Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (2-21)
CLASIFICACIÓN DE LOS SOFISMAS
I. SOFISMAS VERBALES
«La más natural y extendida causa (de los sofismas) es el uso torcido de las palabras. Efectivamente, como no es posible entablar una discusión trayendo las cosas mismas a ella, usamos en su lugar palabras, como en el caso de las piedras del que calcula. Pero no es igual, porque las palabras y el número de las locuciones son limitadas, mientras que las cosas son ilimitadas en número. Es, por tanto, forzoso, que una locución y que una palabra, signifiquen varias cosas».
Aristóteles, Arg. Sof., I, 165 a).
«En verdad, no es la menor de las tareas del lógico indicar las trampas que pone el lenguaje en el camino del pensador».
Gottlob Frege
Aristóteles, en su libro De los argumentos sofísticos[1], dividió las falacias en dos grandes grupos: las falacias “en la dicción” y las falacias “en el asunto”. Las primeras son aquellas que provienen de la ambigüedad del lenguaje[2]. Esta ambigüedad puede estar en el sentido de un término, o puede hallarse en el sentido de toda una proposición, lo cual permite distinguir dos especies de sofismas verbales o lingüísticos: de homonimia, en el primer caso, y de anfibología, en el segundo.
A) Sofismas de homonimia
1. Sofismas de equivocidad
Cuando dentro de un mismo razonamiento un término se toma una vez con un significado y otra vez con otro significado puede resultar un paralogismo. Esta especie se denomina “sofisma de equivocidad”, porque cuando se usa una palabra en dos sentidos diversos se dice que se usa “equívocamente”, de acuerdo con el lenguaje técnico de la lógica[3].
Cuando los dos significados del vocablo equívoco son totalmente distintos, es decir cuando pertenecen a esferas muy diversas de la realidad, no hay riesgo de engañarse (así por ejemplo en el uso equívoco de “lima” como fruta y “lima” como herramienta: a nadie podría engañar el argumento que dijese «Las limas son comestibles; algunas herramientas son limas; algunas herramientas son comestibles»). Pero cuando los sentidos no son totalmente distintos, hay ocasión de error. Así por ejemplo el siguiente argumento puede producir engaño:
[1] La facultad más característica del hombre es la inteligencia.
El chimpancé posee inteligencia (pues es capaz de resolver un problema práctico, por ej. se le ocurre tomar una rama caída para bajar frutos de lo alto de un árbol).
La facultad más característica del hombre la posee también el chimpancé.
El término “inteligencia” se ha tomado equívocamente, pues en la primera premisa se refiere a la capacidad de formar conceptos y de razonar (“entendimiento”), y en la segunda premisa se le hace significar la capacidad de sortear obstáculos para conseguir algo.
Veamos otros ejemplos:
[2] Los que no son libres, son incapaces de pecar.
Los esclavos no son libres.
Los esclavos son incapaces de pecar.
Puede advertirse que la palabra “libre” se ha usado equívocamente, porque en la primera premisa significa la libertad psicológica o libre albedrío, y en la segunda premisa significa la libertad física, es decir el estado de aquél que dispone plenamente de su cuerpo y de su actividad.
[3] Los gobernantes deben ser servidores de su pueblo.
Los servidores hacen aquello que agrade a quienes sirven.
Los gobernantes deben hacer aquello que agrade al pueblo.
En la primera premisa la palabra “servidor” significa el que procura el bien o provecho de aquel a quien sirve; pero en la segunda premisa servidor significa sirviente, que es quien satisface los deseos (y aun los caprichos) de aquel a quien sirve, como los empleados domésticos sirven a sus patrones.
[4] El fin de una cosa es su perfección.
(Así por ejemplo el fin de la semilla de palmera es la palmera adulta desarrollada).
La muerte es el fin de la vida.
La muerte es la perfección de la vida[4].
El término “fin” en la primera premisa se emplea con el significado de acabamiento o máximo desenvolvimiento de algo, o sea el punto de plenitud hacia el cual tiende el ser de la cosa en su crecimiento, como cuando se dice que el fin de una semilla es el árbol adulto correspondiente. Pero el mismo término “fin” en la segunda premisa se emplea con el significado de último acontecimiento o momento en el cual una cosa deja de existir. Ambos significados son legítimos en castellano; pero resulta ilegítimo el confundirlos en el curso del razonamiento, como sucede en el ejemplo dado.
