InfoCatólica / Tal vez el mundo es Corinto / Categoría: Teología

21.07.15

¿Quería Dios Padre la muerte de su Hijo en la Cruz?

Aprovecho para hacerle una consulta, querido Fray Nelson: recientemente escuché la prédica de un sacerdote que dijo más o menos lo siguiente: “que no era la voluntad de Dios el que Jesús padeciera tanto en este mundo y llegara a morir en la cruz, ya que siendo Dios todo Amor, su voluntad sí era que Jesús nos enseñara cómo llegar a Dios, pero no necesariamente a través del sufrimiento en la cruz. Que el episodio de la cruz se lo debemos atribuir a las decisiones equivocadas de los contemporáneos de Jesucristo. Luego explicó que no es la voluntad de Dios el que nosotros suframos en este mundo, sino que sufrimos por las malas decisiones que tomamos". Yo pienso que en gran parte tiene razón, pero hay algo que me dejó incómodo: por ejemplo, si la enseñanza de este sacerdote es del todo cierta, ¿cómo interpretar entonces la Oración de Jesús en Getsemaní, según San Lucas: “Padre, si quieres aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya"? Entendiendo por “cáliz” todo el sufrimiento de la pasión, y sabiendo que sí sucedió, y que sucedió a la perfección, con una entrega completa, podríamos concluir que el sufrimiento de Jesús sí fue la voluntad de Dios Padre, ya que no hubo “cambio de planes” a causa de la oración de Jesús en Getsemaní. Me haría usted la caridad de comentar sobre la posición de este sacerdote? Sé que no es una cuestión de “blanco y negro", pero en verdad, me quedé con una gran inquietud espiritual, y estoy seguro que usted puede ayudar a sosegarla. – A. Lemus.

* * *

La muerte de Cristo en la Cruz es uno de los misterios más profundos de nuestra fe. Por algo dijo san Pablo que la Cruz era “escándalo para los judíos y necedad para los griegos” (1 Corintios). Lo cual explica también la especie de urgencia que algunos sienten de eliminar lo “escandaloso” de la Cruz por ejemplo usando el recurso que usó el sacerdote que se menciona en esta consulta; en tal caso, el argumento va de esta manera: la muerte de Cristo no era algo que Dios quería sino sólo el resultado de las decisiones erróneas de los contemporáneos del Señor. Cosas parecidas han dicho autores de gran renombre actualmente, como el sacerdote y teólogo español José Antonio Pagola. La fe, así presentada y falsificada, resulta bastante más fácil de aceptar porque produce menos choque en nuestra mente.

Leer más... »

22.06.15

El descanso de Dios

Saludos, padre. ¿Qué significa el descanso de Dios (Génesis)? ¿Es lo mismo del descanso de Jesús en la barca? - E.R.M.

* * *

El descanso de Dios en el Génesis (capítulo 1) es en sí mismo una fuente de preguntas porque el Dios que todo lo puede no se supone que quede agotado, ni siquiera por el hecho de haber creado una obra magnífica como es el universo. Así que un punto de partida en el caso del Génesis es que este descanso no es un “reponer fuerzas” como si Dios pudiera estar necesitado de recuperarse.

Un clave interesante es observar que en la Biblia el trabajo siempre tiene carácter de “medio,” es decir: se trabaja para algo o para alguien. Trabajar no es un fin en sí mismo. por contraste, la palabra “descanso” nos invita, y casi obliga, a mirar cuáles son los “fines,” cuál es el “para qué” de nuestros esfuerzos, y aun de nosotros mismos, y del universo. En este sentido sí resulta razonable hablar de que Dios “descansa,” porque la contemplación de la belleza y bondad propias de la creación es un acto propio de Dios, propio de su conocimiento y de su amor. Por supuesto, eso le da también el sentido a nuestro propio descanso semanal, que en el caso de los cristianos corresponde al domingo, día de la Resurrección: santificar el domingo es no dejarnos encadenar por el “producir-consumir-entretenerse” que nos propone e impone el mundo.

