«Católico practicante de toda la vida». O sea: el gobernador
Va de políticos. Y también, cómo no, de algunos de la Jeraquía Católica: son bastante amigos, parece. Muy en particular, y vuelvo a los políticos -mi “pasión inconfesada"-, sobre los especímenes que se declaran “católicos” y no se les cae la cara de vergüenza firmando una “¿ley?” del “suicidio asistido". Por sus pistolas.
Como han firmado otras antes, igualmente inicuas, inhumanas, incoherentes e incomprensibles: sin temblarles el pulso. Vamos, que se han lucido como católicos, como políticos y como personas: todo a una, y por el mismo precio. Buen precio, porque bien lo cobran.
Claro que, y volviendo a lo católico: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? Pero estas palabras -Palabra de Dios- ya ni las conocen. O las desprecian olímpicamente. Porque, desde hace ya muchos años y desde la Jerarquía Católica, casi nadie se ha molestado en enseñar a venerarlas. A estos, sí les ha templado el pulso… o les dado taquicardia solo de pensarlo.