"Ser Juana de Arco hoy”. Por la Hna. Marie de la Sagesse Sequeiros
A pesar del confinamiento francés, queremos rendir los debidos honores a la “Doncella de Orléans” en un año especial por el centenario de su canonización (1920-2020). Misas, peregrinaciones, fiestas y desfiles estaban previstas en todas las ciudades por donde Juana de Arco estuvo, pero será imposible. Al menos vayan estas líneas como un ramo de rosas para ella, la heroína celestial.
Hna. Marie de la Sagesse Sequeiros, S.J.M.
Autora del libro: “Santa Juana de Arco. Reina, virgen y mártir: Primer estudio documental en español a la luz de sus procesos", adquirible en formato papel y versión digital, en Amazon, AQUÍ
PD: un excelente documental, recién terminado de producir, estará disponible desde y de manera gratuita (8/5/2020) hasta el 30/5/2020. Puede verse AQUÍ. No se lo pierdan. Vale la pena totalmente.
“Ser Juana de Arco hoy”
¡Liberación!
¡Liberación!
El 8 de mayo de 1429, día glorioso en que santa Juana hizo su entrada triunfal en Orleáns liberándola de un prolongado asedio inglés, se realizó en acción de gracias una procesión por las calles de la ciudad que fue sellada con la Santa Misa y un solemne Te Deum en su majestuosa catedral.
A partir de ese momento, el hecho se repitió cada año para conmemorar la milagrosa liberación, y ni siquiera pudo ser interrumpido durante el Terror revolucionario, lo cual no es poco decir. En 1440 las marchas fueron encabezadas por la propia Isabelle Romée, madre de Juana, quien se había instalado con sus hijos, Jean y Pierre, en los alrededores de la ciudad, gracias al generoso ofrecimiento de los orleanenses enterados de sus penurias: casa y pensión incluida hasta el fin de sus días.
Recién en 1884, un senador de izquierda, Armand Fabre, presentó un proyecto para declarar el 8 de mayo como fiesta nacional, apropiándose de la doncella como una especie de ‘santa laica’, independiente de la Iglesia: “que la República francesa celebre anualmente la fiesta de Juana de Arco como fiesta del patriotismo”[1]. Si bien la iniciativa no tuvo eco por entonces, el senado la convertiría en ley cuando, aprovechando la euforia de la canonización, el republicano Maurice Barrès resucitó el proyecto en el Parlamento y propuso el 8 de mayo como fiesta nacional de la República en recuerdo de la liberación. La aprobación se dio con la unanimidad de católicos y liberales en ambas cámaras, el 24 de junio de 1920, sin necesidad de debate.
En aquella oportunidad Barrès recordó: “Juana de Arco no pertenece a ningún partido; los domina a todos, y ese es su verdadero milagro (…) Ella simboliza a la Francia misma”[2].
Juanitas a caballo
Esta conmemoración hace que para un francés nacido en Orleáns la figura de Juana de Arco no pueda serle indiferente. Se dice que la doncella está inscripta en el corazón de cada orleanés por el agradecimiento perpetuo que le deben y que no se ha borrado, a pesar de las guerras de religión contra los protestantes, la sangrienta revolución francesa, la fatídica ley de separación de la Iglesia y del Estado, las dos guerras mundiales… y, actualmente, la invasión musulmana.
Hasta el día de hoy, el 8 de mayo moviliza a toda la ciudad, pues la mitad de los orleanenses participan activamente del desfile y de los festejos, mientras que la otra mitad opera como público cautivo.
Si bien la antigua tradición se mantuvo con el correr de los siglos, el desfile a caballo había sido encabezado siempre por un joven que representaba a Juana, pues era mal visto que una mujer monte públicamente… casi lo mismo que se le reprochó a la doncella en 1431.
Fue recién a partir de 1945 que las jóvenes orleanenses pudieron montar a caballo gracias a la iniciativa de un hombre, Joseph Lucet, quien tuvo la “extraña” idea, aún no contaminada de feminismo tóxico, de poner a su propia hija, Annick, en el rol de la doncella.
Aquel 8 de mayo en que se firmó el armisticio de la II Guerra Mundial, coincidieron en un mismo día la “liberación” de la ocupación alemana para Francia y del asedio inglés para Orleáns. Para conmemorar la coincidencia, se hizo una fiesta mucho más importante, eligiéndose por primera vez a una jovencita de 17 años para encarnar a Jeanne. Original tradición que le dio un toque único y que continúa siendo encendida como una llama viva, aunque pocos la conozcan fuera de las fronteras francesas.
