Acerca de la verdadera comunión espiritual
Es un hecho que, a partir del fenómeno del Covid-19, buena parte del mundo católico ha podido aprovechar y profundizar en los misterios de la Fe.
No se puede negar. Es que, el no tener siempre los sacramentos a disposición, quizás haya sido una de las cosas más dolorosas a la que no estábamos acostumbrados (basta pensar en ciertos casos en los que, injustamente, se le negó el ingreso a los hospitales a ciertos sacerdotes).
Pero una de las cosas que varios fieles han debido vivir es la ausencia no sólo de las misas sino de la misma sagrada comunión, sea porque algunas parroquias estaban cerradas, sea porque se exigía que la comunión fuese solamente en la mano.
No entraremos aquí en esta polémica; solo el tiempo terminará de aclarar los tantos; sin embargo, creemos que es provechoso analizar, más allá del modo de comulgar, el fruto que de la comunión eucarística podemos hacer.
Y podríamos preguntarnos:
- “¿Por qué, si comulgamos con frecuencia, seguimos siendo tan tibios y tan perezosos si, como decía Santa Magdalena de Pazzi, bastaría una sola comunión bien hecha para elevarnos al más alto grado de perfección?”.
Y, quizás, porque comulgamos mecánicamente, recibiendo el sacramento pero no siempre todos los frutos que de ella podríamos sacar.
Pero vayamos por partes.
1. ¿Es obligatorio comulgar en cada Misa?
Como leemos en los Padres de la Iglesia, los primeros cristianos festejaban el día del Señor, el Dies Domini, con enorme fervor, al punto tal que los mártires de Abitinia llegaron a morir confesando que “sine Dominico non possumus” (es decir, “sin el domingo no podemos [vivir]”), al verse impedidos de asistir al culto eucarístico. Sin embargo ¿se comulgaba siempre que se iba a misa?
Sabemos que, hasta la alta edad media (s. XII), los fieles no comulgaban sino apenas unas tres veces al año: en Navidad, en Pascua y en Pentecostés (y algunos ni siquiera en esas fechas) y eso, a pesar de que asistían a la misa dominical y a las fiestas de guardar.
¿Por qué? Porque sucedía algo similar a lo que sucede hoy en día en el mundo “ortodoxo” (ruso, griego, etc.): existía una enorme conciencia de tan augusto sacramento; tanta que los fieles se preparaban espiritual y corporalmente para comulgar, cuando lo hacían, con un enorme deseo y un enorme fervor.
Había que no sólo (como ahora) estar en estado de gracia, sino también preparar el cuerpo con el ayuno correspondiente, ayuno que iba desde la noche anterior (la misa se hacía siempre de mañana). Sin embargo, a pesar de que estaba permitida, no toda la gente comulgaba, de allí que la Iglesia introdujera a partir del IV Concilio de Letrán (1215), el precepto que al día de hoy tenemos en nuestro Código de Derecho Canónico: “comulgar al menos una vez al año” (c. 929 § 1 del CIC).
La gente común y, aún los santos, no comulgaban sino raras veces al año, como Santa Brígida, Santa Clara[1], Santa Isabel de Portugal o San Luis Rey, quien, yendo a misa habitualmente, lo hacía sólo seis veces cada año. Fue recién a partir del siglo XIII que, en plena lucha contra los cátaros (que negaban el valor de ciertos sacramentos) surgirá una gran devoción hacia el Santísimo Cuerpo del Señor (de esta época es la solemnidad de Corpus Christi) y el inicio de una comunión sacramental con leve mayor frecuencia. Y fue sólo a principios del siglo XX que, luego de una gran disputa, la Iglesia mandó que los confesores no prohibiesen a sus penitentes comulgar con más frecuencia, siempre que se tuviesen las debidas disposiciones.
Pues hasta aquí un poco de historia.
2. Pero… ¿se puede subsistir sin comulgar?
Hoy en día, la extendida frecuencia en la recepción de la comunión, puede hacer pensar a muchos que, si no se comulga, no se puede subsistir cristianamente ni ser santo.
Es como si hubiese un ritual que fuese así: se va a Misa, comienza la celebración, se leen las lecturas, llega el ofertorio, viene la consagración y, luego, si se está en gracia de Dios, todo el mundo a comulgar… Y si no está la comunión sacramental, es decir, no se recibe el Cuerpo del Señor, no se puede uno santificar ni fortificar en la Fe. Pero curiosamente, esta no ha sido la postura de la Iglesia, ni la del Concilio de Trento, ni la de San Ignacio de Loyola (gran defensor de la comunión frecuente pero no más de una vez por semana) ni la del mismo Lutero, quien, sin ser defensor de la comunión frecuente, inventó que, si no había fieles para comulgar, no debía hacerse la “santa cena”.
