Murió Castro: la batalla continúa
Murió Castro: la batalla continúa
Dr. Mario Caponnetto
Fidel Castro ha muerto. Rezamos por su alma. Pedimos que la infinita misericordia de Dios, a quien negó, del que abominó y cuyo Santo Nombre procuró, en vano, desterrar del alma y de la tierra de los hombres que padecieron el yugo de su tiranía, le haya finalmente alcanzado. Pedimos, fervientemente, que esa absolución que con tanta arrogancia exigió a la historia -y que ésta le negará para siempre- le haya sido otorgada por el Señor de la Historia.
En estos días de su muerte se han dicho y escrito multitud de cosas, casi todas disparatadas e insensatas, salvo escasas excepciones. Reléveme el lector de intentar cualquier antología de tales dichos; convengo, por cierto, en que esa antología resultaría, a la postre, un acabado muestrario de la estupidez, la hipocresía y la perversidad del mundo contemporáneo. Pero quede el intento en otras manos y en otros ánimos. El mío, mi ánimo, va por otro lado. Personalmente la muerte de Castro ha reavivado recuerdos, ya muy lejanos en el tiempo, pero siempre presentes con una presencia a flor de piel como la de un dolor o la de un amor que no pasa.