Los "pueblos originarios" de América: ¿son realmente "originarios"? (1-4)
Con permiso de su autor, publicamos aquí el primer capítulo del muy recomendable libro “1492. Fin de la barbarie, comienzo de la civilización en América“, donde se narra, entre otras cosas, una clara y documentada desmitificación de los autodenominados “pueblos originarios” americanos.
La lectura del reciente post fue lo que me motivó definitivamente.
Que les sea útil para… que no te la cuenten…
¿Pueblos Originarios? Y otras yerbas
Por Cristián Rodrigo Iturralde
(…) porque la difusión de la leyenda negra que ha pulverizado la crítica seria y desapasionada interesaba doblemente a los aprovechadores detractores. Por una parte les servía para echar un baldón a la cultura heredada por la comunidad de los pueblos hermanos que constituimos Hispanoamérica. Por la otra procuraba fomentar así, en nosotros, una inferioridad espiritual propicia a sus fines imperialistas…Si la América española olvidara la tradición que, enriquece su alma, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España se quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez.
Juan Domingo Perón[1]
I- Pueblos originarios y algo más
La denominación pueblos originarios es frecuentemente utilizada por los sectores ideológicos del progresismo, generalmente de cuño liberal o marxista, para referir a los aborígenes americanos. Cuando el adjetivo ¨originarios¨ es precedido por el plural del sustantivo ¨pueblo¨, se logra una fórmula mágica (¡deus ex machina!) que tiene, las más de las veces, la firme intención de aludir a los aborígenes como los dueños absolutos del continente, implicando, necesariamente, que quienes hoy lo habitamos lo hacemos en calidad de usurpadores. Esta ideología guarda y conlleva a muchos errores, furcios, incontables contradicciones y no pocas incoherencias; varias de ellas verdaderamente de escuela.
A modo de introito a la presente obra, fijemos en este capítulo, si bien muy sintéticamente y con la promesa de ahondar luego, algunos puntos sobre las íes:
a) Originarios ¿de dónde?- Digamos, primero y ante todo, que los sedicentes pueblos originarios no son nativos de América, sino, como prueban incontrovertibles investigaciones aceptadas universalmente (cuestión sobre la cual no existe divergencia), oriundos del Asia, llegados al continente a través del Estrecho de Bering[2]. Por tanto, si alguna restitución de tierra cupiera, esta debería ser en beneficio de la nación de procedencia de sus antepasados; hoy naciones independientes y soberanas del continente asiático (Mongolia, Rusia, etc.).
Pero no debería concluir aquí el acto restitutivo. Acto seguido, nobleza obligaría a éstos a cederlas a las comunidades aborígenes de mongoles y esquimales o a los malayos-polinésicos que por allí anduvieran pululando; y estos, a su vez, tendrán la difícil y fatigosa tarea de rastrear, localizar y revivir al primer homo sapiens que habitó el mundo y devolverle la tierra en cuestión (aunque, según la antropología, éste les lleva algo más de 200.000 años de ventaja). Luego, que decida y haga la repartija terruña el hombre darwiniano. Este es el intrincado camino propuesto a seguir, siguiendo la lógica indigenista.
b) ¿Y entonces?- Por lo pronto -adelantándonos a las objeciones que no pocos plantearán a posteriori- debemos decir que el hecho que los primeros peregrinos asiáticos hubieran arribado al continente 15.000 años a.C. (milenios más, milenios menos) no los habilita, ni a ellos ni ciertamente a sus descendientes, a considerase autóctonos de estas tierras y menos proclamarse sus propietarios absolutos. Pues ¿cuál es el parámetro, criterio, que se sigue para declarar quien es dueño de la tierra? (en el caso que esto fuera lícito, pues todo pertenece a Dios) ¿El lugar de nacimiento de los primeros peregrinos americanos, el de sus descendientes o el haber llegado primero que otros? Alguien dirá, no sin cierta razón, que 15.000 años son muchos, y ciertamente lo son, pero hay que comprender que no existe una ley universal, moral, natural o jurídica, ni de ningún orden, que establezca que sólo son legítimos dueños de determinado territorio aquellos que lo ocupan hace 100, 1000, 10.000 o 30.000 años. Si se trata de ¨quién ocupó la tierra antes¨, entonces España estaría en todo su derecho de reclamar actualmente toda Hispanoamérica, y los descendientes de romanos y griegos casi toda Europa y gran parte de Asia, y así podríamos seguir ad eternum. El resultado de seguir consecuentemente este razonamiento y/o criterio sería que deberíamos irnos todos a vivir a otro planeta (aunque tendríamos el mismo problema de ¨Justos Títulos¨ con sus nativos, los ¨extraterrestres¨). Al adherir o tolerar estas teorías foráneas (no es otra cosa el indigenismo, con casa matriz en Londres), se pone en jaque nuestra misma existencia, nuestro derecho a existir, a ser, a desarrollarnos; contrariando la ley natural de nacer, socializar, vivir y poblar[3].
