¿Por qué algunos abandonan la Iglesia?
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Dicho eso, dejar la Iglesia no puede ser la respuesta a la apostasía. De hecho, no es la respuesta a nada. Otra cosa es que te echen haciendo un uso tiránico de la autoridad. Pero eso es tema aparte.
Este caso ilustra un principio espiritual profundo: así como Viganò, sin darse cuenta, pudo haber estado fuera antes de reconocerlo, hay muchos que, con presunción, creen estar dentro de la Iglesia, pero cuya realidad espiritual ante Dios puede ser diferente. No basta con la pertenencia externa o el reconocimiento social; es el estado del corazón, la fe y la obediencia interior lo que realmente determina la comunión con Cristo y su Iglesia.
La enseñanza evangélica es clara: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre" (Mateo 7:21). Muchos pueden creer que están firmes en la fe, pero sus pensamientos más íntimos y sus disposiciones internas pueden alejarlos silenciosamente de la verdad, dejándolos fuera sin siquiera sospecharlo.
Es algo que me causa temor y cierto asombro, cuando escucho a la gente decir los motivos por los qué abandonaron la iglesia. En la mayoría de los casos me toca escucharles culpar a los malos sacerdotes, o a las malas religiosas, y algunas pocas veces a los malos laicos también. El diablo podrá usar miles de artimañas para vaciar la iglesia de Cristo, pero el mas efectivo de todos parece ser contar con el escándalo de los malos sacerdotes.
Hace unos años había un cura en mi parroquia tan escandaloso que la gente se levantaba en plena homilía para salir del templo. Y el daño que ocasionó en las almas fue tan grande que aun ahora después de su partida las misas siguen teniendo poca asistencia.
Lo cual encaja con la enseñanza del Papa Pio IX en Qui Pluribus: “con párrocos desconocedores de su cargo, o que lo atienden con negligencia, continuamente van decayendo las costumbres de los pueblos, va relajándose la disciplina cristiana, arruinándose, extinguiéndose el culto católico e introduciéndose en la Iglesia fácilmente todos los vicios y depravaciones.”
Amonesta San Pablo a esos escandalosos cuando dice: “el nombre de Dios es blasfemado por causa vuestra entre los gentiles.” [Rom 2,24]
Y dice el Señor por boca del profeta: “mi rebaño ha sido expuesto al pillaje, y a ser devorado por las fieras del campo por falta de pastor; porque mis pastores no cuidaron mi rebaño,” [Ez 34,8]
De manera que no hace falta reflexionar demasiado para darse cuenta de la íntima relación que existe entre los malos sacerdotes y la pérdida de la fe que padece el mundo entero.
Por lo cual me creo perfectamente la frase de la Ven. Madre Catalina de Jesús que escribió en su Autobiografía: “Los sacerdotes y religiosos y religiosas son la causa de toda la perdición del mundo.“
Y algo parecido dice San Juan Bosco: “El sacerdote no va solo al cielo ni va solo al infierno. Si obra bien, irá al cielo con las almas que salve con su buen ejemplo. Si obra mal, y da escándalo, irá a la perdición con las almas condenadas por su escándalo.”
También lo escribe Santa Catalina de Siena en el Diálogo: “estos miserables ministros no son dignos de ser llamados asi, sino demonios hechos carne, porque por sus pecados obran en conformidad con la voluntad de los demonios; hacen su oficio cuando me entregan a sus subditos y a otras criaturas racionales a mi, verdadera Luz, con las tinieblas del pecado mortal a causa de su vida desordenada y criminal. Producen confusion y afliccion en los espiritus de las criaturas que les ven vivir desordenadamente. Son tambien causa de penas y confusion de conciencia en los que muchas veces apartan del estado de gracia y de la verdad. Llevan al pecado, haciendolos andar por el camino de la mentira. Quienes les siguen no estan, sin embargo, exentos de culpa, porque nadie es forzado a pecar ni por los demonios visibles ni por los invisibles.”
Y además si leemos la obra de Chautard dice: “A un sacerdote santo corresponde un pueblo fervoroso; a un sacerdote fervoroso, un pueblo piadoso; a un sacerdote piadoso, un pueblo honrado; a un sacerdote honrado, un pueblo incrédulo. No puede ser el discípulo mayor que el maestro, sino un grado menos.” Que el Abad encaja con el Eclesiástico 10,2: “Según el juez del pueblo, así serán sus ministros, como el jefe de la ciudad, todos sus habitantes.”
Por lo cual es de mucho temer que el relajamiento actual en la iglesia se promueva desde el mismo Magisterio, al cual todos estamos sujetos si queremos salvarnos.
Por ejemplo, cuando se publicó Fiducia Supplicans, escuché a una amiga que llevaba toda la vida asistiendo a misa, y que iba diariamente, decir que quería abandonar la iglesia católica por lo de las bendiciones a los homosexuales. Y meses después, salió el tema del apologeta Fernando Casanova, ¿y el motivo que lo llevó a salirse de la iglesia? El escándalo de los malos sacerdotes.
Jesús le revela eso mismo a la Venerable mística Catalina de Jesús Herrera en su autobiografía: “En la Ley de la Gracia los puse [a los sacerdotes y religiosos] como ejemplo, para que refrenaran los errores de la época. Pero, como se han dejado perder por completo el respeto [del pueblo] por sus malas costumbres, el mundo ya no les hace caso, por lo que su predicación no tiene ningún provecho. Si vivieran como es debido, Mi Espíritu infundiría fervor en los del mundo. Y de esta manera, habría moderación en las costumbres. Pero como los laicos los ven [al clero y los religiosos] haciendo y obrando como ellos mismos, han llegado a despreciarlos y su enseñanza no tiene efecto entre ellos. “
En 1965 la Virgen María se aparece en Garabandal para dar este mensaje que se aplica perfectamente a nuestra época: “Los Sacerdotes, Obispos y Cardenales van muchos por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas mas almas.”
