"Cazad las pequeñas raposas que destruyen la viña" (Cant 2, 15) Parte 2
El panorama es bastante desolador: el vacío material de las iglesias, la ausencia de sacerdotes sentados en el confesonario y la ausencia de fieles buscando confesar…, frente a las más que pobladas filas a la hora de la Comunión -auténticas aglomeraciones: ¡qué contraste tan terrible y tan a la vista para el que lo quiera ver y entender!-: por cierto, siempre en las misas, nunca fuera de ellas, el fracaso de los montajes pseudocatequéticos, la esterilidad de los cursillos prematrimoniales y de tantas y tantas “pastorales” para adolescentes, jóvenes, adultos, el contradios de unos colegios y de unas instituciones que se llaman religiosas y se presentan como católicas y “matan” el más mínimo sentido de lo católico y de lo religioso: matan la Fe. Todo esto -y más- es profundamente deprimente.
La “cuenta de resultados” -en el mundo occidental- es no solo negativa -y tiene nombres: descristianización, secularización, ateísmo práctico-, sino profundamente demoledora y deslegitimadora para quienes han ostentado el deshonroso papel de estar al frente: y estos también tienen nombres -incluso apellidos- y títulos: los de sus cargos jerárquicos o eclesiales.
Deben creerse que la auténtica Iglesia es la iglesia VACÍA -la iglesia CERO- por falta de pastores y fieles, porque ya no queden más que en las catacumbas; y se empleen entonces los templos en poner pantallas de TV, en acoger refugiados -que no vienen ni a tiros: perdón por la referencia-, y en poner un tenderete de alguna ONG: preferible si la regentan homosexs y demás afiliados; aparte los consabidos cursillos de reiki, meditación trascendental, yoga y bailes del vientre que siempre atraen a alguien, especialmente si son gratis. Todo profundamente “católico", “misericordioso” a más no poder y, por supuesto, con las “bendiciones” correspondientes de quien corresponda…, o sin ninguna: que tampoco hace ya falta, dado que se puede hacer todo y de todo sin que pase absolutamente nada.
¿Por dónde hay que empezar? Porque a todo esto se le puede dar la vuelta, si hay conciencia del problema y se ponen los medios adecuados.
Y, entonces, ¿por dónde empezar? Por donde han empezado siempre todas las reformas católicas: por el clero, por los religiosos. Desde la Jerarquía que se comprometa a ello, o desde las mismas instituciones religosas, o desde personas -santos ya en vida- que aglutinen en su entorno a las personas que quieran convertirse y tengan hambres también de santidad. Porque los auténticos reformadores -en la Iglesia- han sido siempre, y lo seguirán siendo, los santos.
Y, en este ámbito, ¿qué habría que hacer? Volver a tener en cuenta la verdad revelada: que el sacerdote es otro Cristo; y, en consecuencia, ha de buscar tener -y mantener, y acrecentar- una intimidad y una cercanía muy especiales con Él, hasta el punto de que el horizonte de su vida sea la identificación con Él, de cara a la salvación de todas las almas.
Es decir, “inocular” en los sacerdotes -y en los religiosos- la necesidad absoluta de una vida espiritual -la vida interior- tan “pegada” a Jesús que a los afanes interiores de identificación con Él corresponda una verdadera, real y efectiva identificación externa: que su vida exterior refleje su vida interior, porque su vida real alimente y sea el tema de su vida interior. Esto es lo que “notarán” todos los fieles, y se sentirán atraídos a vivir así: porque verán a Cristo reflejado en la vida real -diaria- de sus sacerdotes, o de los religiosos y religiosas que les ayudan en tantos aspectos de su vida. Cuando esto no lo ven, se van. Es lo que ha pasado y pasa.
No puede ser de otra manera. Si, como escribía Benedicto XVI, “uno se hace cristiano por un encuentro personal con Cristo", no podemos pretender que uno se haga sacerdote o religioso sin un encuentro personal con Cristo; y si admitimos esto, luego no podemos extrañarnos de los frutos que se cosechen: la iglesia cero.
Y hay que alimentar ese encuentro personal con Cristo. Para eso está enseñar a hacer oración; para eso está enseñar -especialmente en los periiodos de formación- la doctrina recta y verdadera, y no las problemáticas, y menos aún los errores y las herejías; para eso está el llevarles -acompañandoles- a ser almas de Eucaristía, de adoración, de auténtica piedad; llevarles también a la confesión frecuente -el sacerdote y el religioso que no es buen penitente nunca será buen confesor-, sin la cual el acceso a la Comunión se va desvirtuando, el Misterio se va oscureciendo, el acostumbramiento asola el edificio de la propia vida interior, y la necesidad de Jesús se hace innecesaria.
Especialmente el sacerdote -y lo mismo el sacerdote religioso- ha de tener siempre presente que tiene que ser santo, porque ha de ser padre y maestro de santos: porque Dios nos quiere santos, a todos sin excepción; como ha de ser experto en los entresijos de la vida interior, porque ha de ser maestro de vida espiritual en las almas que le son confiadas; como ha de ser docto en moral, en teología y en doctrina, porque ha de adecuarlas a cada persona que se le acerque con hambre de Dios.
Este horizonte es el primero. Y sin esto, todos los demás intentos serán palos de ciego. O lo que es peor: intentos directos de destrozar la Iglesia Católica. De hecho, ya hay voces que lo gritan así.
Y aplicándonos el cuento, vamos a rezar para que comience la remontada.
8 comentarios
Especialmente el sacerdote -y lo mismo el sacerdote religioso- ha de tener siempre presente que tiene que ser santo, porque ha de ser padre y maestro de santos: porque Dios nos quiere santos, a todos sin excepción; como ha de ser experto en los entresijos de la vida interior, porque ha de ser maestro de vida espiritual en las almas que le son confiadas; como ha de ser docto en moral, en teología y en doctrina, porque ha de adecuarlas a cada persona que se le acerque con hambre de Dios.
Este horizonte es el primero. Y sin esto, todos los demás intentos serán palos de ciego. O lo que es peor: intentos directos de destrozar la Iglesia Católica. De hecho, ya hay voces que lo gritan así."
¿Qué quiere que le diga? Suscribo hasta la última coma.
Eso sí, esto vale también para los laicos, en la medida de sus circunstancias y de tiempo disponible. Pero lo esencial es lo mismo. Si no, nos perdemos.
Hay que rezar muchísimo por todos los sacerdotes, para que con todo coraje y fortaleza sean auténticos "otros Cristos". Falta mucha vida de oración en todos, pero muy especialmente es necesaria en los sacerdotes.
Esto es lo que pensamos muchos laicos, que lo diga un clérigo, pues, nos da fortaleza. Lo digo como lo pienso y lo siento; encontrar a sacerdotes así nos fortalece en la fe.
Muchas gracias.
Si no le pasa nada, es que su obispo no se ha enterado, o sabe que su causa, la causa de la catolicidad, ya ha perdido..
Rezo.
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