"Añoraban los puerros, cebollas y ajos...".

Nada nuevo bajo el sol. Tampoco en la Iglesia Católica, que es la única que me importa realmente: no me da para más. Y se repite la historia, como lo vemos desde el Antiguo Testamento, que no solo se explica desde el Nuevo, sino que también lo prepara; y además nos ilustra sobre muchas cosas a día de hoy, para que no volvamos a lo mismo: que además de estar más que pasado, es empecinarse en el ERROR. Días que vienen, por cierto, más que revueltos, siniestramente perversos.

“A lo que íbamos, Juana”. Lo de los “puerros, ajos y cebollas” -"lo vegano” tiene largo recorrido, a lo que se ve-, viene a cuento de la añoranza que los judíos, ya metidos en harina de su viaje EN LIBERTAD, guiados por Dios hacia la Tierra Prometida, “una Tierra que mana leche y miel” -¡que ya es manar!-, y en el que les suministra el “Maná, que venía del cielo” -sabían, por tanto que les venía de Dios; como las codornices, o el agua de la roca, o el mimso Moisés-, recuerdan y añoran “lo que comían en Egipto”, bien sometidos a los poderes públicos. 

A lo que se ve, el “estado de bienestar” de la época como primera condición de sumisión, era llenarles la panza -nada nuevo bajo el sol: ahí estamos-, aunque fuese de esos productos de la huerta, tan magnificados hoy. Pero ESCLAVIZADOS por único horizonte. ¡Tan bien exclavizados que no les dejaban ni tener hijos! ¿Les suena la música? Que ya es horizonte…

Y es lo que me ha recordado tanta matraca de la “Conversión ECOLÓGICA”, del “Cuidado de la Casa Común”, de “la Amazonía”, y cosas por el estilo. Que me da que no llegan a católicas ni de refilón. Vamos: ni con calzador.

¡Se ve que hay gentes en la Iglesia que añoran la huertina del agüelo, y lo bien que se lo pasaban allí de críos, y quieren que todos tengamos una…!

Desde luego, ni en las Escrituras ni en la Tradición aparece nada por el estilo. Mucho menos con la pretensión de Realidad Absoluta y Abarcante, con ínfulas de Horizonte Eclesial Único y Exclusivo. Con lo que tendremos que inclinarnos a pensar que, en la Iglesia, se pretende instalar, sí o sí, un  nuevo “neologismo eclesial” -suma y sigue; y la operacion va creciendo-, que ha tomado cuerpo en los últimos siete años, por poner una fecha.

Tampoco estaba presente en el Magisterio Verdadero. Por poner también una fecha: hasta bien después del CV II. Como muestra, un botón: tengo delante los Documentos Colectivos emitidos por los Obispos de España, de 1870 -1974. Cien años, con unos bises. En todo el Índice no aparece JAMÁS nada que se aproxime a lo de estos últimos años…

O sea, que todo esto tan nuevito que ni sus autores y voceros aciertan a explicar -aunque sí saben de qué va todo el tinglado-, aparece ordenado y dispuesto desde la cúpula de la cadena jerárquica de mando, para ir “cocinando” la “nueva iglesita": “a nueva iglesita, nueva pseudo teología", o así. No veo otra forma de acercarme al tema.

No me cabe otra explicación, habida cuenta de que no se nos explican NUNCA las supuestas o posibles “razones teológicas y doctrinales’: lo que cabe y hace ser y aparecer a la Iglesia como la Iglesia Verdadera. Claro que si no lo explican puede que sea porque no haya explicación a la altura del hombre, creado por Dios, y elevado a la condición de hijo Suyo.

Lo más que se nos indican son “razones de conveniencia” del nivelón de “algún bien se hará al planeta y a los demás".

Por ejemplo, “no pongas la calefacción”. O “recoge los plásticos”. Que, como “lugar teológico de encuentro con Dios", es lo más que se puede y debe llevar en la “nueva iglesita", o así. Porque no da para más, ni nadie lo pretende ya… Los escasos vergonzantes que aún quedan añaden al final: “reza antes y después de comer”. Y ya han cumplido. O eso creen.