De ser así entonces… ¿cómo hicieron todos los santos durante casi 1900 años de historia?
El mismo Concilio de Trento, que en su sesión XIII había dicho: “[reciben el sacramento solamente de modo espiritual] aquellos que comiendo con el deseo este celeste pan que se les pone delante, por su fe viva que obra por el amor, perciben su fruto y utilidades”[2], en la sesión XXII (1562) “aprueba y recomienda” –contra la posición luterana– aquellas Misas en las que el pueblo comulga sólo espiritualmente mientras que únicamente el sacerdote lo hace sacramentalmente, y dice que tales misas “deben ser consideradas, como verdaderamente comunitarias… en parte… por esta comunión espiritual del pueblo”[3].
Es cierto (y lo afirmamos mil veces) que, cuantas veces se pueda comulgar, estando en gracia, con las debidas disposiciones, etc., sería tibieza o acedia no aprovecharnos del Santísimo Cuerpo de Cristo, pero es falso que, siempre y en todo lugar, deba o convenga hacerse (podría uno espaciarla por una mala disposición anímica o física, por ejemplo); de lo contrario, la Iglesia se habría equivocado al mandar desde hace siglos, a comulgar al menos una vez al año y no “siempre que se pueda”.
Si hasta el mismo San Felipe Neri, santo que, de entre los de su época, era de los que recomendaba la comunión frecuente, sugería a sus penitentes, dejar de comulgar por un tiempo o ante ciertas circunstancias, para sacar mayor provecho espiritual.
Pues hay que decirlo aunque a algunos les suene a obvio: sólo el sacerdote está obligado a comulgar en cada misa y para completar el Sacrificio.
Puede pasar, entonces que uno, aún queriendo comulgar, se vea impedido de hacerlo por razones de fuerza mayor (sea porque no tiene una misa cerca, sea porque no puede -en recta conciencia- comulgar con ciertas imposiciones (vgr., en la mano).
¿Qué hacer entonces? Creemos que se debe retornar al verdadero sentido de la comunión espiritual, que es una verdadera comunión de la que se nutrieron millones de cristianos a lo largo de la historia, recibiendo el sacramento sin hacerlo físicamente.
¿Cómo? ¿Recibir el sacramento sin “recibirlo”?
Sí. Como sucede con otros sacramentos, a saber, con el matrimonio (cuando no hay un ministro que pueda casar a los novios), o con el bautismo, que puede recibirse sin que alguien derrame las aguas bautismales sobre una persona (bautismo de sangre o bautismo de deseo), del mismo modo, puede recibirse el sacramento de la comunión sin que se comulgue materialmente el Cuerpo de Cristo.
Y no nos referimos a “recibir la gracia del sacramento” solamente, sino también el mismo sacramento, como dice el gran Santo Tomás de Aquino:
“Es posible alimentarse espiritualmente de Cristo, en cuanto que está presente bajo las especies de este sacramento, creyendo en él y deseando recibirlo sacramentalmente. Y esto es no sólo alimentarse de Cristo espiritualmente, sino también recibir espiritualmente este sacramento” (”et hoc non solum est manducare Christum spiritualiter, sed etiam spiritualiter manducare hoc sacramentum“)[4].
Porque hay algunos que, hoy en día, aunque comulguen mil veces al día, recibirán poco y nada de la gracia sacramental que adviene con el Cuerpo de Cristo, y otros que con una comunión espiritual bien hecha (que es una verdadera comunión y no una especie de “premio consuelo”) podrán alcanzar gracias mayores.
Podríamos preguntarnos, cada uno, ante la triste circunstancia de, por momentos, ver impedida o limitada la comunión sacramental en estos tiempos tan especiales, si hemos aprovechado el modo que la Iglesia nos da de recibir al Señor cuando no podemos hacerlo del modo normal. O, más sencillamente ¿cuántas comuniones espirituales hemos hecho cuando no pudimos recibirla del modo ordinario?
Que sirvan entonces estas líneas para iluminar ciertas inteligencias y para enfervorizar nuestra voluntad, haciendo cada comunión como si fuese la primera, la única y la última de nuestras vidas.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
30/9/2020
[1] La Regla de Santa Clara para las Hermanas Pobres, por ejemplo, establecía “que las hermanas reciban la Comunión siete veces al año”, es decir, en Navidad, jueves Santo, Pascua, Pentecostés, la Asunción de la Santísima Virgen, la fiesta de San Francisco y la fiesta de Todos los Santos (Regla III, 14). Siglos después encontramos a San Francisco de Sales en 1608, por ejemplo, quien consideraba que “sería imprudente aconsejar la Comunión diaria a todos de manera incondicional”; y recomendaba la Comunión semanal a “las almas devotas” (Cfr. Rodolfo Laise, Holy Communion, Preserving Christians Publications, New York 2018).
