Los griegos no eran sodomitas. Apodos y el caso de Layo, patrono de los pedófilos (2-8)
2. Apodos homosexuales e importancia del pudor
La mayor parte de sociedades humanas han proscrito y estigmatizado las prácticas sexuales estériles o aquéllas que conllevasen riesgo de infecciones. La homosexualidad en sí reúne ambas condiciones ya que, por un lado es incapaz de engendrar nueva vida y, por el otro, el lugar empleado para las relaciones carnales entre hombres (el ano) no es precisamente la parte más limpia, sana e higiénica del cuerpo humano. En la Grecia antigua –que no era una excepción a esta regla general– no existían eufemismos políticamente correctos como “homosexual”, “gay” o “heterosexual”. Los “heteros” eran sencillamente la gente normal que cumplía con la ley natural y basta; para los homosexuales se reservaban una serie de vocablos, generalmente de significado altamente infamante e indigno. Veámoslos:
- Euryproktos: ano abierto.
- Lakkoproktos: ano de pozo.
- Katapygon, kataproktos: homosexual pasivo.
- Arsenokoitai: homosexual activo.
- Marikas: el que salta arriba y abajo.