Marie de la Sagesse Sequeiros, Santa Juana de Arco. Reina, virgen y mártir, Buenos Aires 2018, Katejon, 420 pp.
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Por la Dra. Andrea Greco de Álvarez
Decía Chesterton (y es una paradoja de la historia empezar a hablar de un libro sobre Juana de Arco citando a un inglés) que: “El santo es un remedio porque es un antídoto. Ciertamente por ello es que el santo es con frecuencia un mártir; se lo confunde con el veneno porque es un antídoto. Por lo general se lo encontrará restaurando la salud del mundo recurriendo a la exageración de todo lo que el mundo descuida, lo cual de ninguna manera es siempre el mismo elemento en cada época. Aun así, cada generación busca a su santo por instinto; y el santo no es lo que las personas quieren sino más bien lo que las personas necesitan. (…) Por consiguiente, es una paradoja de la Historia que cada generación es convertida por el santo que más la contradice”. (G.K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino, edición electrónica 2010.)
Estamos presentando el libro Santa Juana de Arco: reina, virgen y mártir escrito por María de la Sagesse Sequeiros. Un libro escrito con buena pluma, con amor y vehemencia; un libro que nos va descubriendo la figura eximia de la Pucelle, de aquella doncella a la que Dios llamó a una misión tan extraordinaria y sorprendente. Como dice Chesterton “el santo no es lo que las personas quieren sino más bien lo que las personas necesitan”, justamente esto es lo que nos relata Sagesse cuando nos pinta la desesperada situación de Francia invadida por Inglaterra y a punto de desaparecer. Escribe:
“el milagro que reclamaba el rey y su pueblo, era necesario. Pero también era preciso que todo fuese humanamente desesperado para que apareciera más sorprendente e indiscutible la intervención del Cielo”[1].
Era la mediación sobrenatural que la nación anhelaba… y no se hizo esperar:
“Hacía largo tiempo que Francia pedía la salvación, y el auxilio no llegaba. Dios esperaba que el cáliz estuviera lleno de oraciones y de lágrimas, que todo el pueblo culpable debía ofrecer para su redención. Entonces, un día, cayó una lágrima de una niña, una gota de sangre de su corazón que colmó la medida, y la niña, que había llorado y orado por Francia fue elegida para liberarla”[2] (p. 34-35)
Esta es la primera cualidad de la obra de Santa Juana de Arco que se nos devela: la misión de Juana era lo que su Patria terrena y la Iglesia en ese momento necesitaban, por eso la autora nos anticipa que lo que nos va a narrar en este libro:
es la respuesta divina que se plasmó en la doble misión de Juana de Arco: “liberar a Orléans y consagrar al Delfín en Reims” y, a nivel sobrenatural: “declarar a Jesucristo verdadero Rey y Señor de Francia, y a los reyes franceses como sus lugartenientes”.
La misión de Juana es capital para la Iglesia y para toda Francia: ella debe restablecer al rey, salvar a Francia y a la Iglesia y ser el heraldo de la Realeza Universal de Cristo. (p. 36)
Una misión importantísima y absolutamente extraordinaria considerando que la persona elegida como instrumento de Dios para llevar a cabo esta misión no era alguien de la nobleza o un fuerte y experimentado guerrero o un sabio estadista sino una simple muchacha campesina.