[2] Decreto primero, cap VIII.
[3] Missas illas, in quibus solus sacerdos sacramentaliter communicat, [Sacrosancta Synodus] probat atque commendat, si quidem illae quoque Missae vere communes censeri debent, partim quod in eis populus spiritualiter communicet…”. Ses. XXII, Decreto primero, Cap. VI. Lutero criticaba de manera muy fuerte el que en las llamadas Misas privadas no hubiera comunión de los fieles, esto, según él, las volvía inválidas. Las contraponía entonces a las Misas “comunitarias” o “de comulgantes” (“gemeinen oder communicanten Messen”) se ve claramente en la redacción del decreto conciliar, la intención de rechazar esta doctrina (cfr. ibídem).
[4] Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, III pars, q. 80, a. 2.
38 comentarios
"sólo el sacerdote está obligado a comulgar en cada misa y para completar el Sacrificio."
¿Que pasa si está en pecado mortal? ¿En qué sentido queda incompleto?
Muchas gracias de antemano
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Si está en pecado mortal, debe confesarse antes; en el caso de no poder hacerlo por imposibilidad física (estar lejos del sacerdote más cercano) o imposibilidad moral o grave incomodidad (por ejemplo, sólo tiene a su lado, para confesar sus pecados, a un superior y no quiere ponerlo en un aprieto contándole sus pecados), debe hacer un acto de contrición perfecta con la promesa de confesarse sacramentalmente en cuanto pueda. PJOR
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No, hasta el siglo XX; antes no había esa "recomendación" a los confesores, sino una recomendación particular de ciertos confesores (San Felipe Neri, los Padres de la Compañía de Jesús, etc.) para que sus penitentes comulgaran más seguido.
En cuanto a la "manía moderna" contra la comunión en la mano, etc..., hay que desecharla, de allí que hallamos escrito: "Es cierto (y lo afirmamos mil veces) que, cuantas veces se pueda comulgar, estando en gracia, con las debidas disposiciones, etc., sería tibieza o acedia no aprovecharnos del Santísimo Cuerpo de Cristo". Bendiciones. PJOR
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No, para nada. No es un mandamiento de la Ley de Dios comulgar en todas las misas; ni siquiera un precepto. Lo estaría haciendo, en conciencia, por una causa justificada según ud. Bendiciones. PJOR
Se suele recomendar la comunión espiritual a los divorciados vueltos a casar. ¿Es posible esto? Digo, ¿la comunión espiritual, mas en general, no requiere estar en estado de gracia?
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Si la comunión espiritual es una verdadera comunión (como dice Santo Tomás) y no una mera oración piadosa, entonces, las disposiciones para recibirla son las mismas que para recibir el Cuerpo de Cristo en una Misa. Otra cosa será llamarle, del mismo modo, a una oración en la que se le pide al Buen Dios que dé la gracia para poder volver a vivir en amistad con Él. Bendiciones. PJOR
Muchas gracias por todo P. Olivera. Le encomiendo siempre.
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Sí, en cada misa. Puede "binar" (celebrar más de una vez al día, por necesidad pastoral), sin permiso del obispo; si debe "trinar", ya debe tener el permiso de aquél. Bendiciones. PJOR
En mi opinión ha habido por parte de los Sagrados Pastores una pésima -que continúa- gestión de esta crisis sanitaria. Y han optado por la comodidad. Tanto hablar de Pastoral sanitaria y cuando llega la realidad huyen ante los lobos y dejan abandonadas a las ovejas, salvo honradas excepciones como en la Diócesis de Alcalá.
Gracias por este artículo. Menos y más calidad.
"Y, a fin de que algunos no se hagan acaso más perezosos para recibir este Sacramento, por juzgar muy pesada y dificultosa tanta preparación, se ha de amonestar muchas veces a los fieles que todos son obligados a recibir la sagrada Eucaristía. Y, a más de esto que está establecido por la Iglesia, que el que no comulgare una vez por o menos cada año en la Pascua sea echado fuera de ella. Mas, con todo eso, no se satisfagan los fieles con recibir el cuerpo del Señor solo una vez al año obedeciendo a este decreto antes bien entiendan que se ha de repetir muchas veces la comunión sagrada. Y, aunque no puede darse regla fija para todos, sobre si es más conveniente comulgar cada mes, cada semana o cada día, a lo menos es muy cierta aquella norma de san Agustín, vive de manera que cada día puedas comulgar (Homil 42). Por esto será de la inspección del Párroco exhortar muchas veces a los fieles a que, así como juzgan necesario dar cada día su alimento al cuerpo, así también no pierdan el cuidado de alimentar y mantener cada día su alma con este Sacramento."
