Sacerdote/Sacerdocio. III
Vamos a seguir con el tema, que es el más importante, a mi modo de ver, en esta hora tan tremenda que está sufriendo, cruelmente, nuestra Madre, la Santa Iglesia de Dios.
La composición que me he hecho, y que me sirve como interpretación para situarme, es que, lo mismo que el Demonio arrecia los ataques contra un alma cuando ésta se encuentra en sus postreros días, para ver si consigue ganarla para él apartándola de Dios, exactamente lo mismo está pasando con la Iglesia Católica. De ahí la cruel saña con la que se está empleando. A fondo: va desbocado. Se le acaba el tiempo: a él… y a nosotros, no lo olvidemos.
La Iglesia Católica siempre ha sido, en/con la Santísima Virgen y el Espíritu Santo, el único bastión que ha permanecido fielmente en pie para defender a Dios, para reparar por tanto pecado, y para darLe el Culto debido; y, a la vez, para demostrar al mundo y demostrarnos, que podemos/sabemos vivir nuestra vida como hijos Suyos, santificando estos tiempos tan malos; y, por lo mismo, tan buenos, porque nos exigen más. Y nos salvan: que a eso vamos.
Y nos exige más todo: más oración, más amor de Dios, más pureza de alma y de conciencia, más ir contracorriente, más dar la cara por Dios y por su Iglesia, más adoración ante el Santísimo y ante el Sagrario, más confesión sacramental, más formación, más fidelidad, más apostolado…
Más Santidad, en definitiva. Más convertirnos en “almas víctimas” -expresión que utiliza el mismo Cristo en sus revelaciones particulares a almas singulares para que lo publiquen: que la Revelación no acaba en el índice de los Libros de la Biblia-, y ser realmente y de este modo otros Cristo en medio del mundo.
El Demonio arrecia en sus ataques, que están siendo devastadores: lo del caballo de Atila es una pequeña anécdota respecto a lo que está padeciendo la Iglesia, en sí misma y en las almas de sus hijos. Porque, como hemos apuntado, sabe que no le queda mucho tiempo: más bien sabe que se le está acabando: de ahí que no pierde ripio. El Demonio.
Como es lógico -también en la lógica de Satanás-, necesita colaboradores dentro de la Iglesia. Como necesita la colaboración de nuestra voluntad para que uno mismo, renunciando a Dios, nuestro Padre, y a nuestra condiciòn de hijos de Dios, pase a su demoníaco servicio. Y pecar, y condenarse. Como Troya, la Iglesia sólo se puede forzar y derrotar desde dentro.
Esto no es nada nuevo: ha pasado siempre en la Iglesia, aunque quizá NUNCA como en estos tiempos que nos (des)gobiernan. Ahí está por ejemplo san Pablo -yéndonos bien a los principios-, escribiendo a los Corintios, para denunciar esta maldad que se genera dentro de la propia Iglesia:
Esos individuos son apóstoles falsos, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo; y no hay por qué extrañarse: si Satanás se disfraza de ángel resplandeciente, no es mucho que también sus ministros [los que, estando y siendo miembros de la Jerarquía, se ponen al servicio del diablo] se disfracen de ministros de salvación; su final correponderá a sus obras (II Cor 11).
¿De qué podemos extrañarnos entonces? Porque ya se ve que, “no hay nada nuevo bajo el sol”.
Lo que asombra, realmente, es que ya no nos extrañemos de nada. Es más, que defendamos como bueno hasta lo sacrílego, y lo condenado por la Iglesia. Hoy todo es posible. Ahí está Alemania para demostrarlo. Y Portugal, y España, y Suiza…, y todo el mundo Occidental, descristianizado a radice.
Y, además, perfectamente montado el funeral. Porque, “unos por otros, la casa sin barrer”.
Unos, porque se han pasado al Enemigo, y gobiernan a su favor: todo el que pretende enseñar algo distinto a nuestro Señor Jesucristo, o contra lo que Él ha enseñado. Que los hay. Podríamos ponerles nombres y apellidos: porque ahí están los personajes, y se conocen.
De hecho, en la Iglesia Católica se les ponía: se les catalogaba de herejes, se les excomulgaba…, “y a otra cosa mariposa”. Y “aquí paz y después Gloria”. Incluso si hacía falta se montaba un buen Concilio: sin el menor problema. Y a correr.
