- “¿Pero entenderán qué es la sotana en Turquía?".
- “Y…, al menos habrán visto alguna vez una película antigua…” - nos decíamos antes de bajar del avión.
Una de nuestras escalas antes de llegar a la meseta tibetana, fue Estambul, Turquía, antigua Constantinopla y sede del imperio romano de oriente. Allí debimos permanecer un día entero.
Como es de manual, no podíamos de dejar de visitar la hermosa Catedral de Santa Sofía, luego mezquita y ahora museo turco: una verdadera belleza de la arquitectura. El tema era…: ¿cómo debíamos ir vestidos por la calle? ¿De “clergyman", de sotana, o como laicos? Como dudamos un poco, nos decidimos enseguida: de sotana, como todos los días.
- “Es que puede haber atentados” -pensamos. Es cierto, pero también podría haberlos si no nos identificásemos como tales, como pasó, de hecho, el mismo día allí, cerca de un estadio de fútbol.
Es que, de algún modo debíamos predicar a los turcos -cuya lengua no hablamos- que hay una religión distinta (la verdadera) a la de Mahoma; la religión que sus antepasados practicaron hace siglos y que ahora olvidaron. Por lo tanto, si con nuestras palabras no podíamos dar testimonio, al menos lo haríamos con nuestro hábito (¿acaso los judíos y los musulmanes no hacen lo mismo?).
- “Probemos” - nos dijimos. Y nos largamos a caminar.
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