«De Maria, nunquam satis!». O las «tonterías» de los Católicos
Estamos en Adviento y nos quedan diez días para Nochebuena-Navidad, donde “comprobaremos” un año más lo prometido por Dios: “¡Un Hijo se nos ha dado, el Mesías, el Señor!”. Y, como ocurre siempre, su Palabra es Verdad, porque Él es LA Verdad. Por eso se cumple siempre, y tal como se nos ha dicho todo.
El Adviento es el tiempo de la Fe. Y, precisamente por eso, ESPERAMOS el cumplimiento de todo lo que se nos ha dicho de parte del Señor: que Dios mismo iba a venir para Salvarnos. Por eso será llamado Emmanuel, que significa. “Dios con nosotros". Y por eso sabemos que es el Mesías: “nuestro Salvador".
Este tiempo de Adviento, si alguien lo llena de un modo total y absoluto es la Virgen María. De ahí que el Adviento está plagado de fiestas y de advocaciones marianas: Loreto, Guadalupe… Y su señal más caraterística de la “gratia plena”: la Inmaculada Concepción de María.
Y su fruto por excelencia: ser la Madre de Dios: nos ha dado, nacido de Ella, al “Rey de Reyes y Señor de los que dominan”.
Por eso, a pesar de las palabras que ha recogido el Evangelio de la Misa de hoy, Tercer Domingo de Adviento, en las que Jesús afirma, hablando de Juan Bautista, el Precursor, que “no ha nacido de mujer nadie más grande que él”, hay que entenderlas con dos connotaciones precisas y necesarias: ni se nombra Él, Jesús, ni nombra a su Madre, Madre nuestra también, por querer divino.
¿Por qué lo hace así?
Que no se nombre, no nos extraña nada, porque nos tiene acostumbrados a estas cosas, y a este modo, absolutamente humilde y paciente, de “ni nombrarse". Pero, ¿por qué ese silencio sobre Ella? Exactamente por lo mismo.
En todo el Evangelio no aparece ni una sola alabanza a su Madre. En las bodas de Caná, da la impresión, incluso, de que le niega lo que le pide: “-Mujer, ¿qué nos va a tí y a Mí?”. Y, ante la multitud que llena la casa donde le busca Ella -le pasan el recado: “tu Madre y tus hermanos están fuera, y te llaman”-, contesta: “¿Quiénes son mi Madre y mis hermanos?”.
A su Madre, estando Él aún físicamente en este mundo, la rodea de silencio. Es señal de predilección divina. Algo, ese silencio, que se acaba en cuando Él “se va” de este mundo: comienza entonces a lucir en todo su esplendor la Maternidad de María, especialmente sobre nosotros.
Y así, desde Pentecostés hasta hoy, pasando por los ánimos al apóstol Santiago, en Zaragoza, el mundo se ha llenado de ermitas, advocaciones, iglesitas, Santuarios, Monasterios, Basílicas, representaciones de todo estilo…, que han recogido y, a la vez, alimentado la devoción mariana a través de los milenios. Porque Ella, lo mismo que “no le falló” a su Hijo -ahí estará el pie de la Cruz, donde la recibimos por Madre-, “no nos falla” -no nos puede fallar- a ninguno de nosotros, sus hijos en su Hijo y en su Iglesia. Especialmente a los Sacerdotes.
Por eso no nos extraña que TODOS los SANTOS de TODOS los TIEMPOS hayan sido así: Marianos. Un cariño a María que, en contra de los herejes de todos los tiempos, ni aparta de Dios, ni de Cristo, ni del Espíritu Santo, ni de la Iglesia, ni de nadie. Porque no puede apartar.
Estas “deformaciones” de lo que la Virgen María es y significa, solo caben en almas enfermas de orgullo, a imitación de Luzbel: Non serviam!
Al contrario: en la Iglesia, todos se han derramado en alabanzas a la Señora del Dulce Nombre, María. Hasta el punto de que, por ejemplo, san Bernardo de Claraval no dudará en escribir: “De la Virgen, nunca será suficiente lo que digamos”. Todo lo que digamos o podamos decir de Ella, y mira que se han dicho y escrito cosas: todo lo parece poco. Y tiene razón.
Por lo mismo, san Luis María Grignion de Montfort, afirmará, sin rodeos, que: “por Voluntad de Dios, la devoción a María es necesaria para la Salvación”. Y san Luis María, sabía perfectamente de lo que hablaba.