Mejor entiende la problemática el filósofo Alberto Buela, señalando lo siguiente:
La crítica al indigenismo inmediatamente nos demoniza, porque el indigenismo es un mecanismo más de dominación del imperialismo y como tal funciona. Su verborrea criminaliza a quien se opone. Su lenguaje busca despertar sentimientos primarios a dos puntas: se presentan como víctimas y criminalizan a quienes se le oponen o ponen simplemente reparos. Lo grave del indigenismo es que en nombre de las falsas razones de origen que dan ellos, nos quitan, al menos a los criollos americanos, nuestro lugar de origen. Y nosotros los criollos bajo la firma de gauchos, huasos, cholos, montuvios, jíbaros, ladinos, gaúchos, borinqueños, charros o llaneros somos lo mejor, el producto más original que dio América al mundo[4]
c) Opciones: ¿Nos vamos del continente, del planeta o volvemos a la selva?- Decíamos recién, que con el mismo criterio podrían los españoles reclamarnos a los hispanoamericanos el continente, pues no solo lo ocuparon por más de 300 años antes de la gestación de las independencias, sino que incluso a ellos debemos el desarrollo, conocimientos, construcciones, lengua, costumbres, religión e instituciones con las que contábamos al momento de las emancipaciones continentales. ¿O resulta que 300 años no son suficientes para proclamarse dueño de las tierras? ¿Deberían haber sido 30.000 para poder hacerlo? ¿Quién dispone el número? ¿Deberemos restituir a España solo el continente o también el idioma y nuestro modus vivendi occidental? Siendo consecuentes deberíamos todos, entonces, volver a los taparrabos y proceder a sacar filo a los cuchillos de obsidiana y a las puntas de las saetas; si es que pretendemos procurarnos el almuerzo y a la vez evitar ser linchados por tribus vecinas, pasando a ser su minuta proteica. Más doloroso para algunos, tal vez, sean las consecuencias seguidas en el rubro alimenticio: a despedirse de las suntuosas pizzas de muzzarela, los suculentos bifes a caballo, de la leche y de todos sus derivados. Habrá que comenzar a desayunar, almorzar, merendar y cenar maíz y, con suerte,… más maíz. (Y si la casualidad lo permite, algún crustáceo). Como sabemos, las vacas, entre otras cientos de cosas, fueron traídas por los españoles. Si ellos se van, las vacas deberían volar con ellos. Es esto o mudarnos de continente; al menos para quien pretenda seguir con coherencia sus convicciones[5].
d) ¿Pueblo conquistado por las armas no vale?- De seguro no faltará quien nos achaque cierta hipocresía e ingenuidad, arguyendo que nuestro razonamiento no es válido, ya que los españoles conquistaron esas tierras a los naturales por las armas.
En aseveraciones como estas es donde mejor se pone de manifiesto su conocimiento sesgado, selectivo, de la historia y sus criterios subjetivos. Pues no toman en cuenta, u omiten convenientemente, o desconocen (lo que sería más grave aun) que los mismos pueblos que los españoles conquistaron, debían a su vez su existencia a conquistas y exterminios de otras tribus, pueblos aborígenes; rivales o no. Los Aztecas como imperio de la región mexicana y alrededores, sabemos, no existía hace 30.000 años, sino desde poco menos de dos siglos antes que arribaran los españoles. Otro tanto podemos afirmar de los Incas como imperio, por tomar otro ejemplo paradigmático: su comienzo data del siglo XIV. La historia de los pueblos precolombinos esta signada por la marca indeleble de la conquista por las armas, de la sumisión, del extermino, de la persecución, de las alianzas, de las traiciones, de venganza, de sadismo, de intrigas internas y un largo etc.
Si lo que aquí se condena o acusa es la conquista por las armas y la consecutiva imposición de ciertas costumbres a los vencidos (que en el caso español fueron, primeramente, en beneficio de los mismos indígenas, pues, entre otras cosas, se brindó protección al 90% de la población americana que no quería ser exterminada y sometida por el otro 10%), entonces, hablemos claro: no se salva nadie. Habría que juzgar a todos los pueblos de la historia por crímenes de lesa humanidad (empleando la dialéctica oficial imperante), empezando por los mismos indígenas, seguidos por ingleses, holandeses, estadounidenses e israelíes.
