“Libertad, igualdad, fraternidad”: el olvidado origen cristiano del eslogan de la Revolución Francesa
Un muy buen artículo de la Lic. Claudia Peiró sobre el origen de la tríada revolucionaria, acuñada a partir de un obispo polémico: Fénelon.
Más info, aquí: https://www.youtube.com/watch?v=H_Uwy079Irk
Que no te la cuenten
P. Javier Olivera Ravasi, SE
Fuente: Infobae
“Liberté, égalité, fraternité”: el olvidado origen cristiano del eslogan de la Revolución Francesa
Por Claudia Peiró
El pasado 14 de julio, Francia celebró su fiesta nacional, fijada en la fecha en que una multitud derribó la cárcel de la Bastilla, símbolo del despotismo y del poder absoluto del rey.
Junto con la bandera tricolor, el queso, la baguette, la Torre Eiffel y la hermosa catedral de Notre-Dame, pocas cosas están más asociadas a Francia que la tríada “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. El eslogan se popularizó con la Revolución Francesa (1789) y con el tiempo se convirtió en lema oficial de la República.
La Revolución que en 1789 puso fin al Antiguo Régimen es presentada habitualmente como la obra de un pensamiento racional y laico surgido de las Luces, de la Ilustración, en contraste con el oscurantismo religioso, que habría dominado todo el Medioevo. Diez siglos de la historia de la humanidad son reducidos a un estereotipo. Sin embargo hace tiempo que la investigación histórica ha cuestionado esa caracterización de la Edad Media, una construcción debida en gran medida a algunos pensadores de la Ilustración, a la Reforma protestante y a los artistas del Renacimiento que, para poner en valor su obra, denostaron exageradamente el pasado. “Voltaire y sus colegas crearon la ficción de los Años Oscuros para poder reivindicar que fueron ellos los que hicieron emerger la Ilustración. No hubo tales Años Oscuros. Al contrario, fue durante esos siglos cuando Europa hizo el gran salto cultural y tecnológico que la situó a la cabeza del resto del mundo”, dijo el historiador y sociólogo Rodney Stark, autor, entre otros, de La expansión del cristianismo y Consecuencias históricas del monoteísmo.
El tradicional desfile del 14 de Julio en la avenida de los Campos Elíseos en París (Foto archivo: AFP)
Debemos en particular a los historiadores franceses Régine Pernoud y Jacques Heers (y sus emblemáticos ensayos: Para terminar con la Edad Media y La invención de la Edad Media, respectivamente) una imagen del Medioevo más ajustada a los hechos y alejada del cliché de la ignorancia, el atraso y la incultura que se le atribuye. Huelga aclarar que esta visión reduccionista tenía -tiene aún- por blanco principal a la Iglesia Católica, institución dominante en esa larga etapa.Pero la verdad es tenaz y, aunque los propios herederos de esta cultura quieran negarlo, Occidente, sus valores y sus principios, están moldeados, en lo central, por la tradición judeo-cristiana y no existió en el siglo XVIII una ruptura radical con ese bagaje cultural.
Tan es así que el propio eslogan por excelencia de la Revolución Francesa, que con el tiempo fue inscripto en la fachada de todos los edificios públicos de Francia, hasta el último de sus municipios, fue elaborado por un obispo católico, teólogo y escritor francés, François de Fénelon, casi un siglo antes del estallido de 1789.
François de Salignac de La Mothe-Fénelon, a quien la posteridad ha llamado simplemente Fénelon (como suele suceder con los grandes, un solo nombre basta para identificarlo), nació en 1651, en Aquitania, sudeste de Francia, y fue ordenado sacerdote a los 25 años. En 1695 fue designado obispo y más tarde arzobispo de Cambrai. Fue filósofo, teólogo, pedagogo y escritor.
En su obra más célebre, Las aventuras de Telémaco, asoció los conceptos de “libertad”, “igualdad” y “fraternidad”, basándose en citas bíblicas, para condensar en una fórmula la doctrina cristiana.
En un artículo titulado “Los orígenes religiosos de la divisa republicana” (Communio, n° XIV, 3-4 —mayo-agosto 1989), el historiador Jean-Louis Quantin decía: “El hecho trascendental es que esta fórmula de origen e inspiración cristianos encuentra en Telémaco un vehículo y un transmisor excepcionales: el prestigio de que gozaba Fénelon en el siglo XVIII y la difusión que conocieron sus ideas -o lo que de ellas se retenía- entre los Filósofos, no podía dejar de resurgir en la idílica divisa de su Bética [N de la R: pueblo que vive en una edad de oro y que en su obra Fénelon ubica en una antigua provincia romana]”.