Finalmente, y por acabar con otro santo especialmente mariano y español, san Josemaría Escrivá de Balaguer -ahí está, por ejemplo, el Santuario de Torreciudad como prueba visible, física-, escribirá: “A Jesús se va y se vuelve por María”. También lo hace todo desde su rica experiencia, como hijo suyo y como sacerdote, de lo que afirmaba.
Así todos en la Iglesia. Al menos, todos los que han querido declararse y vivir como hijos buenos de Dios en su Iglesia: TODOS MARIANOS.
Del “nunquam satis!” a las “tonterías” de la semana pasada, media un abismo. Un “abismo” que es el contra-icono de en lo que se ha convertido hoy la inmensa mayoría de la Jerarquía Católica: es lo que va de la Iglesia Católica que ha saalido de las manos de Cristo a… la “amazonia", por ejemplo.
Y es un abismo que nos desgarra el alma. Por esto, y porque se nos hace incomprensible y profundamente rechazable, no podemos callarnos… y pretender al mismo tiempo que seguimos queriendo a la Virgen, por quedarnos con algo. Porque, en este caso, ni a su Hijo tampoco.
Para decirlo todo lo claro que se puede y se debe decir: ¡sin María no somos católicos! Y, si me apuran, ni personas: porque “el que no ama a su madre es una bestia".
Vamos a desagraviar a Jesús. Vamos a desagraviar a su Madre, nuestra Madre. Vamos a seguir imitando a los Santos. Vamos a sabernos y a vivir como lo que somos por querer divino -que ha de ser el nuestro-: ¡MARIANOS!
Y que su Hijo nos perdone lo que le hacemos sufrir a Él… y a Ella, su Madre.
Amén.
27 comentarios
¿quien es él para juzgar con arrogancia a los Santos Padres que le han precedido diciendo verdades sobre Ella? Y diciendo no simples palabras de hijos enamorados.
Dios mismo la escogió, la preservó sin mancha alguna a Nuestra Madre Inmaculada, la llenó de gracias que aún nosotros como hombres no comprendemos a plenitud, por lo que decir “María mujer, María madre, sin otro título esencial” es negar la verdad revelada: María Gracia Plena dicha de la voz del Ángel. Ahí de las palabras del Ángel se derivan a Ella los títulos de las letanías lauretanas que no son suficientes aún ante la grandeza y pureza de Nuestra Señora
Es el tiempo en que nosotros los católicos debemos seguir el ejemplo de San Juan, aunque Pedro haya negado a Nuestro Señor, apostatando, debemos mantenernos junto a la Excelsa Santa Madre de Dios, al pie de la Cruz.
Dolor nos ha producido está triste-por poner un adjetivo- frase de quién nos debe confirmar en la fe.
Recemos! Son tiempos duros, difíciles de "digerir", sobre todo por el silencio cómplice de la mayoría..
Oro por Ud!
Porque para "tonteras" de verdad, la ocurrencia de "mestiza" es única.
En cinco siglos no se le había ocurrido a nadie...
Y lo del "silencio cómplice de la mayoría" (gracias, Silvia) es satánico.
¡María, Corredentora del género humano, ruega por nosotros!
¡Jesús, mi Dios, mi Padre, mi Redentor, ten piedad de todos nosotros!
Me ha gustado mucho todo su artículo, menos dos cosas.
1) las "dos connotaciones precisas y necesarias" que Usted da, es decir, eso de que "ni se nombra Él, Jesús, ni nombra a su Madre, Madre nuestra también, por querer divino".
2) tampoco me ha gustado la segunda parte del título de su artículo, eso de las "tonterías " de los católicos, al menos en la medida en que esta vez sus palabras parecen referirse en concreto al Santo Padre.
Sobre el primer punto, prefiero el comentario, a mi parecer excelente, que hace el Reverendo P. Louis Bouyer. Este grandísimo teólogo dice lo siguiente: "El evangelio según san Juan nos hace ver una cosa de la que, según los testimonios posteriores, no podemos dudar: que existió, entre los discípulos de Juan el Bautista, un conflicto prolongado acerca de si Jesús era o no más grande que el Bautista. La afirmación de Jesús, habitualmente entendida de mala manera: "Os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él", sólo tiene sentido se se la relaciona con ese conflicto. Eso de "el más pequeño" no hay que entenderlo como un superlativo que se referiría "al más pequeño" de los creyentes, en oposición a Juan el Bautista. Entenderlo de esta manera está en contra de la parte anterior de la frase y está también en contra de la afirmación tan clara de los evangelistas, según la cual Juan (el Bautista) creyó en Jesús, y por tanto Juan (el Bautista) no está fuera del Reino de Dios. Eso de "el más pequeño" es un comparativo, y ese "más pequeño" no puede ser otro que el mismo Jesús, tal y como lo afirmaban y entendían muchos discípulos de Juan el Bautista" (La spiritualité du Nouveau Testament et des Pères, página 64).