Mejor lo dice el Profesor Oscar Sulé:
Nadie enjuicia a los egipcios que absorbieron a los primitivos camitas y levantaron su imperio, legando a la humanidad un gran patrimonio cultural. Ni tampoco nadie enjuicia a los hebreos porque dominaron a los antiguos filisteos y cananeos de las tierras del Jordán transmitiéndonos en cambio nada menos que el monoteísmo como preciosa clave de la existencia humana. Ni que hablar de los griegos que conquistaron a los “pueblos del mar” “pelasgos” y aniquilaron la civilización cretomicenica y luego elaboraron una civilización y cultura de la que después todo el mundo se sentirá heredero, incluso la misma España por Roma y nosotros de alguna manera por España. Nadie enjuició a Roma que liquidó a Etruscos y aposentándose en sus territorios - la actual Italia-, con el tiempo nos dió una gigantesca obra jurídica aprovechada por todo el mundo. Finalmente, el enjuiciamiento se vuelve sobre los mismos aborígenes que en sus sucesivos desplazamientos invadieron tierras de otros indios, aniquilándolos o absorbiéndolos hasta hacer prevalecer al final, como los ándidos, sus técnicas y espiritualidad superior sobre comunidades anteriores[6]
No obstante, cabe aclarar a este respecto que pocas veces se vieron los españoles obligados a emplear las armas, pues muchas tribus –especialmente las sometidas en aquel momento a los imperios indígenas- aceptaron y hasta buscaron aquel nuevo orden propuesto por los españoles y misioneros. Ya no querían saber más nada de aquellos dioses sanguinarios que se tragaban a sus familiares y allegados; se bautizaron de buena gana en la religión de aquel Dios bueno, como llamaban a Cristo. Señala el historiador Bancroft: ¨muchos –indígenas- fueron profundamente impresionados por la nueva fe, y miraban a los frailes con gran veneración, y se complacían aun con darse cuenta que su sombra cayera sobre ellos, y que se les permitiera entregar una confesión de sus pecados escrita en figuras¨, haciendo notar a continuación el fervor y adhesión manifestado por los indígenas a esta nueva fe, señalando, entre otros casos, las masivas conversiones y bautismos logradas por el Padre Gante (8000 indígenas por día) y de un sacerdote de Toluca que llegaba a bautizar, en mismo tiempo, a 3000[7].
Un reputado historiador sajón, señala, además, la importancia de la diplomacia en la gesta española:
La conquista española de América fue marcadamente un logro más de la diplomacia que de la guerra. Tuvo que ser así, puesto que las fuerzas de exploración e invasión fueron tan pequeñas que, de otro modo, no hubieran podido sobrevivir y conquistar. Comparados con la perspicaz diplomacia española, las más famosas armas de fuego, caballos y espadas de acero fueron, a menudo, de menos eficacia[8]
e) ¿Fue legal y legítima la incursión de España en América? España actuó conforme al Derecho internacional y las normas vigentes de aquellos tiempos relativas a la política de descubrimiento. Durante la Edad Media, dice el francés Pierre Chaunu, ¨imperan las normas establecidas por el uso y la costumbre para la propiedad territorial¨[9]. Los derechos de España fueron legítimos; el mismo Derecho Romano establecía que la pertenencia de una tierra correspondía a quien la descubriese y poblase (principio vigente en la Edad Media). En cuanto a la donación papal de aquellos territorios, señalemos que el derecho público de la Europa medieval reconocía al vicario de Cristo en la tierra el poder de conceder tierras no poseídas aún por ningún príncipe cristiano. Recordemos que con anterioridad, ya había el Papa confirmado a los portugueses sus derechos sobre las costas de África y a Enrique II de Inglaterra la isla de Irlanda, entre otros casos[10].
No obstante, no se conformó España con el amparo del Derecho Positivo, como bien quedó demostrado en las famosas disputas referentes a los Justos Títulos; alentadas por el mismo rey, el pontifice, los misioneros y un selecto grupo de destacadísimos teólogos y juristas; suspendiéndose temporalmente nuevas exploraciones y conquistas hasta discutir y analizar profundamente el asunto. Había que cerciorarse completamente de estar actuando lícitamente, cristianamente, es decir, probar que la acción de España y la Iglesia en el continente implicaba una mejora sustancial a la calidad de vida de los naturales americanos. Sólo luego de reunida una abrumadora cantidad de evidencia probatoria -recolectada y proveída, en muchos casos, por los mismos indígenas- del estado de opresión e injusticia en el que vivían los habitantes del continente, se resolvió España a continuar su acción evangelizadora, pacificadora y conquistadora en América[11].
Cabe aclarar asimismo que a la llegada de los europeos sólo una pequeña parte del continente americano estaba habitada, y la mayor parte de las tierras no estaban cultivadas. Recordemos que en 1492 no existían más de 13 millones de habitantes en América –hoy son más de 1000 millones-. Por tanto cabría preguntarse ¿cuáles son las tierras que reclaman? ¿Las que ocupaban y/o las que no ocuparon ni cultivaron ni jamás conocieron?
