Aborto: el SIDA de la "democracia" occidental.
Las cifras son no ya inaceptables, sino lisa y llanamente cruelmente escalofriantes: cerca de dos millones de criaturas asesinadas en el vientre de su madre; y la inmensa mayoría de ellas, en abortos ilegales “camuflados” de legalidad, como se ha demostrado con el tal Morín, uno de los mayores promotores del aborto en España, “negocio” -pura muerte: vil, cobarde y traicionera- con el que se está labrando un buen futuro.
Una tragedia, pues, en toda regla, hasta el punto de haber llegado ya -en España- al “suicidio demográfico” -no hay recambio generacional-, a la asfixia económica -presente y futura-, y a la necesidad de “importar” trabajadores de donde sea: dato que desmiente la falta de trabajo en España, cuyos números de “parados” están también no solo exagerados, sino desorbitados: muchos “parados de lista” están cobrando sus ricos “sueldecitos de listo": cobran sin trabajar, y así no hay quien se estimule a hacerlo.
La expresión -"suicidio demográfico"- no es mía, por supuesto. Pero está muy bien traída. Un “suicidio demográfico” que yo he denominado SIDA, creo que con toda propiedad. El SIDA normalmente mata, además de ser muy contagioso; y a los que no acaba de matar los deja muy disminuidos en su vida normal, si a eso se le puede aún llamar “vida normal". ¡Si no fuera porque los poderes públicos están por el mundillo LGTBI a como dé lugar, serían carne de cañón para los promotores de la autanasia! Y a ese desgarro personal -también familiar y social, lógico- hay que añadir los dinerales que se está llevando en investigación, en tratamientos, en atención hospitalaria y extrahospitalaria, etc., etc.
Pues el SIDA se coge voluntariamente, jugando peligrosamente: el que “juega con fuego, se quema", dice el refrán muy sabiamente. No se pilla sin querer, como la gripe; o como un cáncer: el día menos pensado te lo descubren; ni es un accidente imprevisto e imprevisible: vas por la carretera y te topas con un conductor suicida. Para nada.
El SIDA sólo viene como viene, haciendo lo que se hace, siendo perfectamente consciente de que se hace. No hablo de los contagios forzados, que son tan accidentes como lo del accidente de carretera.
Para evitarlo, bastaría con lo que se sabe que realmente lo evita: no tener comportamientos de riesgo: antes se llamaban simplemente “pecados de lujuria". Pero claro, embarcados en el “derecho al sexo", y dominados por la lujuria es imposible atajar la plaga.
Lo mismo pasa con los embarazos de adolescentes, con las violaciones, con la violencia de género, con el desprecio de la mujer y del hombre, con los 500.000 menores borrachos cada mes y por sistema, con los matrimonios destruidos y los hijos destrozados -a veces para siempre, ya-, con los abusos sexuales a los mismos críos en/desde su entorno más cercano, con la pretensión -bien subvencionada, por supuesto- de acabar con la raza humana -¡hay gente pa’too!-, etc. En definitiva, con la (in)"cultura” (de)generada desde los mismos poderes públicos -las dictaduras más ferreas: las “democráticas"- con leyes y con dineros: con muchos dineros. ¡Cuanto más circula, más % les queda a los profesionales de los poderes públicos, semipúblicos, mundiales, o lo que sean.
El SIDA destroza. Y es lo que pasa con el aborto cuando una sociedad lo admite con “naturalidad", desde los poderes hasta la masa social, acríticamente, sin chistar, como “derecho reproductivo” de la mujer. Aparte de que el hombre ha desaparecido como “cooperante necesario” en el proceso -lo que ya desprende un tufo que apesta: todo es irracional y, por tanto, inmoral-, llamar “reproductivo” a un acto cuya finalidad única y exclusiva es matar al “producto” es de una crueldad -falsedad aparte- digna de los mejores empleados de los gulags o de los campos de exterminio: que es en lo que hemos convertido a toda una civilización, la occidental, la orgullosa de sí misma, la que se autoadora…, y que se ha tenido que doblegar ante los mismos paganos que la invaden y la destrozan ahora.
Como el soberbio marxismo -esto es historia vivida, contemporánea- tuvo que agachar la cresta ante el capitalismo al que pretendía superar con “dignidad moral": una dignidad moral -tan falsa como lo del “derecho reproductivo"- que siguen arrogándose las izquierdas; y que les da resultado, gracias al complejo de inferioridad -intelectual y moral- en el que el resto del horizonte se ha refugiado, dedicándose a gestionar “la pela". Y así les va: pierden las pelas, más todas las batallas en las que se meten: porque no están dispuestos a lucharlas desde la verdad y el bien, que son las coordenadas antropológicas de la persona y de todas sus construcciones, si quiere construir algo serio. Y con las que ganarían todas las batallas, porque la podredumbre no ha llegado aún a esos niveles en lo que todo está podrido y ya todo es inútil: pero no le falta mucho.
