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6.11.16

Luterándonos: fe y razón; Aristóteles y Santo Tomás de Aquino

La razón, según Lutero, sirve para las cosas prácticas del mundo terreno, pero de ningún modo para iluminar los asuntos de la fe, de allí que sea una abominación pensar que con ella se pueda profundizar la teología y los dogmas ya que la razón es contraria a la fe[1].

Lo mismo diría luego:

 

“La razón se opone directamente a la fe, y deberían dejarla que se vaya; en los creyentes hay que matarla y enterrarla[2] (…).Es imposible poner de acuerdo a la fe con la razón[3] (…). Has de abandonar tu razón, ignorarla, aniquilarla por completo, de lo contrario no entrarás en el Cielo (…)[4].Es menester dejar a la razón en su casa, porque es la enemiga nata de la fe… Nada hay tan contrario a la fe como la ley y la razón, hay que vencerlas si se quiere alcanzar la bienaventuranza”[5].

 

A la inteligencia “Dios nos la ha concedido para que gobierne en el mundo, es decir, a ella corresponde el poder de dictar leyes y de ordenar principalmente lo que respecta a esta vida, como el beber, el comer, el vestir, así como lo referente a la disciplina exterior y a una vida honesta”[6], pero en lo espiritual es “ciega y anda en tinieblas”[7].

“La razón es la puta del diablo. Sólo es capaz de blasfemar y de deshonrar cuanto Dios ha dicho o ha hecho[8] (…) “La más feroz enemiga de Dios”[9] (…). “Es la mayor puta del diablo; por su naturaleza y manera de ser es una puta dañina; una prostituta, la puta titular del diablo, una puta carcomida por la roña y la lepra, a quien habría que pisotear y destruir junto con la sabiduría… Arrójale inmundicia al rostro para afearla… La abominable merecería ser relegada a la más sucia habitación de la casa, a las letrinas”[10].

 

Pero no sólo la razón será despotricada contra el autor de la Ruptura Protestante, sino también aquellos que hubiesen intentado utilizarla a lo largo de la historia, entre otros, Aristóteles y el gran Santo Tomás de Aquino:

 

Aristóteles es el reducto impío de los Papistas. Es para la teología lo que las tinieblas son para la luz. Su ética es la mayor enemiga de la gracia”[11], es un “filósofo rancio”[12], un “pillo digno de ser encerrado en el chiquero o en el establo de los asnos”[13], “un calumniador desvergonzado, un comediante, el más astuto corruptor de los espíritus. Si no hubiera existido en carne y hueso, no sentiría el menor escrúpulo en tenerlo por un verdadero diablo”[14].

Aristóteles no es más que un “ciego gentil”, “una bestia pagana; “un devastador de la pía doctrina”, “un mero diccionario”, “impiísimo”, “sicofante”, “burro ocioso”, “monstruo de tres cabezas”[15].

Tanto era el odio de Lutero que hasta se dedicaba a atacarlo por medio de sus discípulos:

“Estoy preparando a seis o siete doctorandos, entre ellos Adriano (de Amberes), para el futuro examen, que redundará en ignominia de Aristóteles, contra quien desearía que se alzasen pronto muchísimos enemigos”[16].

 

¿Y de Santo Tomás?

 

Refiriéndose a Santo Tomás dice: "nunca comprendió un capítulo del Evangelio o de Aristóteles[17].

“Santo Tomás: me duele que este insigne varón haya intentado probar las cosas de la fe valiéndose de Aristóteles… La razón principal de mi opinión es que las palabras divinas no deben sufrir violencia ni de parte de los hombres ni de parte de los ángeles, sino que en lo posible se han de interpretar en su sentido más sencillo”[18].

 

“En resumen es imposible reformar la Iglesia si la teología y la filosofía escolástica no se arrancan de raíz[19].

 

Y en esto último no se equivocaba…

En fin…; todo un adelantado.

 

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

 

 


[1] Martín Lutero, Disputationes,a cura di Paul Drews, Göttingen 1895, 42 (cfr. Jacques Maritain, Tres reformadores, Excelsa, Buenos Aires 1945, 42).