Sergio de Sanctis, afamado historiador -poco simpático a España-, reconoce lo siguiente: ¨Cuando los españoles llegaron, la mayor parte de las tierras estaban sin cultivar… por esto los españoles no despojaron a los indios de sus tierras sino que se limitaron a acaparar superficies incultas que fueron repartidas en concesiones reales… Es necesario subrayar que en términos absolutamente legales, la comunidad indígena fue protegida durante la colonización, aun más, durante los siglos XVI y XVII tomó fuerza poco a poco una significativa orientación jurídica tendiente a sancionar la ilanielabilidad de la propiedad indígena, y a favorecer la restitución de las tierras comunitarias que había sido objeto de expoliaciones por parte de los encomenderos¨[12].
Por otro lado, pero en el mismo sentido, sorprende constatar tan groseras incoherencias en los reclamos territoriales que hasta la fecha realizan varios grupos indígenas, cuando estos –salvo casos excepcionales- jamás permitieron –ni conocieron, en muchos casos- la propiedad privada. No menos curiosa y paradójica resulta la animada defensa que de estas demandas hacen los sectores marxistoides; enemigos acérrimos y declarados de la existencia de la Propiedad Privada. Omiten deliberadamente -además y como si fuera poco- que entre los indígenas solo las clases privilegiadas pudieron en algún momento tener derecho a la posesión de tierras y otros bienes.
Cristián Rodrigo Iturralde
continuará
[1] Perón, Juan Domingo. Discurso en la Universidad de Buenos Aires en homenaje a Cervantes en 1947. Si bien no suscribimos al movimiento peronista y su doctrina -menos aun a su líder-, consideramos conveniente la cita de marras por un motivo principal: para recordarle al neoperonismo abiertamente progresista y/o marxista la posición de su líder –al menos teórica- con respecto a este punto.
[2] En adición a esto, también se afirma que hubo emigraciones oceánicas por el Pacífico norte y por el Atlántico norte.
[3] No deja de ser curioso corroborar que quienes financian y sostienen estas tesis son los mismos que, en forma directa o indirecta, usurparon Palestina en el siglo XX, persiguiendo, desterrando y hasta exterminando gran parte de su población originaria, en beneficio de la ¨república¨ teocrática hebrea.
[4] Alberto Buela, El Camino al Infierno empedrado porlas buenas intenciones II, Breve sobre indios e indigenistas, 12 de mayo de 2010. Cfr. http://www.defenderlapatria.com/el%20camino%20al%20infierno%20empedrado%20por%20las%20buenas%20intenciones%20II.pdf
[5] Curiosos indígenas e indigenistas del siglo XXI: devoradores de milanesas a la napolitana, fumadores compulsivos de marlboros, redactando documentos y elevando quejas en el perfecto castellano de Nebrija.
[6] Jorge Oscar Sulé, Iberoamérica y el Indigenismo, I. Artículo completo disponible para consulta en: http://unidosxperon.blogspot.com.ar/2010/12/la-falacia-del-indigenismo.html
[7] Bancroft Works, Historia de México, bajo Trabajos Apostólicos, pp. 174-175. Cita tomada de José Escamilla, Inglaterra protestante y España Católica, EEUU, WestBow Press, 2012 (edición digital).
[8] Philip Powell, p. 27. Otro erudito, Constantino Bayle, dice al respecto: ¨los conquistadores españoles podrían haber dado una lección a muchas de las cancillerías europeas¨ (citado por Powell, p. 27).
[9] Pierre Chaunu, Historia de América Latina, Eudeba, Buenos Aires, 1972, p. 15.
[10] Clemente VI, en 1344, concedió a Luis de Cerda el principado de las Canarias. A comienzos del siglo XV. Otros casos mencionados en la obra de Vicente Sierra, El Sentido Misional de la Conquista de América, Dictio, Buenos Aires, 1980, pp. 59-60. Consultar al respecto de los Justos Títulos, muy especialmente, la obra del Dr. Enrique Díaz Araujo, Los Protagonistas del Descubrimiento de América, Buenos Aires, Editorial Ciudad Argentina, 2001.
[11] Por mencionar un solo caso conocido, en el Perú, el Virrey Toledo ordenó investigar a fondo la situación social en la que vivían las tribus incaicas –estudio conocido comúnmente con el nombre de informaciones-, disponiendo luego la preparación y publicación de estas a cargo de Pedro Sarmiento de Gamboa. Si bien no pocos acusaron a esta Historia de ¨parcial¨ y en favor de los intereses españoles, la cuestión quedó definitivamente zanjada con los testimonios de los mismos indígenas (estudios a los que aludiremos más adelante), que, en muchos casos, fueron más duros que el de los mismos españoles.
