medio para aliviar el sufrimiento y reparar la injusticia de la cual ha sido víctima una persona querida e inocente, por parte de un agresor que ha irrumpido en su intimidad injusta y violentamente. Además el tema es delicado porque siempre quisiéramos respetar a las autoridades civiles, pero a veces nos sentimos obligados a reflexionar si han decidido lo que es justo a los ojos de Dios, ya que, de lo contrario, tenemos que optar por la obediencia a Dios y no por la obediencia a los hombres (ver He 4,19). Por último, la distribución gratuita de un fármaco cuya finalidad no es sanar, es un hecho más que controvertido. Peor aún, cuando se hace con dineros aportados por todos los contribuyentes, también de aquellos que rechazan en conciencia el fármaco y su distribución.
Pongo en manos de ustedes una versión actualizada de un texto que escribí hace ya tres años, cuando el Instituto de Salud Pública aprobó por primera vez en Chile la distribución de este fármaco (aprobación que posteriormente fue dejada sin efecto por la Corte Suprema de Justicia), al cual he agregado algunas consideraciones que son necesarias en esta nueva fase de la discusión. Así espero aportar aquellos fundamentos que pueden ayudarles a adherir a la verdad que nos hace libres, a esa verdad que no es meramente, como se suele decir, "una doctrina de la Iglesia". Buscamos la verdad que tiene su fundamento en la bondad, la sabiduría y la voluntad creadora del mismo Dios. Ésa es la verdad que propone su Iglesia.
El derecho a la vida, también hoy y en todas las circunstancias
La discusión que ha surgido tiene muchas facetas. Me ocuparé tan sólo de algunas, a saber del derecho a la vida, del presunto derecho al aborto, del lugar de la misericordia, del fármaco en cuestión y del cambio cultural que pretende justificar su distribución y su empleo.
El derecho a la vida
Una de las tareas más importantes de nuestra generación consiste en construir una sociedad que valore y respete el derecho a la vida, reconociendo en él la piedra angular de todos los derechos humanos. A lo largo de la historia, nunca tuvo la humanidad tantas razones para admirar el misterio de la vida humana y el horizonte de su progreso, como asimismo tantas contribuciones técnicas, científicas, culturales y religiosas fácilmente alcanzables, de las cuales puede valerse para dar calidad a la vida humana y enriquecer la convivencia y la solidaridad social.
Un país como el nuestro, que tiene conciencia de su historia y ha puesto su empeño en sanar las heridas causadas por violaciones muy graves de los derechos humanos, sobre todo del derecho a la vida, quiere construir un futuro con clara conciencia de aquellas actitudes y acciones del pasado que nunca más deben darse entre nosotros. Por eso, nuestro pueblo, con la mayor coherencia y decisión, quiere optar por la vida. Nuestra Patria necesita la alegría de ser, toda ella, un espacio propicio a la vida, en el cual las instituciones, las comunidades, las leyes, las costumbres y las familias favorezcan cuanto acoge, respeta, alienta y apoya a la vida; y cuanto sea expresión de solidaridad con ella.
El respeto a la vida humana no admite discriminaciones. Son muchos los países - también el nuestro - que han pasado por la dolorosa experiencia de discriminar entre los ciudadanos, como si unas vidas fuesen respetables y otras no merecieran respeto alguno. No podemos caer en esa insoportable intolerancia. Hemos de respetar la vida del hombre y de la mujer, del recién concebido, del niño y del anciano, del pobre y del enfermo, del inmigrante, del enemigo y del encarcelado. Cada vida humana es un don de Dios; todas están llamadas a experimentar e incrementar el respeto y el amor; todas ellas tienen la vocación más asombrosa: la de participar un día de la vida y de la felicidad de Dios.
Por la causa de la vida, el Santo Padre no se cansa de proponernos que construyamos la familia como un santuario de la vida, que plasmemos relaciones más justas en la sociedad, que evitemos las guerras, que son un medio indigno del ser humano para solucionar sus conflictos, y que nos preocupemos de construir y animar un mundo favorable a la vida, promoviendo una auténtica "ecología humana". Por la causa de la vida, la Iglesia promueve tanto la abolición de la pena de muerte, como el respeto irrestricto a la existencia de quienes aún no han nacido, pero que ya gozan de vida humana. (Continúa).