¿Qué decir del descanso de Cristo en la barca? Claramente en este otro caso hablamos del cansancio con el que todos estamos familiarizados, es decir, el agotamiento de fuerzas propio de una labor dura. ¡Y pocas labores tan duras y exigentes como la que Cristo se impuso por amor a nosotros! En ese sentido, su reposo en la barca es una expresión viva de todo lo que ha entregado este buen pastor buscándonos a nosotros sus ovejas extraviadas y caprichosas. Por supuesto, es ese cansancio suyo lo que a nosotros nos conduce al verdadero “descanso,” es decir, a la comunión de amor con Dios, como fin y término último de toda nuestra vida. En este sentido hay una relación, aunque muy lejana, con el texto del Génesis.

20.06.15

Una Nueva Institucionalidad

Una Nueva Institucionalidad

Síntesis de un retiro espiritual ofrecida a las Hermanas Dominicas de la Presentación, en Bogotá, Colombia. El punto central es superar esa idea de que lo propio del “carisma” y del carácter “profético” de la vida religiosa se pierde o disuelve inevitablemente en las estructuras del “poder.”

1. ¿Por qué es necesario lo “institucional” en la vida religiosa?

  • Los procesos de formación requieren estabilidad.

  • No es posible establecer metas a largo plazo sin claridad en cuanto a recursos, propósitos y personas.

  • Las obras menores o nacientes—típicamente obras misioneras—requieren apoyo y cuidado constantes.

    Leer más... »

6.04.15

Cinco Homilías sobre la Resurreccion de Cristo

Primera homilía (enlace)

Los que niegan la resurrección diciendo que es relato que crearon los discípulos no tienen cómo explicar que los textos nos presentan a estos discípulos como escépticos y resistentes a la fe.

Segunda homilía (enlace)

Que Dios muera por nosotros en una Cruz no es menor misterio que el Crucificado se levante del sepulcro.

Tercera homilía (enlace)

Puesto que los poderes de tinieblas se enseñorean sobre el cuerpo, no es accesorio sino muy necesario creer y proclamar que la resurrección corporal de Cristo es nuestra esperanza.

Cuarta homilía (enlace)

La resurrección es señal de llegada de la creación nueva, después de la “pérdida total” causada por el pecado.

Quinta homilía (enlace)

Sumario sobre el valor de verdad de la resurrección y algo sobre las razones que llevan a algunos a perderse el corazón de nuestra fe.

31.03.15

El dilema de la racionalidad de la teología moral

Este es un ejercicio propuesto en clase, un dilema que se plantea de esta forma: Si la teología moral es irracional, entonces no tiene lugar en nuestra sociedad que pide razones y no simplemente ejercicios de autoridad; si en cambio la teología moral es lógica y racional, entonces debe ser admisible por todos, creyentes o no, y entonces la fe no es necesaria ni agrega nada al discurso teológico. ¿Cómo se responde a ese dilema?

* * *

Lo que sigue es la respuesta, ligeramente editada, del estudiante Jaime Barrera Cuesta.

Actualmente la humanidad se encuentra inmersa en un sinnúmero de paradigmas antropológicos. Al parecer, la moral está fundamentada en dichos paradigmas y, consecuentemente alguien podría decir que no existe una moral, sino que dependiendo del número de modelos antropológicos se derivan diferentes consecuencias en la forma de comprender la moral. A este respecto, Schopenhauer afirmó que “en todos los tiempos se ha predicado mucha y buena moral; pero la fundamentación de la misma ha sido siempre difícil.”

Esto implicaría que la moral difícilmente encontrará un fundamento objetivo y válido para cada hombre, sino que la dimensión moral del hombre estaría supeditada al contexto donde se desarrolla lo humano, comprendiéndose finalmente de diferentes maneras. Siendo así, el aspecto subjetivo de la moral traería como consecuencia que al no existir una base sólida que fundamente la moral, ésta quedaría al parecer de cada sujeto.

Ante esto, lo primero que se puede decir es que, si bien la moral tiene una dimensión subjetiva, ya que implica la libertad y la conciencia de cada persona, al mismo tiempo, lo antropológico implica una exigencia de verdad. Benedicto XVI denunció en su momento que “si al hombre se le excluye de la verdad, entonces lo único que puede dominar sobre él es lo accidental, lo arbitrario. Por eso no es fundamentalismo, sino un deber de la humanidad el proteger al hombre contra la dictadura de lo accidental que ha llegado a hacerse absoluto, y devolver al hombre su propia dignidad que consiste precisamente en que ninguna instancia humana pueda dominarlo, porque él se encuentra abierto hacia la verdad misma” (Homilía del 18 de abril del 2005, en la Eucaristía por la Elección de Sumo Pontífice).