[12] Las comunidades de aldea entre los Incas, los Aztecas y los Mayas. Citado por Antonio Caponnetto en su libro Hispanidad y Leyendas Negras, Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 2001, pp. 205-206.
21 comentarios
Con pecados y todo creo que Amércia vio una gran luz con la llegada de los españoles y su evangelización ( por cierto, aun inacabada 500 años después)
Los indigenistas Rodríguez, Minelli, Antonini o Fagúndez tienen un problema.
Aquí decimos que los uruguayos descienden de los barcos.
Saludos cordiales.
Lo cierto es que al final más allá del derecho positivo y las leyes de lo hombres -e inclusive de las guerras- lo que se impone es el viejo adagio "la demografía es el destino".
Se ve ahora en la invasión islamo-africana a Europa (incluyendo Al-Andalus 2.0), la reconquista mexicana del sudoeste de los EEUU, la expansión china, coreana, hindú y musulmán a los relativamente poco poblados paises anglófonos, el colapso de los afrikaners en Sud Africa, la reciente colonización de la baja cuenca del Rio de la Plata por paraguayos y bolivianos, etc.
La historia va y viene. No es estática, nos guste o no. El Señor baja o sube Su pulgar de acuerdo al comportamiento de los pueblos. Cualquier nación que decaiga moralmente al punto de abortar por millones, celebrando el "matrimonio" homosexual, marchas por el orgullo "gay", y los ahora promocionados "cambios de sexo/género", etc, va a pagar caro su estupidez. Probablemente con su extinción.
Siempre hay alguien que llega después y no hay trozo del planeta que esté habitado únicamente por el primer grupo que apareció antes de las glaciaciones. Si el Estrecho de Bering no hubiese estado helado los asiáticos no habrían pasado y si los pueblos oceánicos no hubiesen construido embarcaciones tipo Kon-Tiki tampoco habrían llegado a las costas del Perú (si en realidad fue esto lo que pasó) ¿o fue al revés?.
Me temo que éste es un problema sin solución: ¿existe el derecho de los que ya están a cortar el paso de los que vienen?
La forma en que se llega tampoco es tan importante, una avalancha pacífica-como la que se está dando en este momento en Europa procedente de África y Oriente Medio-puede ser más peligrosa a la larga que la llegada de un grupo de conquistadores. España tenía potencial cultural pero no biológico para ocupar toda América, los que llegan de multitud de países africanos y asiáticos sí que lo tienen y más dada la política antinatalista de los estados europeos.
Los españoles llevaron a América la racionalidad más que la ciencia y las matemáticas, por ejemplo, son inmunes a creencias de cualquier tipo.
Huitzilopóctli, por tomar un dios de los más terribles, no era el diablo. La finalidad del diablo no es llevar a los guerreros aztecas a la victoria sino perder el alma. Ahora han construido una estatua al diablo en Detroit y ese si es el Mandinga verdadero pero no Coatlicue o la Pachamama, ni siquiera el mentado Canaima de la novela de Rómulo Gallegos.
elcomercio.pe/movil/mundo/actualidad/china-y-restos-que-demostrarian-pasado-ligado-al-peru-noticia-1782612
Yo siempre he dicho que sus descendientes son inteligentes, lo que les falta es educación.
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Me ha gustado mucho esta entrada. Yo siempre digo que todos los americanos somos descendientes de inmigrantes. Todos.
No creo que sea incorrecto referirse a los dioses de los antiguos indios, como a los de otros pueblos, empleando la palabra "demonios" para nombrarlos. Y no porque se trate de dioses falsos. Todos los dioses diferentes de Dios en verdad no son más que productos de la imaginación de los hombres, o bien inspiraciones maléficas generadas en la mente de los hombres por el accionar del Maligno.
Sin embargo, no de todos los falsos dioses puede decirse que merezcan ser llamados demonios, pues muchos de ellos, pese a ser falsos (y dañinos en la medida en que desviaban a sus adoradores del culto debido en exclusiva al único y verdadero Dios), recibían culto por serles asociadas cualidades que nosotros asociamos al verdadero Dios. Evidentemente, y con la excepción postcristiana de la religión islámica (que es otra historia precisamente en la medida en que constituye un paganismo diseñado para competir mano a mano con la verdadera religión y prevalecer tanto sobre ella como sobre cualquier otra), aquellos dioses no reunían en absoluto todas las cualidades que nosotros asociamos a Dios en tanto que exclusivo Señor del Cosmos (para empezar porque en general compartían su majestad con muchas otras deidades y espíritus a menudo de similar importancia, y aunque había jerarquías, no existía la noción de un dios con poder sobre todo y todos y sobre el que nada ni nadie tuvieran poder).