Muchas gracias por sus bendiciones.
Creo que si Jesus se ha querido quedar con nosotros en el sagrario, no es para que esté abandonado, si encima no comulgamos, creo que no le tratariamos como lo que es : Dios con nosotros. Cuando vamos a recibirlo le hacemos un reconocimiento a su divinidad, a su amor al entregarse por nosotros, es una gran alegria poder comulgar, estar con Jesus tan cerca, y además es gracia, fortaleza, es nuestra vida, y si Él sabe todo esto como no va a estar contento....
No acabaremos perfectos despues de comulgar, como dice la santa, pero seguro que seríamos mucho peores sino lo hicieramos, porque comulgar, si lo haces con Fe, no te deja indiferente.
No he tenido oportunidad aun de leer el decreto que menciona Javier Simeon, pero yo también estoy segura de que es DESEO ARDIENTE de Nuestro Señor que los fieles nos acerquemos a recibirle con tanto amor y reverencia como nos sea posible. Caramba, la segunda gran promesa (después de nuestra Salvación) de Jesucristo ha sido justamente esa: que Él va a estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo. En la santa Misa -usted lo sabe mejor que yo- Él vuelve a partirse y a repartirse; se repite, con toda su crudeza, su Pasión y Muerte. Se abaja, se humilla, se anonada de nuevo.... Y justo quienes más conscientes somos de todo ello, y mayor reverencia mostramos ante tal hecho extraordinarísimo... ¿vamos a dejar de recibirle por cuestiones formales?? Sí, es verdad que todo ahora está viciado y raro (muuuuy raro), pero son tiempos de hilar muy fino y no perder nunca de vista cuál es el bien último que hay que proteger. Porque si no, y creo que usted me entenderá si me expreso en términos jurídicos, podemos terminar enredados en "formalismos enervantes".
De las muchas cosas que se me escapan, hay una que me maravilla especialmente. Y es la de que el Altísimo nos haya querido necesitar en la Historia de la Salvación. Sí, Dios nos necesita y necesita de nuestra comunión sacramental perfecta. Pero, ¿cómo es posible que el mismo Dios nos necesite a nosotros, los fieles? Lo ignoro. ¿Qué clase de enormes gracias puede tener una comunión recibida con todo nuestro corazón y con las adecuadas disposiciones interiores? Misterio. ¿en qué medida cada uno de nosotros podemos ser agentes multiplicadores en la economía de la Salvación? Sólo Dios lo sabe. No me cabe la menor duda de que antiguamente se contasen por miles (o millones) las personas que recibían dos o tres veces al año al Señor, en perfecta comunión con Él. Pero quizás convenga pararse a pensar que hoy por hoy esas cifras son proporcionalmente inversas: ya vamos siendo tres o cuatro gatos los que podemos multiplicar por 365 esas comuniones bien hechas.
Consideren detenidamente cómo una comunión sacramental bien hecha (bien recibida y bien ofrecida) tiene un valor expiatorio inmediato, sobre la base de que también nosotros podemos actuar como sacerdotes, víctimas y altar. Podemos, unidos siempre a los méritos infinitos de Su Pasión, ofrecer el Hijo al Padre y ofrecernos al Padre con el Hijo: 1) en reparación por las faltas de amor de tantos sacerdotes en tantas Eucaristías (en esa misma, incluso); 2) de desagravio, por esas comuniones sacrílegas que desgraciadamente se producen a diario (en esa misma misa, incluso) y por tantos insultos y desprecios a su Santo nombre y al de su Santísima Madre; 3) de propiciación, por la salvación de las almas (las que estén muriendo en ese mismo momento, incluso).
Soy consciente, padre, y de verdad le pido mil disculpas por ello, de que quizás estoy entrando a hacer valoraciones que no me corresponden, sobre asuntos que ni siquiera ha mencionado. En realidad, esta es casi una respuesta al aire a una buena amiga, piadosísima y de corazón enorme, que está dejando de comulgar en muchas ocasiones cuando el sacerdote de turno no da la comunión en la boca y se "conforma" con la comunión espiritual. Me quedo callada, claro, porque considero que es una cuestión en último término de conciencia, pero no puedo evitar sentir una grandísima tristeza. Y no tanto por lo que ella pierde, porque el Señor nunca se deja ganar en amor, y recompensa con creces cualquier forma de amor...sino por lo que, quizás, y en mi opinión, pierde el mismo Cielo.
"En este cáliz de oro pongo tus comuniones sacramentales y, en este de plata, las espirituales. Los dos cálices me son agradables".
Entre las diversas causas personales para no comulgar, durante este tiempo, me he acordado mucho de una que decía Benedicto: para tener hambre de Cristo.
Saludos cordiales.