Cuando unos poderes y una sociedad se somete al ritual del ABORTO pierde su sentido: ya no sabe ni de dónde viene, ni a dónde va, ni sabe siquiera por dónde ir. Y se queda ella misma a los pies de los caballos. A los mismos pies a los que arroja a sus propios hijos -caso de tenerlos- generando crueldad tras crueldad, dolor tras dolor, y tragedia tras tragedia.
Todo el mal presente hoy en las sociedades occidentales -en España, en concreto- viene dado desde que se comenzó esta espiral, fruto de una mentalidad inhumana: la anticoncepción a como diese lugar; por métodos químicos, físicos…, a como fuese: ¿hijos?, ¡no, gracias!
A partir de ahí todo se desmorona: el divorcio señorea, el matrimonio deja de ser, la “relación” entre hombre y mujer se deteriora hasta el punto de llamar “marido” al maromo de otro maromo, o “mujer” a la partenaire de otra mujer, los hijos se cosifican y planifican, se antepone el placer a todo lo demás…, y se acaban suicidando jovencitas y jovencitos con toda la vida resuelta -con estos baremos-, amén de tener toda la vida por delante, como se suele decir.
Pero infelices, eso sí. A tope. Desgraciados a más no poder: hasta el punto de quitarse la vida. Los nombres están en las páginas de cualquier periodico, día a día.
Sólo Trump en el mundo occidental está levantando la liebre contraria: el apoyo a la vida. De obligada lectura su discurso, y el de Pence de este fin de semana ante la manifestación pro-vida en EEUU. O lo de algunos obispos franceses, en la misma línea: están despertando, gracias a Dios.
Porque la Iglesia, a pesar de Pablo VI, san Juan Pablo II y Benedicto XVI -como no gobiernan solos: ni pueden ni quieren- ni ha querido ni ha sabido estar a la altura de los tiempos. Tanto “signos de los tiempos” para no haber querido ser -desde la propia Jerarquía: hoy lo vemos más nítidamente que nunca- protagonista de los mismos, cambiando eso sí su sentido.
La “Humanae vitae” hizo saltar la liebre. Juan Pablo II y Benedicto XVI lucharon a brazo partido en y desde ese campo. Pero…, el humo de Satanás ahí está.
¿Venceremos? Tendremos que despertar, empezando por el campo católico.
4 comentarios
Desde el catolicismo menguante vemos con verdadero horror la deriva social, y cada vez nos produce más rechazo, pero esa impresión extrañamente no es compartida por demasiada gente; de hecho, todavía hoy el fenómeno habitual es el abandono de los valores cristianos por considerarlos arcaizantes y antihumanos, para sustituirlos por los valores de la modernidad, que se consideran positivos.
No se ven muchos ejemplos de gente hastiada de los valores mundanos que se pase a vivir cristianamente. Ni tan siquiera demasiados casos de gente cansada de vivir a la occidental.
Este hedonismo realmente da para vivir bastante bien un número muy importante de años, hasta la vejez la mayoría de la gente está muy a gusto: solteros o parejas sin hijos, o con un hijo, con buenos sueldos, buen coche, viajes a las cataratas de no sé dónde, cenas, salir con los amigos...
Suena horrible, egoista, estúpido, pero es un plan de vida que tiene más atractivo del que nos gustaría.
Hay en cambio algo realmente doloroso y sorprendente: la claudicación de la Iglesia, en especial de su jerarquía. En lugar de cumplir la función que Cristo le ha encomendado, recordando, a tiempo y a destiempo, que las ofensas a Dios no son gratuitas, que si no se pagan en esta vida se pagan en la otra, cierta jerarquía católica se ha empeñado en cohonestar el pecado, mundanizándose últimamente de una manera que cuesta creer.
Soy de los que piensan que si esa parte irreconocible de la Iglesia no se corrige pronto y mucho, Dios, que es celoso de su nombre y de su Iglesia, hará tronar sobre ellos, sobre los que culpablemente los siguen y sobre los que los apoyan e incitan, un escarmiento que admirará a los siglos.
Tiempo al tiempo.
Por las noches me despierto, asustada por la deriva que está tomando mi querida iglesia. Rezo, pido ayuda a Jesús, a Maria y a todos los santos. Refuerzo mi fe y mis ganas de seguir fiel y esperanzada.
Todos estamos capacitados par distinguir y, por eso, también somos libres para elegir. Hoy el mundo de hoy no es más feliz que el de ayer. Es, simplemente, más conformista. La felicidad se mide por los ideales a los que aspira la persona humana y el materialismo es el mayor enemigo de esos ideales. Si el ideal coincide con la Verdad la felicidad es aún mayor.
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