¿Qué diferencia a los dioses terribles y sangrientos de las culturas indígenas americanas (especialmente de Mesoamérica) o del ámbito cultural púnico o sirio de otras deidades como podían serlo, en general, las latinas, griegas o celtas? La diferencia esencial es que se trataba de dioses que no es solo que sean falsos, sino que además piden de sus fieles para la realización de su culto cosas muchas veces tan espantosas que en verdad no difieren apenas nada de lo que cabría esperar de los cultos satánicos que de manera consciente adoran a la figura del demonio.
(¡Ojo! Que es verdad que actos cultuales terribles es posible asociarlos a casi todos los atroces cultos paganos en mayor o menos grado; pero, aunque a casi todos los dioses -con la casi solitaria excepción del verdadero Dios- se les han sacrificado víctimas, es evidente que en ciertos cultos esto era la excepción y hasta cabe interpretar que se trataba de exageraciones o desviaciones del propio culto; mientras que en los cultos demoníacos eran la regla, apuntando las modernas investigaciones a que en muchos casos el culto demoníaco en cuestión había sido así desde su mismo origen).
Para mi la clave está en la consciencia: los mayas o aztecas no diría que fueran "satánicos" como pueda serlo hoy Charles Manson en la medida en que faltaba la consciencia clara y bien definida de la maldad intrínseca de los sacrificios humanos (y también animales) y torturas terribles con que "adornaban" su repugnante culto. Mas eso no quita para referirse a divinidades nefastas y falsas tales como Tlaloc, Kukulkan/Quetzatcoatl, Tezcatiploca, Ixtal o Uitzilipochtli con el más que apropiado nombre de demonios. En fin, yo no pretendo asentar dogma de fe con mis palabras, pero si daros una explicación de por qué no me parece que Pedro Antonio se equivoque en absoluto por referirse a las deidades aborígenes como lo hace. Un abrazo a todos en Jesucristo. IHS
PD: perdón al Padre Ravasi por si esto se sale demasiado del tema, que probablemente si. Muy interesante por cierto incidir en la cuestión del retraso multimilenario e inconmensurable del que adolecían incluso los indígenas de cultura esencialmente neolítica más elevada en relación no solo ya a España, sino a la casi totalidad del Viejo Mundo (Europa, Islam, India, China y pueblos bárbaros adyacentes). El único caso de la Historia en el que se ha producido un choque de culturas aún más desigual en cuanto a estadios de desarrollo probablemente haya sido cuando los sajones chocaron con los aborígenes australianos. Desgraciadamente, en este caso la tendencia no fue precisamente la de proteger a los nativos... Que en muchos casos fueron prácticamente exterminados hasta el último hombre (como sucedió en Tasmania). De manera que, igual que ocurre con maorís neozelandeses o indios de Angloamérica, lo que quedan no son más que masas reducidas a una mínima extensión de lo que fueron de hombres quebrantados y humillados hasta lo más hondo de su alma.
Comparar a los satánicos con los idólatras es un disparate y si se emplea la palabra "demonio" y adoradores de los demonios no es posible hacer tal diferenciación. Aunque sea una palabra polisémica-la 6ª definición del DRAE- es mucho más claro emplear palabras como "falsos dioses" o "ídolos" que demonios, en mi opinión.
Yo no creo que lo que usted afirma sea un disparate, aunque es un hecho que no estoy de acuerdo con su posición, porque entiendo que engloba empleando un término demasiado vago tendencias cultuales demasiado diversas las unas de las otras. Y desde luego que la equiparación entre ciertos ídolos y los demonios que gente como Chesterton, y, por añadir otros nombres más modestos, Pedro Antonio o yo hemos considerado conveniente emplear no es en modo alguno el disparate que usted dice. Ni lo es la comparación entre el culto abierto a Satanás y el culto a dioses que, a juzgar por las exigencias tan "especialitas" con las que abrumaban la vida de sus fieles, participaban más de las características que los cristianos asociamos al Maligno que de las que históricamente se han asociado no ya solo al verdadero Dios, sino incluso a los falsos ídolos de lo que podríamos llamar el "paganismo superior" o "más respetable".
Insisto en la idea central de mi comentario anterior: es un hecho que hay una diferencia tremenda entre cultos tales como, por ejemplo, el de Apolo (relativamente civilizado e inocuo pese a su falsedad, para lo que cabía esperar de los paganos de la época); y un culto tan terrorífico como el que, según nos muestran pinturas tan elocuentes como las de los murales de Bonampak, tributaban los mayas a sus dioses (especialmente a Kukulkán). Aunque todos esos cultos tienen algo en común (todos comparten su radical falsedad), no creo que sea lo más justo para con la realidad de los hechos el que ambas clases de deidades sean englobadas en un solo conjunto empleándose para designarlas los mismos términos.
