2.11.19

"¡La doctrina no se toca!". Pero hacen lo contrario.

Este último sínodo, el famoso de…: bueno, hasta esto han falseado a conciencia, pues se ha celebrado en Roma, a donde se han traído -a cuerpo de altísimo clero, supongo-, a un buen número de indígenas y asimilados, para dar la nota -de color, ecológica, naturalista, paganaza y folklórica- que queda muy bien en los medios; como digo, este último sínodo como tal, ha acabado.

Pero queda lo mejor: ese toque final del propio Papa -redacción última y firma-, requisito sin el que todo lo anterior no sería más que bla, bla, bla; o sea, como hablar del sexo de los ángeles. Mientras que, con lo que firme y publique el Obispo de Roma, cambia la perspectiva, porque será, o lo pretenderá al menos, un camino a seguir.

¿Hacia dónde? Solo lo sabe él; y los que le rodean más de cerca, su camarilla de validos, protegidos y paniaguados, que están en este ajo, como han estado en todos los anteriores. Nosotros, aún sin saberlo de cierto, sí podemos apuntar algunas cosas que están no solo en la lógica de lo que se viene haciendo, sino exactamente en la realidad de cómo se está haciendo.

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14.10.19

"...una inyección intravenosa en el torrente circulatorio de la Sociedad"

Así describía al Opus Dei san Josemaría, su Fundador por inspiración divina. Precisamente, el pasado 2 de octubre, si no me equivoco, se cumplían 91 años de tal suceso sobrenatural: el Opus Dei venía a ser como “una inyección intravenosa en el corriente circulatorio de la sociedad".

Descripción que, con otras palabras y a modo de parábola -lo mismo que esta-, está perfectamente en línea con lo que los Santos Padres habían acuñado para la Iglesia: venía a ser, era, “el alma de la sociedad".

En ambas locuciones está encerrada la misma idea: tanto la Iglesia como, en su medida y nivel, el Opus Dei, han sido queridos por Dios para que Él llegue -la Vida divina en su plenitud de Amor y Gracia- a las almas todas y a toda sociedad hecha, precisamente, por hombres y para los hombres. Porque sin Dios -sin la Iglesia, y el Opus Dei es una parte de Ella- la Sociedad -toda empresa humana-está literalmente MUERTA. Un cuerpo sin alma, sin vida, es un cuerpo muerto, y queda abocado a la corrupción.

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11.10.19

Cardenal Newman: fidelidad a la propia conciencia.

Ciertamente, hemos de convenir que, en la Iglesia y a pesar de los pesares, que son legión, el Espíritu Santo también trabaja… y hace de las suyas. Non est abbreviata manus Domini…!

La prueba, incuestionable, es la canonización del citado cardenal Newman: una eminencia intelectual y moral, siendo aún anglicano; no digamos tras su conversión a la Iglesia Católica; máxime, sabiendo que le iban a dar desde los dos lados; o sea, que iba a recibir en las dos mejillas.

¿Cómo teniendo un futuro seguro además de prometedor entre los anglicanos se hizo católico? Por la fidelidad a SU CONCIENCIA: no podía ir contra su conciencia, se pusiesen los demás como se pusiesen; porque, como dicen los clasicos castellano: “el alma solo es de Dios".

Había tenido un buen y “cercano” maestro en su paisano el mártir santo Tomás Moro: entre guardar fidelidad a su Rey a costa de negársela a Dios, o guardar fidelidad a Dios a costa de negársela al Rey, no lo dudó: primero Dios.

Era la “escuela” y el “ejemplo” que siempre se había vivido en la Iglesia Católica desde los tiempos apostólicos. Cierto que mucha gente, a lo largo de los siglos, habia apostatado a la hora de la persecución  Cierto. Pero otros muchos, “innumerables", habían permanecido fieles, y habían entregado no solo hacienda y presente: sino sobre todo, habían entregado su vida: era la mayor y perfecta IMITACIÓN de Cristo: la FIDELIDAD a Dios, y a su Hiijo Jesucristo, y su la Iglesia y a sus hermanos en la Fe… y esa fidelidad no admitía otra forma de actuar

Así hizo Tomás Moro desde su puesto de segunda autoridad del Reino, solo tenía al Rey por encima de él. Y así hizo Newman, aunque sin sufrir “técnicamente” martirio: pero que lo hostigaron y lo acosaron… sin ninguna duda. Pero fue fiel a Dios, por serlo a su conciencia, insisto.

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8.10.19

La persecución de los buenos. Bis

Hace exactamente un mes publiqué un post con este título: La persecución de los buenos. Y lo repito nuevamente, porque los acontecimientos me lo imponen.

A dia de hoy -es público, pues está publicado hasta por el mismo Vaticano-, los Heraldos del Evangelio están siendo comisariados exactamente por “los buenos", por los “oficialistas” de turno y de “obediencia debida”. Aunque ya se sabe que, en la Iglesia Católica, y en esto de la obediencia, siempre hay una excepción: “que nos manden pecar". En este caso, hay que resistirse, ya que obedecer se convertiría automáticamente en obediencia INDEBIDA: y se cometería un pecado. Mortal o Venial, según materia. Pero PECADO. Y no hay otra.

Automáticamente, han salido personas singulares a entrar al tema, como hago yo hoy. Por mi parte, lo considero un deber en conciencia, en primer lugar; aparte la cercanía de su situación a mi experiencia personal.

Otros, también han salido a la palestra, en el bando que podríamos calificar de contrario: cargando contra ellos. Curiosamente -hoy mismo, sin ir más lejos- los de “la banda de la cizaña", osease, el Vidal “veneno mortal” y sus mariachis, vuelven a la carga en esa línea “tan católica” -bendecida incluso por padres y demás jerarcas católicos-, de sembrar la única semilla de la que tienen abundates reservas: la SOSPECHA. Y utilizando lo que mejor se les da: la MENTIRA. 

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29.09.19

«Dios Padre ha querido correr el riesgo de nuestra libertad». Parte Iª

Desde que descubrí esta frase en los escritos de san Josemaría, Fundador del Opus Dei, nunca ha dejado de iluminarme, por expresarlo de algún modo. "El Señor ha querido correr el riesgo de nuestra libertad”, escribe con una piedad y un enamoramiento que, realmente, emociona y enseña.

Porque Dios Padre, después de habernos regalado la LIBERTAD tan absoluta de la que gozamos, lo asume -y así lo entiende san Josemaría- con todas las consecuencias. En primer lugar, para con Él mismo: la respeta totalmente, incluso cuando nos decidimos por ofenderle y pecar. Y también, como consecuencia y para rescatarnos del pecado y de la condenación eterna, para entregarnos a su propio Hijo, su Primogénito, el Inocente y la Inocencia: todo en favor nuestro.

Pero especialmente asume el riesgo de nuestra libertad, por nosotros mismos: porque sin libertad, sin la libertad que Cristo nos ha ganado [qua Christus nos liberavit] no somos nada, incapaces de vivir como hijos suyos, inútiles para amar y amarLe. A nivel de las vacas quedaríamos.

De hecho, san Josemaría Escrivá de Balaguer no dudaba en señalar “el primado de la libertad” como una de las señas de identidad más específicas de la Obra fundada por él: recibida en su alma -con toda su alma- de las manos de Dios. “¡Viva la libertad!”, era uno de sus “gritos” preferidos, según he sido capaz de comprender.

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