Leído para ud.: "¿Por qué una mosca no es un caballo?". Evolución y ADN (2-3)
El niño eterno
Observando rasgos de especies relacionadas los anatomistas distinguen entre caracteres “primitivos” y “derivados”. Un rasgo es “primitivo” u “original” cuando es cercano a conformaciones típicas del orden taxonómico[1] en cuestión; similar a sus más arcaicos representantes; y cercano a la conformación embriónica común a todas las especies en cierto orden. Por otro lado un rasgo es “derivado” cuando se ha transformado en comparación con ciertos arquetipos; es funcionalmente diferenciado; y se ha adaptado a una especialización.
Otra distinción equivalente usada por los paleontólogos es la de carácter “infantil” y “senil”. Una especie “infantil” es más activa, agraciada, y vivaz comparada a sus parientes más “seniles”. En este contexto “infantil”=”primitivo” y “senil”=”derivado”.
Por ejemplo el caballo es más infantil/primitivo en comparación al más senil/derivado burro. El caballo es irascible, estatuesco y fogoso; el burro es obstinado, mañero e indolente. Aquel es en general más inteligente que éste.
El hombre es más juvenil que el mono. Su cráneo no tiene crestas y prominencias, carece del hocico del chimpancé, y de colmillos sobresalientes. Todas estas “carencias”, esta rotundidad geométrica (aparte de la nariz) es una condición “infantil/primitiva”. Encontramos esto en los más antiguos fósiles primates, también en los embriones y monos jóvenes. Es importante resaltar que jamás se han encontrado fósiles de transición en el linaje de los monos; otro detalle que los evolucionistas prefieren barrer bajo la alfombra.
Tomemos la mano humana, su fina configuración en abanico es un modelo arquitectónico original/primitivo. Comparada a la mano humana, las de todos los otros mamíferos son deformes o sacrificadas a la especialización. La mano del mono es elongada y en forma de gancho, el pulgar subdesarrollado; la “mano” del león es contraída y con garras; la bovina es reducida a dos dedos; y la del caballo a solo uno; mientras que la del cetáceo es una aleta anquilosada. Un análisis similar se puede hacer comprando el cráneo humano y el de otros mamíferos.
Mano del ser humano y de monos ¿Cuál es la original y cuál la derivada? Fuente Taringa.net
En suma, la forma humana es la más original, arquetípica y primitiva de todos los mamíferos. Es la forma del niño, del alba, la más primordial. Pero no primordial connotando una brutalidad de comienzos gnósticos, o primitiva sugiriendo salvajismo, sino implicando una belleza inicial, perfección de los comienzos.
Los embriones de todos los vertebrados se parecen unos a otros en los comienzos de su desarrollo (pero no son iguales). Se asemejan a pequeñas medialunas, una cabeza y una cola puntiaguda. Al crecer las diferencias se vuelven más evidentes y se diversifican en clases (pájaros, reptiles, mamíferos), órdenes (carnívoros, cetáceos, primates), y familias (lémures, póngidos, homínidos), etc.
Al humano no le han sido dados ni garras, ni colmillos, ni picos. Es una suerte de perpetuo embrión, un niño eterno. Este es el destino del menos especializado de los seres, no solo en la forma del cuerpo sino también en espíritu. Condenado a siempre estar aprendiendo.
Relojes moleculares
Tiempo atrás se pensaba que la tasa de cambio en las moléculas debido a mutaciones era la misma para todos los seres vivos. Así es que nació la expresión “reloj molecular”, un reloj universal que mediría cuantas mutaciones ocurren cada tantas “letras” por unidad de tiempo. El trabajo del biólogo molecular A.R. Templeton permitió estimar la tasa de cambio a lo largo de edades geológicas. Por ejemplo en la ubicua molécula citocromo c una mutación aparece cada 20 millones de años. Más tarde sin embargo investigando el linaje humano Morris Goodman notó que el reloj universal no funcionaba. Los ritmos se desaceleraban y la información molecular entraba en conflicto con la paleontología. Ergo no hay un reloj universal sino varios relojes desincronizados. El texto genético no decae con la misma velocidad en todas las especies.
