El/lo "arcoiris" (por lo eclesiástico)

Como es natural, no me refiero al fenómeno meteorológico que lleva ese nombre.

Señalo directamente “al mundillo” del mariconeo -Francisco dicit- o asimilado -"mariposeo", Guerra dicit-, homosex o “de la acera de enfrente". También se le nombra “gay” o “arcoiris". Esto último, por la bandera que han adoptado con “orgullo". Con auténtico orgullo y soberbia, no exenta de vanidad: vanitas vanitatis et omnia vanitas!

Hay más nombres para pronunciarse sobre el particular, pero: pa’ qué…!!! Con lo traído hasta aquí, sobra.

Hombres con hombres y mujeres con mujeres, viene de toda la vida de Dios. No porque Éste haga a nadie de esa condición: “el homosex, se hace: no nace". 

Como nadie nace músico, o pintor, o futbolista, o médico… Sólo se nace “hombre” o “mujer", cada uno con sus atributos naturales: no sólo físicos, que por supuesto: tenemos cuerpo; y son la demostración práctica y evidente de lo que digo. Atributos sexuales -de ahí lo de “hombre” y “mujer"-, aunque no sólo de este tipo; y que están para lo que están.

Y, para qué están? Evidente de toda evidencia: para la procreación. Somos sexuados para PROCREAR, en unión de dos personas: masculina y femenina. Y no puede ser de otra manera.

Incluso en la FIV, se necesita de los dos. No digamos con los “vientres de alquiler", o sea: pagando.

Seguimos con las evidencias: el uso sexual, de suyo, produce placer: sexual, evidentemente. Y, de suyo, “a nadie le amarga un dulce". Es más: perfectamente puede uno viciarse con eso.

Todo esto son evidencias por todos conocidas.

Pero, siendo serios y respetando el ser, la verdad y el bien de las cosas: lo primario es el fin de la sexualidad, la procreación; lo secundario, el placer sexual, como accidente y señal que  culmina el acto propio de la procreación.

Hasta aquí lo fisiológico. Todo evidente.

Apuntábamos, unas líneas más arriba, que no sólo somos/tenemos cuerpo, con sus atributos corporales como es lógico.

También somos/tenemos alma; también con sus atributos naturales, de orden ya no corporal, sino de orden intelectual y volitivo. Es lo que llamamos Racionalidad. Que tiene su expresión más específicamente en la Moralidad: la capacidad real de pronunciarnos sobre el bien y el mal intrínseco a todas nuestras acciones u omisiones.

Este es el motivo por el que, por encima del placer sexual, podemos considerarlo como algo secundario, en el orden del uso del sexo, dando la primacía a la Procreación, como fin y fruto de la sexualidad humana.

Es más: podemos reconocer, como nos lo revela Dios por la directa, que la sexualidad está en orden, dentro y para el Matrimonio.

Sólo aquí el uso sexual es legítimo moralmente; es decir: es algo bueno y querido por Dios. Incluso camino de Santidad para los casados: auténtica Vocación Divina.

En consecuencia: buscar la práctica del sexo fuera de este horizonte matrimonial y vocacional, es gravemente pecaminoso. Da igual el modo y/o las maneras: siempre será ilegítimo, e irá contra la Ley de Dios.

Y, dentro del Matrimonio, entre marido y mujer, si no se respetan los fines intrínsecos del matrimonio -"Creced y multiplicaos"-, esos actos NUNCA serán lícitos ante Dios. Sería como irse a la casa de la esquina, aunque sin pagar peaje.

Así es como se prostituyen los casados: buscando el placer a como dé lugar, al margen y contra la lógica de la sexualidad y de su vocación específica de casados.

Por otro lado, los no casados -o separados, o divorciados, o curas, o religiosos-, se prostituyen buscando el placer sexual sin más consideración. Sin mayor consideración tampoco, porque no la hay.

