¿El que obedece no se equivoca?
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No viene mal aclarar que la conciencia no es norma última de la moralidad, sino sólo la Esencia divina, la ley eterna. La recta razón es la norma próxima. La "conciencia" es sólo norma manifestativa de la moralidad particular subjetiva.
Decía S. Juan Pablo II:
"La consecuencia que se deduce de tal error es muy seria; cuando el hombre sigue la propia conciencia equivocada, su acción no es recta, no pone en acto objetivamente lo que está bien para la persona humana, y ello por el mero hecho de que el juicio de la conciencia no es la última instancia moral" (Audiencia general del 17 de agosto de 1983).
«La obediencia, y ella misma sola, es aquella que nos manifiesta con certeza la voluntad divina. Es cierto que el superior puede equivocarse, pero quien obedece no se equivoca […]. A través de la vía de la obediencia nosotros superamos los límites de nuestra pequeñez y nos conformamos a la voluntad divina que nos guía para actuar correctamente con su infinita sabiduría y prudencia. Adhiriéndose a esta divina voluntad, a la que ninguna criatura puede resistirse, nos hacemos más fuertes que todos. Este es el sendero de la sabiduría y de la prudencia, la única vía en la que podemos rendir a Dios la máxima gloria […] Amemos, por lo tanto, hermanos, con todas las fuerzas al Padre celestial lleno de amor por nosotros; y que la prueba de nuestra perfecta caridad sea la obediencia, a ejercer, sobre todo cuando nos pide sacrificar nuestra voluntad. De hecho, no conocemos otro acto libre más sublime que Jesucristo crucificado para avanzar en el amor de Dios».
Estando de acuerdo con lo que dice, me surge una cuesttión al hilo de sus palabras en el minuto 3, cuando dice más o menos que aún con conciencia errónea, se puede desobedecer lo mandado por un superior, siempre que lo mandado no contraríe al Evangelio.
En mi opinión, que expongo a su mejor criterio, la conciencia es ciertamente el "instrumento" puesto por Dios en cada alma, para "juzgar" en cada momento sobre la bondad o maldad de cada situación; pero también puede ser el lugar en que se escude la subjetividad para "justificar" el propio criterio.
Lutero aducía la propia conciencia para desobedecer.
Lutero tuvo los medios suficientes para formar rectamente su conciencia, mas, Lutero, Descartes, etc. ¿obraron rectamente "en conciencia"?.
Personalmente, creo que ante el riesgo de la subjetividad en la conciencia, la conciencia personal necesita para mejorar su "juicio" de un apoyo "objetivo" y eterno.
El "Depositum fidei" creo que sirve de "faro objetivo" para ayudar a la propia conciencia a juzgar con rectitud, y poner la propia subjetividad en su sitio.
En la "parábola" de la burra de Balaán, el ángel con la espada que le sale al camino (Depositum fidei), "obligándola" a desviarse del camino por el que va (propia conciencia), conduce a la burra a acertar en la senda.
Quedo en su bendición, y sepa que queda Ud. en la libertad de publicar o no este comentario.
[Incipit Prologus]
1 Obsculta, o fili, praecepta magistri, et inclina aurem cordis tui, et admonitionem pii patris libenter excipe et efficaciter conple, 2 ut ad eum per oboedientiae laborem redeas, a quo per inoboedientiae desidiam recesseras. 3 Ad te ergo nunc mihi sermo dirigitur, quisquis abrenuntians propriis voluntatibus, Domino Christo vero Regi militaturus, oboedientiae fortissima atque praeclara arma sumis.
El religioso que obedece al superior, en todo lo que es de la competencia de éste, no se equivoca. Pero no le debe obediencia cuando lo mandado por el superior excede de esa competencia. Por ejemplo si ordena algo contrario a la fe o la moral.
Ninguna virtud cristiana es una virtud ciega, sino siempre iluminada por la fe y la caridad. Ninguna virtud cristiana es virtud de cadáveres, sino siempre de vivos.