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Se recibe el sacramento, aún estando en pecado mortal pero el fruto del mismo no es la santificación sino la propia condenación, como lo declara San Pablo y Santo Tomás (en su texto a la secuencia del Corpus Chhristi). PJOR
"Acerca de este problema, algunos antiguos se equivocaron al afirmar que los pecadores no reciben el cuerpo de Cristo ni siquiera sacramentalmente, sino que, tan pronto como toma contacto con los labios del pecador, deja de estar el cuerpo de Cristo en las especies sacramentales. Pero ésta es una opinión errónea. Porque deroga la verdad de este sacramento según la cual, como hemos visto (q.76 a.6 ad 3; q.77 a.8), mientras permanecen las especies, el cuerpo de Cristo no deja de estar en ellas. Ahora bien, las especies permanecen todo el tiempo que permaneciese la sustancia del pan si estuviese allí, como se ha dicho ya (q.77 a.4). Pero es claro que la sustancia del pan que asume el pecador no deja al instante de existir, sino que permanece hasta que sea digerida por el calor natural. Por tanto, todo ese tiempo permanece el cuerpo de Cristo en las especies sacramentales recibidas por el pecador. Por consiguiente, hay que decir que el pecador puede recibir sacramentalmente el cuerpo de Cristo, y no solamente los justos."
Saludos cordiales.
Quitándonos los sacramentos nos quitan a Dios. Privándonos de la comunión sacramental, nos privan del mismo Cristo...
Gruesos errores que, dentro de mis modestas posibilidades, rechacé en mi blog, en una mini-serie sobre el coronavirus (587-591). La doctrina católica, negada en esta grave cuestión, la reafirmas tú providencialmente en este artículo, bien fundamentado en Magisterio, Santos y Teólogos. Dios te lo pague.
No es unívoco.
En el primer texto puesto por el padre, no se dice que el Sacramento "en sí mismo" deje de existir en algún momento, sino que se refiere a la recepción espiritual de la persona.
Tú lo estás tomando como si se refiera a la materialidad del Sacramento.
Al vulgo basta comulgar tres o cuatro veces en el año; a los medianos, nueve o diez veces; a las personas religiosas, de quince a quince días, y, si son casadas, se pueden esperar a tres semanas o un mes, y a los que muy particularmente viere tocados de Dios y se conociese casi a los ojos el provecho, comulguen de ocho a ocho días como aconsejó san Agustín. Y más frecuencia de ésta no haya, si no se viese una grande hambre y reverencia, o alguna extrema tentación o necesidad, que otra cosa aconsejase; en lo cual se tenga miramiento de algunas personas cerca de esto.
Y sigue el Santo:
Y creo que hay muy pocos que les convenga frecuentar este misterio más que de ocho a ocho días. Y san Buenaventura dice que, en todos los que él conoció, no halló quien más a menudo de aqueste término lo pudiese recibir.
San Francisco de Paula primero comulgaba cuatro o cinco veces en el año, después, de muy santo, cada domingo."
Hasta aquí San Juan de Ävila.
Visto he algunos que, siendo flojos en el cuidado del aprovechar, piensan que, con comulgar muchas veces y con sentir un poco de devoción entonces, que dura poco, y no deja fruto en el alma de aprovechamiento, les parece comulgan bien, y después vienen a perder aun aquella poca devoción, y quedan tales que no sienten ya más de la comunión que si no comulgasen; lo cual se causó de la frecuentación de este sacrosanto misterio, sin haber vida digna de ello.
Por tanto, esté sobre aviso, que no todas veces abra la puerta de este sagrado y divino Pan; mas, mirando la conciencia de cada uno, así dispensarlo.
No querría que hubiese quien más frecuentemente lo tomase que de ocho a ocho días, como san Agustín lo aconseja, salvo si hubiese alguna tan particular necesidad, o particular hambre, que pareciese hacer injuria a tanto deseo quitarle su deseado, y a los demás, o de quince a quince días, o de mes a mes, se les dé. Y acá expone el Santo una regla de oro: avisándolos que, si les deleita este convite, que les ha de costar algo en la enmienda de la vida, que si viven flojamente, no quieran recibir el pan que para los que sudan y trabajan en resistir a sus pasiones, y en mortificar su voluntad, se ordenó.
Cierta sentencia es la de san Pablo, en el un pan y en el otro, que quien no trabaja no coma, que de otra manera el pan come de valde, y este santísimo pan ¿quién sin trabajar y pelear lo tiene en su alma?"
Me parece que hemos perdido completamente la noción de lo que es la comunión espiritual que la Iglesia recomienda. Recordemos que el Concilio de Trento “aprueba y recomienda” -contra la posición de Lutero, quien no admitía más que la comunión "sacramental":- aquellas Misas en las que el pueblo comulga sólo espiritualmente mientras que únicamente el sacerdote lo hace sacramentalmente, y dice el Concilio que tales misas “deben ser consideradas como verdaderamente comunitarias debido a esta comunión espiritual del pueblo…” .
