Una afirmación y un silencio (desde Roma)

Me refiero, naturalmente, al corto por partida doble, Discurso -tambien Urbi et Orbe, como la Bendición que le sigue-, que escuchamos la mañana de Navidad, siguiendo la ya cuajadisima tradición vaticana.

No sé cuándo empezó este modus operandi del Papa; me imagino que con el invento de la Radio, cuando ya se instaló en los palacios vaticanos: yo la he seguido casi toda mi vida.

En ese Discurso, “corto por partida doble", decía; primero, en sentido material: no sé si llegó a 15′; pero bueno, es lo menos llamativo.

En segundo lugar, “corto” en otros horizontes, mucho más importantes, a mí modo de ver. Pues, no siendo muchas las oportunidades -solemnes donde las haya, como esta de Navidad-, añadido a la falta de Formación Católica que manifiestan tantos hijos de Dios en su Iglesia, bien podría aprovecharse el momento para iluminar conciencias, e ilustrar almas y corazones.

Algo que perfectamente puede servir también a muchos no católicos. Para mí gusto fue muy “normalico". Demasiado.

Ahí, el Santo Padre, después del Anuncio obligado de la Buena Nueva que alumbra el mundo con el Santo y Milagroso Nacimiento de Jesucristo, desgranó una serie de afirmaciones que iban desde la paz -tan rota como deseada: es un suponer-, hasta las numerosas muertes y las grandes migraciones que provoca, sí…: “el cambio climático".

Ésta es la afirmación con la que yo me he quedado. Porque, dicho como sonó, y sin aportar dato alguno que lo corroborase, es todo un disparate, pues -sin datos- se queda en propaganda. Y de la mala. Por partidista. Del peor partido dentro del muestrario.

Porque la experiencia y los datos que tenemos todos bien a la vista es que las migraciones son más fruto de guerras y de dictaduras que porque se esté asando el personal… Que NO es el caso. Por supuesto, el deseo de mejorar su nivel de vida también influye.

No creo que ninguno de los que se agolpan, desde Méjico, ante la frontera con EE UU, lo hagan porque se achicharran en su Países.

Que se lo pregunten, por ejemplo, a los Venezolanos. O a los millones de salvadoreños, de la época anterior a Bukele, por señalar.

Si en el Mediterráneo se ahogan migrantes acunados y esquilmados por las mafias, NO es porque también se cuezan a fuego lento.

Y, desde luego, en ningún noticiario aparece gente que en esos países se desplome y pagonice en plena calle, sin nadie que les ayude, como sí pasaba en China cuando nació allí la pandemia: programada para ser exportada y forrarse. El gobierno chino, claro.

Por contra, el silencio al que me refiero fue tan clamoroso como evidente.

En el serial de zonas o países donde la violencia -o directamente la guerra- están presentes -que son unos cuantos-, citó, y no salgo de mi asombro, a Chipre! 

Un país, dividido en dos desde hace décadas, pero donde NO muere nadie por ese motivo: por la violencia o la guerra imperante.

Lo más llamativo, a mí modo de ver, fue que, en ese Discurso, NO hubo ni una sola palabra para denunciar la cacería de católicos y de cristianos, programada por los terroristas musulmanes en África, con el consentimiento, elocuente por evidente, de las autoridades (es un decir) correspondientes.

Ni una palabra. Ni de aliento para los mártires, ni de reproche para los verdugos. Chipre, sí; mártires católicos, no. Así está el patio.

Con estas cosas, que tienen más de ideología que de católico, no es de estrañar que el desprestigio de la Iglesia, antes Católica, no haga sino ir en picado, para estampillarse un día de éstos. Y a no tardar mucho.

Si la afirmación era clamorosamente negativa, el silencio lo era todavía más.

Muy feliz Navidad!!! Que es lo que procede.