“Todo coopera para el bien de los que aman a Dios, incluso el pecado”, decía san Agustín.
Los argentinos hemos padecido, en estos últimos meses, una historia que parecía de nunca acabar pero de la cual, a mi juicio, hemos salido ganando.
Discursos, panfletos, diputados, diputadas y descerebrades de todo tipo opinando de “si el pasto es verde” o si “la muerte es una construcción cultural…”.
Y, luego de pasado el vendaval de este circo que la democracia verde-moco y las pobres chicas femibolches (amancebadas con sus patrones liberales), nos otorgaron, algo había que decir. Y acá vamos:
1) Lo mejor de la Argentina, se ha despertado por algo más que un mundial de fútbol con once bípedos ilustres corriendo detrás de una pelota.
Y esto no pasaba desde la Guerra de Malvinas.
Porque la Argentina, la Argentina profunda aún existe; y persiste en esos bolsones de aire puro que siguen siendo las familias, de las clases sociales que sean.
2) Hay que decir también, para no olvidarlo, que el aborto ha sido apoyado, promocionado y financiado con el dinero del capitalismo liberal y las armas del marxismo cultural, que son el anverso y el reverso de una misma moneda llamada Revolución. Lo mismo decía por estos meses un “chico-bien” de clase alta que un travesti trasnochado después de una noche de farra.
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