Justamente con este motivo, Marine Tertrais[3] acaba de publicar un libro: Être Jeanne d’Arc. Des valeurs pour la jeunesse de notre temps, Artège, 2019 (Ser Juana de Arco. Valores para la juventud de nuestra época), donde se evoca el origen y las tradiciones de esta auténtica fiesta nacional, además de entrevistar a varias “Juanas” que han desempeñado orgullosamente su papel en los desfiles, dejando así un mensaje perenne para las jóvenes de nuestro tiempo.
No es para todas la montura de Juana
Ahora bien, ¿quién puede ser la elegida para desfilar? Ser Juana no implica solamente saber montar a caballo, representar su rol como en el teatro o parecérsele físicamente, sino que va mucho más allá: se busca un verdadero parecido espiritual y moral con la heroína. Por eso, con el pasar del tiempo, se fueron estableciendo ciertos requisitos estrictos que pueden sintetizarse en:
-
Ser nacida en Orleáns y vivir en la ciudad o alrededores.
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Tener entre 16 y 17 años.
-
Ser católica (bautizada, primera comunión y confirmación).
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Estar comprometida personalmente como voluntaria en una obra de caridad.
-
No tener ningún pariente cercano con un cargo electivo.
Podríamos imaginarnos que con la exigencia 3) ya se auto-eliminan unas cuantas candidatas y habrá que salir a último momento a la pesca de alguna ‘cristiana’, aunque más no sea bautizada, para que la represente…, pero no es así. Cada año más de 200 jóvenes presentan ansiosas su dossier esperando ser otras Juanas y cumplir con las condiciones “discriminatorias” sine qua non. Luego un comité debe elegir a una entre tantas, lo que no es nada fácil, en especial, por la presión que, cada vez con más insistencia, la República ejerce para abolir el “incorrecto” ítem 3… que, hasta hoy, impide una “Juana” atea, musulmana o trans.
Una vez elegida, la joven comienza un verdadero itinerario espiritual que la preparará para cumplir su papel con fe y honor. Hará una peregrinación por todos los lugares donde estuvo la doncella, desde Domrémy hasta Rouen, acompañada de dos pajes elegidos por ella (generalmente algún familiar o compañero de escuela). Los tres parten en compañía de una historiadora y de un capellán que los instruyen a medida que avanzan… en la epopeya, al punto que hay ‘un antes y un después’ de esta peregrinación ‘joánica’. Transformados espiritualmente, los tres jóvenes regresan a Orleáns en presencia de Jesús, María, Juana y sus voces.
Mientras tanto comienzan los preparativos para el gran festejo organizado por los tres cuerpos en común, como pocas veces se experimenta en la República laica: Municipalidad, Obispado y Ejército, los tres estratos trabajando para la Pucelle. Nos parece soñar, pero en un país invadido por el islam y dividido por la ‘cathophobie’, el odio a todo lo auténticamente católico, además del cuarto dogma de ‘laicidad’ grabado en todos los frentes públicos y en el corazón de la mayoría, santa Juana encarna nuevamente la figura de la unidad nacional.
De hecho, durante toda una semana la ciudad se transporta al medioevo, entre misas, estandartes, desfiles, caballeros, tambores y trompetas, luces y sonidos, etc. que aclaman la victoria de la santa y heroína francesa.
Entrega de la espada
Recordemos que Juana de Arco fue equipada en Chinon de armadura, caballo y escolta provistos por el Delfín Carlos; en Tours se confeccionó su estandarte; pero la espada que llevó durante la mayor parte del tiempo de su campaña fue hallada milagrosamente detrás de un altar. Así lo relata ella misma en el proceso: “Estando en Tours o en Chinon, yo mandé buscar una espada que estaba en la Iglesia de Santa Catalina de Fierbois, detrás del altar. Y enseguida fue encontrada (…) Esta espada estaba bajo tierra enmohecida y tenía encima cinco cruces. Yo sabía que ella estaba allí por mis voces (…) Entonces escribí al clero de este lugar para que gustase entregármela y ellos me la enviaron. Luego que esta espada fue encontrada, los sacerdotes del lugar la hicieron frotar para limpiarla y enseguida salió todo el óxido sin dificultad…”[4] Hoy en día existe una réplica de la misma colgada en la pared de la iglesia, muy cerquita del lugar donde fue encontrada la original.
Ahora bien, recordando este magnífico episodio de su vida, a partir de 1968 se agregó un nuevo acto a la asunción de cada nueva doncella de Orleáns: la significativa entrega de la espada de una Juana a la otra. Importantísima ceremonia cuyo solemne ritual constituye actualmente el alma de las fiestas joánicas.
Para hacerla más real y cercana a los hechos históricos, la entrega tiene lugar en la víspera del 29 de abril, día de la entrada triunfal de Juana en la ciudad por la puerta de Borgoña. Luego de la cual comienzan los 9 días festivos que conmemoran el tiempo exacto que la doncella pasó en Orleáns planeando el levantamiento del sitio, conseguido el domingo 8 de mayo, fiesta de san Miguel Arcángel.
