Pro Ecclesia tua, Domine! 1
Mucha gente, de lo mejor en la Iglesia, ante lo que acaece en Ella, en especial en estos últimos años, me preguntan con preocupación -supongo que otras preguntarán a otros sacerdotes-, qué podemos hacer.
Lo hacen con dolor profundo en el alma; y también -¡cómo no!-, con un punto de esperanza… Quieren implicarse -estoy convencido-: cualquier cosa antes que verlas venir y verlas pasar, insensibles al sufrimiento de Cristo y de tantas otras almas.
Se rebelan ante este abandono inmisericorde y ante tanta ofensa sacrílega que, en la Iglesia y por los suyos, está padeciendo Jesucristo. Y no van a dejarle solo y a solas: no quieren que se repita la desbandada de la Cruz; ya, desde el mismo Prendimiento.
No quieren dejar a solas a tantos miembros de la Jeraquía que sufren, quizá los que más, por todas estas cosas. Ni mucho menos dejar a solas a tantas almas, hijos de Dios en su Iglesia Santa, que se dan cuenta de lo que está pasando, sufriéndolo como propio. También por los que ni se dan cuenta…
Por tanto, siguiendo y asumiendo esta “circunstancia” por la que atravesamos, me he lanzado -y espero que Dios y su Madre Santísima me/nos ayuden-, a promover una ola de almas que quieran ofrecerse a Dios “en perfecto holocausto” -a imagen e imitación Suya-, por su Santa Iglesia, nuestra Madre.
Como digo, no es sino imitar a Jesucristo que “se ofreció a Sí mismo en la Cruz, por nosotros, pecadores". Imitando también la entrega auténtica de su Madre la Virgen María al pié de la Cruz, en total y absoluta unión con su Hijo.
Busco, de parte de Dios -asi lo ha pedido Él expresamente-, almas de todo género y condición: mujeres, hombres, solteros, casados, sacerdotes, religiosos y religiosas, intelectuales y obreros, ricos y pobres, sanos y enfermos; niños, jóvenes, adultos, ancianos; piadosos o a remolque, o que incluso lo hayan dejado hace tiempo, mucho o poco: pero todos empeñados en ir a Jesús y decirle, con todas las veras del corazón: “Jesús de mi alma: mi vida toda para Ti, en favor de tu Iglesia”.
La Iglesia se muere -agoniza-, porque la están matando. La estamos matando entre todos: sus hijos, que ya tiene mérito.
No se me ha ocurrido todo esto a mí personalmente. No hago más que recoger y pasar el testigo -a todo el que quiera darse por aludido-, que Jesucristo mismo nos lanza.
Copio de unas revelaciones particulares, “Dictados de Jesús a Marga”, publicadas el año 2017, con permiso expreso del Obispo de su Diócesis:
“Mi mano sostiene al malvado, que quiere caer contra vosotros, que quiere aplastar mi Heredad [la Iglesia], que quiere apagar mi Llama, ocultar mi Luz.
Mi Madre, con sus rosas [el Rosario] teje una corona que coloca en vuestras cabezas y os distingue así como porción que he de salvar, como el Resto de mi Heredad.
Cuando Yo venga, os encontraré creyendo?, ¿os encontraré confiando?, ¿amando? O quizá mi Resto, en quien confío, también ha bajado a formar parte con los impíos…
¡Oh, no me abandonéis ahora, cuando más os necesito! Venid a Mí. Venid Conmigo. No dejéis que Satanás se ría viendo cómo ha conseguido haceros perder el Amor.
Yo os envío. Trabajad, recolectad, sembrad, bregad en mi Nombre y con mi espíritu (…). Yo os preparo personalmente. Mi Madre se ocupa de vosotros: sis objeto de sus preocupaciones. (…) Decid que Yo vengo. Llamad a convesión (…).
¿No me amáis? (…) Muero continuamente porque nadie se apiada de Mí (…) ¡Os amo tanto!
Como es lógico, no se olvida de recordarnos que necesitamos a su Madre.
Y dejad que la Virgen sea vuestro corazón. Que Ella sea la que os impulsa la vida, la sangre de la vida por la savia del cuerpo, por las venas del cuerpo, alimentando todo el conjunto corporal. Impulsaos por Ella, formad parte de Ella. Convertíos en otros “Ella", para que así -¡oh designiio divino!- seáis todos Corazón, Corazón de mi Iglesia. Fuego que abrase este Cuerpo mortecino y le dé vida. Fuego e ímpetu de Amor. Acción poderosa, acción ardorosa de Amor que levante mi Iglesia en España [vale para todos los países, por supuesto], Este es mi Deseo, esta es mi Voluntad. Amén”.