Detrás del famoso "delito de odio" hay mucho de eso porque, callando astutamente la palabra obediencia, tratan de que les obedezcamos. La obediencia es una virtud aparentemente obsoleta a la que nadie apela, contrariamente a eso está la aparente libertad, pero si a un profesor que se niega a utilizar pronombres inclusivos le echan de la universidad ¿por qué lo hacen? sencillamente lo hacen por no obedecer la norma impuesta por el Ministerio de Educación, la universidad o quién quiera que en la sombra haya dispuesto tal cosa.
Hay que tener cuidado con ese término porque es ambiguo, los Aliados nos hicieron creer que la única desobediencia justificada fue la de los que se opusieron a los nazis porque solo ellos podían dictar leyes u órdenes injustas, las demás no (¡Ay, qué risa, María Luisa!). Los viejos tenemos memoria y recordamos los discursos que nos tragamos cuando en la actualidad todo el que se opone a algo, mismamente los pacíficos provida, resulta que son fascistas, homófobos y machistas. El mismo Anton Schmid, que era un católico a la antigua, podía estar entre ellos pero ya nadie iba a ponerle su nombre a un cuartel por intentar salvar nonatos.
"El que obedece nunca se equivoca". A lo que apunta la frase es precisamente a eso: a que, tratándose del legítimo superior, dentro de su campo o competencia, y mientras no mande nada claramente pecaminoso, entonces el súbdito a él sometido debe obedecer, está obligado a ello en conciencia. Y aun cuando el superior esté equivocado o lo que manda sea menos bueno (prescindiendo o haciendo abstracción del mandato) que otra cosa posible, entonces lo bueno para el súbdito es obedecer, y no obedeciendo haría mal. Y con esto se relaciona también algo que dice santo Tomás al tratar de los votos religiosos, y que vale por tanto para el más importante de ellos, el de obediencia: que "tranquiliza el alma", "quietat humanum animum" (S. Th., II-II, q. 186, a. 7, c.).
"¿La razón errónea siempre obliga?", Summa theologiae, I-II 19,5
Como la conciencia es en cierto modo un dictamen de la razón (pues es una aplicación de la ciencia al acto, como se dijo en la primera parte, q.79 a.13), es lo mismo preguntar si la voluntad que está en desacuerdo con la razón es mala, que preguntar si la conciencia errónea obliga. Acerca de esto algunos distinguieron tres géneros de actos: unos son buenos por género, otros son indiferentes y otros son malos por género. En consecuencia, dicen que, si la razón o la conciencia determina que hay que hacer algo que es bueno por su género, no hay error. Igualmente, si determina que no hay que hacer algo que es malo por su género, pues la misma razón ordena el bien y prohibe el mal. Pero si la razón o la conciencia le dice a uno que el hombre está obligado a realizar por precepto lo que es de por sí malo, o que está prohibido lo que es de por sí bueno, la razón o conciencia será errónea. Igualmente, si la razón o conciencia le dice a uno que lo que es de por sí indiferente, como levantar una brizna del suelo, está prohibido o mandado, la razón o conciencia será errónea. Dicen, según esto, que la razón errónea acerca de cosas indiferentes, mandando o prohibiendo, obliga; de modo que la voluntad que esté en desacuerdo con esta conciencia errónea, será mala y pecado. Pero la razón o conciencia que yerra mandando lo que es de por sí malo, o prohibiendo lo que es de por sí bueno y necesario para la salvación, no obliga; por eso, en estos casos, la voluntad que está en desacuerdo con la razón o conciencia errónea, no es mala.
