Acerca de la verdadera comunión espiritual
Es un hecho que, a partir del fenómeno del Covid-19, buena parte del mundo católico ha podido aprovechar y profundizar en los misterios de la Fe.
No se puede negar. Es que, el no tener siempre los sacramentos a disposición, quizás haya sido una de las cosas más dolorosas a la que no estábamos acostumbrados (basta pensar en ciertos casos en los que, injustamente, se le negó el ingreso a los hospitales a ciertos sacerdotes).
Pero una de las cosas que varios fieles han debido vivir es la ausencia no sólo de las misas sino de la misma sagrada comunión, sea porque algunas parroquias estaban cerradas, sea porque se exigía que la comunión fuese solamente en la mano.
No entraremos aquí en esta polémica; solo el tiempo terminará de aclarar los tantos; sin embargo, creemos que es provechoso analizar, más allá del modo de comulgar, el fruto que de la comunión eucarística podemos hacer.
Y podríamos preguntarnos:
- “¿Por qué, si comulgamos con frecuencia, seguimos siendo tan tibios y tan perezosos si, como decía Santa Magdalena de Pazzi, bastaría una sola comunión bien hecha para elevarnos al más alto grado de perfección?”.
Y, quizás, porque comulgamos mecánicamente, recibiendo el sacramento pero no siempre todos los frutos que de ella podríamos sacar.
Pero vayamos por partes.
1. ¿Es obligatorio comulgar en cada Misa?