Crees que alcanza suficientemente la norma obligatoria del Canon 920 § 1. Todo fiel, después de la primera comunión, esta obligado a comulgar por lo menos una vez al año. § 2. Este precepto debe cumplirse durante el tiempo pascual, a no ser que por causa justa se cumpla en otro tiempo dentro del año.
O también resulta cumplida la obligación por otro tipo de comunión sin existencia de fuerza mayor, siendo de libre elección.
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El tema no está reducido a una situación especial sino general. La analogía utilizada con otros sacramentos (bautismo, por ejemplo) es simplemente eso: una analogía. Durante siglos se realizó esta comunión espiritual y, al día de hoy, se sigue practicando en el mundo oriental. Con mi bendición. PJOR
No tengo muy clara su repuesta a Daniel Argentina .
Le pregunto
¿ Si la comunión espiritual es una verdadera comunión , sería un sacrilegio hacerla estando en estado de pecado mortal ..?
Gracias por su repuesta .
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Estimado: a fin de ser más claro, responderé en otro comentario. Gracias por la consulta. PJOR
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Respondo
Se lee en el Catecismo de la Iglesia Católica que “es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento” (n. 1857). Al mismo tiempo, el “sacrilegio consiste en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras acciones litúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares consagrados a Dios. El sacrilegio es un pecado grave sobre todo cuando es cometido contra la Eucaristía, pues en este sacramento el Cuerpo de Cristo se nos hace presente substancialmente (n. 2120)”.
Las notas de “deliberación” y “consentimiento” no son un detalle menor, de allí que un acto pueda ser pecado materialmente pero no formalmente.
Pongamos dos ejemplos:
Sería pecado materialmente hablando si un sacerdote, sin percibirlo y sin voluntad de hacerlo, dejara caer partículas del Santísimo Sacramento al suelo mientras celebra Misa o imparte la Sagrada Comunión.
Pero sería un sacrilegio formal si, sabiéndolo, lo hiciera con deliberación y consentimiento.
En la comunión espiritual sucede algo diferente a lo que sucede en la comunión sacramental, pues, mientras que en ésta el Señor siempre está presente (aún en la boca de un sacrílego), en la comunión espiritual sólo se hace presente, a condición de la buena disposición del comulgante, de allí que, si alguien no tuviese las debidas disposiciones, ni habría comunión espiritual ni, por ende, posibilidad de sacrilegio.
Por último, quizás convenga distinguir la comunión espiritual (o “comunión de deseo”, como también se la llama) del “deseo de comunión”, que son fácilmente confundibles.
Quienes no se encuentran en estado de gracia, aunque no puedan acceder al sacramento de la comunión (ni sacramental ni espiritualmente), sí pueden y deben procurar, tener el “deseo de comunión”, haciendo actos de Fe, actos de Esperanza y actos que predispongan a la Caridad (virtud que han perdido por algún pecado mortal), con alguna oración por el estilo:
“Señor, querría recibirte dentro de mí y unirme por entero a Ti, pero en este momento no puedo a causa de mis debilidades y caídas. Te pido entonces que me ayudes con tu gracia para que pueda disponerme, con fortaleza y prontitud a enmendarme para poder seguirte fielmente y gozar para siempre de tus celestiales consuelos. Amén”.
Bendiciones
PJOR
Yo me lanzaba a responder un supuesto muy particular: ¿tiene el mismo valor -siempre estando en gracia y con las debidas disposiciones interiores- una comunión espiritual que una comunión sacramental, hecha de forma presencial en la Santa Misa? A mi juicio, no. Eso las convertiría en intercambiables, cuando no lo son.
Otra cosa distinta es que la comunión espiritual tengan la virtualidad de sustituir a la sacramental, frente a la imposibilidad física de recibir esta última (no haber respetado el ayuno eucarístico, enfermedad, viaje, etc.); y ahí vuelve a manifestarse la grandeza de Dios y de su Santa Iglesia, que ya había previsto desde hace siglos la fórmula de la comunión espiritual para no dejarnos solos ni en las circunstancias más insólitas (COVID).
Pero también está para recurrir a ella tantas veces queramos a lo largo del día, para unirnos más a Dios, después incluso de haber recibido la comunión sacramental (que no sean intercambiables, no quiere decir que no puedan ser acumulables). Así lo hacía la beata Conchita Cabrera, que no dejó de comulgar ni un solo día sacramentalmente y...todavía está por verse todo lo que le lució!!