Y ahí están instalados sus promotores y voceros. Sus “razonadas sinrazones” tendrán. Supongo. Aunque deben ser tan secretas como los Acuerdos China-Vaticano, donde están ganando los chinos por goleada: auténtica merienda de “vaticanistas":: “habitantes y en nómina del Vaticano".

Pero como NUNCA las manifiestan, nos quedamos también sin saber los “por qués” de sus griterios para la galería o la mundanidad. Curiosamente, siempre al servicio del NOM, de la ONU, y demás zarandajas torticeras, mentirosas y corruptoras, por ateas. Que, como Toma de Posición Oficial de la Iglesia Católica Oficialista, no deja de dejarnos escandalizados. Como mínimo.

Hasta llegar a estas “novedades eclesiales” la Doctrina, llena de la Sabiduría que viene de Dios -la buena teología-, enseñaba con Verdad y Certeza que el hombre era el Rey de la Creación -aunque haya gentes que se enfaden con esto; lo digo ex profeso-, querido así por Dios mismo, Creador de todo lo creado, del hombre para abajo. También los Ángeles, pero ese es otro tema, que no viene al caso ahora.

Todo estaba puesto a su disposición para, desde ahí, viendo lo creado que se le ofertaba como SU casa, elevara el alma a Dios, henchido de agradecimiento. Un agradecimiento que se hiciese alabanza y adoración al Único Dios Verdadero. Porque “de lo visible de Dios se llegaba a lo invisible".

De este modo, lo creado, cobraba su verdadero destino: “ser lugar teológico de encuentro del hombre con su Dios; y también de Dios con sus hijos": con razón y sentido se nos indica en el Génesis que Yahweh Dios bajaba al Paraíso, a la hora de la fresca, para estar con ellos: con Adán y Eva.

El orden material, el orden de la Creación, se convertía de este modo, por querer divino, en el lugar en el que el hombre debía buscar su Santificación, y la de los demás, amando a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo.

Era el LUGAR de su Salvación -no su Casa Permanente, sino buscando la Futura-, obrada por Cristo, y aceptada por nosotros: viviendo en el mundo sin ser mundanos, sin pretender servir a dos señores, sin hacer trampas, sin olvidarnos de Dios. Al contrario.

Empezando, por ejemplo, con “la Santificación del Trabajo". Presente en prácticamente todas las órdenes religiosas -Ora et labora-, y presente también en tantas instituciones eclesiásticas que tienen al Trabajo como modo y bandera de su empeño en ser santos en medio del mundo.

Pero no. Ahora, en un bajonazo incomprensible, antiteológico y antieclesial, se nos lleva a “trabajar por la casa común", sin siquiera explicarnos -se nos hurta la explicación, con lo que eso supone de negacion de Dios: el que no lo vea es su problema, no el mío-, que es “común” porque es de Dios: es Dios quien nos ha puesto ahí, en el mundo, para que le busquemos, le tratemos, le demos Gloria, y nos SANTIFIQUEMOS.

En esta nueva toma de posición, ¡todo el orden divino ha desaparecido, porque ha desaparecido Dios!

¿Es esta la “misión” de la Iglesia a día de hoy? ¿No es un dejar de ser la Iglesia para pasar a “iglesita de tercera regional": una más, efectivamente -es lo que al parecer se desea-, entre todas las demás?

¿Dónde queda el ir por todo el mundo, enviados por Dios, a predicar el Evangelio, a bautizar, y a perdonar los pecados, etc.? ¿Dónde queda la Iglesia Verdadera? Aquí no, evidentemente: se ha DESVIRTUADO, y no sirve ya para nada, como se ve en tantos países, antes católicos.

¿Qué hemos de hacer los católicos que queremos seguir siéndolo? No hacer ni caso a todas estas “novedades", vengan de donde vengan -que siempre vendrán de mal sitio, y de malos autores-, como ya nos lo recomendaba san Pablo: que huyamos de las novedades. Recomendación que sigue tan vigente como antes, y como siempre. Y quizá más necesaria.

Y rezar. Y reforzarnos en anclarnos en la Doctrina: en la Doctrina de Siempre, que no cambia, porque no puede cambiar. Y acudir a Dios con santa Urgencia, Necesidad y Esperanza: ¡Salvanos, Señor, que perecemos!