La razón, según Lutero, sirve para las cosas prácticas del mundo terreno, pero de ningún modo para iluminar los asuntos de la fe, de allí que sea una abominación pensar que con ella se pueda profundizar la teología y los dogmas ya que “la razón es contraria a la fe”[1].
Lo mismo diría luego:
“La razón se opone directamente a la fe, y deberían dejarla que se vaya; en los creyentes hay que matarla y enterrarla[2] (…).Es imposible poner de acuerdo a la fe con la razón[3] (…). Has de abandonar tu razón, ignorarla, aniquilarla por completo, de lo contrario no entrarás en el Cielo (…)[4].Es menester dejar a la razón en su casa, porque es la enemiga nata de la fe… Nada hay tan contrario a la fe como la ley y la razón, hay que vencerlas si se quiere alcanzar la bienaventuranza”[5].
A la inteligencia “Dios nos la ha concedido para que gobierne en el mundo, es decir, a ella corresponde el poder de dictar leyes y de ordenar principalmente lo que respecta a esta vida, como el beber, el comer, el vestir, así como lo referente a la disciplina exterior y a una vida honesta”[6], pero en lo espiritual es “ciega y anda en tinieblas”[7].
“La razón es la puta del diablo. Sólo es capaz de blasfemar y de deshonrar cuanto Dios ha dicho o ha hecho”[8] (…) “La más feroz enemiga de Dios”[9] (…). “Es la mayor puta del diablo; por su naturaleza y manera de ser es una puta dañina; una prostituta, la puta titular del diablo, una puta carcomida por la roña y la lepra, a quien habría que pisotear y destruir junto con la sabiduría… Arrójale inmundicia al rostro para afearla… La abominable merecería ser relegada a la más sucia habitación de la casa, a las letrinas”[10].
Pero no sólo la razón será despotricada contra el autor de la Ruptura Protestante, sino también aquellos que hubiesen intentado utilizarla a lo largo de la historia, entre otros, Aristóteles y el gran Santo Tomás de Aquino:
“Aristóteles es el reducto impío de los Papistas. Es para la teología lo que las tinieblas son para la luz. Su ética es la mayor enemiga de la gracia”[11], es un “filósofo rancio”[12], un “pillo digno de ser encerrado en el chiquero o en el establo de los asnos”[13], “un calumniador desvergonzado, un comediante, el más astuto corruptor de los espíritus. Si no hubiera existido en carne y hueso, no sentiría el menor escrúpulo en tenerlo por un verdadero diablo”[14].
Aristóteles no es más que un “ciego gentil”, “una bestia pagana; “un devastador de la pía doctrina”, “un mero diccionario”, “impiísimo”, “sicofante”, “burro ocioso”, “monstruo de tres cabezas”[15].
Tanto era el odio de Lutero que hasta se dedicaba a atacarlo por medio de sus discípulos:
“Estoy preparando a seis o siete doctorandos, entre ellos Adriano (de Amberes), para el futuro examen, que redundará en ignominia de Aristóteles, contra quien desearía que se alzasen pronto muchísimos enemigos”[16].
¿Y de Santo Tomás?
Refiriéndose a Santo Tomás dice: "nunca comprendió un capítulo del Evangelio o de Aristóteles”[17].
“Santo Tomás: me duele que este insigne varón haya intentado probar las cosas de la fe valiéndose de Aristóteles… La razón principal de mi opinión es que las palabras divinas no deben sufrir violencia ni de parte de los hombres ni de parte de los ángeles, sino que en lo posible se han de interpretar en su sentido más sencillo”[18].
“En resumen es imposible reformar la Iglesia si la teología y la filosofía escolástica no se arrancan de raíz”[19].
Y en esto último no se equivocaba…
En fin…; todo un adelantado.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Martín Lutero, Disputationes,a cura di Paul Drews, Göttingen 1895, 42 (cfr. Jacques Maritain, Tres reformadores, Excelsa, Buenos Aires 1945, 42).
[2] Weim., XLVII, 328, 23-25 (1537-1540).
[3] Weim., XLVII, 329, 29-30. “Ratio est omnium maximum impedimentum ad fidem”. Tischredem, Weim., III, 62, 28, Nº 2904 a.
[4] Weim., XLVII, 329, 6-7.
[5] Weim., VI. (N9 6718), 143, 25-26, 32-35.
[6] Weim., XLV, 621 5-8 (1538).
[7] Weim., II, 319, 8; 320, 12.
[8] Weim., XVIII, 164, 24-27 (1524-1525)
[9] “Rationem atrocissimum Dei hostem", in Galat. (1531) 1535, Weim., XL. P. 1, 363, 25.
[10] Erl., 16, 142 a 148 (1546).
[11] Cf. Uberweg, Grundriss der Geschichte der Philosophie, III, 1914, t. 30, 32.
[12] Weim., IX, 43, 5 (1510-1511).
[13] Weim., VII, 282, 15-16 (1521).
[14] Carta a Lang, 8 de febrero de 1516, de Wette, I, 15-16.
[15] Ricardo García-Villoslada, Martín Lutero, t. 1, Bac, Madrid 1973, 72.
[16] Martín Lutero, Briefwechsel (WA 1930-67).I. 100.
[17] Enders, I, 350, 25-30 (14 de enero de 1519); I, 173-174, 50-57 (24 de marzo de 1518).
[18] Weimarer Ausgabe (Weimar 1883 y ss.) 6, 508-509.
[19] De Wette, I, 64, P. 108 (1518).