[2] Weim., XLVII, 328, 23-25 (1537-1540).

[3] Weim., XLVII, 329, 29-30. “Ratio est omnium maximum impedimentum ad fidem”. Tischredem, Weim., III, 62, 28, Nº 2904 a.

[4] Weim., XLVII, 329, 6-7.

[5]  Weim., VI. (N9 6718), 143, 25-26, 32-35. 

[6] Weim., XLV, 621 5-8 (1538). 

[7] Weim., II, 319, 8; 320, 12. 

[8] Weim., XVIII, 164, 24-27 (1524-1525) 

[9] “Rationem atrocissimum Dei hostem", in Galat. (1531) 1535, Weim., XL. P. 1, 363, 25. 

[10] Erl., 16, 142 a 148 (1546).

[11] Cf. Uberweg, Grundriss der Geschichte der Philosophie, III, 1914, t. 30, 32. 

[12] Weim., IX, 43, 5 (1510-1511). 

[13] Weim., VII, 282, 15-16 (1521).

[14] Carta a Lang, 8 de febrero de 1516, de Wette, I, 15-16. 

[15] Ricardo García-Villoslada, Martín Lutero, t. 1, Bac, Madrid 1973, 72.

[16] Martín Lutero, Briefwechsel (WA 1930-67).I. 100.

[17] Enders, I, 350, 25-30 (14 de enero de 1519); I, 173-174, 50-57 (24 de marzo de 1518).

[18] Weimarer Ausgabe (Weimar 1883 y ss.) 6, 508-509.

[19] De Wette, I, 64, P. 108 (1518).

5.11.16

Luterándonos: la vida religiosa

 

Escribió Lutero desde Wartburg a su amigo Gerbel:

“Hay una vigorosa conjuración entre Felipe (Melanchthon) y yo en contra de los votos de los religiosos y de los sacerdotes, para abolirlos y anularlos: ¡oh! ¡aquel bandido de anticristo con sus escamas, cómo ha servido de instrumento a Satanás para destruir todos los misterios de la piedad cristiana! (…). Dichoso tú que has vencido con el honroso matrimonio aquel impuro celibato”[1].

 

Y sobre los votos específicamente, agregaba:

 

“Los votos monásticos son imposibles y anticristianos, pura hipocresía o soberbia (…) El matrimonio es absolutamente obligatorio y necesario para quien tiene órganos de generación[2].

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4.11.16

Luterándonos: los judíos

“A partir del planteamiento luterano, si somos coherentes, quedan solamente dos posibilidades entre las cuales optar en el curso de la historia: o el hombre se disuelve en su angustia y ya no es nada (y es la consecuencia del existencialismo ateo), o bien el hombre, basándose en esa misma angustia y corrupción, da un salto en el vacío y se autodefine superhombre (es la opción de Nietzsche). En el fondo Nietzsche regenera a Hobbes, en el sentido de que la “última ratio” del hombre es el poder. El dominio es posible solamente contra el amor, a partir de la contraposición, en el hombre, entre la razón y el corazón. Un tal poder, como “última ratio", implica la muerte de Dios. Se trata de un paganismo que, en los casos del nazismo y del marxismo, adquirirá formas organizadas en sistemas políticos” (Conferencia del P. Jorge Mario Bergoglio en Mendoza (Arg.), 1985, titulada: “Lutero: una “idea loca” que ha evolucionado en herejía y cisma”. La conferencia completa puede leerse aquí y fue republicada en un libro editado ya como Papa, en 2014; ver aquí).

Martín Lutero siempre se preocupó por el judaísmo y, aunque en un inicio intentó buscar su conversión, desistió de ello y se volcó a denigrarlos.

En los últimos años de su vida publicó cuatro opúsculos de una agresividad sin igual[1].