Desde el momento en que los linajes del hombre y del chimpancé supuestamente se separaron los homínidos han sufrido 13 errores en el ADN mitocondrial comparado con 34 de los chimpancés[2]. Es decir que desde el punto de vista bioquímico los hombres han cambiado mucho menos que los chimpancés. Los humanos han evolucionado menos que los monos, implicando que el supuesto ancestro común era más humano que mono; y que el linaje humano ha permanecido más “infantil” que el de nuestros simios primos. Templeton concluyó que el hombre era una suerte de Peter Pan molecular en el mundo de los primates –el niño que no crecía.
Al mismo tiempo los citologistas compararon la estructura cromosómica de hombres y monos y llegaron a la misma desconcertante conclusión. Los cromosomas del misterioso ancestro común eran similares a los del hombre; mientras que los del mono muestran signos de estar más “degradados”.
Contra Darwin la biología molecular ha mostrado que el hombre ha permanecido –aparte de algunas mutaciones no esenciales– como siempre ha sido. En el momento de la conjeturada bifurcación las moléculas y cromosomas humanos ya estaban en su lugar. En suma, no es que el hombre “evolucionó”, sino que el mono “involucionó” más que nosotros. La bioquímica ha expuesto la incoherencia del evolucionismo darwinista, basada en la presunción de que lo feo y tosco debe preceder a lo bello y grácil. El absurdo prejuicio de que primero existía lo viejo y de esto floreció luego la juventud. Sermonti sugiere entonces que los humanos han sido (cuasi) exentos de evolución, a la cual el resto de los mamíferos han estado sujetos, permaneciendo más símiles a sus orígenes. Inmunes a los embates del tiempo que les negaron a otros la postura erecta, o les dieron el pelaje y las garras.
Las grandes diferencias no están en los genes
Un puñado de genes controla las características de nuestra fisionomía –altura, visión, pecas, color de piel y cabello, etc. Otras características más vagas también son controladas por grupos de genes. Ciertas modificaciones genéticas pueden darle cierta gracia al portador (por ejemplo ojos claros), pero las más observadas están asociadas a enfermedades o deficiencias, es decir a degradación, algo que Behe desarrolla muy bien en The Edge of Evolution.
Es un error asumir que una acumulación de estas mutaciones aleatorias puede llevar a una nueva especie. Nunca ha sido observado, y probablemente nunca lo sea ya que estas mutaciones no son el tipo de innovaciones dignas de mantener para construir algo nuevo[3]. Estamos en el feudo de la así llamada microevolución. Las especies cercanas entre si tienen los mismos patrones de mutaciones, y si esto algo indica es una signo de unidad más que una fuente de diversidad.
Si no son las mutaciones ¿Qué es lo que produce las grandes diferencias entre especies? El problema es que la pregunta está mal postulada, ya que asume un mecanismo mediante el cual cierta especie se convertirá en otra como resultado de una acumulación de pequeños cambios. Dentro de los límites de lo que los fósiles pueden decirnos, las especies emparentadas no descienden unas de otras sino aparecen en la escena al mismo tiempo como resultado de una misteriosa explosión o radiación, y comenzando desde una forma que había mantenido cierta plasticidad ancestral, o había regresado a ésta. Las especies hermanas tienen ADN muy similar, el cual sufre variaciones diferenciales siempre y cuando una de dichas especies sea forzada por un sendero diferente en tiempo y espacio. Esta similitud genética no implica la necesidad de un ancestro común.