El teólogo y escritor Fénelon (François de Salignac de La Mothe-Fénelon) fue el primero en unir los conceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad
Quantin cita también al monje cisterciense Claude Fleury (conocido como L’Abbé Fleury), confesor y preceptor de reyes, amigo de Fénelon, y escritor como él, que en sus Costumbres de los israelitas y Costumbres de los cristianos (Mœurs des Israélites; Mœurs des Chrétiens), escribió: “Todos los israelitas eran más o menos iguales tanto en bienes como en nobleza”; “eran perfectamente libres”; ‘la fuente de esta comunión de bienes entre los cristianos de Jerusalén era la caridad, que los volvía a todos hermanos y los unía como en una sola familia’”. Igualdad, libertad y fraternidad.
Fénelon, dice Quantin, “acercó tres conceptos que, desde tiempo atrás, evocaban la perfección cristiana”. Y explica: “Esto quiere decir que los autores católicos difundían las palabras ‘libertad, igualdad y fraternidad’, sin ver en ello ni temer ninguna carga revolucionaria. (…) Es en esta tradición católica francesa que se inscribe el Telémaco de Fénelon: libertad, igualdad y fraternidad aparecen con frecuencia y son reunidos en la descripción de la Bética”.
La mayoría de los edificios públicos de Francia tienen el lema grabado en la piedra de sus fachadas
Decía Fénelon en Telémaco: “Se amaban todos con un amor fraterno que nada perturba. Es el alejamiento de las vanas riquezas y placeres engañosos lo que les conserva esta paz, esta unión y esta libertad. Son todos libres y todos iguales”. “La divisa republicana quedó así constituida”, concluye Quantin, que asegura que, hasta entonces, en las otras obras utópicas de la época, sólo aparecían la libertad y la igualdad, no así la fraternidad.
Esta divisa de todos modos, no se instaló fácilmente, ya que los Filósofos preferían “Libertad, Propiedad, Seguridad”, o simplemente “libertad e igualdad”. La expresión fue retomada por Rousseau y luego por Robespierre, pero claramente la fraternidad no fue un sentimiento masivo de los revolucionarios franceses que no paraban de enviar gente a la guillotina, y no sólo a nobles o miembros del clero sino también a quienes poco antes eran sus camaradas.
De hecho, cuando en 1793, el Directorio de París invitó a los habitantes a pintar “en la fachada de sus casas, en grandes letras” esa consigna, le hizo un pequeño agregado, nada sutil: “Libertad, igualdad, fraternidad… o muerte” (”ou la mort”). Una reformulación acorde con los tiempos violentos que se vivían.
“Libertad, igualdad, fraternidad o muerte", la versión revolucionaria del lema
Aunque la masonería intentó más tarde una apropiación del eslogan, fraternidad es claramente un concepto de origen cristiano. Indica el sentimiento que debemos tener hacia otros seres humanos, no porque sean nuestros hermanos sino porque debemos considerarlos como tales. Y esto viene del hecho de ser todos hijos de un mismo Padre celestial. Ese sentimiento se vincula con la igualdad. Somos todos iguales, compartimos una misma esencia, por nuestro origen común.
Fénelon no solo fue el primero en enunciar la célebre tríada, sino que su novela Las aventuras de Telémaco, de perdurable influencia, fue leída como una crítica al reinado de Luis XIV, el “Rey Sol”. El sacerdote, y más tarde arzobispo de Cambrai, había sido nombrado preceptor del nieto y posible sucesor del rey, por lo que gozaba de una interesante posición en la Corte. Por su rol de educador, escribía obras de tono didáctico, destinadas especialmente a los jóvenes. De hecho, su Telémaco tuvo una influencia que superó en mucho la vida biológica de su autor, ya que en los siglos XVIII y XIX era uno de los libros más populares entre los jóvenes franceses. Sartre mismo fue uno de sus lectores.
Pero habían sido los sermones de Fénelon y la publicación, en 1687, de un Tratado sobre la educación de las niñas, los que le trajeron fama y lo llevaron a ser presentado en la Corte de Versalles. El rey Luis XIV lo eligió entonces para educar a su nieto.