Para conocer y valorar en toda su profundidad y riqueza el horizonte de la sexualidad humana -nada que ver con la animal: mero instinto-, lo primero que nos reveló Dios Padre, es el Don y la Misión del Matrimonio.

En el Génesis, después de dejar muy claro que es Él quien crea a Adán y a Eva -a imagen suya los creó; varón y hembra los creó-; hace las debidas presentaciones -no se conocieron por casualidad, estando a setas; y “los casó “: Creced y multiplicaos, y henchid la tierra. Esto es casarse. Asumir esto con todas sus consecuencias, es casarse. Y si no se quiere asumir ésto: mejor no casarse, pues podría ser nulo.

A la vez, establece está Norma, casi universal: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su Madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.

Jesucristo confirma está Norma, y le añade la siguiente puntualización, nada banal: Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Elemental. Y necesario, visto lo visto.

Una vez dejado todo perfectamente establecido, para conducirnos en el orden de la sexualidad humana, nos dejó tres Palabras, tres Leyes o tres Mandamientos para conducirnos con seguridad y fortaleza:

*No cometerás actos impuros, para los actos de obra.

*No consentirás pensamientos ni deseos impuros, para los actos meramente internos.

*No codiciarás la mujer de tu prójimo. No creo que necesite la menor connotación.

En estos tres pronunciamientos, que no admiten excepción alguna, y cuya trasgresión siempre es pecado grave, está comprendida y valorada toda la casuística del mundo y del mundillo de la sexualidad.

Teniendo ésto absoluta y meridianamente claro, la Iglesia Católica, a una persona que declara “tendencias homosexuales", no sólo no lo ha admitido al Sacerdocio; sino que le ha prohibido ingresar en un Seminario o en cualquiera de las Órdenes monásticas, y/o Instituciones religiosas. Obvio de toda obviedad, una vez más.

Y, para decirlo todo: también lo ha considerado como motivo de nulidad matrimonial si, para casarse, uno de los cónyuges ha ocultado su condición homosexual.

De ahí el desconcierto, por decirlo suave y caritativamente, con lo de Italia y la admisión al Seminario de homosexuales.

Va contra toda lógica, y contra la disciplina de la Iglesia desde siempre. De hecho, ya han saltado voces afirmando que esa deriva es fake total.

El problema es que, tal como están las cosas vaticanas, había colado sin el menor juicio critico: se daba por supuesto que era así.

Ya san Pablo tocaba el tema de la homosexualidad, en hombres y mujeres. Pero señalaba la verdadera causa: “rechazaron a Dios", y Éste les castigó en su réprobo sentir, hasta el punto de que mudaron el uso normal, y se arrejuntaron hombres con hombres, y mujeres con mujeres". Es decir: “se hacen, NO se nace".

Remataba la faena aclarando que los tales NO entrarán en el Reino de los Cielos. También evidente. Porque, como nos dice el Señor: Si quieres entrar en la Vida Eterna, guarda los Mandamientos.

Por cierto, y señalando: cabreo de órdago -farisaico total, como no puede ser de otra manera-, del alcalde de Torrecaballeros, provincia de Segovia, militante del famoso y sin tacha alguna PSOE, al que  el párroco -un auténtico heroe-, le ha negado el acceso a la Sagrada Comunión.

Motivo? Su emparejamiento, público y notorio, con un tío. Un clásico.

O sea: gay declarado y activo. Lo ha publicitado el susodicho alcalde: no el párroco. No yo.

Un “arcoiris” de libro, que se cree que en la Iglesia Católica también manda él. Y el PSOE.

Como es natural, acusa al párroco de “homófobo". No creo que tenga recorrido la acusación, ni en un juzgado: ni por lo civil ni por lo Eclesial.

Y el Obispado ha estado genial  defendiendo al señor Cura. Muy bien por los dos: obispo y párroco. Dos héroes más en el haber de la Iglesia Católica.