Dicho esto, conozco esa carta, claro, y en ella me baso para decir lo que digo, además de por lo que dicen de él sus amigos y discípulos. Una carta que, por cierto, no consta al frente de las mejores ediciones del Audi filia, ni las dos príncipe, ni las críticas actuales. Yo la tengo en la que hace tres de las obras completas, que empieza:
"En lo que vuestra merced pregunta de la frecuencia de comuniones que en esa ciudad hay, me parece que ninguno debe poner tasa absolutamente en la comida de este celestial Pan; pues mirándolo así, es bien, y gran bien, tomarlo cada día, si hay cada día aparejo para lo recibir. Todo el negocio ha de ser ver no haya engaño en el aparejo, pensando que lo hay donde no lo hay" (I, 1, 3ª)
Desconozco esa edición del Audi filia que usted maneja en la que viene esta carta al principio, que supongo que vendría entera y que con este encabezamiento permite a cualquiera entender el contexto de esa otra que usted trae. Por lo que no sé si el no sacarlo a colación tiene raíz en desconocimiento del texto completo de la original o en maldad.
Pero es que de la misma opinión era, como le decía, su queridísimo amigo y biógrafo, el venerable padre fray Luis de Granada: "Saepissime interpellatus sum, fratres in Cristo lesu, variisque precibus rogatus, ut brevem aliquem tractatum scriberem de modo qui observandus est in frequentanda sacrosancta communione deque utilitate illius. Nolui tam iustas preces reiicere, ut exhortarer pios homines ad frequentiorem usum huius salutiferi et divini Sacramenti contra opinione quorumdam Idiotarum, qui vituperant et calumniantur hanc frequentiam laudabilemque usum spiritualium et devotorum hominum. Ego, vero, Sanctos Doctores imitatus dico quod quemadmodum saepius ad hanc Synaxim accedere est mortiferum omnique reprehensione dignum in illis qui lethalibus peccatis sunt obnoxii; sic viceversa est salutiferum et omni laude dignum in illis qui humiliter et caste in statu gratiae vivunt." (Del libro III de su opúsculo sobre el tema). Creo que se le entiende todo.
Y, por si no bastara su queridísimo amigo y cultivador de su memoria, vengan, para terminar, las palabras de su discípulo, si no más querido, uno de ellos, el esforzado y sabio Pérez de Valdivia, apóstol de Cataluña como su maestro lo fue de Andalucía, a cerrar este capítulo sobre la opinión de éste y su círculo: "Y no es pequeña pérdida la de algunas personas que, con no sé qué achaques no quieren comulgar sino no sé cuándo. A los cuales les deseo yo advertir que por qué dejan de seguir el consejo de Dios y de la Iglesia y de los santos. Y si me dijeren que son flacos y imperfectos,
y otros semejantes inconvenientes, reponder les he yo que hagan todo lo posible por ser dignos, cuanto humanamente pudieren, de comulgar a menudo; y, si no pueden sacramentalmente, a lo menos comulguen espiritualmente." (I,5 de su obra sobre el tema).
Mezclar a estos santos y sabios con los espíritus entenebrecidos de los jansenistas me parece que es faltar el respeto a los primeros, además de no hacer honor a la verdad.
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Estimado: disculpe si no fui claro.
1) Tanto por el espíritu de la norma (mandar a que se comulgue sacramentalmente al menos una vez al año, etc.) como el claro contexto (L. IV, art. 2 del CIC), el c. 920 ("omnis fidelis, postquam ad sanctissimam
Eucharistiam initiatus sit, obligatione tenetur semel saltem in anno, sacram communionem recipiendi. Hoc praeceptum impleri debet tempore paschali, nisi iusta de causa alio tempore intra annum adimpleatur"), el canon hace referencia explícita a la obligación de todo fiel, luego de haber recibido su primera comunión, de comulgar sacramentalmente, es decir, recibiendo el Cuerpo de Cristo en la Santa Misa, contenido bajo las especies eucarísticas.
Por lo tanto, salvo una imposibilidad física o moral, esta norma obliga en conciencia a quien la conozca, claro está, y no podría suplantarse por una "comunión espiritual" en el sentido que lo estamos tratando.
2) Supongo que su mención al "canon 210", en el presente comentario, debe haber sido un lapsus calami.
Con mi bendición
PJOR
"Y, quizás, porque comulgamos mecánicamente, recibiendo el sacramento pero no siempre su fruto, es decir, a Cristo mismo."
Obviamente, no es lo mismo recibir a Cristo que recibir los frutos espirituales de la comunión, que pueden ser aumento de gracia, de fe, de esperanza, de caridad, etc.
Después de la consagración, y mientras siguen existiendo las especies eucarísticas, como enseña Santo Tomás en el texto citado, no hay "materialidad del Sacramento" sin Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Saludos cordiales.