Pero Fénelon cayó en desgracia en la Corte primero por su adscripción a la llamada doctrina quietista -que promovía una vida contemplativa, un cristianismo interior-, doctrina condenada por el Papa, y luego por su novela más célebre, que él no pensaba publicar pero que empezó a circular privadamente y llegó a Versalles.
Se recluyó entonces en su diócesis de Cambrai, una localidad al extremo norte de Francia, muy cerca de la frontera con Bélgica. Telémaco se publicó finalmente en 1699, 90 años antes de la Revolución Francesa. Hasta el final de sus días, el arzobispo siguió reflexionando y escribiendo acerca de las reformas que necesitaba Francia. Murió en 1715 a los 63 años.
El rey Luis XIV y su corte. Fénelon fue preceptor de su nieto
Su obra Telémaco, una utopía con base histórica, describe un ideal de monarquía, en lo que constituyó una condena indirecta al despotismo de Luis XIV. La historia es la del joven Telémaco, hijo de Ulises (Odiseo) y de Penélope, que hace un viaje por varios estados de la Antigüedad, acompañado por su maestro Mentor (que vendría a representar al propio Fénelon). Se describen allí las causas de los malos gobiernos y se ven problemas similares a los de la Francia de fines del siglo XVII, empobrecida por las largas guerras a las que la había arrastrado la monarquía. Mentor propone soluciones, como la convivencia pacífica con los países vecinos y reformas económicas que facilitaran el crecimiento.
Fénelon/Mentor creía necesario que el rey volviera a rodearse de consejeros poderosos como en tiempos del medioevo con quienes compartir el poder, sostenía que debía reunir regularmente los Estados Generales, es decir, las asambleas convocadas por el Rey, formadas por representantes de los tres estamentos en que se dividía la sociedad en el Antiguo Régimen: nobleza, clero y tercer estado (campesinos, comerciantes, artesanos, etc). Para Fénelon, esos Estados Generales debían conformarse con los “mejores” de cada sector, y a ellos les correspondía decidir sobre los impuestos, que debían ser moderados, como moderados debían ser los gastos de Estado, en especial limitando las guerras. Todo parecido con los reclamos que desencadenaron la Revolución Francesa -que de hecho se inició con la convocatoria a los Estados Generales- no es casual.
En los siglos XVIII y XIX, Telémaco fue un clásico de las lecturas juveniles
Para Fénelon, la administración del reino debía ser unificada y descentralizada a la vez, disminuyendo el poder de los delegados reales tan temidos por sus exacciones, y devolviendo facultades a las asambleas locales. También proponía combatir la venalidad de esos comisarios reales y de los magistrados. Era partidario del comercio libre y de la autonomía de la iglesia, en oposición al galicanismo.
Desde 1700 se recluyó en su diócesis, pero no fue olvidado. Dueño de una personalidad muy atractiva, una gran calidez y un buen trato, además de sabio, recibía muchas visitas, incluso de extranjeros.
El filósofo Saint-Simon, considerado un antecesor del socialismo, le tenía admiración y le dedicó un capítulo de sus Memorias.
Al propio Fénelon se lo considera un precursor del espíritu de las Luces, de la filosofía de la Ilustración, lo que una vez más confirma la continuidad cultural.
La estatua que recuerda a François de Fénelon en la fuente de Saint-Sulpice. Detrás, la iglesia del mismo nombre
Pero en Occidente hoy, cierta tendencia laicista reniega de este legado y pasa por alto el hecho de que muchos valores, ideas o temas de generalizada aceptación son de raíz cristiana, esencialmente, la dignidad innata, compartida por todo ser humano. “Todos los mortales, cristianos o no, tenían derechos que derivaban directamente de Dios”, dice el historiador Tom Holland, en Dominio. Cómo el cristianismo dio forma a Occidente, obra en la que reconstruye el origen cristiano de la mayoría de los valores que comparten las sociedades occidentales. Por caso, el concepto de los derechos humanos no procede de la Antigua Grecia ni de Roma y es extraño a otras culturas; tiene su origen en la idea cristiana de que todos los hombres son hijos de Dios.
La cultura laica que hoy muchos modernos, racionalistas, rescatan como opuesta a la doctrina cristiana, en realidad se basa en mayor medida en principios de origen cristiano.
De hecho, libertad, igualdad y fraternidad son tres conceptos que, puestos en equilibrio, definen el ideal de la convivencia humana.