La solemne entrega tiene lugar en la Colegiata de Saint-Pierre le Puellier, antigua iglesia que Isabelle Romée frecuentó los últimos años de su vida y que hace de bello marco románico a esta ceremonia casi íntima entre las principales autoridades civiles, militares y eclesiásticas, junto a los familiares y amigos de ambas Juanas, la que ya representó su papel y la nueva elegida para ese año.
Además se agregó un vestuario medieval para los personajes principales, recomendado por la historiadora Marie-Véronique Clin (adjunta de Régine Pernoud), y música de la época que le dio otro toque original a las Juanas, a sus respectivos pajes y a los heraldos que anunciarán la entrada al son de tambores y antorchas encendidas.
A continuación tiene lugar el discurso del presidente de la asociación “Orléans Jeanne d’Arc”, luego habla el comandante militar de la ciudad, el alcalde y siempre cierran las palabras del obispo. En seguida el momento tan esperado de la aceptación de representar a Juana:
- Presidente: - “…XX… habéis sido elegida para representar a Juana de Arco, heroína nacional y libertadora de Orleáns, en las próximas fiestas ¿Aceptáis esta misión?
- Juana: - La acepto.
- Presidente: -La espada que vais a recibir en unos instantes y de la cual seréis la guardiana durante un año, será el símbolo ¿Aceptáis el compromiso delante de las autoridades civiles, religiosas y militares aquí presentes de cumplir vuestra misión con fe y honor, y de no esperar ninguna ventaja material y de no hacer prevalecer el título que os es confiado hoy por ningún otro motivo que no sea el de servir a la glorificación de nuestra heroína o al servicio de la ciudad de Orleáns?
- Juana: -Yo acepto”
Replican tambores, suenan las trompetas… nuevo silencio y entrega de la espada:
- Antigua Juana: -“Puesto que tú serás Juana de Arco en las fiestas de este año, yo te confío la espada de cinco cruces, recuerdo de aquella que Juana hizo retirar en Santa Catalina de Fierbois y que ella llevó durante los combates sin derramar jamás sangre. ¡Que sea el orgullo de tu vida el haberla recibido para representar a Juana delante de los orleanenses y de los invitados! ¡Que ella te guarde de la vanagloria y te ayude a darle a aquella que nos vino ‘de parte de Dios’ los aplausos y los vivas de las cuales tú serás rodeada! ¡Y que esta representación de un día de fidelidad te amerite la protección de la santa Pucelle durante toda tu vida!
- Nueva Juana: -Recibo esta espada con fervor sabiendo bien que tenerla a mi costado me constituye en un rol que me sobrepasa. ¡Que Juana de Arco me ayude durante estos días a ser ella misma, a ser una imagen fiel! ¡Y que el año próximo pueda, como tú lo haces este año, devolver, a aquella que me sucederá, esta misma Espada igual de limpia y de pura pero aún más rica con el orgullo con el cual la habré llevado y con los homenajes que ella habrá recibido!”[5]
Nuevamente replican los tambores, suenan las trompetas y la nueva Juana se presenta al pueblo a caballo, revestida de armadura, espada en mano, escoltada por su porta-estandarte que grita: ¡Es Juana! y todo el público continúa en eco: ‘C’est Jeanne!, C’est Jeanne!’ Tal como si la estuviesen viendo en 1429. ¡La novena de fiestas joánicas comienza! Procesión de acción de gracias, espectáculos medievales, cabalgatas por la ciudad, luchas de caballeros, fuegos artificiales, etc., etc.
Merci Jeanne!
Ha sido un instante eterno en que el cielo se hizo presente en la tierra por alguna razón: ser Juana hoy no solamente implica aceptar el papel principal, sino también recibir una misión para la sociedad actual en que vivimos, en la cual el sentido de lo sacro ha desaparecido y hasta lo natural se ha invertido. Por eso, esta breve y sentida ceremonia renueva el lazo real que existe entre lo espiritual y lo temporal, entre Dios y la Pucelle.
Paradojas si las hay, la primera entrega de la espada entre Juanas se realizó durante en el fatídico mayo francés de 1968. Mientras las revueltas en París se anclaban al grito de “prohibido, prohibir”… Orleáns miraba hacia la eternidad, como decía Gustave Thibon: “No me vuelvo hacia lo pasado, mas me elevo hacia lo permanente”.
