El culto a la personalidad, mera idolatría
El “culto a la personalidad” está al orden del día. Y por una razón simple pero poderosa: la vida que se busca y se quiere sin Dios -ut si Deus non daretur!- lo genera; porque “a menos Dios, más hombre", con todo lo que eso conlleva de tragedia para el propio hombre; que a Dios, la desafección del hombre no le afecta.
Son las señas de identidad -inequívocas, netas, claras, determinantes- del mundo pagano -y/o paganizado- y de sus periódicos “renacimientos"; en grado sumo hoy más aún que ayer; aunque, por desgracia y como vemos a nuestro alrededor, siempre cabe más.
También lo explica perfectamente aquello de que “menos Iglesia Católica” lleva también necesariamente al uso y abuso de “más hombre". Lo estamos viendo y padeciendo también cada día.
El tema no es, por tanto, nada nuevo, sino que es el pan de cada día a nivel personal, cultural, social, político y religioso: todos nos debatimos en la libre y tremenda elección de “o Dios, o yo": no hay más “historia” realmente.
El “problema” -si puede calificarse de tal- es que el hombre es “religioso por naturaleza"; como es político, o artesano, o inteligente y racional… “por naturaleza": somos así, lo queramos o no. Lo que incluye la capacidad de poder renunciar -voluntariamente- a todo eso o a parte de ese “bagaje natural” en su ejercicio práctico: nunca a la “capacidad", que no es voluntaria sino “recibida": nacemos con ella, nacemos así, somos así. Es la “naturaleza humana", aunque haya gentes -estultas cum laude- que se empeñan en negar los dos términos: “naturaleza” y “humana", juntos o por separado.
Ser “religioso por naturaleza” significa, literalmente, que “la persona humana no puede -porque no debe- vivir sin Dios". Y como no puede vivir sin Dios, cuando no llega a “conocerlo", o cuando se determina voluntariamente a “no reconocerlo"… ¡SE LO TIENE QUE INVENTAR!
Es lo que ha hecho desde que el hombre pisa la tierra. Y lo sigue haciendo ahora también: porque el hombre es hombre. Perdón por la perogrullada. Por cierto, y para el que pretenda sacarlo a relucir: el ateísmo es una excrecencia “moderna", Y excepción que confirma la regla.
¿En qué acaban “necesariamente” todos esos “inventos"? En el “becerro de oro": como nos enseña la historia, en especial por paradigmática la del “pueblo escogido". Da igual que el hombre, en particular o asociado, pretenda sustituir a Dios por el dinero, el poder, el sexo, la autoafirmación desnortada y autoaniquiladora, la “cultura", el sol, los animales, los placeres, etc. Todos son “becerros de oro” -incluido el ateísmo-, ídolos hechura de sus manos, de los que dice la Sagrada Escritura, que “tienen ojos, pero no ven, boca pero no hablan, orejas pero no oyen"… impavidos ante los sufrimientos humanos. La historia de Elías frente -y victorioso, por cierto- a los adoradores de Baal es pedagógica a tope. En sí misma y para el que quiera aprender y espabilar.
El “culto” a la persona o a la personalidad es también otro “becerro” que de oro sólo tiene el determinativo, nada más. Forma parte de los “sustitutos” que se fabrica el hombre, cuando lleva a la practica, hasta sus últimas consecuencias, aquello de que “el hombre es el Dios para el hombre” (L. A. Feuerbach).
De hecho -y es historia no tan lejana-, los regímenes -las ideologías que los sostienen, aparte la fuerza bruta- más ideológica y prácticamente ateos -socialismo, nazismo y marxismo- han sido los que más han practicado el “culto” al “Jefe Supremo” -y a toda la nomenklatura que ese mismo Jefe necesita-, a la vez que se han vuelto especialmente crueles contra los demás, sus “súbditos", por cierto, ya no ciudadanos.
Cómo se llega hasta ahí? El proceso puede ser más o menos largo pero es lineal, sencillo.
Hay que “bombardear” las mentes para, por una parte, enaltecer hasta el paroxismo la figura del Jefe, y por otra y a la vez, ir anulando cualquier atisbo de juicio “crítico” -el juicio siempre es “critico” por naturaleza-, (des)calificandolo como
“disidencia", “terrorismo", “antisocial” y/o extremista": de “poseedor de la verdad” y “nada tolerante".
Es lo que las ideologías se han montado para vivir. Y es lo que se está trasladando, tal cual, a una parte de la Iglesia que pretende imponerse a todo el resto.
Vamos, algo así como la parte de Cataluña que, en la práctica se ha impuesto al resto y que, no satisfecha con eso -las ideologías y sus mamporreros nunca tienen bastante-, ha pretendido imponerse a toda España.
Claro que todo eso lo ha podido hacer la parte menor con la aquiescencia y con los medios -el famoso y poderoso “don dinero"- de los sucesivos gobiernos de Madrid.
Pues tal cual en la Iglesia Católica.
7 comentarios
El socialismo es la madre del nazismo y del comunismo marxista.
Los sacerdotes no estamos "capados" políticamente. De todas formas, se lo podrias haber escrito a los obispos catalanes hace años: quizá hubiese sido más eficaz tu intentona de censura, como en la mejor y más clásica de las dictaduras.
Amen.
La historia está llena de ejemplos de sacerdotes que sí intervinieron en política. Por poner algún ejemplo: ¿le suenan nombres como Cisneros, Richelieu, Mazarino y otros muchos, como los políticos-Cardenales vaticanos? También podríamos mencionar los sacerdotes que se implicaron en la guerra de Independencia contra Napoleón, o los que en Hispanoamérica se sumaron a las sublevaciones contra España. Como ciudadanos de un país están en su perfecto derecho. Y como patriotas, están obligados a contribuir a la defensa de su país. Y en política, no es lo mismo un partido que promueve el aborto y la eutanasia, que otro que está en contra. Querer aparentar neutralidad es hipócrita. Es como intentar ser neutral entre un asesino y la victima. Esa hipocresía se ha apoderado de nuestros clérigos desde hace tiempo, aparentando prudencia, que es cobardía. Aparentando neutralidad, que, en realidad, es traicion.
Además, a ustedes se les ve el plumero rápidamente. El P. Aberasturi se lo ha indicado con claridad: sería creíble lo que Ud. dice, si les hubiera hecho la advertencia a los clérigos catalanes, que, esos sí que se mojaron hasta la nuca. O a los infames clérigos vascos que ampararon a Eta. Cuando veamos un escrito suyo a esos clérigos, entonces comenzamos a hablar. Mientras tanto, ahórrese sus moralizantes discursos.
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