Por Claudia Peiró
Fuente: Infobae
23 comentarios
En el fondo es lo que decía Chesterton, de las ideas cristianas enloquecidas. Por eso decía León XIII:
"Auméntese, pues, cada vez más esta santa asociación, de la cual podemos esperar muchos frutos, y especialmente el insigne fruto de que vuelvan los corazones a la libertad, fraternidad e igualdad jurídicas, no como absurdamente las conciben los masones, sino como las alcanzó Jesucristo para el género humano y las siguió San Francisco. Una libertad propia de los hijos de Dios, por la cual nos veamos libres de la servidumbre de Satanás y de la perversa tiranía de las pasiones; una fraternidad cuyo origen resida en Dios, Creador y Padre común de todos; una igualdad que, basada en los fundamentos de la justicia y de la caridad, no borre todas las diferencias entre los hombres, sino que con la variedad de condiciones, deberes e inclinaciones forme aquel admirable y armonioso conjunto que es propio naturalmente de toda vida civil digna y útilmente constituida" (Humanum genus, n. 23).
Se suele decir que Fénelon fue más bien semi-quietista, para distinguirlo del quietismo de Molinos. De todos modos, Fénelon se retractó de su error y hasta se cuenta que leyó desde el mismo púlpito la sentencia de la Santa Sede contra su posición, sometiéndose a la misma.
Sancho: se puede hablar de una filiación natural de Dios, común por ello a todos los hombres, y hasta, más ampliamente, común a todas las creaturas, en cuanto "hijas" de Dios creador. Al menos eso dice santo Tomás en S. Th., III, q. 23, a. 3, ad 1: "Dios se llama Padre de la criatura irracional no propiamente por adopción, sino por creación, según la primera participación de la semejanza" (cf. ibid., a. 1, ad 1). Así comenta el pasaje del libro de Job citado en la objeción: "¿Quién es el Padre de la lluvia? o ¿quién engendró las gotas de la lluvia?" (38, 28). La "revuelta", entonces, es de vieja data: viene cuando se confunde lo natural con lo sobrenatural, en clave naturalista.
La ilustración se formula para derribar del Poder a los reyes justificados por causa divina, y tomarlo quienes saben interpretar la voluntad del populacho.
Se internacionaliza para dividir a los dos grandes imperios enemigos de Francia: España e Inglaterra.
Nada que provenga de la Ilustración tienen como origen el cristianismo, sino el demonio.
Véase Mystici Corporis, 29 de junio de 1943, de Pio XII.
Buen intento, pero también Jesucristo dijo a los judíos que querían matarle que tenían por padre al demonio y querían cumplir los deseos de su padre (cf. Jn 8, 44). ¿De quien somos, entonces, hijos? "El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará" (Mc 16, 16). La tendencia actual de considerar hijos de un mismo Padre celestial incluso a miembros de otras religiones que rechazan expresamente a Jesucristo como Hijo de Dios, y también el considerarse a si mismos hijos de Dios, es una traición al mandato recibido, una relativización de la fe en miserable busqueda de una vida cómoda y en paz en este mundo. "Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará" (Mc 8, 35).
¿Y lo que dice santo Tomás también...?
¿Acaso los hombres, por más impíos que sean, no son creaturas? ¿Acaso no tenemos todos la misma naturaleza humana?
¿Cuál es "el mandato recibido"?
Reconocer el carácter creatural como "filiación natural" respecto de Dios Creador no implica traicionar a nadie ni relativizar ninguna fe. Tampoco lo implica el hablar de una "fraternidad" merced a la común naturaleza y común origen natural. Siempre que se distinga, claro, del orden sobrenatural, no tiene en sí mismo nada de miserable ni traicionero. En fin, prefiero seguir a santo Tomás de Aquino (y el pasaje de León XIII parece ir en la misma línea: "Creador y Padre común de todos..."). Se trata entonces de un sentido más lato, de orden natural.
Insiste en "argumentar" sin tener idea de lo que habla.
Tal como indica Sancho y lo que ha enseñado siempre la Iglesia y la razón lo confirma, sólo son hijos de Dios los bautizados y la filiación divina se pierde con el pecado mortal. Es una filiación adoptiva pero real y vivificante porque se realiza por la incoación de la gracia santificante. Por esta misma razón sólo son nuestros hermanos los católicos.
Al resto de los hombres se les puede decir hijos de Dios, pero en un sentido impropio.
El RP Olivera tiene abundante material al respecto en su canal.