El 210 en el sentido de la vida santa debiera manifestarse más allá de la obligación del 920 cuyo incumplimiento tiene consecuencias concretas.
El pedido, por favor y con todo respeto hacia tí, surgió del uso de la analogía entre diversas figuras en el sentido de destacar que la analogía es solamente eso y que no resultaría posible su uso en el camino sacramental en especial por el principio de preeminencia del Canon 897 última parte sin perjuicio que los sacramentos son los que son y tienen una cantidad determinada sin extensiones.
Es muy importante tu clara definición que "no podría suplantarse" y es justamente esa la respuesta que suplicaba.
Laudato sia Gesú.
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Me alegro entonces, fratello canonista, je! Dios lo guarde. PJOR
Lo dice nuestro Catecismo, como mínimo, en sus nº 1355, 1385 y 1457: "Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave que no comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental... a no ser que concurra un motivo grave y no haya posibilidad de confesarse; y, en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes" (nº 1457).
Otra cosa es que el Señor, que es tan bueno, reciba siempre con los brazos abiertos a todos esos hijos extraviados, que, en efecto, suelen regresar a Él hechos un asco. Como el de la parábola del hijo pródigo, que si de suciedad hablamos, traería hasta la porquería de los cerdos que apacentaba... y de cuya comida se alimentaba. Pero también traía consigo un auténtico arrepentimiento (contrición) y la decisión de pedir perdón a su padre; el cual, por cierto, después de abrazarlo y besarlo, lo primero que hizo fue ordenar que lo revistiesen con la debida dignidad, poniéndole la mejor túnica, un anillo en su mano y sandalias en los pies. Y así, ya sí, comer luego el ternero sacrificado en un gran banquete.
El sacramento de la confesión está orientado siempre al de la Eucaristía, para que podamos recibirla mejor. Lo que quizás explique esa correlación entre sacerdotes poco eucarísticos y que no valoran suficientemente la confesión. Pero ni por esas deje nunca ese tandem, porque cuanto más y mejor frecuente la una y la otra (confesión y eucaristía), pero nunca la segunda sin la primera, mayores serán las gracias que pueda arrancarle al mismo Dios, para que siga socorriendo a tantos otros que todavía siguen enfangados hasta el cuello.
Imagínese, entonces, y ahí es donde yo quiero llegar, los frutos inenarrables que puede atribuir Dios a una comunión sacramental, en la más perfecta unión -o comunión, si prefiere- física y espiritual con su Hijo que nos sea posible. Para fliparlo.
Y mientras busco la cita, encuentro esta otra de la misma santa y doctora de la Iglesia, que habla por sí sola: "Él [Jesús] no baja del Cielo un día y otro día para quedarse en un copón dorado, sino para encontrar otro cielo que le es infinitamente más querido que el primero: el cielo de nuestra alma, creada a su imagen y templo vivo de la adorable Trinidad” (Santa Teresita de Lisieux).
"Describe con pluma de oro los efectos que causa en el alma el pan eucarístico: a Este divino sacramento perdona los pecados pasados, esfuerza contra los venideros, enflaquece las pasiones, disminuye las tentaciones, despierta la devoción, alumbra la fe, enciende la caridad, confirma la esperanza, fortalece nuestra flaqueza, repara nuestra virtud, alegra la conciencia, hace al hombre participante de los merecimientos de Cristo, y dale prendas de la vida perdurable. Este es aquel pan que confirma el corazón del hombre, que sustenta los caminantes, levanta los caídos, esfuerza los flacos, arma los fuertes, alegra los tristes, consuela los atribulados, alumbra los ignorantes, enciende los tibios, despierta los perezosos, cura los enfermos y es común socorro de todos los necesitados.» (i) «¡Oh manjar del cielo, pan de vida, fuente de deleites, venero de virtudes, muerte de vicios, fuego de amor, medicina de salud, refección de las ánimas, salud de los espíritus, convite real de Dios y gusto de la felicidad eterna!».
Vive como si tuvieras que recibir la comunión cada día!Me está pasando que al estar dispensado por la Iglesia por mi edad avanzada y participar cada domingo en la Santa Misa de la cadena 2 de TVE, comulgo espiritualmente, pero, eso sí, debemos tener una vida "como si tuviéramos que comulgar cada día".Repito:¡qué verdad más provechosa!Mi vida es como siempre: asistencia a la Santa Misa dominical y comunión.¡Qué ganas tengo de volver a la normalidad para todos y que vayamos a la Iglesia sin "númerus clausus" de asistentes!
Dios Todopoderoso lo tiene en cuenta.Aunque "tarda".
Él sabrá.No obstante, ¡Gracias, Señor,Tú lo puedes todo! (Los designios de Dios son inexcrutables, dice
la Sagrada Escritura)
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