Frente a los críticos de la canonización de San Juan Pablo II
Numerosas solicitudes hemos recibido para responder a las duras críticas que la Iglesia soporta estos días por la canonización del Papa Juan Pablo II. El mensaje más repetido, hasta el hastío, con clara intención de hacerlo penetrar en la mente de muchos, es que el Papa “encubrió” a sacerdotes indignos, sobre todo indignos por el crimen espantoso del abuso de menores de edad.
A los católicos que lean estas palabras debo recordarles algo: es natural que el infierno brame y escupa azufre cuando se realiza una canonización. Declarar, con la autoridad de Cristo y de los Apóstoles, que alguien está en el Cielo, no es otra cosa que declarar la derrota de Satanás. Todo el trabajo del demonio tiene un propósito: que no alcancemos nuestra meta, que es el Cielo. Cuando el Papa declara, de modo normativo y definitivo, la santidad de alguien, le está declarando en su cara al demonio que fracasó, que todas sus estrategias fueron inútiles al final; que la presa ansiada escapó de sus fauces: “Hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador; la trampa se rompió y escapamos” (Salmo 124): tal es el mensaje y el canto de victoria de los santos en el Cielo, y entre ellos se encuentra ya nuestro muy amado Juan Pablo II.