Los ejemplos de formas enormemente diferentes que poseen el mismo ADN son numerosos. Uno de los símbolos más notorios de diversidad morfológica emergiendo de la misma identidad genética es la mariposa surgiendo de la oruga. Pero aquella no deriva de ésta, las perezosas patas de la oruga no se transforman en las delicadas alas de la mariposa. Sino que ambas derivan de células embrionarias totipotentes (i.e. con la capacidad de formar un organismo entero[4]) que la oruga conserva en su cuerpo, aun mientras este se descompone, para que a su turno den paso a la mariposa ex novo. El ADN se presta a formas muy diversas, pero los “planos” no están en el ADN.
La diferencia entre una planta con flores rojas y otra con flores blancas está escrita con gran claridad en el ADN. Las grandes diferencias, por ejemplo entre la oruga y la mariposa, no están allí.
En muchas especies la diferencia entre macho y hembra es cuestión de cromosomas, no obstante ambos sexos son apenas distinguibles uno del otro. En otras especies sin embargo, ambos sexos tienen los mismos cromosomas (i.e. el mismo ADN) pero son espectacularmente diferentes, como el caso del gusano marino Bonellia viridis, donde la hembra es varios ordenes de magnitud más voluminosa que el macho.
Gusano marino Bonellia viridis hembra. El macho es un pequeño espécimen plantónico que vive dentro del cuerpo de la hembra. Ambos tienen el mismo ADN. La presencia o ausencia del pigmento bonellin determina el sexo. Fuente Uni. Bielefeld.
Los insectos sociales son otro misterio. Las diferencias entre las castas de termitas no están en el sexo o el ADN. No hay distinciones genéticas entre la pareja real, los trabajadores y los soldados. Todas surgen de los mismos huevos que deposita la reina. Las diferencias se explican por desarrollo interrumpido.
El axolotl, un anfibio mexicano, se convierte en la salamandra amblystoma si es llevado a Francia, ya que allí el agua es rica en iodo. Ocurre que aquel es la larva de éste. Ambos tienen el mismo ADN. Pero sin iodo no se produce la hormona que permite la metamorfosis, y los genes pueden permanecer “desactivados” por milenios.
Todo esto indica que el mismo ADN puede ser origen de muy diversas formas, y el agente de diversificación debe estar en otro lado. Esto se puede intuir también de la llamada “evolución convergente” que es la situación recíproca donde diferentes ADN resultan en apariencias muy similares. Algo no vaticinado por los evolucionistas.
En los bosques australianos se encuentra la ardilla voladora, casi idéntica a la ardilla voladora americana. Pero aquella es un marsupial y ésta un mamífero de placenta. No es cierto que la evolución nunca se repite, ni que si se comenzara de vuelta el camino andado sería totalmente diferente al actual. El biólogo Hans Driesch lo puso de esta manera: “un punto morfológico particular puede ser alcanzado partiendo de orígenes diferentes y siguiendo trayectorias diferentes”. La naturaleza pareciera descubrir sus potencialidades, o quizás sus intenciones, favoreciendo ciertos resultados morfológicos sobre otros mediante leyes morfogenéticas todavía no descifradas.
Habría un “destino manifiesto” hacia el cual las especies progresan independientemente de la geografía. El ñandú sudamericano, el avestruz africano, el emu australiano, y el kiwi neozelandés son ejemplos de este extraño desarrollo paralelo. Igualmente el mismo tipo de estructura compleja ha aparecido en organismos completamente separados uno del otro: e.g. el ojo humano y ojo del pulpo.
Con el mismo ADN se pueden hacer formas completamente disímiles. Pero ADNs diferentes pueden resultar en formas cuasi iguales, u órganos equivalentes. Ergo el ADN se relaciona a la forma solo de manera lejana. La forma posee una autonomía fundamental respecto al ADN.