Si el P. Bouyer tiene razón en su interpretación, de ahí se deduce también que "la mujer" a la que se refiere Jesús en ese texto es, claro está, la Virgen María.
Por lo demás, en la misa de la Virgen de Guadalupe, el Papa dio a entender que querer proclamar a María “Corredentora” era una tontería. La expresión, con razón, no ha gustado a algunos, pero a mi parecer es un acierto que el Papa prefiera que ese hecho de la verdadera "corredención" de María no sea un dogma.
Nada más por hoy, querido P. José Luis. Decirle solamente que me encantó su artículo del viernes: "¡Qué atrevida es la ignorancia! Claro que, peor, las ideologías".
Gracias de corazón.
José Mari, franciscano
Vaya por delante, mi querido José Mari, que no escribo para que a la gente le guste: en esto, siempre habrá pareceres diversos y no se puede contentar a todos, por ser misión imposible. Los políticos "parece" que lo intentan pero es pura farsa; aparte que yo no soy político, ni lo pretendo.
Tampoco pretendo que mis entendederas sean o sirvan a las de todos, porque cada uno tiene las suyas. Lo que sí intento es que se entienda lo que escribo; y, por supuesto, pretendo escribir dentro de la ortodoxia: otra cosa ni se me ocurre.
Muchas gracias por tus palabras.
Cuento con tus oraciones.
si Ella te conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin.
Y así verificarás, por tu propia experiencia, con cuánta razón fue dicho:
'Y el nombre de la Virgen era María'”.
(Fragmento final de "Mira la estrella invoca a María", preciosa oración de san Bernardo).
Queda claro dónde están y quienes son los tontos.
Madre de los pecadores, ruega por ellos y por nosotros.
Mira por dónde, yo las suelo rezar varias veces al día; por ejemplo, cuando salgo a la calle a hacer recados. Te alabo el gusto y la devoción, Adriana.
¡Venceremos!
Pero aquí estamos en algo más llano: que Ella fue creada antes de todos los tiempos, Pura, Santa, Inmaculada y Santificada infinitamente por toda la eternidad, a cada instante desde el instante mismo de la Encarnación, por el contacto físico del Verbo Divino con sus Purísimas Entrañas. Jesús no se "mestizó": eso es injurioso; Él tomó la carne de Ella, Se Encarnó: "Verbum caro factum est"... ¿o eso es otra "tontara"?.
Por eso, lo de Encarnación=mestizaje lo reputo contrario a la fe, por no utilizar un calificativo grueso; y hacerlo por prurito indigenista, lo es doblemente. Porque aquello de "Mihi autem absit gloriari, nisi in Cruce Dómini nostri Jesu Christi per quem mihi mundus crucifíxus est, et ego mundo" (Gal 6,14), que rezamos justo en el Introito de la Misa de San Francisco es de especial aplicación para una persona muy concreta.
Y es que determinadas manifestaciones en determinadas bocas son lo contrario a "no gloriarse en nada que no sea la Cruz de Jesús".
Y que a nosotros, en fin, nos dé la fuerza para poder soportarlo con dignidad. Todo creyente sabe lo que es la Virgen para sí mismo, lo que representa para su corazón, para su vida, cuánto la necesita, cuánto la ama.
No me entienda, por favor, que critico su esfuerzo, ni mucho menos. Al contrario; su post es incontestable. Sólo quiero decir que no suframos por algo que no tiene ningún valor, aunque la "tontera" de turno la diga un papa. No merece la pena entrar en discusiones teológicas o siquiera pastorales sobre un texto que carece del menor rigor en ningún sentido. Sí, es muy grave porque es una homilía y del papa, pero no podemos entrar a responder lo que no pasan de ser provocaciones. Está muy bien recordar lo que es Nuestra Madre y Señora, reivindicarla, si se quiere, ante cualquier actitud que no reconozca su grandeza, pero es que hay cosas que realmente no merecen la pena. Todos sabemos lo que es Ella para todos nosotros.
