Martirio y uso de armas. Ante la canonización de José Sánchez del Río
Martirio y uso de armas
Ante la canonización de José Sánchez del Río
Por Andrea Greco de Álvarez
La próxima canonización el día 16 de octubre de José Sánchez del Río, muchacho cristero mejicano, martirizado con 14 años en defensa de la fe, abre, una vez más, la discusión acerca de si es lícito para el cristiano empuñar armas o si sólo puede ser mártir aquel que se encuentra inerme ante los enemigos de la fe católica. Otros han escrito acerca de la actual falsificación del concepto de martirio (aquí, aquí) y si sumamos esto al pacifismo imperante, podríamos concluir que es probable que toda esta confusión nos impida poder resolver este problema.
¿Quién fue José Sánchez del Río?
El P. Javier Olivera Ravasi en su reciente libro La contra-revolución cristera. Dos cosmovisiones en pugna, nos explica que los jóvenes y los niños no quedaron exentos de la lucha armada que tuvo lugar en México entre los años 1926-29, conocida como la Guerra Cristera. “Si bien no siempre luchaban con fusil en mano, eran una ayuda preciosa al momento de dar apoyo logístico a los insurrectos por Cristo Rey, lo que les valía la represión por parte del gobierno”. Esos niños dieron también su precioso testimonio de valentía y decisión en la defensa de la fe atacada. Frases tales como: “me voy al cielo”; “aprovechemos ahora”; “vale la pena”, “Hay que ganar el cielo ahora que está barato”; “¡Qué fácil está el cielo ahorita, mamá!”[1]; eran frecuentemente pronunciadas y eran el acicate que insuflaba coraje a quienes las escuchaban.
Uno de esos niños fue José Sánchez del Río quien fue uno de los mártires que ocasionó la sed de venganza de las fuerzas del gobierno de Calles al verse derrotadas:
“Tal fue el caso, conocido en todo el mundo civilizado, del niño José Sánchez del Río, que perteneció a la vanguardia del Grupo Local de la ACJM de Sahuayo, Michoacán, quien, contando con sólo 13 años de edad, se unió a las fuerzas cristeras, en las que se le aceptó como ayudante y no como soldado a causa de su corta edad.
En un combate librado cerca de Cotija, Michoacán, el 5 de febrero de 1928, cuando a su jefe le fue muerto su caballo, le cedió el suyo diciéndole:
– Mi general, aquí está mi caballo. Sálvese usted aunque a mí me maten. Yo no hago falta y usted sí.
Y uniendo la acción a la palabra, cogió un fusil y se puso a disparar contra el enemigo que tenía enfrente hasta que se le terminaron las balas; entonces pudo ser aprehendido y llevado al jefe de sus contrarios, a quien se encaró y dijo:
– Me han cogido porque se me acabó el parque (las municiones), pero no me he rendido.
Tanta audacia en un niño sorprendió al militar y quiso halagarlo para que se sumara a la Revolución, incluyéndolo en la lista de sus soldados, pero, al ser nombrado, José protestó:
– Yo no soy callista –dijo–, soy preso.
Desde Cotija escribió a su madre esta sencilla epístola: Mamita: Ya me apresaron y me van a matar, estoy contento. Lo único que siento es que tú te aflijas. No vayas a llorar, en el cielo nos veremos. José, muerto por Cristo Rey”[2].
De Jiquilpan, continúa narrando el P. Olivera, fue trasladado a su pueblo natal, Sahuayo, y su padre, al enterarse de lo que sucedía, regresó del destierro donde se encontraba y ofreció a cambio de la libertad de José todo el dinero que pudo reunir. José se encontraba preso en la iglesia parroquial que los federales usaban como cuartel. Allí el niño no desperdiciaba ocasión para increpar a sus carceleros por la irreverencia que cometían profanando el templo y, en una ocasión, ahorcó dos finos gallitos de pelea, propiedad del diputado local que usaba de corral la sacristía:
“A las 11 de la noche del 10 de febrero, es decir, cinco días después de su aprehensión, sin juicio que lo condenara, le cortaron las plantas de los pies y lo condujeron descalzo al cementerio del pueblo; en todo el trayecto, José, iba dando gritos y vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. Uno de sus verdugos, Rafael Gil Martínez, le preguntó:
– ¿Qué quieres que le digamos a tus padres?
Y José, con gran esfuerzo llegó a decir una vez más:
– ¡Que Viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos!
Fueron sus últimas palabras; el puñal y un tiro en la sien hicieron el resto”[3].
Concluye el autor afirmando que: “La sangre de estos jóvenes mártires, sería semilla de nuevos cristianos para México”… Esto es así, aún hoy, 90 años después de aquél sacrificio y por eso nos alegramos de esta canonización que demuestra que la defensa viril de la fe no es algo que pueda pasar de moda o que sólo corresponda al ideal eclesial de tiempos perimidos.