Otros, porque no pretenden sino que les dejen tranquilos; y no puedan decir nada en contra de ellos: es lo más que están dispuestos a hacer: evitar todo escándalo, aunque sea farisaico. Y se esconden. No se les cita ni para bien ni para mal: no existen, de hecho. Y no gobiernan, claro.
Hay más: los pocos que aún conservan la buena Doctrina, y la difunden con valentía ganándose de este modo el aplauso público de la gente buena, luego, a la hora de gobernar -¡que lo llevan en el sueldo!-, de dar un puñetazo en la mesa, donde hay que darlo, ante quien/quienes hay que darlo, y cuando hay que darlo…, no lo dan. Y callan; por ejemplo, ante las tropelías de sus compañeros de gobierno. Y tampoco gobiernan, aunque puedan pensar que sí.
“Todo por la paz”, debe ser su lema. O por la comunión. O por la sinodalidad. O por la Amazonia. O por los plásticos. O por el clima… Cualquier palabra es buena… siempre y cuando sea o suene a “nova", y/o se le pueda dar una “nueva interpretación", acorde con la “nueva iglesita", tan mona ella y tan moderna: incluso con “curas rokeros". ¡Ya tiene merito hacerse cura para eso…! Pues ahí están. Tolerados. Y mantenidos.
Pero, de cara a los que se esconden en este apartado, el Señor no se calla, y los califica convenientemente. Bien que no voy a repetir ahora sus Palabras: se las saben. Y si no, peor para ellos.
¿Cómo es posible que los miembros de la Jerarquía -todos los que estamos ahí-, sabiendo lo que saben, viendo lo que ven, oyendo lo que oyen, teniendo a sus ovejas a su cuidado -las primeras, sus Sacerdotes, su Presbiterio-, ostentando la potestad de gobierno -cada uno a su nivel: sacerdote, obispo, etc.-, no gobiernen?.
Se calla. Por sistema. Como metodo. Y se dejan tiradas y desasistidas -a los pies de los caballos-, a las buenas gentes: esas que no han dudado en ponerse de parte de los jerarcas que demuentran buena doctrina.
Volvemos a los orígenes, porque hay más. También san Pablo, en la misma Carta que citábamos antes, señala lo que debe llenar el corazón de un sacerdote, de un obispo, etc.:
Y, aparte todo lo demás [acaba de dar todo un recital de lo que es sufrir por la Iglesia y las almas: es decir, por Cristo, que lo ha escogido], la carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién enferma sin que yo enferme? ¿Quién cae sin que a mí me dé fiebre? (II Cor 11). Me malicio que esto es mucho más que sinodalidad.
Con el modus operandi de las Conferencias Episcopales, no sólo ha desaparecido la “solicitud por todas las iglesias” -las Diócesis, a día de hoy-, pues “me basta y me sobra con la mía” -que debe ser la trinchera para mejor esconderse-; sino que ha desaparecido también, y como estaba cantado, la solicitud por la propia. ¿Quién enferma sin que yo no enferme?
En definitiva y muy especialmente los miembros de la Jerarquía, hemos de tener muy presente esta putualización que nos hace san Cirilo de Jerusalén, obispo por cierto -de los de antes, de los que se sabían bien la lección, de los que no se escondían ni para morir mártires-, escribiendo sobre la Iglesia, la Esposa de Cristo:
“En esta Santa Iglesia católica, instruidos con esclarecidos preceptos y enseñanzas, alcanzaremos el reino de los cielos y heredaremos la vida eterna, por la cual todo lo toleramos, para que podamos alcanzarla del Señor. Porque la meta que se nos ha señalado no consiste en algo de poca monta, sino que nos esforzamos por la posesión de la vida eterna.
Por tanto, la vida verdadera y auténtica es el Padre, la Fuente de la que, por mediación del Hijo, en el Espíritu Santo, manan sus Dones para todos" (Ex Cathechésibus sancti Cyrilli Hierosolymitáni epíscopi: Ecclesia Sponsa Chisti).
Bien sabía san Cirilo de qué iba la cosa, y qué se jugaba en el envite: él, el primero; y también de cara a sus ovejas, de las que debería dar cuenta a Dios. De ahí su coherencia, su santidad personal. Exaltada por la Iglesia, claro. También la de antes.