Por ello el ser humano, de alguna u otra forma, en diferentes culturas, con diferentes costumbres, lleva implícitas preguntas con respecto al obrar humano, que den como respuesta argumentos válidos y verdaderos, que justifiquen una inclinación a una vida moral propuesta.

De preguntas como: ¿Qué es el bien y qué es el mal moral?, ¿por qué una acción es buena o mala?, se desprende que, necesariamente debe existir una dimensión racional y objetiva de la moral, de la cual se deriven principios, valores, normas y juicios morales, que se muestran como caminos de humanización, que convergen en todas las culturas, que sean validos y verdaderos para todo hombre y que le liberen y dignifiquen.

Llegados a este punto, donde vemos que a partir de la ley natural y la reflexión racional se puede y debe fundamentar la dimensión objetiva de la moral, se hace pertinente preguntar: Si la moral es racional, ¿para qué religión?; ¿es necesaria una doctrina que transmita normas morales a partir de una religión como la católica?

Ante tales preguntas, lo primero que hay que responder, es que la fe de la Iglesia no se reduce únicamente el cumplimiento de un conjunto de normas morales, sino que principalmente parte del encuentro con la persona de Jesucristo (Benedicto XVI, Deus caritas est, n. 1). Consecuentemente, el fundamento de la moral cristiana es Jesucristo en su vida, palabras y obras. En el obrar del discípulo de Jesús de Nazaret siempre se encuentran presentes sus palabras cuando dice “si me amas cumple mis mandatos” (Jn 14, 15). Es decir, que la moral cristiana no es otra cosa sino una respuesta de amor desde la fe en Cristo, que le implica plenamente en todas sus dimensiones; respuesta que así se revela como verdadero y válido camino de libertad, plenitud, dignificación y humanización para todo hombre, en cualquier cultura.

Lo segundo que se puede decir, es que desde ningún punto de vista la doctrina moral cristiana riñe o se opone, a lo que a la luz de la ley natural y la razón humana se ha demostrado como camino verdadero y válido que se manifiesta en una norma moral desde diferentes culturas. El mismo Dios, fuente de verdad y racionalidad, es también fuente de bondad y plenitud.

Pero hay un tercer punto. Lo que sí queda revelado desde la fe judeo-cristiana, es la imposibilidad de la humanidad de vivir aquello que en lo teórico-racional se muestra como camino de humanización. En el hombre se deja ver una herida profunda, que se manifiesta como inclinación hacia el mal obrar; esa herida profunda no es otra cosa que el pecado y la absurda pretensión del hombre de determinar por sí mismo qué es lo bueno y qué es lo malo. “Solo Dios es bueno” exclama Jesús para decir que el fundamento y origen de todo bien es Dios.

Para concluir: el apóstol San Pablo describió el drama humano al mostrar cómo la ley o norma moral del Antiguo Testamento es buena porque le muestra lo realmente bueno al hombre, pero, por otro lado, le muestra también que no es capaz de cumplirla. Hoy día, se puede decir que ocurre lo mismo, ya que al parecer el hombre a partir de la razón descubre qué es lo bueno y lo expresa en cierto modo en documentos como la “Declaración de los Derechos Humanos”, que deben “garantizar” la “libertad” y la “dignidad” de las personas; los hechos, sin embargo, muestran a menudo todo lo contrario.

Por esta razón, hoy como ayer, es necesario poner la mirada en Cristo, quien no solo manifiesta con su vida, hechos y palabras lo que es bueno, sino que a partir del misterio pascual, en cuanto acto más grande de Amor de Dios hacia la humanidad, le salva de la esclavitud del pecado, y con el Don de su Espíritu Santo capacita al hombre y le da un nuevo corazón capaz de cumplir con sus actos, aquello que realmente le conduce hacia su plena realización y humanización en pleno acuerdo con el plan de Dios.