Un dato que no es de menor importancia es que si los cristianos actuaban de tal modo se correspondía con pastores que los acompañaban con igual valentía. Tal el caso de Monseñor Manríquez y Zárate que el 12 de julio de 1927 en su “Mensaje al mundo civilizado”, horrorizado por la saña que el gobierno mostraría contra el pueblo llegaría a volcarse por las armas:
“Nuestros soldados perecen en los campos de batalla, acribillados por las balas de la tiranía, porque no hay quien les tienda la mano, porque no hay quien se preocupe por ellos, ni quien secunde sus heroicos esfuerzos enviándoles elementos de boca y guerra para salvar a la patria. Queremos armas y dinero para derrocar la oprobiosa tiranía que nos oprime y fundar en México un gobierno honrado”[4].
En otra declaración ante el gobierno que culpaba al clero del levantamiento armado el Obispo de Huejutla contesta en febrero de 1929:
“La vida cristiana es esencialmente una milicia en la que todos nos damos de alta y juramos defender el tesoro de la fe en el día del bautismo. Todos los cristianos somos soldados, y debemos luchar contra nuestros enemigos, que lo son principalmente el demonio y nuestra propia carne, pero con frecuencia lo es también el mundo y todos aquellos que debieran conducirnos a la felicidad. Si estos tales -aunque sean nuestros mismos gobernantes- lejos de encauzarnos por la senda del bien, nos arrastran al camino de la iniquidad, estamos obligados a oponerles resistencia, en cuyo sentido deben explicarse aquellas palabras de Jesucristo: ‹No he venido a traer la paz, sino la guerra›; y aquellas otras: ‹No queráis temer a aquellos que quitan la vida del cuerpo, sino temed a Aquél que puede arrojar alma y cuerpo a las llamas del Infierno›. Por eso los Apóstoles contestaron a los Príncipes, que les prohibían predicar: “Antes obedecer a Dios que a los hombres”. Ahora bien: esta resistencia puede ser activa o pasiva. El mártir que se deja descuartizar antes que renegar de su fe, resiste pasivamente. El soldado que defiende en el campo de batalla la libertad de adorar a su Dios, resiste activamente a sus perseguidores. (…) Cuando, pues, la sociedad es agredida por aquél que la gobierna, debe desde luego aprestarse a la defensa. Si se trata de agresiones del orden intelectual y moral, las armas que deben emplearse deben ser de éste mismo género; pero cuando la agresión es del orden material, entonces convendrá agotar primero todos los recursos legales y pacíficos. Si no dieren resultado, habrá que acudir a los medios del orden material. Sin embargo, creemos todavía necesario hacer otra distinción: si el tirano, aunque oprima al pueblo y lo prive de algunas de sus libertades, le deja empero, las esenciales, como es la de adorar a Dios, y no hace imposible la vida social, habrá que soportarlo en paciencia, sobre todo si son mayores los males que se sigan de la contienda armada. Pero si ataca las libertades esenciales de los ciudadanos; si traiciona a la Patria; si asesina, viola y atenta sistemáticamente contra la vida y la honra de las familias y de los individuos, entonces la defensa armada es un deber social que se impone a todos los miembros de la comunidad. Soportar a un tirano en estas condiciones sería un crimen de lesa Religión y de lesa Patria. Esta obligación subsiste, no solamente en el caso de que sea humanamente posible la derrota del tirano, sino también en la hipótesis de que ésta sea imposible, atendidas las leyes ordinarias de la guerra. La razón es porque la pérdida de la fe y de la independencia nacional y la ruina misma de la sociedad, son males todavía mayores que la muerte segura de un gran número de ciudadanos. Y esto es precisamente lo que sucede en el caso de México”[5].
Queda claro que este Obispo no sólo consideraba un derecho el levantamiento armado sino hasta una obligación consecuente con el celo cristiano de defender primero los derechos de Dios antes que los de los hombres[6].
¿Se puede considerar mártir a quien ha empuñado las armas?
Vicente Cárcel Ortí, considerado por muchos el mayor historiador de la Iglesia de la España contemporánea, en su obra Caídos, Víctimas y mártires[7]afirma acerca del martirio:
“Se trata, en primer lugar, de un padecimiento voluntario de la muerte o de un tormento mortal. Hay sufrimientos que duran años, incluso toda la vida, que podrían considerarse como un martirio moral. Sin embargo, es el padecimiento de la muerte o de un suplicio mortal lo que manifiesta la voluntad del mártir, que entrega su vida, el bien mayor según la apreciación humana. No es indispensable, por otro lado, la voluntad actual de entregar la vida; basta la voluntad habitual no retractada, es decir, la disposición consciente de martirio. Por ello, según la opinión común, podría uno ser mártir, aunque lo mataran durante el sueño o por sorpresa, supuesta su voluntad habitual de martirio, con tal que su muerte sea causada por odio a Dios, a la fe u otra virtud cristiana[8].
