Revolución Francesa: recordando el Régimen del terror. Los mártires de Orange
Por Sor Marie de la Sagesse Sequeiros
Con gran asombro nos hemos enterado que por iniciativa del actual alcalde de Orange, una ciudad francesa vecina de Aviñón, se inauguró el pasado 9 de julio un monumento conmemorativo en pleno centro, justo frente al Teatro municipal.
¿Para recordar a quién? Nada menos que a 332 víctimas completamente borradas de la historia oficial que fueron guillotinadas durante el régimen del Terror de la Revolución Francesa (1793-4). Hombres y mujeres de todo tipo y condición que provenían de los alrededores de la región del Ródano[1]: zapateros, escultores, comerciantes, orfebres, albañiles, notarios, médicos, abogados, alcaldes, militares, madres de familia, religiosas y sacerdotes. Todos condenados al cadalso por haber querido “destruir la República a causa del fanatismo y la superstición…” de su religión católica, por cierto.
Y para peor, el monumento evoca especialmente a 32 religiosas[2] decapitadas entre el 6 y el 24 julio de 1794 de quienes todavía tenemos registrados los últimos momentos de su heroica muerte:
“5 h. Levantarse y meditación. Oficio de la Santísima Virgen.
7 h. Desayuno.
8 h. Letanías de los santos. Confesión en voz alta, Comunión espiritual y renovación de votos.
9h. Muchas son convocadas al tribunal y se despiden con un afectuoso adiós. Las que quedan rezan por las que parten y meditan un Via Crucis.
18h. El redoble de tambores anuncia que las condenadas suben al cadalso. Las prisioneras que quedan recitan las oraciones de los agonizantes. Cuando el tambor cesa, entonan el Te Deum. Ninguna tiene miedo, ninguna firma el juramento que le hubiese ahorrado la muerte. Incluso cantan un himno con un estribillo lleno de humor: ‘Aunque la guillotina me causa algo de miedo, mi Dios me hace ver que es un medio muy precioso, que por un camino nuevo, me conduce directo al cielo’”[3].
Despojadas de todo, les dejaron de manera excepcional llevar la cruz y el rosario en la mano hasta el cadalso. Las religiosas, de entre 24 y 75 años, subieron cantando y perdonando a sus asesinos, como lo hicieran las carmelitas de Compiègne. Un testigo de los hechos no dejaba de asombrarse: “¡todas estas mujeres mueren sonriendo!”[4].
Las otras diez hermanas que quedaron en prisión salvaron su cabeza gracias a la inmediata caída del Régimen del Terror que se cobró la cabeza del mismo Robespierre y de los miembros del tribunal sanguinario. La Revolución devoró a sus propios hijos…
Hasta el momento, de todos los guillotinados de Orange, solamente las religiosas tuvieron el privilegio de ser beatificadas por el papa Pío XI en 1925, quedando su fiesta instituida el 9 de julio.
Un alcalde excepcional
Pero volvamos a nuestros días. La valiente idea del “memorial” surgió cuando un grupo de familiares, descendientes de las víctimas, pidió al alcalde de Orange recordar de alguna manera a sus muertos en vistas al 225 aniversario de la decapitación. Sin dilatar el comprometido asunto, Jacques Bompard -sin duda un hombre muy querido por su gente ya que hace 24 años conserva el cargo público gracias a su “re-re-re-elección” ininterrumpida- mostró una voluntad firme de hacer algo por los guillotinados. Hubo algunas proposiciones bastante sobrias e insignificantes que no contentaron a nadie, por lo cual se decidió lanzar un concurso abierto a todo el mundo, saliendo elegido el boceto de nuestro conocido artista Boris Lejeune, quien una vez más logró dar vida y movimiento al bronce.
Previamente Bompard se aseguró de tener todo el consejo municipal a su favor y lo logró ¡por unanimidad! lo que no suele ser común, más aun tratándose de temas históricos políticamente incorrectos. Así fue como tanto republicanos como socialistas y comunistas dieron su placet para levantar el controvertido monumento. De inmediato hubo ecos contrarios en la prensa y demás medios, los herederos intelectuales de Robespierre acusaron al alcalde de falsear la historia, de ser “anti-republicano” y demás pecados modernos. Pero éste no se anduvo con vueltas y respondió con realismo:
“Nos remitimos a los hechos, tal como están consignados en los archivos y al análisis de los historiadores, pues contra los hechos no es necesario argumentar”[5] (…) “la República es parte de la historia de Francia, y el Terror también; y como no se habla de este período, y como este Terror está en el origen de todos los terrorismos actuales, era indispensable recordarlo y denunciarlo”[6].
Y citando al poeta Georges Bernanos, el alcalde advirtió:
“‘Repito que no son las guillotinas las que me dan miedo. También nuestras máquinas de matar asesinarán, quemarán, despellejarán, disecarán, mientras sabremos que todavía hay hombres libres o, al menos, sospechosos de serlo. La más temible guillotina es la que reduce los cráneos y lava los cerebros’. Por eso –agregaba irónicamente- el 9 de julio próximo el «librepensamiento» estará del lado de los guillotinados y muertos por la libertad”[7]. Y así fue.
Nacer para el cielo
La bella escultura de Lejeune representa a dos religiosas que suben al suplicio con una gran sonrisa, felices de ir al sacrificio, cantando y perdonando a sus verdugos, tal como lo narran los testigos. Aunque en esta magnífica obra de arte la guillotina se ha transformado en la puerta del cielo donde un ángel en lo alto las espera para escoltar su entrada triunfal. Seguramente el escultor se haya inspirado en las últimas palabras de una de las mártires a sus asesinos: “Agradecemos a nuestros padres que nos engendraron en la tierra. Aunque hoy es a ustedes a quienes les debemos todo, pues nos permiten nacer para el cielo”[8].
