Leído para ud.: Santa nostalgia
SANTA NOSTALGIA
Por José A. Ferrari
El querido padre Javier me pidió una reseña con que dar a conocer a los amigos del blog mi modesto poemario. Le doy las gracias por ello; pues la poesía, servidora leal de la belleza, es también maestra de la vida, de la vida esencial. Ella es epifanía del Ser y, por su sentido simbólico siempre abierto a lo eterno, es mensajera de las realidades más hondas. De esas profundidades adonde el concepto muchas veces no puede arribar. Por eso será siempre necesario el decir poético, porque nos abre horizontes, dilata las pupilas del saber y, en vez de enfrascarnos en arrogantes certezas, nos señala los misterios de Dios.
Hecha esta mínima justificación, sin exordio ni muchos formalismos, va la antedicha reseña. El libro es breve y, gracias al excelente trabajo de Editorial Vórtice, su edición es prolija y bella. En su tapa y contratapa figura una hermosa y sugestiva pintura (acrílico sobre tela) denominada “Nostalgia”, cuyo autor es un monje artista, ya entrado en años y oración. En su interior, amén de una introducción del autor y un exquisito prólogo del p. Diego de Jesús, se reparten unos pocos poemas religiosos. El más extenso de ellos y temática central de esta pequeña obra es “Santa nostalgia”; de allí su título sugerente.
El singular personaje chestertoniano, Inocencio Smith, dice en un momento vital de su existencia: “Me hice peregrino para curarme de estar desterrado…todos estamos desterrados y ninguna casa terrena puede curar la santa nostalgia de la casa eterna que nos prohíbe descansar.” No fue otro el puntapié de la Providencia que me impelió a decir algo sobre este sentir religioso tan íntimo, que más se muestra cuánto más lejos se está del mundo. Pues, precisamente, se trata de un dolor por el otro mundo. Ese jardín diamantino en el cual nos paseamos por vez primera con la brisa del crepúsculo; y del que fuimos expulsados por el pecado. Por eso somos extranjeros aquí, y el pulso intangible de la nostalgia nos indica el camino de regreso a Casa. Es lo que nos demanda el salmo XLII: dejarse llevar por la nostalgia. Origen y Destino se hacen uno en el tiempo sin tiempo de la eternidad. Y el recuerdo vivo del Señor es una forma exquisita de invocación mientras dura el peregrinaje.
Cabe aclarar, que lo que decimos no es refinado romanticismo ni caprichosa melancolía. Es una verdad evidentísima que podremos descubrir tanto en la experiencia personal, como en la lectura de muchos pensadores y poetas universales que intentaron balbucir este misterio lastimero… Tanto en el silencio suave de nuestro interior como en el hondo latir de las Sagradas Escrituras.
En fin, hasta aquí el ruedo, padre. Algo de todo esto, tan difícil de decir en prosa, lo he intentado expresar en verso. Con la intención generosa de hacerme eco, en algún modo, de todos los que cargan en sus hombros esta nostalgia de Dios y que, con semblante feliz, caminan hacia su reencuentro.
Ruega su bendición y lo abraza afectuosamente,
José Ferrari.-
Facebook de “Que no te la cuenten”
2 comentarios
Gracias padre
Jorge
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