Igualmente, no es preciso que exprese y visiblemente manifieste con palabras o gestos la aceptación voluntaria de la muerte, con tal que no haya retractado la disposición o voluntad de martirio. Por lo mismo, si al sufrir las amenazas y tormentos mortales, la persona se resistiera con las armas o de otro modo violento, no podría ser considerado como mártir, aunque sí quizá como héroe. Los que mueren en una guerra, aunque sea justa, defendiéndose con las armas, podrán sin duda ser declarados héroes de la patria, pero no por ese hecho mártires de la fe. Lo más importante, en todo caso, para que se dé un martirio y la Iglesia lo declare como tal es el motivo por el que los agresores causan la muerte y, sobre todo, por el que el mártir ofrece su vida. ¿Cuándo se cumple esta condición? La respuesta no es difícil. Se cumple indudablemente cuando el agresor impone la muerte al mártir por odio contra la fe cristiana (o la ley de Dios), o contra alguna virtud cristiana, como la castidad. Agresor en nuestro caso puede ser el acusador que delata o el juez que condena o los verdugos que persiguen y ejecutan a la víctima por odio contra su fe”[9].
Según este criterio no podría declararse mártir al cristiano que ha empuñado armas en defensa de la fe. La cuestión es compleja y presenta varias caras.
1- Procurando seguir el método tomista, ante la objeción veamos en primer lugar qué dice al respecto la Sagrada Escritura: Los Macabeos fueron tenidos por mártires aunque empuñaron la espada contra los judíos paganizantes:
“Matatías respondió en alta voz: ‘Aunque todas las naciones que están bajo el dominio del rey obedezcan y abandonen el culto de sus antepasados para someterse a sus órdenes, yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos fieles a la Alianza de nuestros padres. El Cielo nos libre de abandonar la Ley y los preceptos. Nosotros no acataremos las órdenes del rey desviándonos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda’. Cuando acabó de pronunciar estas palabras, un judío se adelantó a la vista de todos para ofrecer un sacrificio sobre el altar de Modín, conforme al decreto del rey. Al ver esto, Matatías se enardeció de celo y se estremecieron sus entrañas; y dejándose llevar por una justa indignación, se abalanzó y lo degolló sobre el altar. Ahí mismo mató al delegado real que obligaba a ofrecer los sacrificios y destruyó el altar”. (I Mac., 2, 19-25) “El sucesor de Matatías fue su hijo Judas, llamado Macabeo. Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le prestaron apoyo y combatieron con entusiasmo por Israel. Él extendió la gloria de su pueblo y se revistió de la coraza como un héroe; se ciñó sus armas de guerra y libró batallas, protegiendo al ejército con su espada. Fue como un león por sus hazañas, como un cachorro que ruge ante su presa. Persiguió implacablemente a los impíos y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo”. (I Mac., 3, 1-5) “Luego avanzó con el ejército y acampó al sur de Emaús. Judas les dijo: ‘Cíñanse las armas, compórtense valerosamente y estén preparados mañana al amanecer para atacar a esos paganos que se han aliado contra nosotros a fin de destruirnos y destruir nuestro Santuario. Porque es preferible para nosotros morir en el combate que ver las desgracias de nuestra nación y del Santuario. ¡Se cumplirá lo que el Cielo disponga!” (I Mac., 3, 57-60)
2- Como segundo documento para esclarecer el tema vamos el art. 2473 del Catecismo de la Iglesia. Allí pone como condición soportar la muerte mediante un acto de fortaleza:
“El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. “Dejadme ser pasto de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios” (San Ignacio de Antioquía, Epistola ad Romanos, 4, 1).
El martirio es un modo de vivir heroicamente la fortaleza y depende de esta virtud cardinal. Ahora bien, la virtud de la fortaleza tiene dos actos: el atacar y el resistir. Este último es el más importante. El mártir muere como última alternativa y ni siquiera quiere que sus enemigos lo maten (de lo contrario sería un suicidio indirecto y un acto contra la caridad por inducir a otros al homicidio). El uso de las armas o de la violencia para combatir (uno de los actos de la virtud de la fortaleza) no es en la historia de la teología católica una condición sine qua non que exima de ser “testigo” de Cristo (de lo contrario habría que eliminar del martirologio a varios cristianos que empuñaron las armas: la legión tebana, Beato José Sánchez del Río, Anacleto González Flores, etc.). Se podría responder que no murieron con las armas en la mano y por lo tanto no murieron peleando en ese momento pero esto fue algo sólo circunstancial.
3- Tomaremos como tercer documento el art. 5 de la q. 124 (secunda secundae) del Doctor Angélico:
Santo Tomás se preguntó si sólo la defensa de la fe es causa de martirio y si los soldados que mueren en guerra justa pueden ser considerados mártires. En el sed contra explicita:
“Dichosos los que padecen persecución por la justicia (Mt 5,10) lo cual se refiere al martirio, como dice la Glosa en el mismo lugar. Ahora bien: a la justicia pertenece no sólo la fe, sino también las demás virtudes. Por tanto, también ellas pueden ser causa del martirio.
