Las dos cruces de Isabel. Primera: la expulsión de los judíos (7-8)
Fue así como, luego de mucha deliberación, llegaron a la decisión final: aquellos judíos que no se convirtiesen y, por ende, se sometiesen a las leyes cristianas, se verían impedidos del derecho de residencia. El decreto sería firmado el 31 de marzo de 1492 y ponía como fecha límite para su cumplimiento, el 1º de julio de ese mismo año. Se alegaba que «persiste y es notorio el daño que se sigue a los cristianos de las conversaciones y comunicaciones que tienen con los judíos, los cuales han demostrado que tratan siempre, por todos los medios y maneras posibles, de pervertir y apartar a los cristianos fieles de nuestra santa fe católica, y atraerlos a su malvada opinión». Por eso, concluían los Reyes, «después de consultar a muchos prelados y nobles y caballeros de nuestros reinos y a otras personas de ciencia, y en nuestro Consejo habiendo deliberado mucho sobre el tema, hemos decidido ordenar a los mencionados judíos, hombres y mujeres, abandonar nuestros reinos y no volver más a ellos».