Así lo testimonia M. Christine Bordat-Chantegrelet, la primera Jeanne en recibir la espada: “…Aquella ceremonia es un recuerdo profundo. Tantos años pasados y no puedo escaparme. La emoción está siempre ahí, intacta, cada vez más sensible (…) Me quedo muda, las palabras no bastan ante la mirada de hombres y mujeres que se persignaban ante aquella que yo representaba. Más aún, una mujer paralítica en silla de ruedas con un gesto implorante y con una fe de profunda simplicidad, pidió a la Juana que veía a través mío, de salvarla y curarla. ¿Cómo salir intacta de semejante shock? Me sentí infinitamente pequeña frente a ese gran misterio que me sobrepasaba. ¿Acaso no era una misión demasiado pesada para la adolecente que yo era? ¿Qué podemos ofrecer de nosotras mismas frente a semejante espera? La sonrisa de la escucha, la luz de una mirada y decirse que si a los 17 años, una está bastante loca para aceptar revestirse con una armadura, sin miedo a las burlas, es sin duda porque allí existe una respuesta para dar a tales gestos y súplicas (…) Si hay algo de lo que no me puedo deshacer es del verbo SERVIR del cual Juana de Arco hizo palabra maestra de su vida: servir a Dios, al Rey y a Francia (…) fue un momento único de gracia que me fue concedido.. Y permanezco más enriquecida que nunca (…) durante todos estos años Juana no me ha abandonado jamás… Con ella estoy siempre en dulce compañía”.
Ya son 73 las doncellas que han desfilado por las calles de Orleáns, al paso de la aclamación popular y la algarabía generalizada que cae de rodillas o las aplaude gritando: Merci Jeanne! Sus nombres de laicas se eclipsan delante de la Pucelle que deben representar en cuerpo y alma, sus personalidades se confunden en una sola: ser Juana de Arco. Sin duda, una experiencia indeleble que las marcará de por vida.
“Todas somos el rostro de Juana de Arco -continúa M. Christine-. Al representarla, hemos ido con ella a su encuentro, hemos caminado y cabalgado con ella, hemos sido habitadas por ella, no por un efecto de desdoblamiento esquizofrénico, sino porque ella estaba allí en nosotros, en una suerte de intimidad única. Ella velaba sobre nosotros y nos acompañaba, como si un soplo nos impregnara de su presencia. Sé bien que yo solamente he sido un instante en una continuidad y esa es la verdadera fuerza, la verdadera dimensión de esta representación de Juana de Arco. Otras me han precedido, otras han seguido y otras se sucederán, únicas y cada una enriquecida de su propia experiencia vivida, pero todas unidas, ligadas, continuas, inscriptas en la perennidad del mismo ideal (…)”.[6]
Esperemos que esta tradición recibida y transmitida fielmente de Juana en Juana siga encendida en los tiempos venideros, ya que la aparición providencial de la doncella en la historia de Francia sigue siendo un reto a esperar contra toda esperanza…
Marie de la Sagesse Sequeiros, SJM
para Que no te la cuenten
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[1] « Maurice Barrès, dandy et député ». L’homme nouveau. Ils ont écrit sur Jeanne d’Arc… (2016) Hors-série Nº 8, p. 54.
[2] Brasillach, Robert (1998). Le procès de Jeanne d’Arc. Paris, Éd. De Paris, p. 12.
[3] https://www.lesalonbeige.fr/etre-jeanne-darc-des-valeurs-pour-la-jeunesse-de-notre-temps/
[4] Proc., R. Op. cit., p. 56.
[5] Bordat-Chantegrelet, Marie-Cristine (2018), La remise de l’épée. Son origine et son sens. 1968-2018. Ed. API, pp. 11-12
[6] Op. cit., pp. 25-27.
6 comentarios
He visto el documental que me ha gustado mucho, sobre todo su intervención y la del profesor Javier Paredes. Me compraré su libro para seguir profundizando.
Existen distintas películas sobre Juana de Arco. Ustde que es una especialista en la materia, ¿podría aconsejarme la mejor de todas? No me convencen las que he visto. Muchas gracias.
https://youtu.be/8TxW4mVsjLI
Y la de Ingrid Bergman (1948)https://youtu.be/jWICkLZA_e8
Pero debe saber que hay dos inexactitudes: la supuesta violación de la doncella, que nunca ocurrió, y el invento de la "abjuración" o arrepentimiento que tampoco existió... salvando estas dos leyendas negras de su "historia oficial" creo que son muy buenas películas. Hna. Sagesse
Quien te ha visto Europa y quien te ve.
PD: siga por favor haciendo apología, hagiografía y propaganda de esta Santa. Más que nunca la necesitamos.
Muchas gracias, Hermana, por esa obra de amor y erudición.
En la capilla del Colegio del Sagrado Corazón, donde estudié doce años, en Tucumán, hay una imagen de Santa Juana de Arco que siempre me fascinó.
No deje de bregar por hacerla conocer, como Ud. lo hace, con tanta sapiencia y veneración. Ha elegido Ud. muy bien su nombre de religión, tan católico, tan eufónico y tan francés...
Dios la conserve largos años.
La saludo en Cristo
Máximo Méndez
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