Respondo: Como hemos visto (obj.2 a.4), «mártires» es lo mismo que «testigos», es decir, en cuanto con sus padecimientos corporales dan testimonio de la verdad hasta la muerte; no de cualquier verdad, sino de la verdad que se ajusta a la piedad (Tit 1,1), que se nos manifiesta por Cristo. De ahí que los mártires de Cristo son como testigos de su verdad. Pero se trata de la verdad de la fe, que es, por tanto, la causa de todo martirio. Pero a la verdad de la fe pertenece no sólo la creencia del corazón, sino también la confesión externa, la cual se manifiesta no sólo con palabras por las que se confiesa la fe, sino también con obras por las que se demuestra la posesión de esa fe, conforme al texto de Sant 2,18: Yo, por mis obras, te mostraré la fe. En este sentido dice San Pablo (Tit 1,16) a propósito de algunos: Alardean de conocer a Dios, pero con sus obras lo niegan. Por tanto, las obras de todas las virtudes, en cuanto referidas a Dios, son manifestaciones de la fe, por medio de la cual nos es manifiesto que Dios nos exige esas obras y nos recompensa por ellas. Y bajo este aspecto pueden ser causa del martirio. Por eso se celebra en la Iglesia el martirio de San Juan Bautista, que sufrió la muerte no por defender la fe, sino por reprender un adulterio”.
En la respuesta a la tercera objeción por la que dice: parece que los soldados muertos en guerra justa no serían mártires; responde: “El bien de la república es el principal entre los bienes humanos. Pero el bien divino, que es la causa propia del martirio, está por encima del bien humano. Sin embargo, como el bien humano puede convertirse en divino si lo referimos a Dios, cualquier bien humano puede ser causa del martirio en cuanto referido a Dios”. De modo que, según el Aquinate, aun quien da la vida luchando por la Patria cuando une ese sacrificio al divino, puede ser considerado mártir. ¡Cuanto más quien es soldado defendiendo la fe y la patria!
4- En cuatro lugar, San Agustín (doctor de la Iglesia) afirma:
“… siempre los malvados han perseguido a los buenos y los buenos han perseguido a los malvados… El que asesina no considera lo que desgarra, el que cura considera lo que corta. Uno quiere quitar la vida, el otro la gangrena. Los impíos han matado los profetas. También los profetas mataron a los impíos. Los judíos azotaron a Cristo, Cristo también azotó a los judíos. Los Apóstoles fueron entregados por los hombres al poder de los malvados. Pero también los Apóstoles entregaron algunos hombres al poder de Satanás“[10].
La diferencia entre unos y otros está en el fin y no en los medios.
El mártir testimonio para nuestro tiempo
Hoy el mártir molesta. Molesta nuestra flojera, nuestra comodidad, nuestras componendas eufemísticamente llamadas “diálogo”. Más aún nos molesta si el mártir fue parte de la lucha activa contra los enemigos de la Iglesia. En el fondo lo que nos pasa es que vivimos un tiempo cobarde que se esconde tras el diálogo para ocultar su pasividad y sus temores. Un tiempo que pone en primer lugar los derechos del hombre antes que los de Dios. Por eso el mártir resulta una interpelación a estas ideas. Si el hombre es puesto en el centro el mártir no tiene sentido. No puede explicarse que alguien prefiera a Dios antes que a sí mismo.
Por eso el P. Alberto Ezcurra decía:
“Nuestro tiempo es cobarde; nuestro tiempo de compromiso, nuestro tiempo de diálogo, nuestro tiempo de cobardía, nuestro tiempo de ‘no te metás’; no quiere saber nada con los mártires. Le vuelve las espaldas, lo quiere olvidar. El cardenal de Polonia Wydzinky dijo alguna vez: ‘No existe la Iglesia del silencio; existe la Iglesia de los sordos. Y esa es la Iglesia de Occidente’.
San Pablo decía que somos como miembros del Cuerpo de Cristo y dice: ‘¿Cómo puede ser que un miembro sufra, si yo no sufro con él?’. Y nosotros, cristianos de Occidente, de este Occidente cobarde, de este Occidente apóstata, volvemos las espaldas al martirio. Preferimos la vida cómoda, la vida fácil, el compromiso, la transacción, incluso el tender la mano de diálogo con aquellos que tienen la mano manchada con la sangre de nuestros hermanos en la fe”[11].
Prof. Dra. Andrea Greco de Álvarez
Dra. en Historia (UNCuyo)
[1] Jean Meyer, La Cristiada, México, Siglo veintiuno editores, 1974 t. 3, 298-299.
[2] Javier Olivera Ravasi, La contra-revolución cristera. Dos cosmovisiones en pugna, Buenos Aires, Buen Combate-Katejon, 2106.