Entre el ADN y la apariencia del organismo yace una caja negra que esconde el misterio de las tipologías y diferencias entre organismos. Esta terra incognita es la epigenética. La cual intenta salvar la distancia entre genotipo y fenotipo. ¿Es el ADN que establece al organismo, o es el organismo que aprovecha el ADN? Sermonti se inclina por esto último. El organismo no es una mera manifestación periférica del ADN, sino que lo activa o mantiene durmiente de acuerdo a sus necesidades, y selecciona áreas de interés.
Enrique de Zwart
(continuará)
[1] Clasificación taxonómica, de lo general a lo particular:
Reinos biológicos (animalia, plantae, fungi,…)
Filos (chordata, mollusca, arthropoda,…)
Clases (mammalia, sauropsida, maxillopoda,…)
Órdenes (primates, carnívora, cetacea,…)
Familias (hominidae, hylobatidae…)
Géneros (homo, pan, gorilla, pongo,…)
Especies (sapiens)
[2] Sermonti, ibid, p. 77.
[3] Sermonti, ibid, p. 102.
[4] El desarrollo humano comienza cuando la esperma fertiliza al huevo y crea una única célula totipotente. Horas luego de la fertilización esta célula se divide en idénticas células totipotentes. Cuatro días luego de la fertilización y después de varios ciclos de división celular, las células totipotentes comienzan a especializarse.
9 comentarios
¿No se lo creen? Vean lo que dice el DRAE:
mosco, ca.
(De mosca).
1. adj. Chile. Dicho de un caballo o de una yegua: De color muy negro con algún que otro pelo blanco entre los negros.
2. m. mosquito (‖ insecto díptero).
Pues eso, que un caballo no es mosca porque es mosco. Lo que es mosca es la yegua. Está claro, ¿no?
:-))))
PD: Es broma, claro. En serio, el artículo es interesantísimo.
PD: Bueno, es broma mi comentario. Lo de la "yegua mosca" en el DRAE es totalmente cierto.
Un saludo.
No me extrana , la evidencia diaria me dice que es mas facil para el hombre descender a la animalidad que para los animales aspirer a la humanidad.
En el caso del hombre, la evolución debe de tener en cuenta a dos tipos de hombre: varón y mujer.
Pero es que además, no hay un sólo cuerpo de varón y mujer. Desde que somos un óvulo fecundado hasta la muerte por vejez de 120 años, el cuerpo humano, y mucho más el de las mujeres por razón del embarazo y la menopausia, sufre un contínuo cambio.
En realidad, hay un continuum de cuerpos de varón y mujer en razón del tiempo y de la situación, en este caso, sólo para la mujer: menarquía, embarazo, menopausia. Muy complejo. Demasiado para un sólo ADN.
No obstante, la cosa se complica. El hermafroditismo o intersexualidad natural implica que se da a la vez, en un mismo cuerpo, almenos hasta los dos años de edad, un hombre y una mujer genital (órgano sexual) y gonadal (testículo/útero), sin tener en cuenta los casos gametal (espermatozoide/óvulo) y genético (XX-XY).
Aún más. Hay casos singulares y sorprendentes de mosaicismo y quimerismo genético: un mismo cuerpo con diferentes ADN. O de la ginecomástia en el varón.
Es decir, el ADN sería un sistema tan, tan plástico, que podría generar un hermafrodita quimérico... y este cuerpo podría seguir viviendo perfectamente, aún los inconvenientes obvios.
- ¿Cómo sabe un organismo cualquiera, sea animal o vegetal, la posición que ha de tomar cada una de sus células?
El hombre tiene 50 billones de células eucariotas, y cada célula tiene, a su vez, ordena a unos 20 billones de átomos diferentes. De otra parte, el cerebro humano tiene 100 billones de conexiones.
- De otra parte, el ADN debería de contener miles de fórmulas físicas, químicas y matemáticas. Pero el ADN no contiene fórmulas inmateriales e intangibles, sólo crea aminoácidos y proteínas, no fórmulas.
¿De dónde viene esta inteligencia interna del ADN, de la célula, del cuerpo?
