Crónicas de la Vendée (5-5). François Charette, "el rey de la Vendée"
Vive le Roy!
François Athanase Charette nació en Couffé, cerca de Nantes, el 21 de abril de 1763, en una noble familia de la región de Bretaña. Aunque su padre tenía el título de ‘Caballero y Señor de La Contrie’, no poseía gran fortuna y fue el tío quien se encargó de pagarle la educación. A los 16 años entró como aspirante a la marina real en Brest, a pesar de ser declarado por los médicos “inepto” para el mar y la guerra. Todos los días se lo veía correr a lo largo de precarias embarcaciones, con el fin de ejercitarse en las maniobras y vencer su débil constitución, y a fuerza de perseverancia, logró dominar el miedo al naufragio y mejorar su estado físico; dos años después ya era guardiamarina. Excepcionalmente fue promovido a teniente con 24 años: recorrió los océanos y mares, mostrando espíritu de mando, sangre fría y autoridad. En solo tres años ya había participado en once campañas desde el Caribe y el Mediterráneo hasta en las costas rusas del Mar del Norte, amén de participar en la guerra de la independencia americana, donde tuvo un rol destacado.
En noviembre de 1790, viendo que el caos revolucionario desbordaba por doquier, pidió el retiro voluntario de la marina. Por esa misma época, en un baile de Nantes se enamoró de una quinceañera… hasta que apareció la madre de la jovencita reprochándole: “mi hija es demasiado joven para casarse con usted y yo no soy tan vieja para renunciar a eso”. Ni lerdo ni perezoso, se terminó casando con la viuda, Marie-Angélique Josnet, 15 años mayor que él; el matrimonio no duró mucho y solo tuvieron un hijo que murió a los tres meses de vida. Como la mayoría de los nobles, nuestro ‘Caballero François’ se exilió un tiempo en Alemania, pero enseguida volvió a la acción para participar entre los heroicos defensores de Las Tullerias como oficial del rey, exponiendo su vida por la monarquía. Al igual que Henri de La Rochejaquelein, logró escapar a tiempo de la masacre entremezclándose en las filas enemigas al llevar como trofeo la pierna de un guardia suizo que encontró por el camino y terminó refugiándose en su castillo de Fonteclose hasta nuevo aviso.