[3] José Sánchez del Río fue beatificado junto con otros 11 mártires mexicanos en 2005. Javier Olivera Ravasi, La contra-revolución cristera…, Ibidem.
[4] Jean Meyer, La Cristiada, Op. Cit. t. 1, p. 19.
[5] José de Jesús Manríquez y Zárate, “Al margen de unas declaraciones” (contestación al Subsecretario de Gobernación, 25,-II-1929) en Aurelio Acevedo (ed.), “David I – VIII”, en: Estudios y Publicaciones Económicas y Sociales, México, 2000, (primera edición facsimilar), VI, p. 215-217. Cfr. Javier Olivera Ravasi, La contra-revolución cristera…, Op. Cit., capítulo VI.
[6] No fue esta la actitud de todos los prelados y hasta hubo quiénes eran partidarios del gobierno. El P. Olivera Ravasi lo estudia en los capítulos II: “La actitud de la jerarquía eclesiástica” y VI: “Desobedencia debida: justificación doctrinal del alzamiento cristero”.
[7] Vicente Cárcel Ortí, Caídos, víctimas y mártires. La Iglesia y la hecatombe de 1936, Madrid, Espasa-Calpe, 2008, 519 pp.
[8] El autor aclara en nota al pie: Este elemento es fundamental para reconocer la santidad por martirio de las víctimas. Cf. José Luis Gutiérrez, «Lacertezza morale nelle cause di canonizzazione, specialmente nella dichiarazione di martirio», en Ius Ecclesiae, 3 (1991), págs. 645-670.
[9] Vicente Cárcel Ortí, Caídos, víctimas y mártires, Op. Cit.
[10] Cit. En: Alberto Ignacio Ezcurra, Moral Cristiana y Guerra antisubversiva, Buenos Aires, Santiago apóstol, 2007, p. 65-66.
[11] Alberto Ignacio Ezcurra, Tú Reinarás. Espiritualidad del laico, San Rafael, Kyrios Ediciones, 1994, p. 37-38.
26 comentarios
Por esto dice Cárcel Ortí: "Los que mueren en una guerra, aunque sea justa, defendiéndose con las armas, podrán sin duda ser declarados héroes de la patria, pero no por ese hecho mártires de la fe." No por ese hecho; no por el acto de guerrear incluso justamente.
Por esto: "Lo más importante, en todo caso, para que se dé un martirio y la Iglesia lo declare como tal es el motivo por el que los agresores causan la muerte y, sobre todo, por el que el mártir ofrece su vida. ¿Cuándo se cumple esta condición? La respuesta no es difícil. Se cumple indudablemente cuando el agresor impone la muerte al mártir por odio contra la fe cristiana (o la ley de Dios), o contra alguna virtud cristiana, como la castidad. Agresor en nuestro caso puede ser el acusador que delata o el juez que condena o los verdugos que persiguen y ejecutan a la víctima por odio contra su fe”
Saludos.
"Estaban dos ancianos platicando en la plaza de un pueblo cuando los federales trajeron a varios cristeros con la intención de fusilarlos. Entonces uno de los viejos le dijo al otro: "me voy con ellos, hoy el Cielo lo venden barato", y se colocó ante el pelotón de fusilamiento".
La vesania del gobierno hacia indistinguible al enemigo, ya fuera hombre o mujer, joven, niño o viejo, por lo que la posibilidad de morir por Cristo era una realidad tangible. La dignidad que se alcanza con la muerte por la fe no es fácil de descubrir, pero está al alcance de todos. Tal cosa pone en entredicho que la valentía sea una cuestión de edad y da valor a la existencia en su totalidad.
No se anda usted con tonterias Pater. Seguro que ya lo conoce, se encontro en la guerrera de un Oficial frances muerto en la SGM. Le cuadra bien.
"Dame, Señor mi Dios, lo que te resta;
Aquello que jamás nadie te pide.
No te pido el reposo ni la tranquilidad;
Ni del alma ni del cuerpo:
No te pido la riqueza, ni el éxito, ni siquiera la salud;
Tantos te piden esto, mi Dios.
Que ya no te debe quedar para dar.
Dame, Señor, lo que te resta
Dame aquello que todos los demás rechazan,
Quiero la inseguridad y la inquietud,
Quiero la fatiga y la tormenta
Dame esto, mi Dios, definitivamente;
Dame la certeza de que esa será mi parte para siempre
Porque no siempre tendré el coraje de volver a pedírtela,
Dame Señor, lo que te resta.
Dame aquello que los demás no quieren
Pero dame, también, el coraje, la fuerza y la Fe."
A mi me sorprendió mucho que en las muchas revisiones que hago del caso "La Rosa Blanca", me encontré de improviso-en las imágenes del google lo puede comprobar cualquiera porque aparece en varios iconos-conque a Alexander Schmorell la Iglesia Ortodoxa Rusa lo había declarado santo y mártir. En aquel grupo había seis personas que hicieron exactamente lo mismo, tres de las cuales eran católicas, pero para la Iglesia Católica, el motivo de su muerte fue político; lo mismo que el caso del Padre Alfred Delp. Pero, en el juicio, al padre Delp lo mataron por ser jesuita y le ofrecieron dejar los hábitos a cambio de su vida, cosa a la que se negó.
