Fundación del servicio de espionaje en tiempos de Isabel I Tudor
Sir Francis Walshingham (1532-1590)
En el enrevesado sistema del espionaje inglés de la época Tudor no he podido constatar si todos los caza-sacerdotes, incluyendo a Richard Topcliffe, estuvieron conectados de alguna manera con el espionaje oficial cuyo organizador fue Sir Francis Walshingham (Maestro de espías). Por sus fechas de nacimiento y muerte la vida de Walshingham y la de Topcliffe, el Torturador fueron contemporáneas,
razón por la cual da la impresión de que el segundo tenía que estar bajo las órdenes del primero, pero no hay documentos que lo prueben o yo no los he encontrado. Sin embargo, y según el bloguero Mathew Lyons, Topcliffe estaba en contacto con la reina a la cual informaba, pero ¿pertenecía a la red de espionaje de Walshingham o actuaba por libre? Es extraño que Topcliffe muriera con una hacienda bien saneada mientras que a Walshingham le pasara todo lo contrario, como si actuar con patente de corso, como Sir Francis Drake, produjera pingües beneficios mientras que pertenecer al engranaje oficial fuera menos lucrativo, o podemos pensar que unos lo dieron todo por la reina, por razones más desinteresadas o por puro fanatismo, mientras que los otros simplemente se aprovecharon de la situación para medrar.Sin embargo, querer exonerar a Walshingham de las prácticas ilegales haciendo ver que era opuesto a la tortura, y que incluso generó un panfleto manifestando su desacuerdo, no es creíble, o tal vez, como es lógico en un hombre maquiavélico, fuera el producto de su doble juego. Alguien que manejaba todos los hilos es imposible que no tuviera la información y el poder de detener el espionaje de cloaca.
La Reina Isabel no era demasiado generosa con sus funcionarios, al parecer se negaba a invertir dinero incluso en causas que le beneficiaban grandemente, pero si se trataba de un particular cuyos beneficios se extraían de sus pillajes, caso de Drake o de Topcliffe, se sentía más proclive a alentarlos. Sir Francis Drake aportó mucho dinero a la Corona con sus ataques a la Armada Española y a las posesiones de España en América, sin tener que recibir por ello más que honores, Richard Topcliffe “limpió” Inglaterra de católicos, a los que la reina tenía un miedo cerval, cobrando sus emolumentos a sus propias víctimas y sin que la Corona pusiera un penique.
Por otra parte, este tipo de espionaje no genera rastro alguno que permita a los historiadores hacer su trabajo porque tienen que valerse de cartas, en las que se menciona tal o cual cosa, como hace Mathew Lyons, vagas referencias de éste o el otro, pero no hay archivos en los que se pueda investigar.
La red de espionaje exterior que organizó Walshingham fue un entramado de confidentes de todo tipo, desde nobles enfadados por ser segundones hasta secretarios, criados y cualquier tipo de persona que pudiera obtener información de menor o mayor importancia.
Inglaterra tenía tres enemigos muy potentes: España, Francia y el Vaticano y había que situar espías en aquellos lugares preferentemente. Por otra parte, muchos jóvenes católicos salían de Inglaterra con intención de hacerse sacerdotes en aquellos lugares que se les había ofrecido seminarios: Douai (Francia), Roma, Sevilla y Valladolid (España) y, finalmente, Lisboa. El trasiego de personas entre Francia e Inglaterra era muy grande, lo que les permitió situar espías-falsos católicos, comerciantes, etc…-con facilidad, en cambio en España les era más difícil infiltrarse. Seguramente lo consiguieron, pero no consta.
The Royal College of St. Alban (Colegio de los Ingleses) Valladolid
Algunos de los sacerdotes que venían de Douai eran esperados en Inglaterra, como fue el caso de San Edmund Campion, que viajaba de incógnito como comerciante, pero le buscaban, lo que indica que sabían quién era y de dónde venía; en cambio los que llegaron de Valladolid, como San John Lloyd fueron apresados en redadas hechas en casas de católicos dónde se sabía que se celebraban misas clandestinas, pero no sabían que estuvieran en Inglaterra.
El descubrimiento tardío que hizo el historiador John Bossy sobre el espía de la embajada francesa en Londres, que pasaba información con el seudónimo de Henry Fagot, fue casual y por comprobación de la letra y el momento en que Giordano Bruno se encontraba allí. Ya todo el mundo ha admitido eso, pero no porque hayan encontrado archivos de ninguna clase. El método inglés no fue el de la Inquisición ni los funcionarios españoles que lo controlaban todo por escrito porque es evidente que eso no interesaba. Yo creo que, o tienen cerrados esos archivos a cal y canto o no existen. Es imposible que historiadores ingleses tengan que rastrear en desvanes, papeles antiguos y cartas viejas como perros de presa cuando en España se va al Archivo de Sevilla o al de Valladolid. ¿Hay alguien que tenga problemas para acceder al archivo de la Inquisición?
Imaginemos la ventaja que da para la posteridad un sistema así: demuestra que los Tudor se cargaron a los Plantagenet y los llenaron de fango; demuestra que existen unos documentos con la lista de espías que utilizó Walshingham, etc… Imposible.
Por lo tanto el primer sistema de espionaje implantado en Inglaterra en tiempos de Isabel I Tudor se sabe que fue eficaz, pero lo que se encuentran son cartas dirigidas por un funcionario francés a un lord inglés, documentos de uno a otro funcionario, pero no es posible saber quién formaba parte del engranaje aparte del propio Walshingham y dos o tres lores a su servicio porque la lista de espías no va a aparecer.
De manera que tienes que leer relatos novelados para saber lo que pasó en lugar de libros de historia* lo que es muy inglés, siempre que no sea la historia de otros porque entonces entran como elefante en cacharrería y son historiadores magníficos gracias a los archivos abiertos de los demás.
Hasta ahora lo único que no pueden ocultar son las leyes que promulgaron y esas sí que son accesibles. Están en inglés desde la Primera Ley de Supremacía de 1534 hasta la Ley de Alivio Católico (Catholic Relief Act) de 1829, 295 años después.
Por África Marteache
*”La hija del tiempo” Josephine Tey. Edit. Hojadelata, junio 2022 (novela que demuestra que lo que cuentan los libros de Historia de Inglaterra sobre Enrique III Plantagenet es falso)
“Giordano Bruno y el caso de la embajada” John Bossy. Edit. Anaya & Muchnik, 1994 (relato que demuestra que el individuo llamado Henry Fagot es Giordano Bruno).
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