Cuando un término se usa varias veces, pero siempre con el mismo significado, se dice que se lo ha usado unívocamente. Si se lo utiliza con significados diversos, se dice que se emplea equívocamente. Así por ejemplo la palabra “hombre” puede aparecer muchas veces en un mismo escrito, y siempre con el mismo significado; pero también es posible que se lo emplee con significados diversos, a saber: a) ser humano en general; b) varón (“hombre” como contrario de mujer); c) adulto (es decir “hombre” como contrario de “niño”); d) “hombre” usado enfáticamente, puede significar un individuo que no solamente es varón desde el punto de vista biológico, sino que además se destaca por su valor y cualidades viriles, es decir uno que posee la masculinidad en grado eminente, como cuando se dice «¡Es un hombre!». En los ejemplos que antes expusimos, se han usado equívocamente las palabras inteligencia, libre, servidor y fin.
Que una palabra sea equívoca o ambigua no es algo que ocurra raramente, pues muchísimas palabras usuales tienen más de un significado, y entonces puede suceder que se tomen equívocamente dentro de un argumento. Esto ocurre porque, como lo observaba Aristóteles, «las palabras y la muchedumbre de las expresiones de un idioma son numéricamente finitas, mientras que el número de las cosas es infinito; es por lo tanto inevitable que una única palabra o una única expresión signifiquen varias cosas»[5].
Para que el razonamiento sea correcto, los términos ambiguos deben usarse con el mismo significado en todo el argumento; porque si se toman una vez en un cierto sentido, y otra vez en un sentido diverso, resulta una falacia. Tan frecuente es el peligro de incurrir en estos sofismas de equivocidad, que el lógico Williams Jevons juzgaba que «no hay ninguna parte de la Lógica que tenga más utilidad, que la que trata de la ambigüedad de los términos»[6].
En la silogística, la falacia por homonimia o equivocidad se ha denominado también “falacia de los cuatro términos”. Como sabemos, el silogismo comprende dos premisas distintas pero que tienen un concepto común, que hace de nexo, y que es el elemento que permite obtener la conclusión, precisamente porque conecta los otros dos conceptos; como puede verse en el siguiente razonamiento correcto:
Todo hombre es falible. A es B (premisa)
Todo filósofo es hombre. B es C (premisa)
Todo filósofo es falible. A es C (conclusión)
B representa el término medio.
Ahora bien, en los sofismas por homonimia el concepto que aparece como término medio, es decir como nexo entre los otros términos, en realidad no lo es, porque en vez de ser un solo concepto hay dos conceptos distintos:
Los seres que carecen de libertad son incapaces de pecar. A es B
Los presos son seres que carecen de libertad. B’ es C
Los presos son incapaces de pecar.
No hay conclusión válida.
Aquí no tenemos un silogismo, porque en las premisas hay cuatro términos y un silogismo debe tener sólo tres términos.
En estas falacias, para poner de manifiesto la existencia de cuatro términos (quaternio terminorum), podemos reemplazar el término equívoco por sinónimos que muestren los diversos sentidos en que se ha tomado la palabra en cada proposición:
Los seres que carecen de Los seres que carecen de libre
libertad son incapaces de albedrío son incapaces de pecar.
pecar.
Los presos son seres que carecen de Los presos son seres que
libertad. carecen de libertad física.
Los presos son incapaces Los presos son incapaces
de pecar. de pecar. (!)
[1] Es un breve tratado compuesto de 34 capítulos. Fue la primera obra que se escribió sobre el tema. Hay traducción castellana de Francisco De Samaranch, Aguilar, Bs. As., 1983.
[2] «Hay dos modos de sofismas: uno que se realiza por causa del lenguaje utilizado, y otro que está desvinculado del lenguaje» (Aristóteles, Argumentos sofísticos, cap. IV, in princip.).
[3] «Equívoco: palabra, expresión o frase que puede tener varias interpretaciones» (André Lalande, op. cit.).