Un ejemplo: el tamaño de las arterias y bronquios responde a una fórmula matemática que da la forma óptima para que el animal no muera por exceso o defecto de la luz del conducto o de su falta o exceso de flexibilidad o dureza.
Ciertamente el hombre es un eterno niño en manos del Padre ;)
Horacio
Exacto. Quien siga tragándose el cuento que los darwinistas nos han querido meter, tiene que ser ciego o... bueno, no se puede decir acá.
Hace vd dos interesantes preguntas, sobre cómo sabe cada célula dónde debe estar y cómo debe ser, y sobre la inteligencia del ADN.
Es curioso, pero del mismo modo que "Dios escribe recto con renglones torcidos", se diría que a veces sucede justo al revés, en el sentido de que "Dios escribe complejo con renglones sencillos".
Porque a veces es un mecanismo relativamente sencillo el que da lugar a patrones muy compleos como resultado, gracias a la autoorganización mediante reglas simples.
Por ejemplo, en el mundo de los seres vivos se observan muchísimos casos de patrones de repetición (hojas o pétalos en las plantas, ramas que surgen del tronco, rayas en las cebras o manchas en las alas de las mariposas, dedos en las manos...). Las investigaciones más recientes parecen apuntar a que el mecanismo que produce esos patrones es tan sencillo como un "repite n veces el patrón órgano, hueco, órgano, etc..." (como en los dedos), o "repite n veces, primero a un lado y luego al contrario" (como en las ramas de árboles, que tienen hojas alternas), o "si tienes blanco a ambos lados, tú te desarrollas con color negro" (como en las cebras).
Cuando falla ese mecanismo de "cuenta de repeticiones" aaprecen individuos que tienen órganos de menos o de más (manos con cuatro o seis dedos, tréboles de cuatro hojas, pezones adicionales).
Enlazo un artículo que menciona cómo muchos patrones de la naturaleza parecen producirse a nivel molecular siguiendo un patrón matemático que describió Alan Turing hace varias décadas.
www.eldigitaldeasturias.com/noticias/las-matematicas-de-turing-explican-la-formacion-de-los-dedos/
De hecho, cita vd la repetición en la estructura de venas y arterias, en tamaños progresivamente menores según una progresión dada, lo cual no es sino una forma más de este mecanismo simple de resultados complejos que teorizó Turing.
El problema está en la ceguera materialista: quienes niegan patológicamente a Dios ven un mecanismo tan maravillosamente perfecto como el que ahora responde a la teoría de Turing y sólo saben decir: "¿ven cómo es muy simple? ¡No hace falta ningún Dios que lo cree", cuando lo que revela una máquina tan increiblemente compleja con tan perfecta y elegante sencillez conceptual es, precisamente, la inteligencia de quien la ha creado y la imposibilidad total y taxativa de su surgimiento espontáneo.
Evidentemente, esto no representa ningún demérito para Dios, sino más bien todo lo contrario, ya que se asemeja a esas grandes estructuras que hacen con fichas de dominó, diseñadas de forma complejísima para que caigan todas en secuencia siguiento en ello una mecánica de lo más sencilla. Hay que tener una inteligencia infinita para diseñar una máquina tan compleja como un ser vivo que funcione en ocasiones mediante mecánicas tan simples, y quien afirme que eso surge espontáneamente equivale al que afirme que arrojando un millón de piezas de dominó se va a conformar una secuencia como la descrita, de las que se derriban en serie.
Sobre su segunda pregunta, me temo que la veo algo desencaminada: es perfectamente lógico que el ADN no contenga fórmulas físicas, químicas ni matemáticas, ya que su fnción no es describirlas sino utilizarlas, del mismo modo que un programa de ordenador como un procesador de texos no contiene la descripción de los circuitos de memoria, procesador o tarjeta gráfica sino que utiliza estos componentes con un fin completamente distinto.