Cuando no existe persecución abierta nunca se mata por "odium fidei" y entonces el posible martirio se pone en entredicho, como en el caso de todos los católicos que mataron los nazis, el incluso en otros, como el del obispo Vilmos Apor que fue muerto, no por orden de las autoridades soviéticas, ni siquiera por ser obispo, sino por defender a un grupo de mujeres de su violación por parte de soldados soviéticos borrachos. Y eso ¿qué es? me pregunto.
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Hace casi 800 años lo mismo se preguntaba Santo Tomás. Ver sobre todo la objeción y la respuesta que marco en negritas. PJOR
Suma Teológica - II-IIae - Cuestión 124, Artículo 5: ¿Sólo la fe es causa del martirio?
Objeciones por las que parece que sólo la fe es causa del martirio.
1. Se dice en 1 Pe 4,15-16: Ninguno de vosotros padezca por homicida o ladrón, o algo parecido: pero si padece por ser cristiano, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre. Pero se llama cristiano a quien tiene la fe de Cristo. Por tanto, sólo la fe en Cristo da la gloria del martirio a los que lo padecen.
2. «Mártir» significa «testigo», y sólo se es testigo de la verdad. Pero no se llama mártir al que da testimonio de cualquier verdad, sino sólo de la verdad divina. De lo contrario, sería mártir quien muriera por la confesión de una verdad de geometría o de otra ciencia especulativa, lo que parece ridículo. Por tanto, sólo la fe es la causa del martirio.
3. Entre las virtudes parece que son más excelentes las que se ordenan al bien común, ya que el bien de todos es mejor que el bien de un solo hombre, según el Filósofo en I Ethic.. Por tanto, si fuese causa del martirio algún otro bien, serían mártires los que mueren en defensa de la república. Esto no lo contempla la Iglesia, pues no se celebran los martirios de los soldados muertos en guerra justa. Parece entonces que sólo la fe es causa del martirio.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 5,10: Dichosos los que padecen persecución por la justicia, lo cual se refiere al martirio, como dice la Glosa en el mismo lugar. Ahora bien: a la justicia pertenece no sólo la fe, sino también las demás virtudes. Por tanto, también ellas pueden ser causa del martirio.
Respondo: Como hemos visto (obj.2 a.4), «mártires» es lo mismo que «testigos», es decir, en cuanto con sus padecimientos corporales dan testimonio de la verdad hasta la muerte; no de cualquier verdad, sino de la verdad que se ajusta a la piedad (Tit 1,1), que se nos manifiesta por Cristo. De ahí que los mártires de Cristo son como testigos de su verdad. Pero se trata de la verdad de la fe, que es, por tanto, la causa de todo martirio. Pero a la verdad de la fe pertenece no sólo la creencia del corazón, sino también la confesión externa, la cual se manifiesta no sólo con palabras por las que se confiesa la fe, sino también con obras por las que se demuestra la posesión de esa fe, conforme al texto de Sant 2,18: Yo, por mis obras, te mostraré la^fe. En este sentido dice San Pablo (Tit 1,16) a propósito de algunos: Alardean de conocer a Dios, pero con sus obras lo niegan. Por tanto, las obras de todas las virtudes, en cuanto referidas a Dios, son manifestaciones de la fe, por medio de la cual nos es manifiesto que Dios nos exige esas obras y nos recompensa por ellas. Y bajo este aspecto pueden ser causa del martirio. Por eso se celebra en la Iglesia el martirio de San Juan Bautista, que sufrió la muerte no por defender la fe, sino por reprender un adulterio.
A las objeciones:
1. Llamamos cristiano al que es de Cristo. Pero se dice de uno que es de Cristo no sólo por tener la fe en Cristo, sino también porque realiza las obras virtuosas movido por el Espíritu de Cristo, conforme al texto de Rom 8,9: Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de Cristo, y también porque ha muerto al pecado, según leemos en Gál 5,24: Los que son de Cristo Jesús han crucificado las carnes con sus pasiones y concupiscencias. Por eso, padece como cristiano no sólo el que sufre por la confesión de su fe de palabra, sino también el que sufre por hacer cualquier obra buena, o por evitar cualquier pecado por Cristo: porque todo ello cae dentro de la confesión de la fe.
2. La verdad de las otras ciencias no pertenece al culto divino. Por lo cual no decimos que sean según la piedad (cf. sol.); de ahí que su confesión tampoco puede ser causa directa del martirio. Pero, siendo pecado toda mentira, como queda dicho (q.110 a.3), evitar la mentira, aunque sea contra cualquier tipo de verdad, puede ser causa del martirio, en cuanto la mentira es un pecado contrario a la ley divina.