Pero Chesterton también nos dice que “el santo es un remedio porque es un antídoto… por ello es que el santo es con frecuencia un mártir; se lo confunde con el veneno porque es un antídoto”. Y esta es la segunda cualidad de Santa Juana que el libro nos revela, traicionada por los suyos, su vida y sobre todo su muerte fue una constante lucha contra los fariseos, como Nuestro Señor Jesucristo: “in propria venit, et sui eum non recepérunt” (S. Jn: 1, 11) “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. De igual modo Santa Juana fue tratada como un veneno por eso escribe Sagesse que:
En el punto culminante de su misión la heroína fue traicionada por los suyos y vendida al enemigo para ser sometida a un juicio inicuo en el que se la calumnió y ultrajó miserablemente. Ella debió defenderse sola frente a un numeroso tribunal eclesiástico irregular que ya la había condenado a muerte de antemano. Finalmente, la Pucelle murió en la hoguera perdonando a sus enemigos y rogando por ellos. (p. 7)
Es en esta segunda cualidad: su lucha contra los fariseos, la que nos muestra la perfecta imitación de Cristo en la vida de la Santa Juana[3] porque como nos enseña el P. Castellani: “Toda la biografía de Jesús de Nazareth como hombre se puede resumir en esta fórmula: “Fue el Mesías y luchó contra el fariseísmo"; o quizás más brevemente todavía: “Luchó con los Fariseos". Ese fue el trabajo que personalmente se asignó Cristo como hombre: su Empresa.
Todas las biografías de Cristo que recuerdo –continúa Castellani– construyen su vida sobre otra fórmula: “Fue el Hijo de Dios, predicó el Reino de Dios, y confirmó su prédica con milagros y profecías"… Sí, pero ¿y su muerte? Esta fórmula amputa su muerte, que fue el acto más importante de su vida.
El drama de Cristo queda así escamoteado. La vida de Cristo no fue un idilio ni un cuento de hadas ni una elegía, sino un drama. No hay drama sin antagonista. El antagonista de Cristo fue el fariseísmo, vencedor en apariencia, derrotado en realidad.
Sin el fariseísmo, Cristo no hubiera muerto en la cruz; y la Humanidad no sería esta Humanidad; ni la Religión, esta Religión. El fariseísmo es el gusano de la religión; y parece ser un gusano ineludible, pues no hay en este mundo fruta que no tenga gusano, ni institución sin su corrupción específica”[4].
De igual modo, la vida y muerte de Juana fue el drama de la lucha contra los fariseos aparentemente triunfantes. Mostrarnos de modo vívido este drama es uno de los enormes méritos de este libro. Como dice la autora:
en la vida de los santos siempre existe un paralelo entre Jesucristo (p. 14)
La imitación de Juana por su Maestro va mucho más allá, hasta llegar a una perfecta “conformatio cum Christo” como pocos santos han tenido en la Historia de la Iglesia, y terminar en una victoriosa “transformatio in Christum” (p. 11)
“Se puede decir que, de todas las santas, Juana es aquella a quien se le ha concedido que su vida, su pasión y su muerte hayan imitado más de cerca la vida, la pasión y la muerte de Jesús” (Charles Péguy, p. 413)
en el caso de la doncella, como en el de Cristo y los fariseos, los jueces se convirtieron en una especie de enemigos necesarios que Dios utilizó como medio para ilustrarnos gran parte de su doctrina, del mismo modo que el Apóstol decía que era necesario que hubiese herejes (1 Cor XI, 19) (p. 12-13)
En tercer lugar, este libro se nos ofrece como “el primer estudio documental en español a la luz de sus procesos” y es este otro de los mayores méritos de este libro: todas las conclusiones acerca de las complejas circunstancias de la vida, misión y muerte de Santa Juana se nos presentan perfectamente documentadas y fundadas en la abundante cantidad de fuentes disponibles. Este corpus está conformado por: los cuatro procesos jurídicos, el proceso de Poitiers 1429, el de Rouen 1431, el de Rehabilitación 1455, y el de Canonización 1870-1920. Además de esto existen más de 30 crónicas contemporáneas; contrarias y enemigas; más de 100 cartas; el Breviarium historiale, texto redactado después de la liberación de Orléans en 1429 por el dominico Jean Dupuy para informar a Roma; también De mirabili victoria de ese mismo año escrito por Jean Gerson; y los dos tratados De Adventu Johanne y Tractatus de Puella, escritos por el arzobispo de Embrun y consejero real, Jacques Gélu; además de crónicas alemanas, italianas, flamencas, romanas. A estas fuentes primarias se agregan una cantidad muy importante de obras historiográficas que no se encuentran disponibles en castellano. Entre estas se destaca el libro del Coronel Charles Boulanger escrito en 1956 al conmemorarse los 500 años del proceso de rehabilitación, cuyo título en español es: 7 de Julio 1456, entierro del affaire Juana de Arco: “Triunfo de la Universidad de París”. Lamentablemente este libro tuvo una tirada sólo de 2000 ejemplares y no ha sido reeditado ni traducido por lo que sería prácticamente desconocido si no fuera porque un sacerdote francés lo redescubrió contra-revolucionariamente. Fue el 7 de mayo de 1989, en vísperas de la fiesta nacional francesa por la liberación de Orléans, que el P. Georges de Nantes en París dio una histórica conferencia en la que presentó con entusiasmo la obra del coronel, totalmente desconocida, hasta entonces, en el mundo católico y redescubierta por él. Uno de los pocos ejemplares del libro de Boulanger llegó a manos de la Hermana Sagesse gracias al envío que desde Francia le hizo una religiosa.