13 comentarios
Como a San Pablo, no puede dejar de dolernos la casa en llamas y desolada que estos, no se si llamarlos de plano 'hijos de Satanás' por los efectos demoledores de su maldad y traición al Señor, incurriendo yo en condena al prójimo cuando la última palabra de misericordia sabemos que siempre la tiene el Señor, o simplemente pedir por su, parece, muy improbable conversión. Me siento en ello frustrado, como aquellos que en su tiempo oraron por la conversión de Lutero y sus secuaces, clérigos y religiosos atrapados hasta el fin de su último aliento en su orgullo y vanidad.
Muchos de ellos creen incluso estar haciendo el bien y sirviendo al Señor. Presumen incluso de nobles, humildes y misericordiosos con el pecador, llegan incluso a impartir homilías dulces, pertinentes y hasta ecológicas, citan los Evangelios con maestría, se sienten los imitadores más cumplidos de Cristo en esto de acercarse al pecador (lo malo es que sólo lo hacen para afianzarlos en su ofensa al Señor, a sí mismos y a su prójimo). En el fomento a la herejía más burda o la legitimación de los sacrilegios y de los pecados más aberrantes en nombre de la 'inclusividad' se destacan como pocos (comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor a personas sin fe y sin gracia, manipulación y asesinato de bebés antes de su nacimiento, asesinato de personas enfermas o moribundas, aberraciones sexuales y bendición de parejas homosexuales, anticoncepción, corrupción de los niños en las escuelas, normalización del divorcio y el adulterio...)
1.- Pocos con sotana, bastantes con clergyman, muchos atuendo UGT.
2.- Santa Misa con casulla, otros sólo alba.
3.- Homilías muy acertadas y otras muchas impreparadas e ininteligibles.
4.- Comunión , muy pocos casos con reclinatorio, muchos de pie y en la mano, bastantes en la boca. Muchísimos sin confesión , estando en pecado mortal.
5.- Doctrina : muchos buenistas, periféricos, sostenibles, transversales y de mucho Francisco y CVII. Algunos de sana doctrina y son inventos.
6 .- Castidad, actos impuros , adulterio , sodomía , corrupción menores : ningún sacerdote en
las homilías. Sólo algunos en algún blog de Infocatólica.
Hemos de reparar, desagraviar, adorar y rezar mucho más.
Todos los Papas murieron mártires en los primeros 300 años de la Iglesia.
¿ Cuándo ordenan a un obispo, ésta persona es consciente de ello ?, pues es un sucesor de los apóstoles.
Es cierto que debemos rezar más y prepararnos para lo que viene.
Siempre con la ayuda de Jesucristo.
Y nosotros los fieles, pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine para acercarnos a los pastores según el corazón de Jesucristo.
Que no nos dejemos seducir por las falsa palabrería de los lobos vestidos con piel de cordero, por muy altos que estén en la Jerarquía.
"Todos los apóstoles sufrieron el martirio.
Todos los Papas murieron mártires en los primeros 300 años de la Iglesia.
¿Cuándo ordenan a un obispo, ésta persona es consciente de ello?"
Estos obispos y sacerdotes han de creer que su gran 'martirio' consiste en aguantar los molestos e incómodos señalamientos de sus herejías e infidelidades por parte de sacerdotes y fieles indignados como nosotros.
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Muchísimas gracias por tus oraciones, q buena falta me hace: las necesito.
A partir de ahora a esta persona no la buscaré más, si alguna vez necesita ayuda deberá tomarse el trabajo de pedirla (que no se la voy a negar) pero mientras tanto mi casa permanecerá cerrada para ella y todas las que sean como ella. Una relación de mínimos y quien sabe, quizás sea lo mejor.
Pero a usted gracias por abrirnos su corazón y consolar el nuestro.
Cuente con mis oraciones.
Reza por nosotros. Y por la Iglesia, a todos sus niveles.
La tempestad forma parte d las circunstancias q ha d afrontar la Iglesia, y nosotros en Ella. Todo es Providencia Divina. A nosotros nos toca decirle siempre al Señor: "Q' quieres q haga? Y con tu gracia, lo haré".
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