Y menos aún merece la pena pecar por nuestras palabras (no digo, evidentemente, que usted haya pecado al escribir este texto). Yo me he confesado bastantes veces por pecar contra el papa al emitir públicamente juicios críticos a su labor. Me cuido ya de no hacerlo, aunque no pueda evitar pensar lo que pienso... Por lo cual sigo pecando, si bien de un modo menos público. Algo es algo. Alguno dirá en tono admirativo que la figura del papa es provocadora o provocativa..., y no le falta razón. En lo posible, sabiendo cuánto ofende, no entremos en sus provocaciones.
Un saludo cordial, D. José Luis.
Con Doiraje,no vale la pena "caer en provocaciones". Sí, creo que eso son.
Grave, muy grave esas " tonteras provocaciones" de quien viene y a quienes él sabe que ofende; al pueblo de Dios, a La Iglesia militante, la que él debiera guiar y fortalecer en la fe de nuestro Bautismo.
Bueno, ese es el tiempo que vivimos. Aunque nos parezca Increíble.
En confesiones pasadas, hace más de un año me pasaba lo de Doiraje. Gracias a Dios un sacerdote mayor me dijo: ¡Dele gracias a Dios porque es inteligente! Lo que sigue de ahí es cuestión de su voluntad, qué elige! Lo mejor es ORAR.
Y es que no quería orar por él. Bendito sea Dios, a partir de ahí por lo menos, inicié a orar y orar, cada vez más con el Magníficat que es largo y al terminar ya a uno se le ha quitado la "pendeja arrechera"...
Que la Paz del Señor con el auxilio de la Virgen Maria Nuestra Madre, no falte en nuestros corazones.
¡Cristo, que habita en nosotros por pura gracia, además se ha hecho amorosamente nuestra esperanza, así como el Esperado y Deseado de las naciones, hasta el día glorioso de su Reino eterno!
Gracias por su comprensión, y gracias sobre todo por pedirme que rece por Usted, porque eso me pone “en mi verdadero sitio”, el que, por desgracia, más tardo en tomar, no tanto por pereza, sino porque rezo poco y mal. Con muchísimo gusto he comenzado ya a rezar por usted.
Estoy de acuerdo en que “siempre habrá pareceres diversos y no se puede contentar a todos”.
Pero, si le entiendo bien, me parece un inconveniente a evitar (en lo posible) que usted no escriba (si no directamente, ¡al menos indirectamente!) con el fin de que “a la gente le guste” lo que usted escribe.
A mi parecer, todos (pero sobre todo los católicos) hemos de intentar que lo que digamos sea, además de verdadero (¡que, en algún sentido, es lo primero!), bello en su forma y medida.
Los salmos nos lo sugieren abundantemente: “Las palabras del Señor son palabras auténticas, como plata limpia de ganga, refinada siete veces” (Salmo 12, 7); “Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es ágil pluma de escribano. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente” (Salmo 45, 2-3).
El Señor Jesús escribió únicamente sobre la arena (Juan 8-6-8), pero de Él dijeron los guardias con razón del templo: “Jamás ha hablado nadie como ese hombre” (Juan 7, 46).
Por su parte, san Pablo nos dice que tengamos en cuenta “todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito” (Filipenses 4, 8), y sabemos todos que la belleza literaria es amable y gusta a todos los que la saben saborear.
Sabemos, más en concreto, que la Sabiduría “es más bella que el sol y supera a todas las constelaciones” (Sabiduría 7, 29).
En lo que concierne a la belleza, en general me parecen excelentes, por su admirable sensibilidad y penetración, los blogs de D. Miguel Sanmartín Fenollera, así como las ilustraciones gráficas con que los acompaña.
¿No es esto un modo excelente de “hacernos todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos” (1 Corintios 9, 22).
En mi comentario de ayer, la impetuosidad y el descontrol me hicieron decir equivocadamente aquello de “si el P. Bouyer tiene razón en su interpretación, de ahí se deduce también que "la mujer" a la que se refiere Jesús en ese texto es, claro está, la Virgen María”.
En realidad, tendría que haber dicho más bien lo siguiente: “Si el P. Bouyer tiene razón en su interpretación, en esa interpretación se vislumbra (en un segundo plano, pero muy claramente) la presencia de la Virgen María, al menos si “ese más pequeño” del que nos habla Jesús es precisamente él mismo, nacido también de una mujer, como nosotros lo creemos”.