Pero además del mérito que implica el rigor historiográfico y documental con los que está escrita esta biografía, cabría señalar en cuarto lugar, algo que la autora menciona cuando nos relata cómo después de varios siglos de olvido la Doncella de Orleans fue redescubierta por sus compatriotas. Es lo siguiente que enseña el cardenal Pie:
“Si los santos no aparecen fortuitamente en la escena del mundo, tampoco es casualidad que, después de su muerte, se determine la época de la glorificación. En el cielo de los elegidos, como en el firmamento visible, es a una señal del Altísimo que las estrellas, escondidas durante largo tiempo y como dormidas en un rincón remoto del espacio, acudan gritando: ‘Aquí estamos’. Y que ellas comiencen a brillar para obedecer a Aquél que las ha creado (…) Relaciones secretas y permanentes están establecidas entre la Iglesia triunfante y la Iglesia militante, y cuando Dios nos destina a nuevos combates en la tierra, casi siempre Él nos muestra nuevos aliados y poderosos defensores en los cielos” (p. 395)
Así como para Francia no fue casual sino obra de la Divina Providencia el redescubrimiento de Santa Juana a partir del siglo XIX, en ocasión de su beatificación, canonización y designación como Patrona de la Nación; podemos pensar que este libro que nos acerca la figura de Santa Juana al editarse en español con una serie de detalles desconocidos por nosotros por estar publicados sólo en francés, también es un mensaje providencial para nosotros argentinos en este tiempo. Aunque más de 500 años nos separen de la vida y circunstancias de Santa Juana de Arco las enseñanzas que surgen de su vida, pasión y muerte son de una actualidad enorme y por designio de la Providencia en este lugar y este tiempo se nos ha dado conocerlas. Como bien lo señala la Hna. Sagesse en tiempos de globalización, en que hasta “no pocos cristianos muchas veces dicen irreflexivamente no tener otra patria que el cielo” (p. 424), Juana es una Santa que nos da ejemplo de heroico amor a la Patria y a la Iglesia. Si “cada generación es convertida por el santo que más la contradice”, ciertamente este ejemplo de auténtico amor patriótico es una bofetada a nuestra época.