Así, la "inteligencia" del ADN no consiste en la física que utiliza, sino en el lenguaje químico que una inteligencia infinitamente superior ha plasmado en él para que utilice esa física de modo que, con ella, se produzcan entre otras cosas multitud de proteínas.
(de hecho, el ADN ni siquiera las produce: sólo contiene las instrucciones que permiten a una maquinaria molecular increiblemente compleja producir todo tipo de proteínas específicamente funcionales y coordinadas entre sí, lo cual demuestra nuevamente la imposibilidad del surgimiento espontáneo de la vida: sin la complejísima maquinaria molecular el ADN no sirve de nada, y sin ADN la complejísima maquinaria no sabe qué producir; de hecho, no es que la maquinaria sea inutil sin ADN -que lo es-, sino que ni siquiera puede existir sin ese mismo ADN, que contiene las instrucciones para formarla)
Un saludo.
Su respuesta es interesante, pero sigo preguntándome dos cuestiones.
- Planteo la paradoja del número de genes, que el artículo también menciona:
a) No hay congruencia entre el número de genes de algunas especies y su complejidad. Un ratón puede tener el parecido número de genes y pares de bases que el hombre.
b) Además, la paradoja del número de genes se extiende al ADN-ARN, o sistema GATACA-GAUCA, del hombre, relacionando el número de genes con el número de células y otros elementos.
En el caso del hombre, éste tiene unos 20.000 genes y unos tres mil millones de pares de bases. Esto es desproporcionadamente bajo con el número de células humanas (50 billones), el número de átomos de cada célula (20 billones) y las conexiones neuronales (100 billones). Demasiados pocos pares de bases para muchísima información.
- Sobre la información intangible e inmaterial que debería de transportar el ADN-ARN.
Las fórmulas matemáticas, físicas y químicas son innumerables, el ejemplo del diámetro de las venas y los bronquios es uno de entre miles. Abarca todo el organismo: peso, calorías, tensión de los materiales y su flexibilidad (músculo-hueso), metabolismo...
Para mí, me es imposible de creer que unos ciegos pares de bases del ADN, que además son muy pocos, sean tan tremendamente flexibles para servir al reino animal y vegetal (ni los actuales ordenadores lo son) y tengan tanta capacidad de selección, almacenamiento y aplicación de las mejores fórmulas biológicas posibles.
La conclusión es obvia: así como existe un universo de materia y energia oscuras completamente ignorados a día de hoy, y que forman el 85% del universo, también parece lógico inferir que existe un código genético oscuro que debe ser el 99% del código genético clásico conocido, ADN-ARN / GATACA-GAUCA.
Tres ejemplos de la complejidad del ser vivo parecen confirmar la existencia de un código genético oscuro:
- la célula eucariota es el único elemento del universo que es lo más pequeño y complejo a la vez
- el corazón es el único elemento móvil biológico que es lo más complejo del universo
- el cerebro es el único elemento con mayor complejidad en su estructura
En definitiva, sobre la naturaleza última de la vida se desconoce absolutamente todo, y circulamos por la ciencia de la vida en este 2015 con la calesa anticuada de Darwin (de 1859): la selección natural.
Ello se demuestra con el origen de la vida: el código genético mínimo para que exista la vida más elemental (quizás unos 500.000 pares de bases), todavía se ignora completamente cuál es.
Aunque es una afirmación basada en la ignorancia, la pregunta subsiste:
¿cómo es posible que tan pocos genes construyan un ser vivo tan complejo y singular?
Todavía hemos de descubrir infinidad de nuevas leyes biológicas muchísimo más complejas que las de la simple selección natural de Darwin de 1859.
Sobre la "paradoja del número de genes":
a) Me temo que el tamaño no importa tanto. Un ratón tiene esencialmente los mismos órganos que un ser humano: ojos, boca, estómago, un número similar de huesos, etc. Es un ser más pequeño, pero el número de genes me parece más lógico asociarlo a la complejidad del diseño del ser que a su tamaño. Construya vd una mesita, y necesitará una tablita y cuatro patitas. Construya vd una mesa enorme, y necesitará también una tabla y cuatro patas, solo que mucho mayores. Siguen los mismos planos con las mismas piezas, solo que a distinta escala.