Pero esto se dice sin razón, pues en lo indiferente la voluntad que no está de acuerdo con la razón o conciencia errónea, es mala de algún modo por su objeto, del que depende la bondad o malicia de la voluntad; pero no del objeto según su propia naturaleza, sino en cuanto que por accidente la razón lo aprehende como mal que hay que realizar o evitar. Y porque el objeto de la voluntad es lo que propone la razón, como se dijo (a.3), la voluntad toma razón de mal de lo que la razón propone como mal, si es llevada a ello. Ahora bien, esto sucede no sólo en lo indiferente, sino también en lo que es de por sí bueno o malo, porque no sólo lo indiferente puede recibir razón de bien o de mal por accidente, sino también lo que es bueno puede recibir razón de mal, y lo que es malo, razón de bien. Por ejemplo: abstenerse de la fornicación es un bien, pero la voluntad no se dirige a este bien si no se lo propone la razón; por consiguiente, si la razón errónea lo propone como mal, se dirigirá a ello bajo razón de mal. Por eso la voluntad será mala, porque quiere el mal; no, ciertamente, lo que es malo de por sí, sino lo que es malo por accidente, por la aprehensión de la razón. Igualmente, creer en Cristo es de por sí bueno y necesario para la salvación, pero la voluntad sólo se dirige a ello en la medida que la razón lo propone. Por tanto, si la razón lo propone como malo, la voluntad se dirigirá a ello como mal, no porque lo sea de por sí, sino porque es mal por accidente a consecuencia de la aprehensión de la razón. Y por eso dice el Filósofo en VII Ethic. que, hablando con propiedad, es incontinente quien no sigue la razón recta; pero, por accidente, quien no sigue la razón falsa. En consecuencia, hay que decir sin reservas que toda voluntad que está en desacuerdo con la razón, sea ésta recta o errónea, siempre es mala.
En todo caso, como resume a santo Tomás el P. Garrigou-Lagrange:
1. Nunca es lícito obrar contra la conciencia (incluso cuando es errónea, e incluso venciblemente errónea).
2. Pero tampoco nunca es lícito seguir la conciencia venciblemente errónea (ni, por lo anterior, obrar contra ella).
Por eso, cuando el superior manda algo que se juzga que es claramente pecado, hay que considerar si no es acaso la conciencia la que juzga erróneamente que es pecado lo que en realidad no lo es...
De este modo la frase puede ser entendible aunque su rotundidad provoque rechazo. El que obedece no se equivoca porque la responsabilidad es de otro, pero hay cosas que están por encima de ese otro, sea quién sea, y el que te interpela es Dios. Ese fue el caso de Aristides de Sousa Mendes, que decidió desobedecer a su gobierno que le prohibió dar pases a las multitudes que se agrupaban ante su consulado en Burdeos en 1940, se retiró a orar y dijo la famosa frase: "Prefiero estar con Dios contra los hombres que con los hombres contra Dios" y, acto seguido, se puso a fabricar visados como churros ayudado por su familia. ¿Si no lo hubiera hecho se lo habría demandado Dios a la hora del Juicio? No lo sabemos. Lo cierto es que hubo un buen puñado de cónsules que hicieron lo mismo, dada la gravedad de la situación, y no me refiero a los españoles, que no tuvieron ese problema porque a ninguno le afectó en su carrera posterior, pero cónsules de Japón, China Nacionalista (antes Formosa y ahora Taiwán) o Suiza si que tuvieron que pagar un precio muy alto por ello y, en cierta forma era natural porque habían desobedecido órdenes concretas. Todo el que estudia historia se ha encontrado situaciones de este tipo.
Muy distinto es el caso, que también me he encontrado, del que soñaba ser misionero en China y luego su superior le mandó a México. Se puede interpretar entonces que Dios te envía a dónde Él desea que vayas, no dónde tú quieres ir, y es un acto de obediencia hacer lo que se te manda, aquí no hay ninguna cuestión moral que dirimir y puedes decir tranquilamente: "El que obedece no se equivoca".
1. "La voluntad que concuerda con la razón invenciblemente errónea es buena: por ello hay obligación de seguir esta conciencia que manda o prohíbe, como asimismo no se debe actuar contra ella".
2. Pero no se debe seguir la conciencia venciblemente errónea, ni tampoco es lícito obrar contra ella, sino que hay que salir del error vencible antes de obrar.
Entonces, la cuestión está en determinar si el error del que juzga que es pecado lo que le manda el superior (entiendo que estamos en ese supuesto) es un error invencible o vencible.
En el artículo siguiente (S. Th., I-II, q. 19, a. 6, c.) santo Tomás dice algo al respecto.