3. El bien de la república es el principal entre los bienes humanos. Pero el bien divino, que es la causa propia del martirio, está por encima del bien humano. Sin embargo, como el bien humano puede convertirse en divino si lo referimos a Dios, cualquier bien humano puede ser causa del martirio en cuanto referido a Dios.
El precedente de Nuestro Señor Jesucristo no es aplicable porque renunciar a su legítimo derecho de proteger su vida de la agresión injusta era precisamente el mandato que había recibido del Padre (Jn 10,18) y cuya obediencia hasta la muerte reparó nuestra desobediencia. Ese mandato era en adición a los 10 mandamientos que Jesús debía cumplir como cualquier otro ser humano por el hecho de ser verdadero hombre.
Visto desde otro ángulo, un fiel cristiano cuya vida es injustamente amenazada por motivo de su fe o de una consecuencia de ella tiene tanto derecho a proteger su vida, por la huida y/o la pelea, como una potencial víctima de un asesino serial. De hecho, un grupo armado o régimen que se propone matar cristianos por motivo de su fe - o a cualquier grupo de personas por un motivo inculpable, como la raza - es estrictamente un asesino serial, difiriendo de los usualmente considerados tales solamente en la falta de clandestinidad en su acción. Sería ridículo que fuese moralmente legítimo - y de hecho mandatorio - defenderse de un asesino serial que elige sus víctimas por un motivo arbitrario, y no fuese moralmente legítimo defenderse de un asesino serial que elige sus víctimas por motivo de su fe.
la estrategia del Enemigo es una invitación contante hacia el odio, una vez odiando, él gana, sin importar a quien odiemos. Siempre bajo el mismo engaño, debemos odiar a los "malos", sin darnos cuenta que tan pecado es odiar a unos como a otros, porque en ambos bandos frecuentemente se cometen atrocidades. Si odiamos a los palestinos, a los musulmanes, a los judíos, a los nazis, los protestantes, los progresistas, los católicos, etc. estamos en manos del demonio.
Personalmente creo que se acerca una nueva guerra cristera en mi patria y quizás en el mundo, cuando eso suceda, defenderemos nuestra fe, pero sin odio en nuestros corazones, tal como San José Luis Sanchez del Río nos lo ha enseñado con su ejemplo.
El problema no creo que sea ése sino este otro: nuestra Iglesia ya no es Militante sino Claudicante, entonces ha devenido pacifista.
Y eso sí que es , no ya difícil sino humanamente imposible de resolver.
Exsurge Domine et iudica causa tuam!
Y qué dijo, Jesús, no condenó la actitud de violenta fidelidad de Pedro hacia su Maestro; simplemente: ¿qué le dijo?
Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, y El pondría a mi disposición ahora mismo más de doce legiones de ángeles? ¿Cómo van a cumplirse las escrituras de que así conviene que sea?(Mateo 26,52-55) .
Cabe pensar que aún en defensa de los propios y justos intereses, morales, personales, o de prójimo : ¿Hasta qué punto es lícito adelantarse a los designios de Dios en defensa de estos que en definitiva son sus intereses?
Por lo que respecta a estos versículos del Evangelio, parece ser que sí: Que antes de adelantarse a los designios de Dios violentándose uno mismo ante la violencia ajena; Es mejor dejar que Dios obre acorde a su conocimiento e interés.
La situación de la Iglesia actualmente: ¿Está así, falta de fe porque Jesús lo haya profetizado y tenga que cumplirse su profecía; O porqué?
¿Acaso no creen que Dios hará justicia a su pueblo escogido que clama a él día y noche? ¿Seguirá aplazando su respuesta? 8 Les digo, ¡él pronto les hará justicia! Pero cuando el Hijo del Hombre[a] regrese, ¿a cuántas personas con fe encontrará en la tierra?».
(Lucas 18,6-8)
En la cristiada encontramos el caso del violento presbítero Padre Vega (José Reyes Vega). Fue uno de los grandes héroes de la Cristiada, pero su vida excesivamente violenta (y según dicen llena de amoríos) no sólo impide su beatificación sino que es razonable dudar incluso de su salvación.
Saludos.
Si un violador entra a tu casa y quiere violar a tu esposa e hijas, ¿que harás? ¿dejaŕás que la violen?, total, te vas a sentar a esperar la providencia Divina.
Eso se llama presunción, y así como la incredulidad, son los vicios contrarios de la verdadera fe en Dios.
Hubo una inundación muy grande en un pueblo pequeño. todas las personas buscaron la manera de salvarse, pero un hombre se quedó solo en ese lugar, subió al techo de su casa y rezaba incansablemente pidiendo que Dios lo salvara.
Éste, confiaba plenamente en el Señor y estaba seguro que lo salvaría, de repente fue interrumpido por un hombre que pasaba en una balsa invitándolo a subir, sin embargo el hombre respondió "Dios me salvará" y lo dejó ir.