La cuestión no es si los hombres optan por los dioses o los demonios. Las ideas acerca de los diferentes pueblos acerca de las realidades pertenecientes al mundo espiritual son demasiado variadas; y para muchos pueblos no existen dioses y demonios, sino dioses buenos o malos (igual que para muchas no están Dios y los ángeles, sino los dioses superiores y los inferiores -y podríamos complicar aún más el panorama, pero no es cuestión de eternizarse-). En mi humilde opinión, el eje central de la categorización de unas tendencias cultuales frente a otras estriba en si las prácticas constitutivas de su culto son o no son intrínsecamente malas. Cuando se quema incienso en honor de los dioses lo malo no es quemar el incienso en sí mismo, sino hacerlo a fin de loar a dioses diferentes de Dios. Cuando se quema vivo a un infante o se arranca el corazón palpitante a un pobre hombre cualquiera para ofrendar esa maldad terrible a Moloch o a Tezcatiploca, el acto constitutivo del culto jamás podría ser bueno. Lo primero creo que es adorar a los dioses, y lo segundo rendir culto a los demonios, al margen del nombre que se les dé.
En fin, termino diciéndole lo siguiente: disparates son las cosas que dicen botarates que hablan por hablar sin tomarse la molestia de intentar conocer nada acerca de los temas que sea que tratan. Yo podría no estar en lo cierto, pero no digo ningún disparate. La verdad y el error jamás pueden equipararse, pero no todos los errores están al mismo nivel. Y conste que no creo que en este caso sea yo quien está en el error. IHS
Satán es un ángel caído y esta vinculado a la desobediencia al Altísimo, cosa que es imposible en un pueblo pagano que no conoce al verdadero Dios. Satán no existe sin Dios y ellos no conocían a Dios.
Perdone si dije que había dicho un disparate, tal vez no lo haya dicho pero no sé si es peor decir un disparate o provocar confusión.
Virtudes puede tener cualquiera al margen de su religión o ausencia de ella. Que los aztecas tuvieras virtudes no significa nada en absoluto en relación al tema del que hablamos. Creo que en prácticamente cualquier grupo humano puede encontrarse alguna virtud, por horrendo y despreciable que pueda ser el conjunto.
Creo que el error fundamental de usted es que analiza el asunto de una manera demasiado formal. Yo creo que las cosas son objetivamente, al margen de cómo las denominen los hombres de cada tiempo y lugar. Por eso no me parece un argumento de peso pretender que carece de sentido hablar de la presencia del Diablo en un pueblo que evidentemente no lo conocía y desde cuyos parámetros religiosos esa figura como otras muchas de la verdadera fe carecía de sentido. Al fin y al cabo, los parámetros cristianos se pretenden objetivos en tanto que nuestra religión y sus verdades proceden del verdadero y único Dios. Por eso creo que partiendo de parámetros católicos es posible explicar y analizar cualquier hecho histórico.
Esa fue la genial intuición de los conquistadores y evangelizadores que tuvieron contacto con las culturas de espanto del mundo indígena americano. Al margen de cómo las denominasen los nativos, supieron ver lo que era obvio. Esto es, que las deidades sanguinarias de los pueblos que conquistaron y a los que llevaron la luz del Evangelio reunían todos los caracteres de lo que la Cristiandad llamaría demonios, y antes que falsos dioses eran emanaciones directísimas del accionar del Maligno en el mundo.
Por otra parte, usted sugiere que provoco confusión, y se pregunta si no será eso peor que decir disparates. No estoy de acuerdo con usted cuando afirma que crear confusión sea peor que ir por la vida diciendo disparates, aunque no me voy a alargar en esa cuestión. Voy a lo que me importa, que defender que yo no provoco confusión.
Contradecirla (perdone si supongo que es una mujer, pero es lo que me sugiere el nombre femenino que usted emplea, y si me equivoco mis disculpas) y suscitar un por otra parte interesante debate no implica crear confusión de ninguna índole. Simplemente significa poner a prueba el fundamento de las creencias de cada cual (en este caso, lo que pensamos acerca de un asunto de cierta importancia, pero no de vida o muerte ni atañente a verdades centrales de fe), lo que normalmente es saludable. Sin duda alguna, suele ser más cómodo que se nos dé la razón así sin más. Pero lo cómodo no suele ser lo más conveniente. Un abrazo en Jesucristo. IHS
No estoy pidiendo que me dé la razón ¿quién ha dicho tal cosa? Las verdades centrales de la fe no dicen que los ídolos sean demonios o tendrá que decirme en qué parte del Catecismo ha leído tal cosa. No dé a su opinión más categoría que a la mía ni ponga en mi boca que pretendo que me den la razón a costa de cualquier cosa. ¿Acaso no estoy razonando?