El Bautismo de Deseo no es el deseo del bautismo. Normalmente, se aplica a los catecúmenos que, por razones extraordinarias, mueren sin recibir el bautismo.
Que todos los hombres participen de la filiación divina no es verdad, no tiene asidero en la Tradición Católica.
Ser hijo de Dios es una gracia (algo gratuito) no es un derecho. Ante Dios no tenemos derecho alguno, sólo deuda.
¿Que cuál es el mandato recibido? Evidentemente, anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios a todos los pueblos. Y eso es lo que se está traicionando cuando, en vez de cumplirlo, se prefiere hablar de fraternidades universales, relativizando la propia fe y halagando incluso la de quienes se niegan a reconocer a su Mesías, Jesús, o la de quienes han recibido el mandato expreso de no tomar por amigos a los cristianos, entre otras "lindezas".
Si dice basarse en el Magisterio, entonces lo ha entendido mal.
Dios lo guarde a ud.
https://youtu.be/lMOE2kFuBc0
Específicamente, a contar del minuto 11:13
Hoy estamos mucho más cerca del fin, un fin que no conseguirán porque "las puertas del infierno no prevalecerán". Pero la lógica de la Historia es la que es.
Somos Iglesia militante y la Revolución es la acción visible del mal en el mundo. La lucha sigue.
De hecho, el RP Ferraro, siguiendo a Santo Tomás, indica que Dios es padre del no bautizado como se dice que el carpintero es padre de su obra. La filiación adoptiva del bautizado es algo de otra naturaleza; por consiguiente, es otra cosa que la "filiación natural". Lo real es que el no bautizado sólo es creatura de Dios. La metáfora no genera una realidad.
Por lo demás, la filiación adoptiva de Dios es filiación en sentido propio, es decir real. Dios infunde su propia vida al bautizado, lo genera sobrenaturalmente con una vida de que carece el no bautizado. Por consiguiente no es una adopción como la natural, cuya paternidad no implica generación.
Por eso en el Prólogo de San Juan se indica "potestates filios dei fieri", refiriéndose que "ha quienes lo recibieron les dio la potestad de llegar a ser hijos de Dios...", y claramente porque no lo son.
"Los nombres de paternidad, maternidad y filiación siguen a la generación, pero no a cualquier generación, sino propiamente [proprie] a la generación de los vivientes, y especialmente de los animales. No decimos, en efecto, que el fuego engendrado sea hijo del fuego que lo originó, a no ser que lo entendamos metafóricamente. Esto lo decimos solamente respecto de los animales cuya generación es más perfecta. Ni, con todo, recibe el nombre de filiación cuanto es engendrado en los animales, sino únicamente aquello que es engendrado a semejanza del que engendra. De donde, como escribe Agustín, no decimos que el cabello que nace del hombre sea hijo del hombre; ni decimos tampoco que el hijo que nace sea hijo del semen, porque ni el cabello tiene semejanza con el hombre, ni el hombre que nace tiene semejanza con el semen, sino con el hombre que engendra. Y si la semejanza es perfecta, también lo será la filiación, lo mismo en el orden divino que en el humano. Sin embargo, si la semejanza es imperfecta, también lo será la filiación. Como hay en el hombre una semejanza imperfecta con Dios, así en cuanto ha sido creado a imagen de Dios como en cuanto ha sido creado según la semejanza de la gracia. Y por eso el hombre puede llamarse hijo suyo de las dos maneras, a saber: bien por haber sido creado a su imagen, bien por haber sido asemejado a Él mediante la gracia" (S. Th., III, q. 32, a. 3, c.).
Véase asimismo su Comentario al Padrenuestro.
«Dicit ergo, pater. Nota hic duo, quomodo scilicet pater sit, et quid debemus ei, quia pater est. Dicitur autem pater ratione specialis creationis, quia creavit nos ad imaginem et similitudinem suam quam aliis creaturis inferioribus non impressit. Deut. XXXII, 6: ipse est pater tuus, qui fecit et creavit te. Item ratione gubernationis: quanquam enim omnia gubernet, nos tamen gubernat ut dominos, alia ut servos. Sap. XIV, 3: tua, pater, providentia cuncta gubernat; et ibid. XII, 18: et cum magna reverentia disponis nos. Item ratione adoptionis: quia aliis creaturis dedit quasi munuscula, nobis autem hereditatem, et hoc quia filii; sed si filii et heredes» (Expositio in orationem dominicam, prooem.).
Demasiado claro...
Dejar un comentario