Veamos lo que decía:

Los judíos son un pueblo «abyecto y despreciable, es decir, no un pueblo de Dios, y su jactancia de linaje, su circuncisión y su ley deben ser considerados sucios» (…). Están manchados con «las heces del diablo (…) en las que se revuelcan como cerdos» (…). La sinagoga es una «novia impura, sí, una ramera incorregible, una mujerzuela impía». No se les debe mostrar ninguna piedad ni misericordia, ni facilitar protección legal alguna (…) «estos infectos gusanos venenosos» deben prepararse para el trabajo forzado o la expulsión definitiva» (…). «Seremos culpables de no destruirlos»[2].

 

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2.11.16

Luterándonos: para el "reformador", la mujer, prostituta y sumisa

- Y sí…; hasta el domingo, por lo menos, seguiremos publicando perlitas del “reformador” a partir de las fuentes históricas…

Lutero no era alguien a quien hoy llamaríamos “defensor de la mujer”. Con un planteo puritano, consideraba que el sexo era siempre pecado, aunque Dios lo perdonase, de allí que la mujer fuese necesaria para el hombre, aunque perteneciese a una segunda categoría; a la categoría de cosa:

 

“Las mujeres evidentemente no pueden servir más que para el matrimonio o para la prostitución[1].

De allí que aconsejaba que,

“aunque las mujeres se fatiguen y aun revienten con la preñez, tú déjalas reventar en buen hora que para eso han nacido. Más vale vida corta con salud, que larga con enfermedad”[2].

Con el tiempo no dudaría en incluso aplaudir cierto rapto de unas religiosas de parte de algunos clérigos violentos, en la noche del Sábado Santo de 1523, llamando a su cabecilla “bienaventurado ladrón”:

“A imitación de Cristo también vos habéis sacado estas almas de la prisión, de las garras de la tiranía humana , precisamente en el oportuno tiempo de la Pascua, en que Cristo rompió las cadenas de los suyos”[3].

 

“Si una mujer se niega a pagar el débito conyugal, el hombre debe echarse la cuenta de que su mujer ha sido robada y apropiada por forajidos y agenciarse otra”[4].

La mujer es simplemente,

un animal estúpido que sólo servía de mero instrumento para acallar el apetito sensual: Tan pronto como cualquier hombre sienta en sí la plenitud de los fueros de macho, tome una mujer, y no tiente a Dios. Para eso la doncella tiene su sexo de mujer; para que le suministre al hombre un remedio saludable para evitar el onanismo”[5].

De allí que estuviese a favor del goce de varias mujeres a la vez, pues “la poligamia no es opuesta a la Sagrada Escritura”[6].

A Enrique VIII, el incontinente rey inglés, que le pedía consejo, le decía: “antes le permitiría al rey añadir una segunda reina a la primera, y a ejemplo de los patriarcas y reyes antiguos tener a la vez dos mujeres o dos reinas”[7], pues “no hay prohibición de que un hombre pueda tener más de una mujer, y yo por ahora no podría impedirlo”[8].

 

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


[1] Martín Lutero, Weim., XII, 94, 20 (1523) (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 131).

[2] Martín Lutero, Erl., 20, 84 (Predigt vom ehelichen Leben, 1522), Weim., X, P. II, p. 301, 13 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 323).

[3] Martín Lutero, Weim XI, 394-30 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 25).

[4] Martín Lutero, Erl., 20, 73; Weim., X, P. II, p. 200, 23 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 317).

[5] Carta de Martín Lutero en Seidemann, Lauterbachs, Tagebuch, año 1538, ed. Seidemann, p. 101 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 323).

[6] Carta de Martín Lutero en Briefwechsel in der Erlangen, Frankfurt-Calwer Ausgabe (1884-1903) Enders, IV, 283, año 1524 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 142).

[7] Carta de Martín Lutero en, Enders, IX, 93: Cf. p. 25, n. 2. Doce días antes, Melanchthon se había expresado en el mismo sentido, Corp. Ref. II, 528 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 142-143).

[8] Carta de Martín Lutero en M. Lenz, Briefverchsel Landsgraf Philipps des Gross, mutigen von Hessen mit Bucer, I, 3432 y s., nota. (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 25.