En tiempos de la dictadura mundial de la ideología de género, único pensamiento políticamente correcto, impuesto a rajatabla; el hecho de que la causa principal por la que Juana fue condenada a la hoguera fuera por vestir ropa de hombre y que la razón por la que ella lo hacía era justamente por cuidar su virginidad, en medio de la misión que Dios le había encomendado, “Juana es una mártir de la castidad” (p. 408) escribe la autora, este hecho ya no es una bofetada sino un trompada que debería dejar knock-out a nuestra cultura, pues es la contradicción más flagrante y atrevida al feminismo radical, al empoderamiento de la mujer, a la negación de su verdadero rol y esencia. Es Juana una mujer que comanda ejércitos, vestida de armadura mientras sus “voces” se lo ordenan, pero es sumisa a la autoridad real o a la comandancia militar cada vez que Dios no le indica lo contrario. Sus vestiduras masculinas no tienen nada que ver con una igualación de los sexos sino con el cumplimiento de una misión celestial y con la virginidad guardada celosamente como un tesoro, aún en las peores circunstancias de prisión impuestas por unos jueces corruptos. Siguiendo la enseñanza del Cardenal Pie Santa Juana, a quien podemos conocer o redescubrir por este libro, puede ser una nueva aliada y poderosa defensora nuestra desde el cielo, que Dios nos está mostrando para nuestros actuales combates en la tierra.
Santa Juana de Arco es una santa cristera, por excelencia, al servicio de Nuestro Señor Jesucristo que es “Rey de reyes y Señor de Señores”. Por eso escribe Pierre Virion: “Dios ha hecho de ella la gran santa política para los tiempos de las naciones”[5]. Y nuestra autora agrega: Su misión es admirablemente sagrada, política y laica (p. 425). De la Franquerie, resalta que Juana es la “mártir de la realeza universal de Cristo y del carácter sagrado y divino de la realeza en Francia”[6] (p. 427).
Para terminar, convendría volver a las enseñanzas de Castellani en torno a la oración del fariseo y el publicano, pues la vida, pasión y muerte de Juana puede resultar un gran ejemplo para nosotros ante la Crisis actual de la Santa Madre Iglesia. Dice Castellani: “La parábola termina con esta frase: “todo el que se exalta será humillado y todo el que se humilla será exaltado", cuyo sentido es obvio.
Pero ella comienza con otra frase, que es misteriosa: “Cuando vuelva el Hijo del Hombre ¿creéis que encontrará -fe sobre la tierra?” Cristo conecta proféticamente su Primera y Segunda Venida, indicando que el estado de la religión será parecido en ambos momentos, el primero y el último. (…) ¿De qué fe habla el Salvador? (…) Cristo habla de la fe en seco. Viendo el estado de la religión en su tiempo en que por causa del fariseísmo, en los campos la gente andaba “como ovejas que no tienen pastor"; y en las ciudades “con pastores que eran lobos con piel de oveja", —los cuales iban a derramar la sangre del buen Pastor— se acordó repentinamente del otro período agónico de la religión, en que la situación religiosa habría de ser parecida o peor; y exhaló ese tremendo gemido.
Con razón anota Mons. Juan Straubinger comentando este versículo: “Obliga a una detenida meditación este impresionante anuncio que hace Cristo, no obstante haber prometido su asistencia a la Iglesia hasta la consumación del siglo. Es el gran “misterio de iniquidad” y la “gran apostasía” que dice San Pablo (II Tess. 2) y que el mismo Señor describe varias veces, sobre todo en su discurso esjatológico".
Hay pues dos profecías en el Evangelio que parecen inconciliables: una es que “las Puertas del Infierno no prevalecerán contra ella"; otra es que cuando vuelva Cristo “apenas encontrará fe sobre la tierra". Y la conciliación debe de estar en el principio o norma que dio Cristo a los suyos respecto a la Sinagoga ya desolada y contaminada: “En la cátedra de Moisés se sentaron y enseñaron los Escribas y Fariseos: vosotros haced todo lo que os dijeren, pero no hagáis conforme a sus obras". La Iglesia no fallará nunca, porque nunca enseñará la mentira; pero la Iglesia será un día desolada, porque los que enseñan en ella hablarán y no harán, mandarán y no servirán; y mezclando enseñanzas santas y sacras con ejemplos malos o nulos, harán a la Iglesia repugnante al mundo entero, excepto a los poquísimos heroicamente constantes”[7].