Es bien sabido por todos que la mejor arma para ir a la VIrgen, y “arma poderosa", es el Santo Rosario; que Ella, tantísimas veces y en tantísimos lugares -también lo hace en estos “Dictados"-, pide encarecidamente que recemos:
“Atraed con mi Rosario las Bendiciones de Dios sobre vosotros. Cread así el cerco que os defiende del Enemigo.
Oh, niña [se refiere a cada alma: nos llama así], no hay nada más cierto que esto: Yo os libro del “Malo". Acudid a Mí y recibiréis las Bendiciones para el mundo [no es el mundo “material", sino las almas todas], la Bonanza para vuestros hogares. Atraed la Misericordia de Dios para el mundo… Atraed su Amor, no su Ira. Repartid ese Amor.
Expandid con mi Rosario una alfombra de rosas para el mundo por donde Dios, en su Venida, pueda pisar”.
Bien podríamos empezar a vivir nuestro ofrecimiento a Cristo por su Iglesia así: con el rezo fervoroso del Santísimo Rosario. Porque así nos lo piden tanto Él como Ella.
Y nos urgen. Como está escrito: Caritas Christi urget nos!: El Amor de Cristo nos urge.
Y ya iremos, todos los que queráis uniros a esta petición del Señor -me atrevería a decir que “angustiosa", hablando a lo humano-, concretando más cosas, poco a poco.
Pero por algo hay que empezar. Y con su ayuda, que no nos faltará, le ayudaremos a salvar todo lo que Él desea. Y nosotros con Él, por supuesto.
Si alguno quiere manifestar su adhesión a este ofrecimiento, puede hacermelo llegar, por este medio, aunque yo no publicaré las respuestas, si el interesado no quiere. De esta forma, podré seguir mandandoos palabras del Señor y de su Santa Madre, e ir concretando modos y maneras para ser fieles a este compromiso, ante el Señor y su Iglesia.
23 comentarios
¡Muchas gracias, necesitaba leer algo así!
Dios le bendiga y que el Espíritu Santo le guíe y nos guíe a todos.
Dios le bendiga
Qué bel Señor venga pronto a socorrernos!!!
A mí me ocurre otro tanto ante la decadencia eclesial. Como diácono cada día sufro más ante tanta indignidad, tanto arrastrar por el barro la doctrina, la liturgia, la moral, las mismas palabras de Nuestro Señor. Lo que peor llevo es la decadencia del clero, y la inoperancia y persimividad de los obispos, que lo consienten todo.
En mi diócesis hay sacerdotes a puñados que parecen más una mezcla de Marx, Maduro, Lutero, Pagola y Nietzsche juntos. Sus vidas, mundanas. Sin la más mínima apariencia de consagración externa o interna. Sus homilías están cargadas de las palabras o expresiones vacías tan de moda (sinodalidad, olor a oveja, primerear, etc), al tiempo que rebosantes de herejías a docenas. Su liturgia, inventada, de discoteca y alejada de las rúbricas y de todo lo sagrado. Su caridad, una farsa, sólo para los de su cuerda.
Me he quejado varias veces de lo que veo al obispo. Ni caso. Ni un sólo cambio. Es frustrante y demencial que se permitan tantos excesos.
Todos tenemos fallos, errores y pecados. Pero cuando el error es contumaz, sin propósito de enmienda, a sabiendas, y totalmente fuera de lo que siempre ha defendido la Iglesia, se necesita que ésta se defienda para simplemente sobrevivir y proteger a sus miembros. Ese sacerdote ha de ser expulsado. No quiere, lo ha demostrado públicamente, ser de la Iglesia católica.
Ofrecer las limitaciones de la edad, de las enfermedades, Unidos a las Santas intenciones de Cristo, es buenísima oración.
Pero ya iremos también poniendo metas asequibles.
Hay que joderse.
Tómate la medicación con cuidado que está empezando a hacerte demasiado efecto.
¡¡¡Joder qué jartá de reirme!!!!
En estos momentos nuestra Santa Madre la Iglesia está como Cristo durante la Pasión, irreconocible. La inmundicia mundana la recubre, pero sólo la recubre. Es una prueba mayor a nuestra Fe, sigue siendo santa.
Es cuando más se necesita del Santo Sacrificio de la Misa, la oración perfecta por antonomasia, y de nuestra oración y penitencia.
¡Seamos Milites Christi!.
¡Caballeros de la Inmaculada como San Maximiliano María Kolbe!
Un abrazo para todos en el Señor
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