[4] Ejemplo que traen Morris Cohen y Ernest Nagel, Introducción a la lógica y al método científico. Amorrortu, Bs. As., 1971, t. II, p. 275.
[5] Aristóteles, op. cit. I, 165a.
[6] William Jevons, Lógica, lección IV.
10 comentarios
Los servidores hacen aquello que agrade a quienes sirven.
Los gobernantes deben hacer aquello que agrade al pueblo"
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Este ejemplo de sofisma de equivocidad me recuerda al padre Bouyer que dice que cuando el Vaticano II afirma que los obispos son servidores, ellos entendieron "sirvientes".
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Sería mucho más educativo y enriquecedor si se utilizaran ejemplos de sofismas dentro de la Iglesia.
El debate razonado es una forma basada en la comunicación.
Para que exista comunicación ambos interlocutores deben compartir el código (hablar con el mismo lenguaje y entendiendo en el mismo sentido) y el medio (si no están "conectados" entre sí, mala comunicación va a haber).
Para el debate razonado, además del código y el medio, ambos interlocutores deben compartir la honradez, lo que incluye la aceptación de las premisas evidentes y el uso de reglas lógicas válidas.
Cuando se debate con un sofista, que por el hecho de serlo no es intelectualmente honrado, se comparte con él el medio, pero a menudo el sofista no comparte el código (ya que él puede manipular el lenguaje), no comparte la aceptación de las premisas (lo que es dinamitado por el relativismo a ultranza) o no comparte la lógica válida (por emplear procedimientos engañosos para llevar a conclusiones falsas).
Así pues, con ese tipo de personas no es que no se pueda razonar: tú sí razonas ya que lo que dices es razonable. Lo imposible es que ellos razonen o acepten tus razonamientos, cosa incompatible con su calidad de sofistas.
(nótese el diverso uso de la palabra "razonar", que por un lado significa "usar la razón" y por otro "tener un intercambio de ideas fructífero"; lo primero se puede hacer en solitario, lo segundo no)
PD: Especie diferente del sofista es la del simplemente terco, que no es que niegue las premisas válidas o emplee lógica falsa. Simplemente, se cierra a la verdad de un razonamiento verdadero.
Ese tipo de terquedad me la he encontrado a menudo escondida tras la frase "se ve que sabes mucho del tema, pero creo que te equivocas", sin aclarar nunca en qué se supone que me equivoco.
Semejante actitud sólo refleja un terco "tengo mi verdad y, aunque me hayas demostrado que es falsa, no pienso soltarla".
Un saludo.
Evidentemente, un impulso homosexual puede ser "natural" en un sentido y no serlo en el otro.
En el mismo ámbito, también se emplean equívocamente las palabras "homosexual" (persona que siente atracción sexual por personas de su mismo sexo), "homosexualidad" (impulso o inclinación homosexual que experimenta esa persona) y "homosexualismo" (acto homosexual, o también ideología que defiende dichos actos).
Un saludo.
"La ambigüedad y la equivocidad es consecuencia, tal como dices, que hay más cosas que términos"
Por un lado sí y por otro no. La polisemia es, efectivamente, la herramienta que permite tales ambigüedades y equívocos, pero no es la causa de ellos. Su origen está en el uso descuidado o malicioso de las expresiones polisémicas.
El lenguaje, aun con todas sus polisemias, siempre puede ser utilizado de forma precisa, evitando ambigüedades y equívocos.
Un saludo.
Efectivamente, la polisemia como signo lingüístico es la herramienta que permite los equívocos, ya que tiene diversas acepciones, y por supuesto que hay maliciosidad en aprovecharse de sus posibilidades equívocas.
Al margen de ello, pienso que hay una equivocidad muy utilizada (con maliciosidad o por ignorancia) que proviene de utilizar una premisa particular dándole un significado universal
El jugador del Madrid Ronaldo es violento p.t.
los del real Madrid son violentos
o al revés
Algunos clérigos son pederastas p.t.
los clérigos son pederastas
En cuanto a los sofistas, Aristóteles distingue dos formas de razonar: una, para con los que vienen con buena voluntad, para explicarles sus errores y que salgan de ellos, otra, para los que vienen con mala voluntad, para "cerrarles la boca", diríamos hoy.
Saludos cordiales.
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