La visión mítico-mágica del cosmos no impide el nacimiento de la ciencia, pero si su desarrollo, ello porque no distingue entre lo sagrado y lo profano se opone al concepto de leyes naturales invariables y permanentes. Por eso apareció la ciencia y se estancó en China, India, Babilonia, Grecia, altas culturas americanas, etc. La ciencia solo pudo prosperar en el clima cultural judeo-cristiano, y este es un hecho histórico evidente. (Cfr. obras de Duhem, Jaki, Stark, Woods Jr.,Negro, Hodgson, etc.)
Cabe puntualizar que toda mi descendencia es europea, para se más preciso española, italiana y portuguesa, así que de originario no tengo nada y en mi país Uruguay no existen, nuestro primer presidente Rivera se encargo de extinguir los que quedaban, en aras del "Progreso" y la "Civilización", pero he visto como en otros paises de nuestra américa se trata a los descendientes de los que Artigas llama "Primeros Americanos", el trato humillante y racista, eso es lo que les lleva a reivindicar sus raices.-
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Se puede leer en el décimo párrafo: "La singularidad peruana tenía que ver con la población indígena, la tradición colectiva comunitaria en la sociedad inca -comunista primitiva en términos de su tiempo- y las comunidades indígenas como embrionaria de lo que podría ser el socialismo peruano".
Y mejor no hablemos de racismo porque es una moneda de dos caras y muchos solo ven una cara. Tan sólo citar como ejemplo a Isaac Humala, padre de nuestro actual presidente, comunista hasta los huesos, quien dice que la raza cobriza es superior a la raza blanca y si pudiera expulsaría del país a todo aquel que fuera blanco con apellido europeo. El nacionalismo indigenista mezclado con racismo no es cristiano. Bien dijo Juan Pablo II que hay que diferenciar entre patriotismo y nacionalismo. El nacionalismo divide y es xenófobo. El patriotismo está relacionado con la tierra y la propiedad.
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Libro: Memoria e Identidad. Conversaciones al filo de dos milenios
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«La patria es un bien común de todos los ciudadanos y, como tal, también un gran deber. (...)
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El siglo XX, ¿no manifiesta acaso una tendencia generalizada al incremento de estructuras supranacionales e incluso al cosmopolitismo?
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Esta tendencia, ¿no comporta también que las naciones pequeñas deberían dejarse absorber por estructuras políticas más grandes para poder sobrevivir?
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Se trata de cuestiones legítimas. Sin embargo, parece que, como sucede con la familia, también la nación y la patria siguen siendo realidades insustituibles. (...)
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Naturalmente, se debe evitar absolutamente un peligro: que la función insustituible de la nación degenere en el nacionalismo.
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En este aspecto, el siglo XX nos ha proporcionado experiencias sumamente instructivas, haciéndonos ver también sus dramáticas consecuencias.
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¿Cómo se puede evitar este riesgo?
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Pienso que un modo apropiado es el patriotismo.
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En efecto, el nacionalismo se caracteriza porque reconoce y pretende únicamente el bien de su propia nación, sin contar con los derechos de las demás.
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Por el contrario, el patriotismo, en cuanto amor por la patria, reconoce a todas las otras naciones los mismos derechos que reclama para la propia».
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"La expresión "patria" se relaciona con el concepto y la realidad de "padre" ("pater"). Esto explica con hondura el valor moral del patriotismo. Si se pregunta por el lugar del mismo en el decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento, que nos exige honrar al padre y a la madre. Es uno de esos sentimientos que el latín incluye en el término "pietas", resaltando la dimensión religiosa subyacente en el respeto y veneración que se debe a los padres, porque representan para nosotros a Dios Creador. Al darnos la vida, participan en el misterio de la creación y merecen por tanto una devoción que evoca la que rendimos a Dios Creador.
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El patriotismo conlleva precisamente este tipo de actitud interior, desde el momento que también la patria es verdaderamente una madre para cada uno.
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El patrimonio espiritual que nos transmite nos llega a través del padre y la madre, y funda en nosotros el deber de la pietas.
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Patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica.
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Un amor que abarca también las obras de los compatriotas y los frutos de su genio. Cualquier amenaza al gran bien de la patria se convierte en una ocasión para verificar este amor."
Sucede que los indígenas que llegaron primero no tuvieron nada. El jefe de la tribu, equivalente al rey, era el dueño de todo. Los súbditos vivían en tierra prestada por el jefe.
De modo que si los indígenas quieren reclamar como suyo el suelo americano, tendrán que demostrar que son descendientes del jefe. Si no, tampoco son dueños de nada.
Por añadidura, los indígenas poblaban sólo una pequeña parte de América, menos del 10 por ciento. Lo demás estaba inhabitado (sic), no tenía dueño. Los europeos, criollos y mestizos iban ocupando y se iban adueñando.
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