Los mismos genes participan en la formación de una gran cantidad de estructuras iguales: por ejemplo, se necesitan los mismos genes para formar mil células musculares que para formar mil millones, ya que todas ellas son esencialmente iguales entre sí. Es absurdo pretender que para lo segundo se necesite un millón de veces más genes que para lo primero. Lo mismo reza para cualquier otro tejido: si las células son similares, basta con un solo patrón para todas ellas.
b) Aplica lo mismo que a.
Sobre la información que vd denomina "intangible e inmaterial", me temo que su fantasía no parece conocer límites. Para empezar, como ignora vd la forma en que el lenguaje genético se traduce en hechos químicos concretos, deduce que no puede haber tal traducción, y en consecuencia se saca vd de la manga un "código genético oscuro" al que pone en lisérgica relación con la "materia oscura", de la que temo que tampoco conoce vd gran cosa.
Para su información, la informática trabaja con ceros y unos. ¿Cómo es posible que un ciego par de números sea capaz de conformar un procesador de textos, un navegador de internet, un programa de diseño de arquitectura, o gestionar desde una nave espacial a un quirófano? Pues simplemente porque la sencillez de una estructura base no implica la necesaria sencillez de la macroestructura formada por esas bases. Si no fuera así, todos viviríamos en casas con forma de ladrillo, porque no podrían tener formas más elaboradas que las de su elemento fundamental.
Y sus "tres ejemplos" que supuestamente "confirman" el "código genético oscuro" que vd postula... simplemente no valen, aunque sólo sea porque establecen comparaciones de tipo "lo más complejo del universo", cuando del universo sólo se conoce una parte infinitesimal. Así pues, son tres vacuos brindis al Sol, no más, y naturalmente no demuestran nada.
Así pues, a su última pregunta:
"¿cómo es posible que tan pocos genes construyan un ser vivo tan complejo y singular?"
La respuesta es: "mediante la autorreplicación". Muchos genes establecen un "programa" que funciona "en bucle", de modo que repite una misma acción varias veces. De ahí que muchas estructuras de los seres vivos sean repetitivas (ramas y hojas, dedos, venas y arterias, patrones de rayas o manchas en muchos animales, etc). Con un "programa" de ese tipo, que establezca la repetición de una misma acción muchas veces y a distintos niveles, puede llegarse a un resultado de lo más complejo.
En la matemática hay un elemento con el que se puede establecer un paralelismo, y son los fractales. Son fórmulas simples que se repiten incesantemente a un objeto matemático y a sus partes, de modo que hay una repetición de las mismas estructuras a todos los niveles. Como resultado se obtienen gráficas de enorme complejidad e hipnótica belleza, aunque su fundamento siga siendo una fórmula simple que se repite.
PD: Evidentemente (y quien tenga dudas, que lea el ensayo del Dr.Leguizamón), sigue siendo imposible que todo esto haya surgido espontáneamente de la nada, o que haya evolucionado porque sí (la "selección natural" no pasa de un "porque sí", analizada en sus implicaciones reales). Es necesario que haya un Dios omnipotente poniendo todo en marcha, y la negación de esto es algo completamente anticientífico.
Eso sí: una vez Dios ha puesto la Vida en marcha, ésta funciona mediante los maravillosos mecanismos físicos y químicos que vamos poco a poco descubriendo y que incluyen los diversos códigos genéticos (ADN, ARN, etc...), los mecanismos de autorreplicación, la herencia genética, etc... sin olvidarnos del alma inmortal de cada uno de nosotros, que no forma parte de toda esa maquinaria química orgánica sobre la que debatimos.
Un saludo.
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