"Por consiguiente, si la razón o conciencia yerra con error voluntario, sea directamente, sea por negligencia, porque es un error acerca de lo que uno está obligado a saber, entonces este error no evita que la voluntad concordante con la razón o conciencia que yerra así, sea mala. Mas si el error que causa el involuntario proviene de la ignorancia de alguna circunstancia sin ninguna negligencia, entonces tal error de la razón o de la conciencia excusa, de modo que la voluntad concordante con la razón que yerra así no es mala. Por ejemplo, si una razón errónea dice que el hombre está obligado a llegar a la esposa de otro, la voluntad concordante con esta razón errónea es mala, porque este error proviene de la ignorancia de la ley de Dios, que está obligado a conocer. Mas si la razón yerra al creer que una mujer escondida es su esposa y, cuando ella pide el débito, quiere conocerla, su voluntad queda disculpada de modo que no es mala, porque este error proviene de la ignorancia de una circunstancia, que excusa y causa involuntario".
La pregunta entonces es si el que juzga erróneamente que es pecado lo que le manda el superior está excusado de no obedecer, o más bien, dado que el error, en su caso, parece provenir "de la ignorancia de la ley de Dios, que está obligado a conocer" (como dice santo Tomás), obra mal no obedeciendo... Claro que en ese caso tampoco debería obedecer antes de deponer, como dice el P. Garrugou-Lagrange, el error vencible: pues nunca se debe obrar contra la conciencia.
Obediencia según Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia: ¿Los sujetos están obligados a obedecer a sus superiores en todas las cosas?
No, si el Superior ordena algo en contra de Dios o fuera de su esfera de autoridad, la obediencia no se requiere en el último y en el primer caso es pecado. Contra Dios: estamos obligados a obedecer el mandato divino que se conoce a través de la Ley Divina, Escrita y Natural. Desobedecer esto es cometer pecado. Esfera de Autoridad: Esto define los límites de la autoridad. Santo Tomás habla de los límites de la autoridad para los gobernantes, los padres y los líderes religiosos.
Papa S. León XIII: “Una sola razón tienen los hombres para no obedecer, y es cuando se les pide algo que repugne abiertamente al derecho natural o divino; pues todas aquellas cosas en que se viola la ley natural o la voluntad de Dios es una iniquidad tanto el mandarlas como el hacerlas en cumplimiento de lo mandado… (hay que) a ejemplo de los Apóstoles responder animosamente: “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29).”
Siendo aún Cardenal el Papa Juan Pablo II dijo en el congreso eucarístico en Filadelfia: “Estamos ante la confrontación histórica más grande que los siglos jamás han conocido. Ante la lucha final entre la iglesia y la anti-iglesia; entre evangelio y anti-evangelio… pero ahora hemos llegado al final de esta batalla que muy pocos realmente perciben en el mundo actual y que los hace incapaces de discernir los signos de los tiempos y entender lo que está pasando en el mundo de hoy en sus más profundas causas ontológicas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni tampoco entienden.” En efecto, en ellos se cumple la profecía de Isaías, que dice: Ustedes oirán una y otra vez y no entenderán; mirando, no verán. Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible, han cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos y no oír con los oídos, ni comprender con el corazón.
En este párrafo de mi primer comentario, quise escribir "externo" en vez de eterno.
Como son diferentes, rectamente más perfectas, su pobreza y su castidad, conforme a los respectivos consejos evangélicos, que no son las de un padre de familia.
No sólo por los votos, sino porque las virtudes se viven de suyo en grado y modo más perfecto en el estado religioso que no en el mundo.
Aunque en lo individual o particular el religioso pueda ser un mal religioso, y hasta un mal cristiano, y el seglar un buen seglar, y hasta un excelente cristiano.
No hay que llegar tan lejos....quiero decir, hay veces que se debe desobedecer no porque lo que nos digan que hagamos sea pecado, si no sencillamente porque lo que nos pueden decir que hagamos carezca de el discernimiento suficiente...
Muy interesante escuchar nuestra primera alarma de alerta que es la propia conciencia.
Bendiciones!!!
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Un detalle histórico nomás: cuando San Juan de la Cruz ya vio en conciencia que lo que estaban haciendo con él era insostenible, se escapó de la cárcel... Aviso nomás. PJOR
El obispo que sobrecarga de trabajo al buen dispuesto, el que manda caprichos personales, el que hace y deshace sin importarle las consecuencias pastorales, el que manda a los sacerdotes a hacer de jefes de obra o trabajos que no saben...
