212 - LAS IDEAS NO SE RESPETAN, SE RAZONAN
LAS IDEAS NO SE RESPETAN, SE RAZONAN
Fuente: Editorial de Hispanidad Confidencial, 15-6-99
Los recientes comicios (de la Unión Europea) han reavivado una de las cursilerías más habituales en la vida política: hay que respetar las ideas ajenas. Se dice por decir, porque, al mismo tiempo que se predica tal principio, se insulta al adversario, pero esa es otra cuestión. A ver si nos entendemos: las ideas no hay que respetarlas, hay que demostrarlas. A quien hay que respetar es a las personas, que incluso merecen mucho más: merecen afecto. Esta parece ser la gran confusión de nuestros tiempos.
Respetar a las personas es tratar de ver la parte (o el todo) de verdad que existe en sus planteamientos, pero las ideas no admiten respeto, admiten análisis crítico.
Las consecuencias de ésta aparente quisicosa dialéctica son inmensas. Entre otras cosas, porque en la práctica nadie respeta, de hecho, las ideas. El problema comienza cuando se pretende actuar como si toda idea mereciera respeto, cuando no lo merece ninguna. Por ejemplo, determinadas cuestiones éticas (y económicas, políticas, y culturales), en especial aquellas que resultan polémicas, se plantean como una equidistancia entre dos extremos, igualmente respetables. Ejemplo típico, el aborto. Un debate en un medio público se convierte en un intento de equidistancia entre los partidarios del aborto y los contrarios al mismo, porque se supone que las ideas de uno y otro bando deben ser, igualmente, "respetadas". Pues no, quienes deben ser respetados son los defensores de la vida y los defensores del aborto (como personas). Así, no haríamos lo mismo si se tratara de un debate sobre la esclavitud o sobre el nazismo. No situaríamos a un lado a los sucesores de Adolf Hitler y al otro a los defensores de la igualdad entre las razas. Simplemente, debatiríamos sobre las medidas necesarias para que la barbarie del nazismo no vuelva a repetirse. No situaríamos en plano de igualdad para la controversia a un esclavista o a un partidario de la libertad. Simplemente ocurre que, respecto al nazismo y al esclavismo, se ha llegado a un consenso moral: nadie está dispuesto a mostrarse respetuoso con nazis o esclavistas. Con estos ejemplos, queda en evidencia la falacia del "prohibido prohibir", un principio muy jaleado y al que sólo se llega desde la confusión del respeto a las ideas y del respeto a las personas.
La ley no escrita es que cuanto más importante es una cuestión moral, la tolerancia o el respeto se convierte en inmoralidad supina, que perjudica al ser humano, el único sujeto digno de respeto. FIN