Luego pasaron un hombre en un bote, luego una lancha y finalmente un helicóptero.
A todos los rechazó diciendo: "Dios me salvará."
Finalmente se ahogó y llegó al cielo. Dios lo recibió a la entrada.
El hombre, molesto, le dijo a Dios:
"¿Por qué no me salvaste si yo confiaba en ti?"
Dios le respondió: "¿Y la balsa, el bote, la lancha y el helicóptero que te mandé?
Las causas segundas están para ser utilizadas
En el acto final ( la muerte ) del martirio , creo que tiene que tener un total grado de pasividad y de aceptación ....
Saludos.
En el acto final ( la muerte ) del martir , creo que tiene que tener un total grado de pasividad y de aceptación ....
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CARTA DEL TENIENTE ESTEVEZ A SU PADRE.
Sarmiento, 27 de marzo de 1982.
Querido Papá:
Cuando recibas esta carta, yo ya estaré rindiendo cuentas
de mis acciones a Dios, Nuestro Señor. El, que sabe lo que
hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de
la misión. ¡Pero fijate vos que misión!. No es cierto?.
Te acordas cuando era chico y hacia planes, diseñaba
vehículos y armas todos destinados a recuperar las Islas
Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía?. Dios, que
es un padre generoso ha querido que este su hijo, totalmente
carente de méritos, viva esta experiencia única y
deje su vida en ofrenda a Nuestra Patria.-. Lo único que
a todos quiero pedirles es:
Primero, que restauren una sincera unidad en la familia
bajo la Cruz de Cristo. Segundo, que me recuerden con
alegría, y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza.
Y, lo que es muy importante, tercero, que recen por mí.
Papá, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen
entre hombres pero que hoy debo decírtelas: gracias por
tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el
honor, gracias por tener tu apellido, gracias por ser
católico argentino e hijo de sangre española, gracias
por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es
fruto de ese hogar donde vos sos el pilar.
Hasta el reencuentro, si Dios lo permite. Un fuerte abrazo.
Roberto
Dios y Patria , O muerte!
A pocos meses de su muerte , en una entrevista que le hicieron de la revista " Gente " , el Padre Castellani dice sobre la legitimidad de la violencia ..
-El que inflige la violencia , ..." tiene que ser santo , pues el grado de violencia que un hombre tiene derecho de infligir a otros hombres , correponde , por lo menos al grado de amor que les tiene ..."
"1434 La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna (cf. Tb 12,8; Mt 6,1-18), que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo (cf St 5,20), la intercesión de los santos y la práctica de la caridad "que cubre multitud de pecados" (1 P 4,8)."
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
Y que ese delirio haya sido puesto en boca de un Castellani ya muerto, pone en evidencia la baja ralea del grupo editorial que financiaba esa revista.
Entiendo lo que dice Castellani , pues , yo que tengo hijos pequeños , mas de una vez me salió lagrimas en los ojos después de haberlos castigados y ver sus ojos mojados ......y afirmaría , que el que no sintió nada por eso , poco hombre es ......
"En el Huerto de los Olivos, de entre el jueves y el viernes de aquella noche, Pedro empuño su espada para defender a Jesús de aquellos guardias del Sumo sacerdote que venían a prenderle. Y de resultas de esta impulsiva decisión de Pedro, éste, cortó la oreja a un guardia en cuestión.
"Y qué dijo, Jesús, no condenó la actitud de violenta fidelidad de Pedro hacia su Maestro; simplemente: ¿qué le dijo?"
Unos son los deberes de los seglares y otros los de los consagrados: San Pedro, consagrado, su deber era seguir el modelo de sacrificio abnegado de Cristo. San José Sánchez del Río, seglar, su deber era buscar el restablecimiento del Bien Común en el orden temporal y los derechos de la Iglesia por los medios legítimos.
San Pablo en un tiempo fue perseguidor violento de la Fe y sin embargo, tras su conversión, al fin de su vida terrena sufrió la muerte por odio a la Fe, pero algún sutil podría argumentar que él no hizo sino someterse al cumplimiento de la ley civil y no a sufrir necesariamente por odio a la Fe profesada. Aunque San José Sánchez del Río tomó las armas y optó por la vía violenta para defender la Fe pisoteada por el perseguidor, una vez reducido y sometido, él mismo asumió pacífica y mansamente el testimonio de Cristo y sufrió la muerte claramente por odio a la Fe.
¿Cuándo azotaron los judíos a Cristo? Sus verdugos en la flagelación eran soldados romanos, no judíos.
¿Y cuándo azotó Jesús a los judíos? La escena en el templo no dice que Jesús pegara a nadie, ni él ni sus discípulos: volcaron mesas y con látigos de cuerdas hacían moverse a los pesados bueyes para los sacrificios, animales difíciles de mover. Pero el texto bíblico no dice que pegaran a nadie,
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