Todo esto está mal, pero la cosa se complica cuando se añade que hay que tomarse lo que venga del superior "como que viene del mismo Dios". El abuso de autoridad viene acompañado de una manipulación de conciencia muy seria que muchas veces niega el derecho del receptor a formarse un juicio interno sobre la licitud de la orden.
Y esto mismo es aplicable a no pocos sacerdotes, movimientos e incluso laicos que acaban creando problemas graves, que van desde el rechazo a la Iglesia, cristianos pusilánimes, y unos desórdenes de conciencia que de santos no tienen un pelo y que no es complicado que degeneren en daños irreparables.
La situación es muy compleja. Es muy fácil pasar de encontrar a los que cualquier cosa les vale para no obedecer, como los que piensan que sus ideas son las de Dios y que pueden mandar lo que se les ocurra.
"Los religiosos hacen profesión de obediencia en cuanto a las observancias regulares, y de acuerdo con su regla se someten a sus superiores. Por lo tanto, están obligados a obedecer sólo en aquello que puede pertenecer a la vida regular ("Et ideo quantum ad illa sola obedire tenentur quae possunt ad regularem conversationem pertinere"). Tal es la obediencia suficiente para conseguir la salvación eterna. Mas, si quieren obedecerles en otras materias, pertenecerá en este caso a un grado superior de perfección, siempre que no sean contrarias a Dios o contra la regla profesada; porque tal obediencia sería ilícita".
Urbel: toda obediencia es de la misma especie, "obedientia omnis sit eadem specie" (S. Th., II-II, q. 104, a. 2, ad 4).
Efectivamente, Vladimir, obedecer es la clave para el cielo. Consiste en negarse a sí mismo, a lo caído, y aceptar la Voluntad de Dios, la cual no siempre entendemos, pero que siempre eleva. Al principio cuesta, pero después no haríamos otra cosa.
Obedecer a Dios. Que Él nos ayude a hacerlo bien.
Veo mucha referencia a Santo Tomás. He de hincarle el diente. Me lo recomendaron en otro blog y lo tengo pendiente. Cuando la maternidad me dé un respiro.
Saludos cordiales a todos.
S. Th., II-II, q. 104, a. 5, ad 3.
S.Th., II-II, q. 186, a. 5, ad 1.
Pero ¿quién determina que “carezca del discernimiento suficiente”? Parece que el que desobedece. ¿Y en base a qué criterio? ¿Y “suficiente” para qué? Es claro que el superior considera que su mandato es suficiente para que el súbdito obedezca: pues para eso lo da. En definitiva, según esa errónea afirmación de María M. todo aquello que le disgusta al súbdito podrá parecerle que carece del discernimiento suficiente: porque el superior “no tuvo en cuenta ni esto ni aquello…, ni cómo me iba a sentir, ni me conoce bien, ni sabe qué es lo que en el fondo quiero, ni entiende tanto la situación”… En fin: el absurdo de las consecuencias manifiesta la falsedad de la afirmación: “a veces se debe desobedecer no porque sea pecado hacerlo, sino porque lo que nos dicen que hagamos carece del discernimiento suficiente…”. Además de que la materia de la obediencia se refiere al campo práctico y al terreno de lo contingente, en donde “el discernimiento” siempre podría llegar a considerarse, sobre algún punto, insuficiente. Así perecería la misma obediencia.
Osvaldo: no se trata directamente de la madurez o no. Se trata de que por naturaleza existen superiores y de que sus súbditos tienen obligación moral de obedecerles, servatis servandis. La obediencia no es algo que entra a jugar cuando no se tiene en claro qué hacer, y entonces debería consultarse al superior. Claro que esto es lícito y aconsejable, pero es otra cosa. Uno puede tener en claro qué hacer en una situación dada y el superior le puede mandar otra cosa al respecto: y si se cumplen las condiciones mencionadas por santo Tomás, debe obedecer; entonces la obediencia es primero, en el sentido de que hay que obedecer. Además, la autoridad, la potestad de todo legítimo superior procede de Dios, “es dada de arriba”, como dijo Nuestro Señor a Poncio Pilato (por mucho que le pese a Rousseau): véase “Diuturnum illud”, de León XIII.