Dice San Alfonso María de Ligorio sobre este tema en su libro sobre la dignidad y santidad sacerdotal: “Los chinos y los indios, si vieran las costumbres desarregladas del sacerdote de Cristo, podrían decir: ¿Cómo vamos a creer que sea Dios verdadero el que nos enseñan tales sacerdotes? Si lo fuera, ¿cómo, al ver tan mala vida, podría soportarlos, a menos de participar en sus vicios?”
Lo escalofriante es que nuestra Iglesia nos enseña que todos somos pecadores, y aun los sacerdotes son pecadores y deben reconocerse como tal. Si esto es así, la pérdida de la fe parece inevitable. Pero ser mal sacerdote no consiste solo en caer en vicios, sino peor aún, en la herejía. Lo primero puede quedar en oculto, pero lo segundo se presenta de forma manifiesta porque para ser hereje formalmente, hay que predicar abiertamente doctrinas contrarias a la Fe.
Lo cual me recuerda la historia de San Andrés Wouters, mujeriego y vicioso, pero que se convirtió en santo por preferir la muerte antes que ceder ante los calvinistas. Justo antes de morir dijo la frase: “Fornicador, siempre fui, pero hereje nunca”.
El problema actual parece ser que a muchos ni les importa el pecado ni la herejía. Por tanto se consuma el escándalo a plenitud. Y con ello se extiende el rechazo a la iglesia de Cristo por todo el mundo.
San Alfonso María de Ligorio, en el libro que menciono arriba, trata este tema ofreciendo muchos argumentos y ejemplos, solo voy a citar un párrafo: “Escribe el autor de la Obra imperfecta que a la vista del árbol de hojas pálidas y ajadas se deduce que está enferno de la raíz; e igualmente, cuando se ve un pueblo corrompido, se debe deducir con toda justicia que sus sacerdotes son también malos (Hom. 38 in Mat). En efecto, añade, la vida de los sacerdotes, es la raíz de que participan los fieles, que son los ramos. E igualmente decía San Ambrosio que los sacerdotes son la cabeza por la que pasan los espiritus vitales a los miembros, que son los seglares. Toda la cabeza está enferma... Desde la planta del 105 pie hasta la cabeza no hay en él parte ilesa (1s., 1, 5-6). De lo mismo se quejaba San Isidoro, diciendo: «Cómo se quiere encontrar buena salud en el cuerpo, si no se halla en la cabeza?» (Sent., 1. 3, c. 38). «¿Quién, añade San Bernardo, se pondrá a buscar en el fango el agua límpida de la fuente? ¿Es que voy a pasar por bueno el recibir excelentes consejos de quien no sabe dárselos a si mismo?» (Offic., 1. 2. c. 12). Hablando del mal ejemplo de los principes, decía Plutarco que «éstos colocan el veneno no ya en el vaso, sino en la fuente, envenenándose luego cuantos de ella se sirvan» (Opusc. Max. cum princip. Philos.). Esto se aplica de modo especial al mal ejemplo de los sacerdotes; que por eso Eugenio III dice que «los pecados de los inferiores han de achacarse principalmente a los malos superiores» (De consid., 1. 3, c. 5 apud S. Bernard.).”
Estas cosas me hacen entender la importancia de orar por el Papa y los sacerdotes. Ya que la caída de estos contribuyen a la caída de todos. Por eso no me extraña que la Virgen María en sus apariciones verdaderas(ejemplo, las que no son Medjugorie, que es falsa) frecuentemente pida que recemos por los sacerdotes. Solo con esa petición se dan a entender muchas cosas.
Este fue un mensaje en Akita por ejemplo: “Cada día recita las oraciones del rosario. Con el rosario, reza por el Papa, los obispos y los sacerdotes. La obra del demonio infiltrará hasta dentro de la Iglesia de tal manera que se verán cardenales contra cardenales, obispos contra obispos. Los sacerdotes que me veneran serán despreciados y encontrarán oposición de sus compañeros... iglesias y altares saqueados; la Iglesia estará llena de aquellos que aceptan componendas y el demonio presionará a muchos sacerdotes y almas consagradas a dejar el servicio del Señor. El demonio será especialmente implacable contra las almas consagradas a Dios.”
Tanto énfasis en orar por los sacerdotes advirtiendo de consecuencias atroces para el mundo y para la fe, conducen a pensar que en efecto, el problema actual es una cosa que viene desde adentro. Son los pecados y herejías sacerdotales los que están destruyendo la fe y condenando a tantas almas. Así como el Señor castigó al pueblo por el pecado del Rey David, y este dice en [2 Reyes(Samuel) 24,17]: Al ver al ángel golpeando al pueblo, David suplicó al Señor: «Soy yo el que ha pecado y el que ha obrado mal. Pero ellos, las ovejas, ¿qué han hecho? Por favor, carga tu mano contra mí y contra la casa de mi padre».
De manera que el pecado de los que señorean las ovejas, trae las calamidades sobre estas.
La crisis que estamos viviendo y la que se avecina, es por culpa de nuestros pastores.
Debemos rogar por el Papa.
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