También nos recuerda Castellani lo que Juana vivió en su propia carne consumida ferozmente por el fuego de la injusta hoguera: “la Iglesia ha estado siempre perseguida de una manera u otra, conforme a la predicción de Cristo: “Si a mí me persiguieron, a vosotros os perseguirán: no es el discípulo mayor que el maestro”. (…) les predice las dos formas más terríficas de persecución “para que no os escandalicéis” –para que no tropecéis cuando ellas acaezcan.
Las dos formas más terríficas de la persecución son la de adentro y la de afuera; primero la de adentro: “seréis excomulgados” (…) y después la de afuera, “os matarán”, y en los últimos tiempos “os matarán y creerán con eso hacer un servicio a Dios” (Jn 16, 1-4); es decir, os matarán como a criminales, como a perros rabiosos[8]. Los mártires de los últimos tiempos, dice San Agustín, ni siquiera parecerán ser mártires[9].
Este fariseísmo que se identifica con clericalismo es “el descenso de una mística en política”, como bien lo definió Charles Péguy. Sin embargo, la Iglesia resiste porque es el cuerpo místico de la primera víctima de esa deformidad.
Ante la crisis actual, el ejemplo de Juana es un aliciente, que debe estimular nuestra esperanza pues, como escribiera proféticamente también el “cura loco”: “aún cuando Roma misma a veces ‘fornique con los Reyes de la Tierra’, siempre permanece vigente el principio; pues siempre hay resistencias a esa fornicación y nunca falta alguien que patea –denuncia y apostrofa; hasta la misma muerte a veces como Juana de Arco y Savonarola”[10].
“El fariseísmo es la más grave de todas la corrupciones humanas, y el fariseísmo siempre reclama víctimas, y generalmente no puede ser afrontado sino con mártires”[11].
Que Dios nos conceda, como a Santa Juana gritar las verdades de fe desde los tejados aún a riesgo de la propia vida, la persecución o el silenciamiento, para lo cual es necesaria una fe más grande que las montañas.
Dra. Andrea Greco de Álvarez
Febrero de 2018
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[1] Cit. en p. 34-35: Remy, Louis-Hubert et Marie Christine (2012). La vraie mission de sainte Jehanne d’Arc. Jésus-Christ Roy de France. Aigrefeuille, Les amis du Christ Roi de France, p. 199.
[2] Cit. en p. 35: Canónigo Coubé, en su obra L’âme de Jehanne d’Arc. Citado por Remy, L. H. et M. Ch. Op. cit., p. 202.
[3] Como bien lo señala la autora esta opinión es compartida por varios e importantes especialistas joanícos: P. Olivier Rioult, P. Jean-Baptiste Ayroles, Louis-Hubert et Marie Christine Remy entre otros. Todos ellos señalan que: “La pasión de Juana es una de las más perfectas imitaciones de la Pasión de Jesús”. Imitatio Christi et imitatio Mariae
[4] Castellani, Leonardo, El Evangelio de Jesucristo, Buenos Aires, Ed. Theoria, 1963, p. 282.
[5] Virion, Pierre (1995). Le Mystère de Jeanne d’Arc et la politique des nations. Saint-Cénéré, France, Éd. Téqui. p. 259.
[6] de la Franquerie, Marquis André (1988). Jeanne d’Arc la Pucelle, Apôtre et Martyre de la Royauté Universelle du Christ et du Caractère Sacré et Divin du Roi de France. Villegenon, Éd. Sainte Jeanne d’Arc. p. 36-37.
[7] Castellani, P. Leonardo (1963), op. cit., p. 284-285.
[8] Ibidem, p. 211.
[9] Cit. por Santo Tomás de Aquino (1946), Catena áurea, t. V, Buenos Aires, p. 364.
[10] Castellani, P. Leonardo, De Kirkegord a Santo Tomás de Aquino, cit. en Castellani, P. Leonardo (1997), Mendoza, Jauja, p. 252.
[11] Castellani, P. Leonardo (2010), op. cit., p. 153.