O, mejor, leamos la explicación del mismo artista:
“En ciertos momentos de la historia, se diría que el mal triunfa con toda impunidad. Es el caso del Terror, en los años 90 del siglo XVIII. Estas fuerzas de las tinieblas a las cuales solo la luz, una luz particular del alma, puede oponerse (…) Al levantar la mirada, el espectador verá la escultura que muestra justamente la transformación de las tinieblas en luz triunfal. Representé el momento de la apoteosis, el instrumento frío de la muerte, la guillotina, se transforma en puerta, la entrada del cielo, por encima de la cual un ángel teniendo una palma, símbolo del martirio, recibe a las religiosas, cuya hazaña es eterna”[9].
A los pies del memorial quedaron inmortalizados los nombres de los 332 guillotinados con un extracto de un poema de una de las mártires, en el cual se muestra el triunfo de la vida eterna sobre la muerte:
“Quien te teme, oh guillotina,
Se equivoca, a mi entender;
Si nos pones mala cara
Nos conduces a buen puerto.
Si nos pareces cruel,
Es para nuestra verdadera felicidad:
Una corona eterna
Es el precio de tu rigor”[10].
Acto expiatorio
La ceremonia del 9 de julio fue sobria pero significativa: desde la catedral de Orange se partió en procesión encabezada por las autoridades cívicas y eclesiásticas, acompañadas por varios familiares. Se hizo una parada en el lugar donde fueron juzgadas por una “comisión popular” (antigua capilla de San Luis, convertida en tribunal para los enemigos de la revolución) y allí una pequeña orquesta provenzal homenajeó a los caídos con música típica de la región. Luego se avanzó lentamente hacia el lugar exacto del martirio, paradójicamente llamada “plaza de la justicia”, donde antaño se erigía la guillotina… hoy transformada en memorial. Habló valientemente el alcalde[11] junto con el padre Hubert Lelièvre, postulador de la causa de las religiosas, quien hizo un largo Requiem.
Como broche de oro, hubo una Misa solemne presidida por el obispo de Aviñón, Mons. Jean Pierre Cattenoz, en la pequeña capilla de Gabé (a 6 km. de Orange), donde los cuerpos de las víctimas fueron llevados en carretas y echados en cuatro fosas comunes… con la perversa intención de ser olvidadas para siempre. No obstante, ningún campesino de la zona osó plantar ni poner nada allí… quedando sus cadáveres en medio de un silencio ensordecedor que clamaba justicia al cielo. Recién en 1832, cuando las aguas revolucionarias se apaciguaron un poco, se construyó la actual capilla y se levantó una cruz sobre la cuarta fosa, donde reposan los cuerpos de las últimas religiosas ejecutadas.
Hasta el día de hoy, cada 9 de julio, familiares y gente del lugar organizan una peregrinación para perpetuar la memoria de estas heroínas de la Fe que no han muerto para este pequeño rebaño de franceses fieles a su historia y leales a sus muertos.
Dios y las mártires se lo recompensarán con creces en el reino de los cielos.
Marie de la Sagesse Sequeiros, SJM.
[1] De Bollène, Aviñon, Courthézon, Mornas, Jonquières, Caderousse y Pont-Saint-Esprit.
[2] Beata Marie-Madeleine de Justamont y sus compañeras mártires. La mayoría de las religiosas provenían del pueblo vecino Bollène y pertenecían a distintas congregaciones: 16 ursulinas, 13 sacramentinas, 2 cistercienses y 1 benedictina.
[3] https://nominis.cef.fr/contenus/saint/1473/Saintes-Martyres-d-Orange.html
[4] https://www.archives.diocese-avignon.fr/Les-32-bienheureuses-religieuses-d-Orange.html
[5] https://www.lesalonbeige.fr/orange-la-commemoration-des-victimes-de-la-terreur-provoque-lire-de-la-gauche/
[6] https://vimeo.com/349051289
[7] https://www.lesalonbeige.fr/orange-la-commemoration-des-victimes-de-la-terreur-provoque-lire-de-la-gauche/
[8] https://fr.aleteia.org/2019/06/30/les-bienheureuses-martyres-dorange-un-episode-tragique-de-la-revolution/
[9] https://www.lesalonbeige.fr/orange-un-memorial-pour-les-victimes-de-la-terreur/
[10] “Qui te craint, ô guillotine/ À mon avis, à grand tort; / Si tu nous fais grise mine/ Tu nous conduis à bon port. Si tu nous parais cruelle/ C’est pour notre vrai bonheur:/ Une couronne éternelle/ Est le prix de ta rigueur.” https://www.lesalonbeige.fr/orange-un-memorial-pour-les-victimes-de-la-terreur/
[11] Quien quiera escucharlo y leer un extracto de su magnífico discurso: https://www.ville-orange.fr/Devoilement-du-Memorial-de-la-Terreur
8 comentarios
Gracias padre por esta historia.
Eran dos Cistercienses, una Benedictina, dieciséis Ursulinas, congregación que tenía varias casas en la región, y trece Sacramentinas, congregación fundada en el siglo XVII por el padre Antonio Lequieu.
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No hace falta sacar nada de contexto. Está todo en su historia. Tiene toda una sección en nuestra propia página (wwww.quenotelacuenten.org) para ver lo que fue realmente la Revolución Francesa. Dios lo guarde. PJOR
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