"Por tanto, debe decirse que si los padres están en una necesidad tal que no pueden ser socorridos convenientemente de otra forma que por el cuidado de los hijos, no les está permitido a estos dejar el cuidado de sus padres para entrar en religión. Pero si no se hallan en una necesidad tal como para necesitar mucho del cuidado de los hijos, estos pueden entrar en religión dejando el cuidado de sus padres, incluso contra el precepto de los padres, puesto que, pasada la pubertad, todo hombre libre tiene libertad en lo referente a la disposición de su estado, sobre todo en lo referente al servicio divino. Y más debemos obedecer al Padre de los espíritus, para que vivamos, que a los padres según la carne, como dice el Apóstol en Heb 12, 9. Y por eso el Señor, como se dice en Mt 8, 21-22 y en Lc 9, 59-60, reprende al discípulo que no quería seguirle inmediatamente con la disculpa de enterrar a su padre, pues había otros que podían cumplir aquella obra, como dice san Juan Crisóstomo" (S. Th., II-II, q. 189, a. 6, c.).
Santo Tomás le atribuye una gran importancia a la obediencia (II-II, q. 104, a. 3, c.).
Supongamos que la conciencia es invenciblemente errónea. Entonces, cuando el súbdito recibe un mandato que le parece (erróneamente) ilícito, entonces parece que debería cuestionarse sobre si efectivamente eso que le mandan es, en efecto, ilícito… (como él cree): y así su conciencia se haría venciblemente errónea. Esto sucede “plerumque”, dice Billuart, i.e., “ordinariamente”, “generalmente”, cuando sobreviene el precepto de un superior probo y prudente. De modo que, según esto, parece al menos raro que no haya culpa en seguir el dictamen erróneo de la conciencia contra el mandato del superior (i.e., que se desobedezca cuando objetivamente habría que obedecer, por creer, erróneamente, que no habría que obedecer por considerar ser ilícito lo mandado). Y cuando ya entra la duda de si lo que se manda es ilícito o no (o incluso, dice Billuart, cuando se juzga como “más probable” que lo que se manda es ilícito (pues ahí ya no hay certeza)), entonces, regularmente hablando, hay que obedecer.
En definitiva para expresarlo más claro: Que a estas alturas de mi vida no sigo al pie de la letra ni tengo ninguna intención de obedecer a nadie en quien no sea capaz de poner toda confianza, pero respeto que otras personas hagan las cosas de modo distinto....
Luego se puede y se debe deliberar sobre esa eventual ilicitud de lo mandado y obrar en consecuencia.
Es interesante lo que dice Billuart: que en el caso de que no haya certeza sobre la ilicitud de lo mandado (i.e., tanto si se duda como incluso si se juzga como "más probable" la ilicitud) se debe obedecer (en este último caso, para no caer en el erróneo probabilismo, da algunos principios para tornar cierta la conciencia, prácticamente, al obedecer).
Bendiciones!!!
Una cosa es el poder (dado por Dios) y otra el ejercicio del mismo (acto del libre albedrío).
El poder lo da Dios, el ejercicio del mismo lo realiza el hombre concreto. Si esta se ordena hacia el recto uso de la conciencia se confirma como tal, por el contrario si este se desvía de su fin último se deslegitimiza. Ejemplo: una presidente promulga una ley de aborto que no permite la objeción de conciencia, o una ley que no permite rezar frente a abortorios. Ese poder NO viene de Dios porque Dios no dio dicho poder para eso. Es por ello que una cosa es el poder en si que Dios otorga y otra cosa es el ejercicio del mismo. Y es ahi donde entra necesariamente el discernimiento y el recto uso de la conciencia, de lo contrario por mas buena voluntad que se pretenda siendo, digamos, extremadamente obediente se puede caer en la complicidad o participación activa o pasiva con el mal.
Resumiendo: Está claro que no se debe obedecer en caso de que se nos mande algo contrario a la Ley de Dios, pero en materias de por sí opinables, acaso no es ahí donde debo obsequiar mi obediencia a aquel que ha recibido de Dios la autoridad para mandármelo?
Todo ejercicio efectivo de la causalidad viene de Dios, en cuanto causa primera. Lo único que no viene de Dios es el ejercicio defectivo de la misma, es decir, el mal moral en cuanto tal.
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