En este sentido, me entristece el comentario de Archie, ya que Cristo no sólo “se mestizó” con nosotros, sino que, siendo Dios, se hizo en todo igual a nosotros, menos en el pecado. Nos dice san Pablo que Dios envió a su Hijo “en semejanza de carne de pecado y en orden al pecado” (Romanos 8, 3). En ese caso, ¿qué de extraño tiene que la Virgen María “se mestice” en México, o se aparezca (¡digo sin saberlo!) con rasgos físicos de raza negra o de raza amarilla?
Perdone, querido Padre, este comentario tan largo.
Muchas gracias una vez más.
José Mari, franciscano
1- Tonto es el que hace o dice tonterías.
2- La Virgen María en las apariciones de Ámsterdam (945 y 1959) aprobadas por la Iglesia, pidió la proclamación del quinto dogma mariano, por el que la Iglesia la reconozca como Corredentora, Mediadora de todas las gracias y Abogada de todo el género humano.
La conclusión es, que está diciendo que la Virgen María dice tonterías y la está llamando tonta. Ni más ni menos.
Leer que alguien argumenta en favor del "mestizaje" de la Virgen acudiendo al aspecto con que se manifiesta en sus apariciones produce como mínimo hilaridad... ¿cómo habría que esperar que se manifestara a un nativo mejicano del XVI? ¿de japonesa? ¿Y en Akita, de nativa mejicana? De verdad, ciertas argumentaciones dan vergüenza ajena.
Y, además, eso ¿qué tiene que ver con lo que debatimos?... ['María se mestizó “para ser Madre de todos”, se mestizó “con la humanidad”. “Y, ¿por qué?” – planteó Francisco. “Porque ella mestizó a Dios". "María es mujer, madre y mestiza", dijo]... ¿Síííí...? Por favor, al DRAE, al DRAE rápidamente, a ver si aprendemos lo que es un "mestizo". De eso creo que hablábamos, así que falacias a otro sitio, que este es un foro serio. Y, por cierto, me ratifico: María Santísima no es mestiza; y es Corredentora.
Y que nadie sufra ni se entristezca por mi; quien pretenda defender lo que otros reputamos indefendible, que sufra por sí y por aquél al que pretende defender, como Jesús recomendaba a las buenas mujeres que lloraban a su paso camino del Calvario.
Por mi parte, rezo cada día en mi Misa y en todos mis Rosarios por el Obispo de Roma y por todos los Obispos que se están apartando a pasos agigantados de la Iglesia de Cristo.
Perdone mi ofensa contra usted. No tengo excusas, pero tampoco he deseado ofenderle, aunque mi ofensa haya sido real.
Por mi parte, me aplico del todo lo de no entristecerme por usted y lo de entristecerme por mí mismo, como Cristo insta a las mujeres de Jerusalén que lloran en el camino del Calvario. ¡Tengo tantos motivos reales y concretos para aplicarme sus palabras y las de Cristo!
En mi comentario al P. José Luis aludía a lo que usted decía porque me parecía que así, gracias al “mestizaje” y a la encarnación del Verbo, le exponía más completamente al P. José Luis otro aspecto (a mi parecer, útil y real), de la “corredención” de María.
De todas maneras, en esto de intervenir en los blogs, soy un “novicio” (creo que está es la sexta o séptima ocasión en que participo en un foro de estos).
Gracias por sus observaciones, Sr. Archie, y también “gracias adelantadas” si reza usted por mí, como espero y lo deseo.
Me alegro muchísimo de parecerme a usted en eso de rezar “cada día en mi Misa y en todos mis Rosarios por el Obispo de Roma”.
Por aclararle mi postura, le digo también que me ha encantado el comentario de ayer de D. Miguel García Cinto. El comentario de este señor me ha parecido una preciosidad, tanto por su libertad interior y exterior como por su profundidad y generosidad.
Un fuerte abrazo:
José Mari, franciscano
Cuanto me alegra el contenido de su comentario, especialmente que reza en su asistencia a la Santa Misa y en el rezo del Santo Rosario, por el Obispo de Roma, yo hago otro tanto, expresando en privado, o en público si me invitan a dirigir el Santo Rosario en la parroquia a la que pertenezco; para ello empleo en el ofrecimiento, literalmente lo que expresa el Canón Romano o primera plegaria eucarística, esto es, " POR LOS OBISPOS, PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS, PARA QUE SEAN FIELES A LA VERDAD Y PROMUEVAN LA FE CATÓLICA Y APOSTÓLICA".
Paz y bien en el Señor.
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